El terror es un género muy difícil de realizar con éxito en los comics. El lector controla en buena medida el ritmo de lectura por lo que los sustos y las sorpresas no tienen el mismo impacto que en el cine, medio este que además de contar con la inmediatez de la imagen tiene la baza del sonido y la música. Es difícil sorprender al lector cuando éste puede, de un rápido vistazo a la página, ver la escena pretendidamente destinada a impactar. Por otro lado, muchos autores han trabajado el terror de forma tan rutinaria que hasta los finales sorpresa resultan sobados. Pero de vez en cuando surge un creador que tiene la habilidad de renovar gráficamente el género, alguien con un enorme talento para lo macabro, para la construcción de atmósferas opresivas y la creación de criaturas inquietantes y terroríficas. Bernie Wrightson fue, sin duda, uno de esos genios.
Apodado “El Maestro de lo Macabro”, Wrightson era único a la hora de dibujar monstruos

Sobre su trabajo previo a su entrada en la editorial Warren hablaré en otra ocasión. Baste decir que empezó su carrera profesional en 1969 en DC, sobre todo contribuyendo con historias de terror para los títulos de esa casa centrados en el género

Pero tampoco en esa editorial se encontraba satisfecho. En 1974, Wrightson, dejó DC Comics y acudió a la editorial Warren, que publicaba las revistas de terror “Creepy” y “Eerie” desde mediados de los sesenta. La entrada de Marvel a comienzos de los setenta en el mercado de las revistas en blanco y negro con material adulto torpedeó el nicho que Warren ocupaba cómodamente hasta ese momento. A pesar de su delicada situación financiera, el sello publicó en 1974 algunas de sus mejores historias gracias a la incorporación de Bill Dubay como nuevo editor, quien insufló nueva vida a la línea de comics contratando a artistas brillantes. En el

Pero es que además Wrightson había crecido leyendo las historias de la EC, la editorial que revolucionó el comic de terror en los cincuenta y entre cuyos artistas figuraron dos de sus principales influencias, los ya mentados Frank Frazzetta y Graham Ingels. “Creepy” y “Eerie” eran en buena medida las herederas espirituales de aquellos comics. Wrightson ya era un autor consagrado y premiado cuando llamó a la puerta de Jim Warren, el fundador y dueño de la editorial. Éste, tras ver las páginas de lo que iba a ser su primera historia para ese sello, “El Gato Negro”, no tuvo que pensárselo: le prometió que su trabajo se imprimiría en blanco y negro y no en ese

Estas ventajas se hicieron patentes ya desde la primera historia que presentó Wrightson, la mencionada traslación a las viñetas del relato clásico de Edgar Allan Poe, “El Gato Negro” (Creepy 62, mayo 74). Este cuento se había adaptado ya anteriormente al comic y seguramente la propia editorial Warren ya había publicado alguna versión años atrás; pero el trabajo de Wrightson es sencillamente magistral. Se trata de una narración lineal y casi sin variaciones relevantes respecto del relato literario, pero que contiene imágenes absolutamente impactantes, como cuando el desquiciado protagonista asesina a su mujer con un hacha y luego la empareda. No hay sangre, pero la furia que transmite la imagen es brutal.
Si la recepción de esta primera historia fue excelente, su segunda entrega, “Jenifer” (Creepy 63,


En cuanto al dibujo de Wrightson, éste lo realizó primero a lápiz muy acabado, terminándolo en una caja de luz para repasarlo con aguadas, acuarelas, rotuladores y tinta china. Con todo lo bueno que es el guión, he de decir que el personaje de Jenifer no me inspira tanto terror como lástima, aunque supongo que también esto era la intención de los autores. En cualquier caso, es una historia tan profundamente lúgubre y tan bien contada que al lector no le importa que el final caiga en un previsible cliché.
“Clarice” (Creepy 77, febrero 76) es otra colaboración con Bruce Jones. Un hombre cuya mujer

“County Pie” (Creepy 83, octubre 76) está en realidad dibujada por Carmine Infantino y sólo el entintado es responsabilidad de Wrightson. El tema es el de asesinos en serie con niños incluidos, lo cual puede parecer un tanto macabro si bien hay un giro final bastante forzado. No es una historia destacable ni en cuanto a guión (de nuevo a cargo de Bruce Jones) ni en el dibujo y la mano de Wrightson apenas es discernible. También por Infantino está dibujada “Dick Wift y su anillo de energía eléctrica” (Creepy 86, febrero 77). El guión del editor Bill Dubay no entra dentro del género del terror sino que es una historia bastante triste sobre un niño con una enfermedad terminal que halla consuelo y fuerzas gracias al autor de sus

En “Una Saga Marciana” (Creepy 87, marzo 77) encontramos a un astronauta náufrago que es acogido por una tribu marciana, mata un monstruo, salva a una hermosa chica de ser devorada, es recompensado con la promesa de sexo y antes de consumar muere al acabarse su reserva de oxígeno. Se trata de una parodia con bastante humor negro de los tópicos del género al estilo “John Carter” o “Flash Gordon”, pero sobre todo destaca la forma en que está narrada. No hay diálogo ni onomatopeyas y los textos del guionista Nicola Cuti están escritos en epigramas. Aunque el campo donde mejor se desenvolvía Wrightson era el terror, sus dibujos son fantásticos, el

“El Hombre que Ríe” (Creepy 95, febrero 78), de nuevo con guión de Bruce Jones, presenta a un enloquecido explorador que sale de la jungla africana para relatar su extraña experiencia. Él y su compañero, Briggs, se hallaban buscando una tribu de simios inteligentes para capturar a uno y venderlo a un circo. El plan era que Briggs se mezclara con ellos vestido con la piel de un ejemplar previamente capturado y desollado. Por desgracia, los monos son incluso más inteligentes de lo que habían creído… Si uno puede pasar por alto el toque caricaturesco, rayano a veces en lo histriónico, que imprime Wrightson al dibujo, así como el tono de fábula y lo imposible de la premisa, se encontrará con una de las historias más espeluznantes de todas las que el dúo publicó en “Creepy”.

“Anochecer” (Eerie 60, septiembre 64) es una historia sobre miedos infantiles y tiene guión de

Otra obra maestra de Wrightson es “Aire Frío”, adaptación de un cuento de H.P.Lovecraft aparecida en Eerie nº 62 (enero 75). Es la historia de un hombre que ha alcanzado la inmortalidad a base de mantener su entorno inmediato a temperaturas muy bajas. No hay desperdicio en estas siete planchas: el dibujo, el ritmo, el entintado, la recreación de la época, la tensión creciente y la espectacular página-viñeta de remate, son inmejorables. A la vista del resultado, es una auténtica lástima que

“Reuben Youngblood: Investigador Privado” (Eerie 72, febrero 76) es más una historia de Howard Chaykin que de Bernie Wrightson, tanto en temática como en enfoque y resolución gráfica. En la época de la Gran Depresión de los años treinta, el detective privado Reuben Youngblood acepta un trabajo como guardaespaldas de unos acaudalados alemanes que van a celebrar una fiesta a bordo de un zepelín. Poco antes, su socio había sido asesinado por un misterioso y sangriento culto denominado Agrupación Escarlata, culto que está relacionado con el caso que Reuben acaba de iniciar. Se trata de una historia escrita por Budd Lewis que sigue muy de cerca la tradición pulp de detectives y no contiene realmente ningún elemento terrorífico más allá de una secta cuyos miembros beben sangre. Es como un serial de los años treinta, un género que luego Howard Chaykin retomaría con gusto en diversas series y personajes. De hecho, la composición de página y la línea deben más a Chaykin que a Wrightson, estando sólo presente en el entintado de algunas viñetas.
“El Monstruo del Fango” (Eerie 68, septiembre 75) es una historia melancólica escrita por

Aunque la historia es buena, lo que verdaderamente destaca es el espectacular dibujo de Wrightson. Junto a “El Monstruo de Pepper Lake”, es la más bella de todas las que realizó para Warren y anticipó indudablemente lo que luego serían sus maravillosas ilustraciones para la novela “Frankenstein”. Es, además, la única historia que se imprimió en color y aunque Wrightson declaró no estar satisfecho con el resultado –no lo aplicó él mismo- tachándolo de chirriante e inadecuado, lo cierto es que ningún detalle o línea queda tapado por aquél.

Este tomo es una compra obligada para todo aquel interesado en el terror gráfico. Sus historias, aunque no muy numerosas, demuestran el gran talento de Wrightson y su capacidad para adoptar diferentes técnicas gráficas, estilos y estructuras narrativas. Sus aportaciones a estas cabeceras se beneficiaron además de la influencia cruzada con otros artistas de primer nivel. Y es que por entonces, Wrightson compartía estudio en Manhattan con Jeff Jones, Michael Kaluta y Barry Windsor-Smith. Los cuatro formaron un colectivo autodenominado “El Estudio” centrado sobre todo en trabajos ajenos al mundo del comic book, como ilustraciones, posters, calendarios o pinturas.
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