26 ago 2019

1980- MASQUEROUGE - Patrick Cothias y Andre Juillard



El parisino André Juillard es uno de los artistas de comic más importantes del medio. En su juventud asistió a la Escuela Superior Nacional de Artes Decorativas y recibió clases de Jean-Claude Mézières y Jean Giraud antes de iniciar su carrera profesional como ilustrador para la revista infantil “Formule 1” en 1974, empezando a realizar también historietas diversas para varias publicaciones. Su primer comic histórico, “Bohémond de Saint-Gilles”, con guiones de Claude Verrien primero y de Pierre Marin después, aparece en esa misma revista en 1976. Tras iniciar otras series (“Isabelle Fantouri”, “Les Cathares”) y aportar diversas historias cortas, abandona la editorial Fleurus y comienza a colaborar con otra cabecera juvenil “Pif Gadget”. Es aquí donde se encontrará con Patrick Cothias.

Cothias estudió Filosofía antes de decidir que su verdadera pasión eran los comics. Al principio se centró en el dibujo y llegó a recibir un premio por su estilo realista, pero finalmente se centró en los guiones, creando en 1975 su primera serie, “Sandberg”, ilustrada por el español Alfonso Font. Cinco años después, crea en colaboración con Juillard al aventurero enmascarado Masquerouge, cuyas aventuras aparecerán en “Pif Gadget” desde 1980 a 1982.



En octubre de 1624, agotada por las guerras de religión, la Francia gobernada por Luis XIII y el cardenal Richelieu está infestada de ladrones. La joven baronesa Ariane de Troil se dirige a París en un carruaje acompañada por su maestro de armas, Germain, cuando es detenida por una banda de facinerosos con la intención de robarles –de una forma bastante educada, eso sí-. Su líder, un sacerdote renegado apodado Defiedieu, les cuenta que su inspiración es un misterioso justiciero enmascarado, Masquerouge, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Al final, sin embargo, éste cayó en una emboscada preparada por un noble y murió. De no ser así, quizá habría podido ayudar a los diez niños de una aldea cercana que han sido secuestrados para, probablemente, ser sacrificados a un ídolo pagano. Aprovechando un momento de descuido, la valiente Ariane escapa a caballo.

Poco después, en su castillo, el Marqués de Montargis se prepara para el sacrificio cuando, de repente, un gavilán aparece en el cielo y se posa sobre el hombro de un aparentemente renacido Marquerouge, que parece inmune a las balas y hace huir despavoridos a los hombres del noble, salvando a los niños. ¿Es verdaderamente el antiguo Masquerouge renacido? ¿Quizá su espíritu? No es que sea un gran misterio para el lector mínimamente avispado, que enseguida se
habrá dado cuenta de que es la propia Ariane quien se oculta tras el disfraz y la máscara, un “secreto” que se hará explícito unas cuantas historias más tarde.

Masquerouge es un personaje para el que Cothias se inspiró abiertamente en el Zorro, el justiciero pulp creado por Johnston McCulley en 1919 y que en diversos aspectos fue uno de los antecesores de los superhéroes actuales. Al igual que el acaudalado caballero californiano Don Diego de la Vega, tras la máscara del espadachín de rojo se esconde una persona de la nobleza que lucha por los pobres y del que nadie de su círculo sospecha. Valedor de los pobres frente a los abusos de los ricos (el Zorro, después de todo, estaba basado en la figura de Robin Hood), Masquerouge es un soberbio jinete, no tiene miedo a nada, aparece y desaparece como un fantasma justo en el momento preciso para salvar a los necesitados y maneja las armas tan bien como su ingenio. No se puede por tanto defender que sea una creación muy original.

Entre las variaciones respecto a su referente encontramos la localización espacio temporal: la
Francia del siglo XVII, un periodo convulso propicio para encuadrar todo tipo de dramas y aventuras; y la naturaleza femenina del protagonista. Además, Masquerouge cuenta con un compañero fiel y efectivo: un gavilán al que controla casi mágicamente.

Cada vez que es necesitado, Masquerouge aparece, hace justicia defendiendo a los infelices que sólo roban para sobrevivir; castigando a quienes abusan de los niños; poniéndose de parte de los actores que critican a los ricos; dando lecciones de humildad a los nobles arrogantes o enfrentándose a los bandidos que masacran aldeanos indefensos. Las cadenas sociales que constriñen a Ariane en función de su doble condición de aristócrata y mujer, desaparecen al adoptar su alter ego, con el que igual se codea con la nobleza que con los desheredados de Francia. De alguna forma, Masquerouge es la prolongación más física, práctica y agresiva de las ideas que Ariane defiende intelectualmente en su identidad “civil” y cuyo alcance se halla inevitablemente limitado por ser ella mujer y joven.

Como he dicho al principio, el estilo inicial de Juillard bebía de maestros como Mézières, Jijé o Giraud, y será en “Masquerouge” cuando empezará con cierta rapidez a dejar atrás esos referentes para hallar un camino propio dentro del dibujo realista. Su composición de página, la claridad expositiva, la finura de su trazo y la minuciosa documentación son propias de la tradición francobelga de la línea clara, pero su estilo se distingue por un mayor naturalismo que el de los practicantes de esa escuela gráfica. El suyo es un dibujo de orientación clásica pero de aspecto moderno, en el que prima la narración sobre cualquier veleidad artística como páginas viñeta, encuadres extremos, roturas en la composición de página... La abundante acción de esta serie permite a Juillard demostrar lo gran narrador que es, ya sea en los duelos de esgrima o las persecuciones a caballo.

No tardaron mucho los autores en sentirse atados por las limitaciones impuestas por la editorial. Las historietas debían constar de diez páginas, a lo largo de las cuales había que presentar la situación y los personajes, desarrollar la trama e insertar al menos una escena de acción que permitiera lucirse al protagonista. Era muy
difícil, por no decir imposible, realizar un adecuado trabajo de caracterización y ampliar con más detalle el marco histórico y social en el que se ambientaba la acción. Por tanto, el peso de los argumentos recae en la acción y el aspecto heroico de las peripecias.

Debido a esa imposición en términos de formato y probablemente también a la orientación juvenil de la revista y la bisoñez de Cothias como guionista, las historias, estando muy bien dibujadas, adolecen de cierto aire folletinesco del tipo menos brillante. Las resoluciones de cada peripecia son demasiado bruscas, hay detalles y momentos muy poco realistas (la invulnerabilidad a las balas de Masquerouge, la invencibilidad de una jovencita frente a curtidos soldados, su dominio sobre el gavilán), otros sacados del pulp más rancio (la sociedad secreta compuesta por malvadísimos villanos) y otros anacrónicos, como el que Ariane/Masquerouge propugne una moralidad incongruente con la época: igualdad entre clases, hermandad de los hombres, liberación de la mujer… Los villanos son unidimensionales e invariablemente perversos mientras que Ariane se desenvuelve de forma intachable tanto como joven noble como espadachín justiciero.

Pero poco a poco, Cothias va introduciendo elementos de continuidad, como las pistas que va dejando caer en sucesivas historias para que el lector deduzca la identidad de Masquerouge. El segundo álbum, de hecho, ya cuenta una sola peripecia. “El Osario de los Inocentes” narra el enfrentamiento del justiciero con una sociedad secreta compuesta por nobles que pretende sofocar los aislados destellos de protesta del vulgo nada menos que haciendo saltar por los aires el barrio parisino de Les Halles. Es una historia entretenida y con excelente ritmo, aunque algo alargada y con un final nada satisfactorio, puesto que aunque su plan es frustrado por el héroe, ni la identidad de su líder es desvelada ni el grupo criminal disuelto. Es más, el álbum se completa con otra historia de nueve páginas que nada tiene que ver con lo anterior.

El tercer álbum, “Encuentro en Chantilly” esta ocupado en su mayor parte (27 páginas) por la historia que le da título, en la que Masquerouge se las arregla para robar un sustancioso cargamento de oro que transporta un convoy real. Utilizando tanto su astucia como su pericia con las armas, se sale con la suya y dona el cargamento a un sacerdote honrado que le dará buen uso entre los pobres. No hay, de nuevo, demasiado trabajo de caracterización y la historia, otra vez muy entretenida, no es en el fondo sino una sucesión de
ardides, trampas, persecuciones y combates. De las dos historias cortas que completan este álbum, la más interesante es la última en tanto en cuanto el adversario ya no es de clase noble, sino una banda de salteadores ataviados con pieles de lobo que ataca a los aldeanos y cuyo líder resulta estar terriblemente deformado.

Llegó un punto en el que ambos autores habían alcanzado un grado de madurez y una seguridad en sus respectivas disciplina que les impulsó a cotas más ambiciosas. Querían desprenderse de las ataduras de formato y tema y explicar el origen de Masquerouge, ampliar el reparto de personajes y profundizar en ellos y darle un papel central al marco histórico, mezclando el devenir político de esos años con el de los protagonistas. Es así como en el seno de la revista “Circus” nació la serie “Las Siete Vidas del Gavilán” (1983-91), de la que hablaré en otra entrada y que constituye una precuela a la serie de “Masquerouge”.

“Masquerouge” es, a la postre, una entretenida serie de capa y espada al estilo de las novelitas de Rafael Sabatini, bien ambientada y con una narrativa muy fluida aunque la historia está algo vacía de contenido. Quienes gusten de la superior “Las Siete Vidas del Gavilán” encontrarán aquí un buen complemento.

Las historias fueron recopiladas originalmente en Francia en tres álbumes que en España aparecieron reunidos en un solo integral publicado por Norma Editorial en 2009. ”Masquerouge” continuaría su andadura, ya con otro dibujante, Marco Venanzi ,en la revista “Vecu” hasta completar otros siete tomos


1 comentario:

  1. Fiel a su estilo Norma omite varias paginas originales en cinco historietas . No entiendo porque la editorial indica que el álbum es de 144 pp mas las guardas si el conjunto de historietas ya suma 147. Naturalmente todos los vendedores (incluido El Corte Inglés) con lo de copiar>pegar dan esta incorrecta información a sus clientes y posibles lectores. Felicidades por el ensayo, me ha parecido muy positivo.

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