10 feb 2019
1962- EL INCREÍBLE HULK – Stan Lee y Jack Kirby (1)
En 1962, tanto DC Comics como Marvel quedaron sorprendidas por la respuesta de los lectores a su intento de reintroducir, renovados y modernizados, a los superhéroes. Por primera vez en años, esos lectores se molestaban en escribir a las redacciones de las editoriales y Stan Lee acertó de pleno dedicando en sus comics una sección a publicar y responder algunas de esas cartas. Y ello aun cuando ese año ambas editoriales subieron el precio de sus comics de diez a doce centavos.
Seis meses después del debut de “Los Cuatro Fantásticos” y animado por su éxito (en particular el de uno de ellos, la monstruosa Cosa), Lee está preparado para lanzar un nuevo personaje. Inserta anuncios redactados con su característico estilo altisonante en la parte inferior de las páginas de números de “Los Cuatro Fantásticos” anunciando a los lectores la llegada de un nuevo héroe revolucionario: “The Hulk is Coming!”, “What is the Hulk?”, “You´ve never seen anyone like the Hulk”, “Who is the Hulk??”.
Pues bien, el tal Hulk resultó ser una criatura muy semejante a tantas otras que habían aparecido y que de hecho seguían apareciendo en los títulos de ciencia ficción y fantasía de la editorial como “Tales to Astonish”, “Tales of Suspense” o “Strange Tales”, dibujados por el propio Kirby. Ahora bien, si esas colecciones, aún conservando su título, irían abandonando su línea original para reconvertirse en plataforma de lanzamiento de distintos superhéroes (El Hombre Hormiga, Namor, Iron Man, Doctor Extraño), Hulk siguió siendo en buena medida un monstruo en la tradición de la casa. Stan Lee, por tanto, daba un paso más allá a la hora de ir expandiendo su todavía pequeño universo pero sin separarse demasiado del perfil sobre el que aún se asentaba el grueso de los comics de la editorial.
Lo que sí hicieron tanto él como Kirby fue mantenerse fieles a su compromiso con la verosimilitud de estos nuevos personajes. Ciertamente, para entonces los Cuatro Fantásticos ya habían adoptado uniformes característicos, un cuartel general y algunos gadgets, pero con un matiz muy importante. Sus trajes eran básicamente monos de trabajo, funcionales y no particularmente llamativos, sin capas ni máscaras; su base eran los pisos superiores del Edificio Baxter, un bloque ficticio pero situado en el centro de la muy real ciudad de Nueva York; y su vehículo principal era algo que puede describirse como una bañera voladora. A pesar de las peticiones de algunos lectores para que se añadieran elementos más convencionales del género superheroico, Lee insistió en mantener a sus héroes en el mundo “real”. Un mundo y una actualidad que tuvieron que ver mucho con la génesis de Hulk, uno de los personajes más trágicos de la historia de los superhéroes.
Hulk bebía directamente de mitos de la literatura del siglo XIX devenidos iconos populares, como el “Frankenstein” de Mary Shelley o “El Doctor Jekyll y Mr.Hyde” de Robert Louis Stevenson. Por aquella época se asistió asimismo a una renovada popularidad de los viejos films de monstruos de la Universal que probablemente algo tuvo que ver con la idea de Lee. Pero su origen estuvo asimismo muy ligado al miedo a la radiación, tema recurrente en la ficción fantacientífica de las décadas de los cincuenta y sesenta y, como en “Los Cuatro Fantásticos”, aquélla volvía a ser la responsable de la transformación del protagonista en un ser superpoderoso. La ansiedad generada por la capacidad de manipular la energía atómica fue el origen de muchos héroes y villanos Marvel. Para Jack Kirby, aquel concepto era algo más que un modo fácil de poner en marcha una historia: “Mientras experimentemos con radiactividad no hay forma de decir lo que va a suceder o lo que nos costarán nuestros avances científicos”, declaró en una entrevista. Hulk fue la encarnación más siniestra del Universo Marvel de los peligros asociados a la Era Atómica.
Así, el primer número (mayo 1962) arrancaba con la explosión de prueba de una “bomba gamma” inventada por un brillante pero tímido científico, Bruce Banner. Al ver que un joven civil, Rick Jones, entraba en el campo de pruebas, detiene la cuenta atrás y acude a avisarlo cuando un espía comunista infiltrado en el proyecto (con el transparente nombre de “Igor”) detona el artefacto a traición. La figura del espía era un solución muy propia de la Guerra Fría pero que venía utilizándose desde los años treinta en la literatura pulp (recordemos, por ejemplo, que también hubo uno involucrado en el origen del Capitán América) y en el futuro estos sobados recursos narrativos se abandonarían a favor de otros más imaginativos.
Banner consigue salvar a Jones empujándolo a una trinchera, pero él mismo es alcanzado por la explosión y su cuerpo sometido a un bombardeo de radiación gamma (en una rápida sucesión de impactantes y muy eficaces viñetas dibujadas por Kirby con su habitual habilidad para la concisión). Aparte del shock, no parece haber consecuencias pero al caer la noche, Banner se transforma en una criatura de aspecto y fuerza monstruosos y escaso intelecto que destroza instalaciones y equipo militar hasta escapar de la base en la que estaba confinado mientras los médicos lo estudiaban.
Jack Kirby estaba más que acostumbrado a dibujar monstruos para Marvel así que no le debió costar mucho dar con el aspecto de Hulk. Su diseño era una versión muy libre del maquillaje creado por Jack Pierce para el “Frankenstein” de 1931 interpretado por Boris Karloff. Su estilo aquí, apresurado como era habitual en aquella época en la que él debía encargarse en solitario de la mayor parte de las colecciones de la casa, tenía un toque más suave y al tiempo enérgico y físico que el que utilizaba para “Los Cuatro Fantásticos”. Al principio, su Hulk era poco más que un hombretón muy musculado pero poco después le otorgó un aspecto más monstruoso encorvando su postura, acentuándole la frente y el ceño y, en general, dándole un aspecto más amenazador que justificaba el terror que causaba a quien se cruzaba en su camino.
Por cierto, que la piel de Hulk fue inicialmente de color gris. Sin embargo, el impresor tuvo problemas para mantener un tono consistente de ese color y así, en el segundo número, se decidió darle su ya para siempre característico verde. Lo que no cambió fue su comportamiento agresivo, brutal y antisocial y el ser continuamente perseguido a causa de su aspecto por mucho que lo que él deseara fuera estar solo.
Un poco inspirado nº 2 (julio 62) enfrentaba a Hulk a la típica y estúpida invasión alienígena por parte de una avanzadilla de Hombres Sapo, que secuestran a Banner –y a Rick Jones con él- para que, siendo una de las mentes más brillantes de la Tierra, les revele el nivel de desarrollo de la ciencia humana. En este punto, Hulk aún mantiene cierto grado de inteligencia, es capaz de utilizar las armas de sus agresores y valorar el peligro de su tecnología. Una historia, en fin, que ha envejecido muy mal y cuyo dibujo está asimismo muy poco conseguido, quizá porque el entintado de Steve Ditko no casaba nada bien con los lápices de Kirby.
“¡Puede volar!”, exclamaba un soldado histérico en la portada del número 3 (septiembre 62), señalando a un Hulk que surcaba los cielos con Rick Jones bajo su brazo. Aunque no era así, tampoco se alejaba mucho de la realidad. Teniendo los músculos más fuertes de la Tierra, Hulk podía impulsarse desde un punto fijo y saltar cientos de millas cada vez dando la ilusión de que estaba volando. Naturalmente, es un concepto absurdo pero también un recurso útil a la hora de mover rápidamente a la por lo demás torpe criatura de un lugar a otro. Y especialmente para que tras su nuevo altercado con los militares pueda regresar a tiempo para que Rick Jones lo encierre en la prisión secreta donde debe pasar las noches. Esta cámara había sido preparada por Banner en uno de sus momentos de lucidez y su función era contener al furioso monstruo hasta que al amanecer revertiera a su condición humana.
La responsabilidad de cuidar a un desesperado Banner y guiar en la medida de lo posible a su alter ego recaía sobre los hombres del adolescente Rick Jones, el único que en ese punto conocía su secreto. Este peculiar arreglo fue otro ejemplo de cómo Marvel –o lo que es lo mismo en ese momento, Stan Lee- estaba dispuesta a desbaratar los tópicos del comic tradicional de superhéroes, dándole más importancia a los personajes adolescentes, elevándoles desde su típica función de sidekicks a la sombra de un mentor adulto hasta personas capaces de actuar con autonomía y tomar decisiones difíciles.
En el caso de la relación entre Rick y Hulk, cuando Banner se transformaba en el monstruo verde, el primero era el único que podía controlar su ira, por lo que la responsabilidad de proteger al resto del mundo de la fuerza destructora de la criatura era toda suya. Pero incluso su ascendiente sobre Hulk tenía sus límites, como se muestra en esta historia, cuando se deja convencer por los militares de que Hulk es el único que podría sobrevivir a un viaje en el interior de un misil experimental. Liberando al monstruo de su celda rocosa, Rick pone en peligro su propia vida al llevarlo hasta la cercana base militar: “No pude decirles que no controlo a Hulk. ¿Quién sabe lo que hará cuando le libere?...Si me coge, estoy perdido”. Más tarde, después de que el misil ha sido lanzado, a Rick le asaltan las dudas: “¿Hice lo correcto? ¿Y si he condenado al doctor Banner?”. ¡Qué fácil era para los antiguos –y contemporáneos- sidekicks dejar que sus adultos compañeros tomaran las decisiones difíciles!
El sentimiento de culpa de Rick aún empeoraría más al descubrir que le han engañado y que el único propósito de los militares para lanzar a Hulk en el misil era exiliarlo al espacio. Por supuesto, el monstruo vuelve y más enfadado que nunca…aunque también transformado. Su exposición a la radiación del cinturón de Van Allen (recordemos, la misma que otorgó sus poderes a Los Cuatro Fantásticos) le permitirá en el futuro mantener su forma verde también durante el día. Como efecto secundario, Hulk se convierte en un obediente títere de Rick. Pero como tan a menudo ocurría en Marvel, las cosas no iban a ser tan sencillas. En el momento en que por cualquier causa, por ejemplo caer dormido, Rick dejaba de prestar atención a Hulk, la furia retornaba a éste. “Esto es demasiado para mí. Tengo al ser más poderoso del mundo bajo mi control y no sé qué hacer con él”. Su situación era incluso peor que antes porque ya ni siquiera se atrevía a dormir. A diferencia de otros personajes adolescentes de la casa, como Spiderman o la Antorcha Humana, Rick Jones no tenía ningún superpoder, lo que le colocaba en una posición mucho más cercana al lector medio de estos comics.
La historia que cerraba el número 3 traía de vuelta a unos viejos personajes de Marvel cuyo debut había tenido lugar en los años cuarenta: El Señor de la Pista y su Circo del Crimen, un feriante con habilidades hipnóticas que desvalija las ciudades por las que pasa tras sumir a sus habitantes en un trance. Durante un breve periodo, consigue que un sumiso Hulk se convierta en parte de su espectáculo, aunque, claro está, el desastre está asegurado.
(Finaliza en la próxima entrada)
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