En 1975, la revolución del comic adulto francés gestada en el 68 todavía mantiene su vigor. Junto a la continuidad de series clásicas (Asterix, Lucky Luke, Alix, Blueberry…), aparece la primera aventura de Corto Maltés, “La Balada del Mar Salado”, serializada en “France-Soir”, y se lanza una nueva publicación de comics, “Fluide Glacial”. En ese ambiente de efervescencia creativa unen fuerzas dos de los nombres destinados a figurar en pocos años con letras de oro en la historia del comic mundial: el guionista Pierre Christin y Enki Bilal. Y lo hicieron en un álbum que inauguró una serie creada tres años atrás por el propio Christin y Jacques Tardi para Dargaud: “Leyendas de Hoy”.
Los primeros trabajos de Enki Bilal habían consistido en ilustraciones para las páginas de

La inquietud social y política de Christin encontró campo abonado en la expansión que por entonces experimentaba el comic adulto y comprometido. Y decidió crear una nueva serie que siguiera la fórmula ya ensayada con éxito en Valerian –esto es, utilizar el marco general de un

Se trataba de recrear en un entorno urbano contemporáneo el soplo milagroso de las leyendas de otros tiempos, mezclando elementos fantásticos, sátira y denuncia social y política. Como enseguida se puso de manifiesto, eran demasiados ingredientes para lograr una obra bien equilibrada. Los dos primeros álbumes, “El Crucero de los Olvidados” y “El Navío de Piedra” tenían una orientación decididamente irreal y fabulosa, pero en los siguientes (“La Ciudad que Nunca Existió”, “Partida de Caza”, “Las Falanges del Orden Negro”, todos dibujados por Bilal) el componente mágico fue desvaneciéndose con rapidez hasta desaparecer completamente.
“El Crucero de los Olvidados” se abre con un prólogo en el que diversos responsables de los


Y entonces, aparece el extraño personaje de cabello blanco presentado en el prólogo, acompañado de una joven que dice haber trabajado para los militares. Ambos se dicen simples viajeros y son recibidos con hospitalidad, pero subrepticiamente instalan en la iglesia un dispositivo que desvía el efecto gravitatorio de los ensayos militares hacia el propio pueblo. Éste comienza a elevarse y, empujado por el viento, comienza un viaje de destino incierto. Sus habitantes tienen reacciones encontradas: para algunos, es una aventura, un “crucero”, la oportunidad de descubrir el mundo que se extiende más allá de su aldea; para otros, un refrescante intervalo en su monótona vida cotidiana –la cual, en el fondo, siguen manteniendo a pesar de todo-; o, para el “alcalde” no oficial, una conspiración comunista.
Sin embargo, los que viven fuera del pueblo volador ven en el acontecimiento algo más. Para los

“El Crucero de los Olvidados” es un álbum irregular. La idea de partida es original y valiente: utilizar lo fantástico como pretexto para denunciar una Francia militarizada, contaminada y completamente despreocupada del destino de muchos de sus ciudadanos. Pero sobre esa base Christin no consigue edificar una historia suficientemente sólida sostenida por personajes de enjundia. Éstos son meras marionetas al servicio del mensaje que el autor quiere lanzar, un mensaje que, en mi opinión, peca de maniqueo y superficial. Por un lado, se nos presentan los agradables y honestos campesinos, representantes de una vida rural idealizada que nunca existió; por otro, los repulsivos –física y moralmente- militares. Ya en el prólogo se retrata a los jefes de los servicios secretos como individuos paranoicos, de tendencias totalitarias, poco brillantes, groseros e incluso acosadores del personal femenino. Pero son los militares de uniforme los que salen peor

Se critican asimismo el periodismo sensacionalista vendido a los poderes políticos, los promotores inmobiliarios y los industriales polucionantes. Pero son ataques a bulto, poco sutiles, realizados con un humor algo facilón e igualmente maniqueo. La conclusión resulta insatisfactoria e inverosímil incluso para una fábula, y las motivaciones de la pareja de agentes subversivos jamás se llegan a explicar.
El grafismo de Bilal, detallista hasta el recargamiento (particularmente en los monstruosos rostros de los militares) no se ha alejado todavía de sus influencias juveniles para alcanzar su estilizado feísmo de posteriores obras y adolece de cierta rigidez tanto expresiva como narrativa. Con todo, ya exhibe esa personal extravagancia gráfica rayana en el antiesteticismo que siempre le ha caracterizado.

Ciertamente, “El Crucero de los Olvidados” no es la mejor obra del dúo Christin/Bilal y hoy se antoja demasiado enraizada en el ideario anarco-ecologista de su época, unos años setenta reivindicativos y muy politizados. Tanto Christin como Bilal depurarían extraordinariamente sus respectivos talentos en los siguientes álbumes de la serie. Pero al mismo tiempo es una propuesta original dentro del género fantástico cuyo dibujo no ha perdido su fuerza evocadora. Aún más, esta obra fue una de las que contribuyeron a abrir para el comic europeo nuevas perspectivas temáticas, narrativas y visuales. Es por todo ello por lo que este cuento de un pueblo volador sigue reeditándose y gozando del favor de nuevas generaciones de lectores.
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