La de periodista es una profesión de resonancias casi míticas. Los mismos profesionales del gremio se han encargado de revestir a su tarea de un aura heroica, invocando las hazañas de intrépidos reporteros de guerra o investigación. El comic ha sido especialmente proclive a elegir a periodistas como protagonistas de las más inverosímiles aventuras. La lista de reporteros-viajeros en el mundo de las viñetas es largo e ilustre: Tintín, Brenda Starr, Spirou, Taxi, Frank Cappa, Johnny Focus, Ernie Pike…
Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos, el oficio periodístico es mucho más prosaico, menos heroico y más enraizado en la cotidianeidad de lo que aquellas viñetas reflejan. Es natural, por tanto, que a los autores de comics les parezcan menos atractivas estas historias sin buenos ni malos, en las que las pequeñas miserias de la vida se sobreponen a las brillantes gestas y donde la capacidad de observación de la realidad resulta más importante que el talento fabulador.
Pero ése es, precisamente, el campo en el que se mueven con soltura los argentinos Carlos Trillo y Horacio Altuna con su personaje el “Loco” Chávez, un periodista porteño desenvuelto, incluso caradura, de aspecto corriente, aficionado –como tantos de sus compatriotas- al futbol y las mujeres hermosas, a veces con buen ojo para las personas, otras ridículamente torpe, pero siempre ejercitando la capacidad de observación, sensibilidad y empatía que deberían ser obligatorias en cualquier profesional de ese gremio.
El guionista argentino Carlos Trillo tuvo sus primeros contactos con el cómic desde la vertiente

Altuna, también argentino, comenzó en los comics a mediados de los sesenta, publicando una larga serie de trabajos menores en diversas revistas y con varios guionistas que le ayudan a ir perfeccionando su dibujo de corte naturalista. Se introduce también en el mundo de la publicidad y consigue encargos de historietas para Inglaterra (editoriales Fleetway y Thompson) y Estados Unidos (Charlton). “Serie Negra”, con guiones de Guillermo Saccomano, no sólo consolida su técnica narrativa, sino que le da a conocer en Europa.

El Loco es un periodista que, acompañado por una galería de pintorescos personajes, se ve envuelto en todo tipo de enredos. En una primera etapa, los autores, seducidos por el glamour del periodismo del que hablábamos al principio, llevaron al Loco a otros países y continentes

Sin embargo, al cabo de seis meses ya se habían percatado de que cuanto más grande era el escenario, menos se distinguía a los actores. Altuna, más interesado en devolver al personaje al ámbito de la realidad, comienza a colaborar en la elaboración de los guiones y el resultado fue devolver al Loco a Buenos Aires y rodearlo de situaciones cotidianas en las que lo importante eran los personajes, la forma en que se relacionaban unos con otros y la manera en que se enfrentaban a la vida. Era una apuesta arriesgada porque requería no sólo una aguda capacidad de observación de la realidad, sino la habilidad necesaria para trasladarla gráficamente de forma cercana y verosímil en el ámbito de un formato tan específico y exigente como el de la tira diaria.

La tira pronto se convierte en un éxito nacional, hasta el punto de que no se cancelaría hasta el 10 de Noviembre de 1987. Más de doce años de trayectoria a razón de una entrega de cuatro viñetas por día excepto los miércoles, en los que se publicaba una página a todo color que narraba una historia independiente.
En esos doce años de colaboración diaria, unida a los álbumes que el dúo gestó en ese periodo, Horacio Altuna va implicándose cada vez más en los guiones que dibuja y aprende poco a poco a escribir de la mano de Trillo, hasta el punto de que a partir de 1982, cuando se traslada a vivir a España, la autoría de la tira es prácticamente suya.
El Loco Chávez, como todas las historietas producidas en Argentina en los largos años de la


Altuna resuelve con un magnífico oficio el apartado gráfico (especialmente teniendo en cuenta que a veces dibujaba la tira de un día para otro). Su talento le permite introducir un elenco amplio y variado de personajes muy diferenciados físicamente, bien insertos en las localizaciones elegidas y sin caer en arquetipos… a excepción, eso sí, de sus mujeres que-como siempre ha hecho en sus obras- tienden a encarnar la fantasía masculina de Lolita: mujeres de rostro inocente y curvas exuberantes. En una época de pacatismo y censura, Altuna supo transmitir una intensa carga sensual y erótica sin llegar a mostrar nunca un desnudo. Ese talento ya nunca le abandonaría en su obra.
Lo cierto es que de todos los ingredientes habituales en “El Loco Chávez” (y por extensión en


“El Loco Chávez” llegó a su final en 1987. Para entonces, Altuna llevaba viviendo cinco años en España y cada vez se sentía más desconectado de una Argentina que experimentaba muchos cambios, pero no tantos respiros, puesto que la caída de la dictadura y la reinstauración de la democracia no consiguió aliviar el declive económico. Altuna ya no vivía de primera mano esos acontecimientos, no tomaba el pulso de la calle, no escuchaba a sus compatriotas ni compartía con ellos sus vivencias y, en un alarde de honestidad, decidió poner punto y final a la tira aun cuando ésta seguía conservando una inmensa popularidad en su país.
Cuarenta años después de su nacimiento, “El Loco Chávez” no ha perdido nada de su humanidad, su humor sarcástico y su proximidad no sólo al alma argentina, sino a cualquiera que viva en el mundo del hombre medio, del empleo corriente y las satisfacciones sencillas.
Genial. Lo leía de chico en clarín, lo tengo en su coleccón de historieta argentina y pienso comprar los nuevos recopilados
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