23 jul 2018

1974- EL TERROR DE BERNIE WRIGHTSON EN WARREN



El terror es un género muy difícil de realizar con éxito en los comics. El lector controla en buena medida el ritmo de lectura por lo que los sustos y las sorpresas no tienen el mismo impacto que en el cine, medio este que además de contar con la inmediatez de la imagen tiene la baza del sonido y la música. Es difícil sorprender al lector cuando éste puede, de un rápido vistazo a la página, ver la escena pretendidamente destinada a impactar. Por otro lado, muchos autores han trabajado el terror de forma tan rutinaria que hasta los finales sorpresa resultan sobados. Pero de vez en cuando surge un creador que tiene la habilidad de renovar gráficamente el género, alguien con un enorme talento para lo macabro, para la construcción de atmósferas opresivas y la creación de criaturas inquietantes y terroríficas. Bernie Wrightson fue, sin duda, uno de esos genios.



Apodado “El Maestro de lo Macabro”, Wrightson era único a la hora de dibujar monstruos grotescos, vampiros, hombres lobo y otras criaturas de pesadilla. Sus viñetas combinaban un dibujo detallado terminado por un entintado meticuloso y una gran claridad narrativa. Inspirado por el trabajo de otros grandes del género anteriores a él, como Frank Frazetta o Graham Ingels, sus páginas a su vez sirvieron de modelo a artistas más jóvenes, como el americano Kelley Jones o el alemán Andreas.

Sobre su trabajo previo a su entrada en la editorial Warren hablaré en otra ocasión. Baste decir que empezó su carrera profesional en 1969 en DC, sobre todo contribuyendo con historias de terror para los títulos de esa casa centrados en el género
del terror, como “House of Mystery” o “The Witching Hour”. Colaboró también en publicaciones independientes como “Witzend” o “Abyss”, y asimismo y sin salir del terror, para Marvel en cabeceras como “Chamber of Darkness”, “Tower of Shadows”, “Creatures on the Loose” o “Savage Tales”. Su estilo, sin embargo, no era del gusto de Stan Lee y esto unido a la pobre calidad de impresión en que aparecía su trabajo, hizo que durante buena parte de los primeros setenta se limitara a dibujar para DC, donde en 1971 crearía junto a Len Wein, “La Cosa del Pantano”.

Pero tampoco en esa editorial se encontraba satisfecho. En 1974, Wrightson, dejó DC Comics y acudió a la editorial Warren, que publicaba las revistas de terror “Creepy” y “Eerie” desde mediados de los sesenta. La entrada de Marvel a comienzos de los setenta en el mercado de las revistas en blanco y negro con material adulto torpedeó el nicho que Warren ocupaba cómodamente hasta ese momento. A pesar de su delicada situación financiera, el sello publicó en 1974 algunas de sus mejores historias gracias a la incorporación de Bill Dubay como nuevo editor, quien insufló nueva vida a la línea de comics contratando a artistas brillantes. En el
momento en que Wrightson entró en Warren sus páginas se codearían con las de Don McGregor, Doug Moench, Tom Sutton, T.Casey Brennan, John Severin, Wally Wood, Howard Chaykin, Richard Corben, Esteban Maroto o Russ Heath. Sin duda, formar parte de tan selecto grupo, fue un aliciente para el autor.

Pero es que además Wrightson había crecido leyendo las historias de la EC, la editorial que revolucionó el comic de terror en los cincuenta y entre cuyos artistas figuraron dos de sus principales influencias, los ya mentados Frank Frazzetta y Graham Ingels. “Creepy” y “Eerie” eran en buena medida las herederas espirituales de aquellos comics. Wrightson ya era un autor consagrado y premiado cuando llamó a la puerta de Jim Warren, el fundador y dueño de la editorial. Éste, tras ver las páginas de lo que iba a ser su primera historia para ese sello, “El Gato Negro”, no tuvo que pensárselo: le prometió que su trabajo se imprimiría en blanco y negro y no en ese
horrible color plano que aplicaban las grandes compañías de superhéroes y que, junto a la pobreza en la tecnología de reproducción, anulaba su minucioso trabajo de entintado. Por si fuera poco, le ofreció no sólo un buen salario sino también la devolución de los originales (aunque no los derechos de autor) y, sobre todo, la libertad que otorgaba tanto la línea editorial de la casa como el que sus revistas no estuvieran sujetas a la castradora censura del Comics Code Authority.

Estas ventajas se hicieron patentes ya desde la primera historia que presentó Wrightson, la mencionada traslación a las viñetas del relato clásico de Edgar Allan Poe, “El Gato Negro” (Creepy 62, mayo 74). Este cuento se había adaptado ya anteriormente al comic y seguramente la propia editorial Warren ya había publicado alguna versión años atrás; pero el trabajo de Wrightson es sencillamente magistral. Se trata de una narración lineal y casi sin variaciones relevantes respecto del relato literario, pero que contiene imágenes absolutamente impactantes, como cuando el desquiciado protagonista asesina a su mujer con un hacha y luego la empareda. No hay sangre, pero la furia que transmite la imagen es brutal.

Si la recepción de esta primera historia fue excelente, su segunda entrega, “Jenifer” (Creepy 63,
julio 74), con guión de Bruce Jones, causó una enorme sensación y pasó a ser considerada inmediatamente como una de las grandes obras de terror gráfico de todos los tiempos y de las mejores de un Bernie Wrightson en el apogeo de su carrera. Fue incluso llevada a la televisión como episodio de la serie “Masters of Horror” (2005) dirigido por Dario Argento. Es una historia, como todas en las que colaboraron Jones y Wrightson, deudora del estilo EC y en ella se nos narra cómo un padre de familia rescata a una chica de rostro horriblemente deformado y (aparentemente) retrasada de ser asesinada en el bosque. Sin llamar a la policía para evitar una investigación que podría implicarle, entierra el cuerpo del hombre que quería matar a la chica y la “adopta” llamándola Jenifer. Ésta parece ejercer una influencia hipnótica sobre el hombre de tal forma que hace caso omiso a las cosas horribles que ella hace en casa y a su familia, provocando que su mujer y su hijo lo abandonen.

Horrorizado y al mismo tiempo atraído por Jenifer (que, a pesar de su repulsivo rostro, tiene un cuerpo espectacular), ambos se echan a la carretera. Él trata de escapar sin éxito pero siempre acaba regresando a veces por lástima, a veces por miedo, viviendo cada noche una pesadilla de hoteles baratos, violaciones y cadáveres que va dejando atrás Jenifer. Es una historia que apela a la angustia masculina de ser dominado por una mujer y la repulsión mezclada con remordimientos que suelen tener los varones hacia las mujeres feas.

En cuanto al dibujo de Wrightson, éste lo realizó primero a lápiz muy acabado, terminándolo en una caja de luz para repasarlo con aguadas, acuarelas, rotuladores y tinta china. Con todo lo bueno que es el guión, he de decir que el personaje de Jenifer no me inspira tanto terror como lástima, aunque supongo que también esto era la intención de los autores. En cualquier caso, es una historia tan profundamente lúgubre y tan bien contada que al lector no le importa que el final caiga en un previsible cliché.

“Clarice” (Creepy 77, febrero 76) es otra colaboración con Bruce Jones. Un hombre cuya mujer
murió accidentalmente durante una tormenta de nieve, la ve regresar como cadáver… ¿Busca venganza? ¿Está realmente muerta? Es un poema ilustrado sobre el que no hay mucho que contar (sólo dura cinco páginas con cuatro viñetas por plancha) y cuyo final no me parece que tenga demasiado sentido. Con todo, Wrightson resuelve con maestría, por ejemplo en el efecto de los copos de nieve o la forma que tiene de rebajar el componente terrorífico para dar cabida al drama romántico.

“County Pie” (Creepy 83, octubre 76) está en realidad dibujada por Carmine Infantino y sólo el entintado es responsabilidad de Wrightson. El tema es el de asesinos en serie con niños incluidos, lo cual puede parecer un tanto macabro si bien hay un giro final bastante forzado. No es una historia destacable ni en cuanto a guión (de nuevo a cargo de Bruce Jones) ni en el dibujo y la mano de Wrightson apenas es discernible. También por Infantino está dibujada “Dick Wift y su anillo de energía eléctrica” (Creepy 86, febrero 77). El guión del editor Bill Dubay no entra dentro del género del terror sino que es una historia bastante triste sobre un niño con una enfermedad terminal que halla consuelo y fuerzas gracias al autor de sus
novelas pulp favoritas. Warren reutilizó este esquema varias veces, pero probablemente esta es una de las ocasiones en que mejor funcionó. El dibujo de Infantino no era el idóneo para una historia en la que apenas hay acción y sí mucho personaje hablando, pero en esta ocasión el trabajo de Wrightson a las tintas mejora considerablemente el resultado final, transmitiendo esa mezcla de tristeza y sentido de lo maravilloso que permea la historia.

En “Una Saga Marciana” (Creepy 87, marzo 77) encontramos a un astronauta náufrago que es acogido por una tribu marciana, mata un monstruo, salva a una hermosa chica de ser devorada, es recompensado con la promesa de sexo y antes de consumar muere al acabarse su reserva de oxígeno. Se trata de una parodia con bastante humor negro de los tópicos del género al estilo “John Carter” o “Flash Gordon”, pero sobre todo destaca la forma en que está narrada. No hay diálogo ni onomatopeyas y los textos del guionista Nicola Cuti están escritos en epigramas. Aunque el campo donde mejor se desenvolvía Wrightson era el terror, sus dibujos son fantásticos, el
monstruo es muy de su estilo, el entintado expresivo y detallado, y la composición de página atrevida: cuatro viñetas por página que ocupan verticalmente toda la plancha y en cuyos estrechos límites inserta sus figuras y paisajes cambiando continuamente el plano.

“El Hombre que Ríe” (Creepy 95, febrero 78), de nuevo con guión de Bruce Jones, presenta a un enloquecido explorador que sale de la jungla africana para relatar su extraña experiencia. Él y su compañero, Briggs, se hallaban buscando una tribu de simios inteligentes para capturar a uno y venderlo a un circo. El plan era que Briggs se mezclara con ellos vestido con la piel de un ejemplar previamente capturado y desollado. Por desgracia, los monos son incluso más inteligentes de lo que habían creído… Si uno puede pasar por alto el toque caricaturesco, rayano a veces en lo histriónico, que imprime Wrightson al dibujo, así como el tono de fábula y lo imposible de la premisa, se encontrará con una de las historias más espeluznantes de todas las que el dúo publicó en “Creepy”.

“El Monstruo de Pepper Lake” (Eerie 58, julio 74) es una de las mejores historias que Wrightson produjo para la Warren, encargándose él también del guión. Éste nos cuenta cómo un turista se embarca en un bote de recreo en un lago donde se dice que mora una criatura muy peligrosa, con el objetivo de capturarla. Efectivamente, el monstruo sale a su encuentro y él orquesta un plan que da resultado. Cuando cree que ha tenido éxito y que le espera la fama y la fortuna, se da cuenta de que lo verdaderamente peligroso del lago es algo con lo que él no contaba… Aun cuando hay pequeños fallos de guión –el lago, junto a una pequeña aldea, debería tener un tamaño descomunal para esconder un monstruo de esas dimensiones-, Wrightson resuelve la historia de manera impecable, mostrando la férrea determinación del anónimo protagonista y su amargo final sorpresa. La viñeta-página en la que se revela el monstruo es antológica y el entintado combina su habitual meticulosidad en el rayado con un claroscuro radical. Así, hay viñetas que parecen extraídas de un grabado de Gustavo Doré y otras que recuerdan a las películas del primer y más expresionista Fritz Lang.

“Anochecer” (Eerie 60, septiembre 64) es una historia sobre miedos infantiles y tiene guión de
Bill Dubay . Un niño llamado Nemo (como siniestro homenaje al clásico Little Nemo de Winsor McCay) es acosado noche tras noche por un grupo de monstruos. Sus padres no le creen y están hartos de que les despierte continuamente. Los monstruos afirman que sólo quieren jugar con él, pero Nemo sabe que no es así. Aunque las criaturas resultan demasiado cómicas como para inspirar miedo a un adulto, Wrightson hace una gran trabajo con las aguadas y, después de todo, se trata de un tema, el de los terrores nocturnos, con el que todo el mundo puede identificarse.

Otra obra maestra de Wrightson es “Aire Frío”, adaptación de un cuento de H.P.Lovecraft aparecida en Eerie nº 62 (enero 75). Es la historia de un hombre que ha alcanzado la inmortalidad a base de mantener su entorno inmediato a temperaturas muy bajas. No hay desperdicio en estas siete planchas: el dibujo, el ritmo, el entintado, la recreación de la época, la tensión creciente y la espectacular página-viñeta de remate, son inmejorables. A la vista del resultado, es una auténtica lástima que
Wrightson no adaptara más relatos de Lovecraft.

“Reuben Youngblood: Investigador Privado” (Eerie 72, febrero 76) es más una historia de Howard Chaykin que de Bernie Wrightson, tanto en temática como en enfoque y resolución gráfica. En la época de la Gran Depresión de los años treinta, el detective privado Reuben Youngblood acepta un trabajo como guardaespaldas de unos acaudalados alemanes que van a celebrar una fiesta a bordo de un zepelín. Poco antes, su socio había sido asesinado por un misterioso y sangriento culto denominado Agrupación Escarlata, culto que está relacionado con el caso que Reuben acaba de iniciar. Se trata de una historia escrita por Budd Lewis que sigue muy de cerca la tradición pulp de detectives y no contiene realmente ningún elemento terrorífico más allá de una secta cuyos miembros beben sangre. Es como un serial de los años treinta, un género que luego Howard Chaykin retomaría con gusto en diversas series y personajes. De hecho, la composición de página y la línea deben más a Chaykin que a Wrightson, estando sólo presente en el entintado de algunas viñetas.

“El Monstruo del Fango” (Eerie 68, septiembre 75) es una historia melancólica escrita por
Wrightson y que mezcla arquetipos de Frankenstein –una icono que ha obsesionado al artista desde su infancia- con un final que recuerda al de “El Hombre Menguante” de Richard Matheson. Un doctor loco, trasunto de Frankenstein, crea un monstruo a partir de una especie de sustancia adherida a un meteorito. La criatura es inteligente y como sabe que no tiene lugar en el mundo del hombre, se niega a “vivir” a pesar de la insistencia del científico. Éste, presa de la ira y la frustración, la despedaza y la introduce en ácido, pero en lugar de evaporarse, el fluido se filtra a un cementerio cercano y se funde con un cadáver. Habiendo ahora despertado a la vida contra sus deseos, la criatura busca un propósito….

Aunque la historia es buena, lo que verdaderamente destaca es el espectacular dibujo de Wrightson. Junto a “El Monstruo de Pepper Lake”, es la más bella de todas las que realizó para Warren y anticipó indudablemente lo que luego serían sus maravillosas ilustraciones para la novela “Frankenstein”. Es, además, la única historia que se imprimió en color y aunque Wrightson declaró no estar satisfecho con el resultado –no lo aplicó él mismo- tachándolo de chirriante e inadecuado, lo cierto es que ningún detalle o línea queda tapado por aquél.

Todas estas historias, aparecidas entre 1974 y 1978, se recopilaron en el volumen publicado en Estados Unidos por Dark Horse y en España por Planeta DeAgostini titulado “Creepy Presenta: Bernie Wrightson”, un tomo completo, muy bien restaurado, al tamaño original y sin coloreados chillones. Hay que decir, eso sí, que el número de historias que contiene es relativamente escaso. De las 129 páginas de contenido, (dejando aparte los artículos introductorios), 32 son portadas, ilustraciones y dibujos varios de calidad irregular, algunos de ellos un punto cómicos para mi gusto. En beneficio de Wrightson, podemos apuntar que ante la pericia con la que dibujaba los pin-ups de los personajes que presentaban los relatos tanto de “Creepy” como de “Eerie” (el Tío Creepy y el primo Eerie respectivamente), Jim Warren le ofreció ilustrar historietas protagonizadas por éstos, idea que el artista declinó, prefiriendo no encasillarse de nuevo en series con personajes fijos.

Este tomo es una compra obligada para todo aquel interesado en el terror gráfico. Sus historias, aunque no muy numerosas, demuestran el gran talento de Wrightson y su capacidad para adoptar diferentes técnicas gráficas, estilos y estructuras narrativas. Sus aportaciones a estas cabeceras se beneficiaron además de la influencia cruzada con otros artistas de primer nivel. Y es que por entonces, Wrightson compartía estudio en Manhattan con Jeff Jones, Michael Kaluta y Barry Windsor-Smith. Los cuatro formaron un colectivo autodenominado “El Estudio” centrado sobre todo en trabajos ajenos al mundo del comic book, como ilustraciones, posters, calendarios o pinturas.

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