5 dic 2018

1987- TAXI – Alfonso Font


Habida cuenta de la enorme lista de profesiones y actividades humanas existentes, puede resultar curioso la cantidad de periodistas que pueblan las páginas de los comics. Pero si se piensa con cierto detenimiento, resulta una elección lógica para un protagonista del tebeo de aventuras. En primer lugar y aunque cada vez menos, el periodismo sigue gozando de un halo de romanticismo que resulta muy atractivo: la imagen arquetípica del periodista es el de un profesional de mundo con variopintos recursos e incansable buscador de la Verdad. Y, en segundo lugar, la búsqueda de noticias resulta una excusa perfecta para que el autor lleve a su personaje a lugares lejanos, le involucre en asuntos turbios o conflictos bélicos y le ponga en contacto con representantes de todos los estamentos sociales. En definitiva, que le otorga al creador una enorme flexibilidad narrativa tanto en el perfil de los argumentos, que pueden ir desde la crónica social cotidiana (“El Loco Chávez”) a la aventura de altos vuelos (“Tintín”) pasando por la denuncia de la guerra (“Manfred Sommer”); como en el tono, que puede oscilar entre lo caricaturesco (“El Reporter Tribulete”) a lo despiadadamente realista (como muchos de los tebeos de Joe Sacco).



“Taxi” es una insigne representante patria de esa tradición viñetera. Mujer joven –“Taxi” es un apodo derivado de su antigua profesión. Su verdadero nombre no lo llegamos a conocer-, e independiente, valiente hasta la imprudencia, persistente, impulsiva, con amplios recursos a la hora de salir de los embrollos en los que ella misma se mete, algo indisciplinada pero muy profesional, trabaja como fotoperiodista para una agencia de noticias, Control Press, con sede en Barcelona. Su jefe allí es Nelson Tort, descubridor de su talento, mentor, protector, amigo y ocasional y discreto amante.

La primera entrega de la serie, “El Laberinto del Dragón” (1987), se abre con una escena muy en el tono de los comienzos de las películas de Bond en tanto este fragmento no parece tener mucho que ver con lo que vendrá a continuación pero sí sirve como excelente presentación del personaje principal: en plena noche, Taxi huye de unos asesinos por las esquinas menos glamurosas del puerto de Barcelona. Éstos trabajan para una compañía petrolífera a la que Taxi ha robado unos documentos comprometedores. Y es que eso es lo que hace Taxi: más que una periodista de investigación al uso, no tiene inconveniente en cruzar la línea de la legalidad y la ética para hacerse con pruebas incriminatorias, pruebas que luego traspasa a la agencia de noticias para la que trabaja, la cual, a su vez, no siempre da un uso adecuado a la información.

Y es que Alfonso Font aprovecha en “Taxi” un marco narrativo que mezcla la acción, la
aventura, la investigación policiaca y la acción tradicional, para reflexionar sobre ciertos temas de gran calado social. Así, la protagonista, intrigada por los inusuales vuelos nocturnos de una avioneta sobre la ciudad de Barcelona, inicia unas pesquisas que la llevarán a descubrir una doble conspiración a tres bandas entre grupos políticos radicales de ideario xenófobo, ricos hombres de negocios y agencias de noticias, para atizar el racismo y, aún peor, extender un virus que sólo afecta a los ciudadanos de color. A pesar de que ama su trabajo y tiene una relación íntima con Nelson, Taxi no se engaña respecto a la realidad de las cosas: “Vivimos en un mundo teledirigido por las multinacionales de la información que no vacilan en utilizar el chantaje o la extorsión para conseguir pruebas con las que respaldar sus escándalos para sus “primera plana”. ¿Acaso es diferente la Control? O dime, ¿Cuál crees que es mi trabajo? ¿Cómo me definirías? ¿Espía industrial? ¿Detective de Prensa, quizás? ¿O más bien ladrona de documentos privados?”.

Aunque, como en la vida, en “Taxi” siempre hay villanos con nombre y cara, éstos no son más
que puntas de icebergs mucho mayores. No hay aquí tanto genios del crimen como un sistema social y político corrupto del que quizá puedan podarse las malas hierbas más superficiales pero que difícilmente se saneará por la acción de un solo individuo. En este sentido, las victorias de Taxi son siempre pírricas porque el lector sabe que aunque se haya decapitado una serpiente, aún quedan muchas aguardando en sus guaridas.

Más de treinta años han pasado desde la publicación original del primer álbum de “Taxi”, pero –desgraciadamente- sus temas siguen tan vigentes como entonces: además del poder de las multinacionales, de los inconfesables lazos entre las altas esferas políticas y económicas y el auge de la xenofobia, se expone abiertamente cómo las agencias de noticias pueden, según sus propios intereses o filiaciones, filtrar éstas, ahogarlas o retorcerlas, todo ello con el fin de manipular la opinión pública. Temas, como digo, de rabiosa actualidad y que han mantenido fresco y perfectamente legible este comic.

Sobre Alfonso Font como dibujante no voy a reseñar su trayectoria anterior a este punto pues ya escribí sobre él en otras entradas. Repetiré no obstante que se trata de un artista completo capaz de abordar cualquier género y hacerlo bien. No hay nada en “Taxi” que esté descuidado. La caracterización de personajes, principales y secundarios, es variada y eficaz; no hay atajos de ningún tipo a la hora de localizar espacialmente a los personajes; los fondos están meticulosamente trabajados, ya sean los planos generales de Barcelona o el interior de un restaurante, una oficina o un apartamento; todo tiene el grado necesario de detalle (cuadros, muebles, objetos personales) para resultar perfectamente verosímil. En este sentido, hay que alabar el trabajo de documentación de Font y la forma en que lo integra en la historia. Y luego está su técnica narrativa, tradicional, depurada y ágil. No necesita páginas-viñeta, composiciones llamativas ni poses exhibicionistas. Los personajes se mueven con naturalidad, ya sea charlando relajados en su hogar o huyendo para salvar su vida. Las secuencias de acción están resueltas con un tempo absolutamente cinematográfico mientras que aquellas dominadas por el diálogo expositivo, no resultan aburridas ni paran el ritmo de la historia.

“Un Crucero al Infierno” (1988) amplia el marco geográfico de las aventuras de Taxi. Por pura
casualidad, la periodista contempla el asesinato de quien resulta ser un agente secreto israelí e inicia una investigación que le llevará a descubrir el robo de material radioactivo para fabricar una bomba por parte de un famoso traficante de armas internacional. Se infiltra en las filas de los criminales, es descubierta, escapa por poco de morir en alta mar y acaba perdida por el desierto del Sahara mientras Nelson la busca desesperadamente.

Aventura impecable de excelente ritmo que plantea otros temas que siguen sin perder actualidad: los traficantes de armas, la benevolencia de los gobiernos con los mismos y la connivencia entre hombres de negocios, servicios secretos y terroristas. En el camino de Taxi se cruzan espías del Mossad, terroristas palestinos, burócratas mezquinos y empresarios americanos, todos ellos persiguiendo sus propios intereses, políticos o económicos, sin que la apelación al sentido común y la humanidad de Taxi les haga mella alguna.

El dibujo de Font continúa siendo magnífico aun cuando en esta ocasión las peripecias de la protagonista la alejen de la familiar Barcelona para llevarla a entornos más variados: comienza en la Ciudad Condal, sigue en Málaga y toca Alejandría, Sudán y Egipto. Todas las localizaciones están perfectamente retratadas y ambientadas –aunque la aparición del templo nabateo con el que se topa Taxi hacia el final sea más bien caprichoso desde el punto de vista geográfico-, no solo a través de la inclusión de detalles y uso de referentes fotográficos sino mediante la utilización del color apropiado a cada lugar y momento del día en que transcurre la acción.

El último álbum de la serie, “La Fosa del Diablo” (1991) es una historia policiaca más
convencional. Un misterioso anónimo está poniendo a la Control sobre la pista de crímenes aún no cometidos que, gracias a esas informaciones, la policía consigue desbaratar. Taxi une fuerzas en este caso con el inspector Vadillas, centrando su atención en la intercepción de un hidroavión con droga que se libra de su mercancía en una fosa marina de la Costa Brava. Se trata de una intriga en la que se mezclan los narcotraficantes, nostálgicos del fascismo aspirantes a golpistas y corrupción policial y que mantiene las mismas dosis perfectamente medidas de acción y suspense –si bien el desenlace resulta algo previsible a partir de la mitad del álbum-. Nada que añadir al apartado gráfico, que mantiene su excelente nivel en todos los aspectos comentados.

Las tres aventuras largas de Taxi fueron serializadas en la revista “Cimoc” antes de obtener publicación en álbum por Norma Comics. Posteriormente y en la misma cabecera aparecieron varias historias cortas –así como una en el “Cimoc Especial Nuevos Dioses”- que entre dos y cuatro páginas desarrollaban bien anécdotas de tono costumbrista con la heroína y sus compañeros de oficina o bien momentos de sus arriesgadas misiones con colofón humorístico.

Las virtudes de “Taxi” son abundantes. Para empezar, es una serie corta que sólo consta de tres aventuras que, además, son autoconclusivas, con lo cual no resulta necesario hacerse con un montón de álbumes para completar la historia. Todas ellas tienen un ritmo muy equilibrado que alterna la acción con la exposición e investigación policiaca; y las tramas tienen el punto justo de complejidad sin llegar a lo abstruso ni lo muy rebuscado. Una lectura, en fin, ligera y muy disfrutable por un amplio espectro de público.



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