23 ago 2019

1984- FERIA DE MONSTRUOS – Bruce Jones y Bernie Wrightson


No se puede hablar de comics de terror sin mencionar a Bernie Wrightson, uno de los grandes maestros del género y artista inmensamente influyente en el medio. Ya hablé en otra entrada anterior sobre sus orígenes y el imprescindible trabajo que realizó para las publicaciones de la editorial Warren a mediados de los setenta. Se hizo también un gran nombre como ilustrador con diversos portafolios y su famoso aunque escasamente rentable trabajo en el Studio junto a Barry Windsor-Smith, Mike Kaluta y Bruce Jones. El mundo del cine también reclamó su talento. La vanguardista película de animación “Heavy Metal” (1981) incluyó como uno de sus capítulos una de sus historietas del “Capitán Sternn” y Stephen King contó con él para adaptar a las viñetas la película “Creepshow” (1982).



En 1984, tras algún tiempo alejado del comic Wrightson regresa de la mano del guionista Bruce Jones con una obra larga, “Feria de Monstruos”, serializada en la revista española “Creepy” y luego publicada en la cabecera americana “Heavy Metal”. Fue, quizá, su última gran obra antes de pasar la última etapa de su carrera realizando encargos esporádicos para las grandes editoriales mainstream, malgastando su talento para lo macabro con historias de superhéroes del montón.

Un hombre, Valker, va recogiendo hombres y mujeres de cuerpos deformes, rechazados por la sociedad por su aspecto grotesco, desesperados y al borde del suicidio, y los acoge en su feria ambulante de rarezas de un solo carromato. Exhibirse ante el horrorizado público de pueblos y ciudades quizá no sea la ocupación más gratificante, pero ello les permite formar parte de una familia, vivir entre los suyos y recibir y dar afecto. Esa sensación mejora todavía más con la incorporación de Lila, una joven a la fuga que se une al show y acaba estableciendo una relación sentimental con Valker.

Y entonces, Lila queda embarazada. Cuando llega el momento del parto, a Valker le consume el miedo y el terror y sus viejos demonios se apoderan de su mente. Su alcoholismo y temperamento violento, que él creía haber dejado atrás, regresan y cuando una de sus protegidas le muestra orgullosa el bebé horriblemente deformado, entra en cólera. Convencido de que Lila le ha sido infiel con alguno de los monstruos, los quema vivos a todos en el carromato. Atormentado por la culpa, vuelve a hundirse en el alcohol hasta que él mismo es recogido y curado en cuerpo y alma por una buena samaritana, Celia, una doctora ambulante. Cuando él le pide matrimonio, ella se niega aduciendo razones que no tienen nada que ver con las auténticas, tal y como se descubre en el impactante final.

Bruce Jones, un veterano guionista de la Warren, ofrece aquí un cuento deudor de las clásicas historietas de la EC, una fábula macabra con final sorpresa ambientada en lo que parece una Europa decimonónica. Puede que se le note demasiado el ser una historia corta alargada artificialmente para ocupar 44 páginas (hay dos clímax que sirven para delimitar lo que esencialmente son dos narraciones distintas: la aparición del bebé deforme y el final definitivo de la historia), pero estas costuras quedan hasta
cierto punto ocultas por los giros de guión que obligan al lector a cambiar continuamente su perspectiva sobre lo que está viendo. Deja y Robin son presentados como criaturas grotescas pero inmensamente desgraciadas hacia los que el lector sólo puede sentir compasión. En cambio, los monstruos con los que se topa Lila en su huida por el bosque despiertan terror y repulsión…hasta que se nos revela la existencia de la feria ambulante. Inmediatamente, pasan a ser unas criaturas amables, miembros de una afectuosa familia. Valker parece un buen hombre pero cuando la vida de Lila corre peligro en el parto, empieza a transformarse y no tarda en revelarse como el auténtico y único monstruo de todo el grupo. El pecado que comete es tan grave que ya resulta imposible sentir simpatía por él a pesar de su horrible tormento y su particular descenso a los infiernos. De hecho, y aunque parece haber empezado un camino de redención, el monstruo vuelve a rascar la superficie cuando Celia le rechaza su propuesta de matrimonio.

Aunque aquí está más comedido que en otros de sus guiones, Bruce Jones peca aquí de nuevo de una verbosidad innecesaria, especialmente en
los textos de apoyo. Jones pertenece a la vieja escuela de guionistas de los setenta, más preocupados por dejar su huella “literaria” en los textos que por conseguir una depurada fusión entre su guión y el arte del dibujante. Así, por nombrar solo un ejemplo, la doble página-viñeta con que se cierra el álbum, hubiera tenido más impacto si el lector no se viera obligado a leer cuatro generosos cuadros de texto que no aportan nada respecto a lo que ya transmite la imagen.

Pero en mi opinión, esta historia no hubiera destacado nunca respecto a tantísimas otras de terror de no haber sido por el dibujo de Bernie Wrightson. Éste tiene un estilo naturalista inspirado en maestros clásicos como Frank Frazzetta o Al Williamson; un naturalismo que sabe retorcer justo donde y cuando lo necesita para crear en el lector una sensación de incomodidad y repulsión, ya sea jugando con la composición de la viñeta, creando una secuencia narrativa determinada, utilizando la iluminación y el punto de vista o deformando la anatomía a conveniencia sin perder detallismo en cada vena, cada tumor gangrenoso o cada miembro contrahecho. Los dibujos de Wrightson mezclan la elegancia de lo clásico con la fascinación de lo repulsivo sin caer nunca en la sangre fácil.

En “Feria de Monstruos”, la ambientación romántica de la historia (ciudades alemanas con
casas de tejados a dos aguas, burgueses de grandes patillas, carros tirados por caballos, quinqués, una cierta estética a grabado…) se mezcla con la moda del terror “corporal” que hacía furor en el género durante los ochenta del pasado siglo. David Cronenberg en el cine o Clive Barker en la literatura creaban películas y libros obsesionados por las mutilaciones físicas o psicológicas del cuerpo humano a través de las mutaciones, el sexo aberrante, la violencia gratuita o la enfermedad. Como he dicho, Wrightson tiene una forma muy particular, impactante y enfermizamente bella de dibujar los cuerpos humanos deformes, decadentes o putrefactos. Pero su talento no se queda ahí. Sabe crear atmósferas acongojantes y terroríficas jugando con los elementos del paisaje, el clima, el grosor de la línea, la textura del sombreado… para conseguir la máxima expresividad facial y corporal.

“Feria de Monstruos” es una historia que mezcla terror y tragedia, tristeza y esperanza, redención y pecado, amor y locura y que sirve de escenario perfecto para que Bernie Wrightson demuestre su genialidad. Una fábula macabra de toques románticos que ofrece un auténtico festín visual en cada página.

3 comentarios:

  1. De este tebeo hay dos versiones: la que yo leí primero en las revistas de Toutain y posteriormente en el tomo que recopiló Planeta, y una que imagino posterior en color y que no sé de dónde sale. Me gustaría, además, sacar a colación la evitente influencia de la película Freaks de Tod Browning. Aquí Wrightson da el do de pecho, pero donde de verdad se puede ver todo lo que da de sí lo tenemos en otro recopilatorio de Planeta: Creepy Presenta Bernie Wrightson. Casi tan recomendable como el que le dedican al gran Richard Corben.

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    1. Hola Nemo. La primera versión fue a color, la seralizó Toutain en España en la revista Creepy y luego sacó un álbum, también a color. La versión de Planeta, mucho más reciente, fue en blanco y negro. Personalmente, creo que funciona mejor en blanco y negro. El color no estaba mal, pero la reproducción dejaba que desear y -esto es un gusto personal- creo que el terror funciona mejor en blanco y negro por el partido que le puedes sacar a la iluminación. Sobre el recopilatorio de Wrightson de sus historias de la Warren, puedes encontrar un artículo en este mismo blog. Un saludo.

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  2. Vaya, pues me traiciona la memoria. Mi recuerdo de este tebeo es en blanco y negro en Creepy. En aquellos años me compraba todo lo que publicaba Toutain hasta que 1984 cambió de nombre y yo de gustos.

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