27 jul 2018

1995- SUPERMAN: OTROS MUNDOS - José Luis García-López y otros


Situar a Superman en situaciones ajenas a su universo o continuidad establecida es algo que se hacía ya en los comics de la Edad de Plata, aunque entonces a estas historias no se las llamaba Elseworlds u “Otros Mundos” sino “Imaginary Novels”. Sea como sea que se las bautice y clasifique, aquel era un formato que permitía al guionista mayor libertad. Como dice la entradilla de los volúmenes publicados bajo el sello “Otros Mundos”: “Los héroes son sacados de sus entornos habituales y situados en lugares y tiempos ajenos: algunos han existido o podrían haberlo hecho, y otros no pudieron o no deberían existir”.



Las historias de la Edad de Plata, realizadas desde finales de los cincuenta hasta los setenta, constaban casi siempre de un solo comic, dividido en tres actos. Fue uno de los títulos de la Familia Superman, “Superman´s Girlfriend, Lois Lane” (que apareció desde 1958 a 1974) el que introdujo el concepto de historias “imaginarias” que transcurrían en realidades alternativas y que a menudo giraban alrededor del tan anhelado y fantaseado matrimonio de la periodista con Superman. No tardó la idea en pasar a otras colecciones, en historias como La Otra Vida de Superman” (Superman 132, 1959) o “La Asombrosa Historia del Superman Rojo y el Superman Azul” (Superman 162, 1963). En general eran historias ligeras, aunque también hubo excepciones como “La Muerte de Superman” (Superman 149, 1961), en la que los lectores no obtenían el final feliz al que estaban acostumbrados.

Tras la gran reforma que supuso “Crisis en Tierras Infinitas” en 1986, DC continuó publicando estas historias imaginarias al margen de las colecciones regulares y bajo el sello de “Otros Mundos”, a menudo como números especiales en formato prestigio. Batman fue durante mucho tiempo el personaje más popular a la hora de exportar su
universo a otros marcos temporales, pero a mediados de los noventa y en buena medida gracias al éxito de la obra que comentaré a continuación, Superman empezó a frecuentar más este tipo de narraciones.

El volumen “Superman: Otros Mundos de Jose Luis García-López” reúne tres historias alternativas del Hombre de Acero que tienen en común tanto su tono más oscuro de lo habitual como el haber sido dibujadas por uno de los grandes del comic de superhéroes que ayudó a definir durante toda una década no sólo al Hombre de Acero sino al resto del panteón DC.

Cuando García-López empezó a dibujar a Superman, a mediados de los setenta, los comics estaban cambiando rápidamente. No sólo los superhéroes DC comenzaban a experimentar ramalazos de angustia existencial y conflicto interior (algo que los personajes Marvel llevaban ofreciendo desde hacía diez años) sino que su lenguaje visual sustituía su
tradicional estatismo por presentaciones más vívidas y fluidas. Tras unas primeras incursiones como entintador de los lápices de otros artistas, García-López obtuvo la libertad necesaria para dibujar a Superman de una forma nueva y moderna sobre todo en las páginas del título team-up “DC Comics Presents”. Era un Superman que se enfadaba, se divertía, transmitía esfuerzo cuando aplicaba sus músculos a una tarea ciclópea, que volaba con una nueva elegancia… A su manera, fue una revolución.

García-López no sólo actualizó el aspecto de Superman que su predecesor, Curt Swan, había institucionalizado en su larguísima estancia con el personaje, sino que al elaborar la guía de estilo oficial DC para licencias externas (los dibujos que utilizarían los fabricantes de todo tipo de merchandising con las efigies de los héroes DC), sus interpretaciones de los personajes fueron las que sirvieron de guía para todos los nuevos dibujantes que fichara la editorial. Durante décadas y para millones de personas, aficionados al comic o no, su Superman fue el canónico.

Su reinado hace ya tiempo que terminó. El personaje experimentó un completo rediseño tanto en su traje y peinado como en actitud, pero sus comics siguen siendo una lectura deliciosa gracias a su estilo atemporal, elegante, naturalista y con un perfecto equilibrio entre la claridad y el detallismo.

Pues bien, en 1995, García-López dibuja “Kal”, una historia “Otros Mundos” de 64 páginas en formato prestigio y guionizada por Dave Gibbons en la que el cohete de Superman no llega al consabido Kansas norteamericano del siglo XX sino a la Inglaterra medieval. Es adoptado por los Kent, una pareja de humildes campesinos que tratan de ocultar las sobrenaturales capacidades de su hijo mientras crece por temor a que les quemen a todos en la hoguera. Kal pasa de la granja familiar a aprendiz de herrero y es entonces cuando conoce a Loisse, una noble que vive prisionera del malvado barón Luthor.

Se trata de un guión muy convencional que reúne multitud de tópicos y lugares comunes de la fantasía medieval: el héroe de las clases bajas que se alza contra los poderes establecidos, el noble villanesco, la bella dama de alta cuna que se
enamora del héroe de baja cuna, torneos y justas durante las ferias de verano… Incluso, el desenlace de la fiesta nupcial de Kal y Loisse, con la aparición de Luthor exigiendo su derecho de pernada, recuerda sospechosamente a una escena prácticamente igual de “Braveheart”, película que, curiosamente, apareció aquel mismo año.

Gibbons estructura la historia de forma muy conservadora, con una introducción, un nudo y un tercer acto de desenlace a lo largo de los cuales se desarrolla una trama fácilmente trasladable, por ejemplo, al cine. A diferencia de muchos “Otros Mundos” que transmiten la impresión de ser tan sólo números ordinarios algo extendidos, “Kal” sí tiene entidad propia como novela gráfica. A pesar de los poderes de Kal, la historia no llega a transformarse totalmente en una historia de superhéroes dado que no media identidad secreta o colorido uniforme. Es más, Superman acaba enfrentándose a Luthor por pura y simple venganza por la muerte de Loisse y no por sentido de la justicia o del deber. Probablemente, en el contexto que se nos plantea, de haber podido seguir con su vida sencilla, Kal no habría cuestionado el orden establecido y habría dejado hacer a Luthor.

Por otra parte, Gibbons también evita la inclusión completamente gratuita de cameos y referencias del universo de Superman, algo que en otras historias de este tipo resultan forzadas y distraen de la narración principal. Aquí encontramos a Lois, Luthor, Jimmy Olsen y la kriptonita, pero todo está lógicamente integrado en la historia, incluso algo modificado, como el que Jimmy no sea el joven e inexperto protegido de Superman sino su mejor amigo e igual. Asimismo, el guionista demuestra tener buena mano con los diálogos y acierta al encuadrar la historia en el periodo histórico elegido (lo cual no significa ni mucho menos que estemos ante una narración realista); por ejemplo, con la preocupación de los padres de Kal porque la inquebrantable salud de Kal y su impecable aspecto físico (sin marcas de viruela o escorbuto, por ejemplo) levante las sospechas de sus vecinos y atraiga sobre ellos una posible acusación de brujería.

En cuanto al arte y como de costumbre, pocas pegas se le pueden encontrar a García-López. Hace que lo imposible resulte verosímil gracias al realismo de sus figuras, la forma en que se mueven, hablan o pelean y su facilidad a la hora de expresar emociones con los gestos y la posición del cuerpo. Trata con igual maestría y dinamismo lo cotidiano –gente en una fiesta o trabajando, conversaciones casuales…- y lo extraordinario (Kal venciendo en el torneo, invadiendo el
castillo y enfrentándose a Luthor). Su línea sigue siendo elegante, si bien utiliza en el entintado un trazo más grueso de lo habitual, lo que le resta algo de ligereza. Y, por supuesto, evita la pereza y los atajos a la hora de componer la página o incluir detalles y figuras de fondo en sus viñetas.

Mi valoración final es que “Kal” no es una gran historia. Ni es tan mala como para odiarla ni tan buena como para recordarla con gran afecto. No aporta elementos nuevos, los personajes están medianamente perfilados, no contiene nada sustancialmente importante y sí muchos tópicos, tiene un final bastante desesperanzador (con la innecesaria aparición de un Merlín joven que nada pinta en todo esto) y el desgraciado destino de Loisse parece algo impropio para un personaje tan veterano. Pero sí es una lectura agradable y ligera, en buena medida gracias al dibujo de García-López. Imprescindible para los fans de Superman y recomendable para todos los amantes del dibujo y las historias clásicas de cualquier género.

En la segunda historia, “Superman Inc”, el guionista Steve Vance toma un camino más arriesgado que Gibbons puesto que lo que encontramos aquí no es el noble y puro héroe de costumbre. La nave espacial kriptoniana que llega a la Tierra con el pequeño Kal-El a bordo nunca fue encontrada por los Kent. El bebé se arrastra fuera de la nave hasta una carretera cercana y es atropellado por un vendedor borracho –accidente del que, por supuesto, sale indemne-. El conductor lo abandona en el cercano condado de Pleasantville, donde es adoptado por el matrimonio Suderman, que le otorga el nombre de Dale. Pero su infancia se trunca primero por la muerte de su padre y luego por la de su madre cuando ésta, estupefacta al ver la primera manifestación de los poderes de vuelo de su hijo, cae por una escalera y se parte el cuello..

Ese momento traumático lleva al introvertido Dale Suderman a reprimir inconscientemente sus habilidades. Su paso por los orfanatos viene marcado por la alienación y el comportamiento antisocial pero al alcanzar la mayoría de edad, su inconsciente deja que sus poderes afloren parcialmente y se convierte en el mejor atleta de la historia, destacando en multitud de deportes y ascendiendo al estatus de imbatible estrella mundial.

La fama y la riqueza que acumula hacen de Dale un hombre megalómano, vanidoso, egoísta y
superficial. Por ejemplo, aunque le repugnan los niños, hace que los responsables de publicidad lancen para ellos una línea de comics y productos basados en un personaje de su invención y que lleva su propia efigie: “Superman” (los superhéroes no existen como tebeos en esa realidad alternativa). Pero cuando decide crear un equipo de baloncesto propio, los Spartans (que ostentarán el famoso logo de la “S”), rechazando la alianza que le propone Luthor, éste decide acabar con él destruyendo su imagen ante los medios. Pone a su reportera Lois Lane y a un detective privado a escarbar en su pasado hasta que las evidencias sobre su origen extraterrestre salen a la luz, transformando completamente la vida de Dale.

Tanto en esta historia como en la siguiente, Vance se pregunta sobre qué es lo que define a Superman como héroe. La respuesta es que no son sus extraordinarios poderes sino sus elecciones. Saber discernir entre el bien y el mal no es una cualidad que se adquiera individualmente y sin influencias del entorno externo a uno mismo. Dependiendo del contexto geográfico, cultural y familiar en el que crece un niño, su personalidad cambia al igual que su escala de valores. Así, en “Superman Inc”, lo que encontramos es que sin la educación de los sencillos
granjeros Kent y, peor aún, careciendo de modelo de comportamiento de referencia y con una adolescencia traumática pasada en orfanatos, el alienígena Kal-El desarrolla una personalidad retraída e inclinada hacia el egoísmo que descarta los valores de la verdad, la justicia y la protección del débil a favor de metas efímeras como la fama, el poder y la riqueza.

Para articular este mensaje, Vance no necesita cambiar mucho la mitología del Hombre de Acero. Metrópolis, Kansas, los Kent, Lex Luthor o Lois Lane están ahí. Ni siquiera es un tebeo de superhéroes al uso puesto que no hay auténticos héroes, combates ni identidades secretas. Ciertamente, el final se encarrila a lo ya conocido (es acogido por los Kent y empieza una nueva vida como Clark que es de suponer en el futuro compaginará con actividades superheroicas); pero lo relevante, lo que cambia respecto a otras historias del personaje que se limitan a trasponer a éste y a su universo en un tiempo y contexto diferentes, son los aspectos relacionados con la educación y la psicología de Superman.

Por otra parte, es un tebeo muy crítico con el capitalismo sin corazón; la perniciosa influencia
de la religión sobre la mente de muchas personas (la madre de Dale cree que éste es un demonio al verlo volar); la influencia de los medios de comunicación a la hora de promover mitomanías injustificadas alrededor de personajes vacuos; o la incapacidad del sistema asistencial para brindar auténtico apoyo a niños necesitados del mismo. Por otra parte, Vance encuentra también ocasión para insertar algunos guiños metalingüísticos, como cuando el encargado de lanzar la nueva línea de comics y dibujos animados reflexiona: “Con un personaje tan poderoso, me temo que va a ser difícil crear tensión dramática. Quiero decir, ¿A qué posibles obstáculos podría enfrentarse?”.

Poco nuevo puedo decir de las virtudes de José Luis García-López salvo que aquí recibe el apoyo de un entintador tan diestro como es Mark Farmer (embellecedor por excelencia del dibujo de otro grande: Alan Davis).

La tercera y última historia, también guionizada por Vance, se centra no en Superman, sino en el poder de su símbolo para influir –no necesariamente para bien, como es este el caso-en la vida de las personas. Técnicamente, no puede ser clasificada como un Otros Mundos porque no aparece Superman y, de hecho, la
historia está ambientada en lo que sería nuestra propia corriente temporal, aquella en la que el Hombre de Acero no es más que un personaje de comics. Así, el título que utilizó DC fue el de “Realworlds: Superman” (2000), una línea que también tuvo volúmenes dedicados a Wonder Woman y Batman.

La acción se sitúa en Estados Unidos durante los años cincuenta del pasado siglo. Eddie es un joven huérfano, ingenuo y apocado pero honrado, que sufre los abusos del jefe de la tienda en la que trabaja y la banda de delincuentes del barrio liderada por el carismático Pete. Una noche, las bromas contra Eddie van más allá de lo esperado y Pete y sus secuaces, después de emborracharlo hasta la inconsciencia, le tatúan en el pecho el símbolo de Superman, su héroe favorito.

A partir de ese momento, la vida de Eddie empeora todavía más. Se convierte en blanco de las burlas de todo el mundo, su jefe le despide y no encuentra trabajo. Atrapado en una situación límite, entra en la casa de Pete para robarle el dinero producto de sus delitos, pero es atrapado por la policía y encarcelado. La experiencia en prisión lo transforma física y mentalmente. De trasunto de Clark Kent pasa a ser un gigantón musculado, arrogante y vengativo cuyo comportamiento al
cumplir su condena y salir libre parece burlarse de lo que representa el tatuaje de su pecho, que ahora luce orgulloso.

Es esta una aventura mucho más oscura que la anterior, pero también menos emocionante. No es ya que el protagonista reciba un verdadero maltrato psicológico sino que el uso del símbolo de Superman no tiene una justificación sólida y permanece siempre en un segundo plano. Éste en ningún momento inspira al protagonista ni es lo que le mueve a su acto de redención final. De hecho, aparte de unas muchachas que vagamente recuerdan a Lois y Lana –pero que no llevan sus nombres-, el tatuaje de Eddie y su gusto por los juguetes de Superman, no hay más conexión con el Hombre de Acero. Tampoco la trama de los mafiosos está particularmente bien desarrollada, recurriendo a tópicos y desenlaces previsibles. En este caso, además, José Luis García-López parece menos inspirado que de costumbre. Sigue siendo un artista muy por encima de la media de lo habitual en el género de superhéroes y en todo momento mantiene su maestría anatómica y expresiva, pero su composición de página y viñeta es aquí más convencional, menos dinámica y atrevida.

En resumen, este volumen es una lectura agradable, ocasionalmente interesante aunque no imprescindible. Su principal baza es el dibujo de García-López, pero los fans de Superman también encontrarán aquí aproximaciones menos complacientes con su héroe de lo que suele hallarse en los tebeos de las colecciones regulares.

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