15 ago 2018

2001- DAREDEVIL: AMARILLO – Jeph Loeb y Tim Sale


A comienzos de los noventa, el género superheroico empezó por fin a desprenderse del pesimismo y la violencia que le habían caracterizado en los noventa –una tendencia en cuyo origen se encontraba, entre otras obras, el “Daredevil” de Frank Miller en los ochenta-. Así, por ejemplo, Geoff Johns reconstruyó el universo cósmico de Linterna Verde/Hal Jordan y Grant Morrison recuperó versiones más superheroicas de iconos como Batman o Superman. En Marvel, guionistas como Brubaker (“Capitán América”) o Matt Fraction (“Iron Man”) siguieron una línea similar: un regreso a los héroes que no se avergonzaban de ser auténticamente “heróicos” –valga la redundancia- sin por ello perder su capacidad de entretener e ilusionar.


El equipo formado por el guionista Jeph Loeb y el dibujante Tim Sale aportó a la causa regeneradora varias obras muy destacables. Causaron sensación en DC con su sobresaliente miniserie “Batman: El Largo Halloween”, a la que siguieron las igualmente excelentes “Superman Para Todas las Estaciones” y “Batman: Victoria Oscura”, que combinaban la profundidad y seriedad de las tramas con la pura diversión, siendo además respetuosos con la esencia de los personajes. Después se trasladaron a Marvel para aplicar allí la misma fórmula, a saber, plantear historias ambientadas en los comienzos del héroe en cuestión. El primero en recibir este tratamiento fue “Daredevil” (seguirían Spiderman, Hulk y Capitán América).

A lo largo de los años se han ofrecido muchas reinvenciones del origen de Daredevil, probablemente demasiadas. Algunas han sido sosas, poco inspiradas e innecesarias; otras muy interesantes, como “El Hombre sin Miedo”, de Miller y John Romita Jr. “Daredevil: Amarillo”, un vistazo a las dudas e inseguridades del joven Matt Murdock, aunque lejos de ser una obra magistral sí está muy por encima de la mayoría del material publicado de este superhéroe.

Esta miniserie de seis episodios toma su título del uniforme original de Daredevil diseñado por Bill Everett en 1964 y que sólo vistió durante seis episodios antes de que Wally Wood presentara el rojo que le ha caracterizado desde entonces. Loeb vuelve a contar el origen del héroe, cómo el padre de Matt Murdock fue asesinado y él se enfundó el uniforme de justiciero para vengarle. Después, Matt ha de sufrir en sus propias carnes la debilidad del sistema judicial en relación al asesinato de su padre; lo vemos graduarse y empezar su propio bufete con Franklin “Foggy” Nelson. Y, por fin, el foco de la historia se pone sobre la relación entre Matt y la entonces secretaria del bufete y más adelante novia oficial, Karen Page.

Como ya hemos dicho, Loeb sigue en “Daredevil: Amarillo” la tendencia entonces tan en boga
de reinterpretar episodios de las etapas iniciales de los personajes. Con la actual proliferación de volúmenes recopilatorios de material clásico no se puede decir que los lectores modernos no tengan acceso a aquellas primitivas historias. La filosofía de esta aproximación retro sería, por tanto, la de aportar un sesgo más adulto y sofisticado a lo que originalmente fueron historias muy sencillas, incluso toscas, orientadas a un público de menor edad y centradas en la acción trepidante. El resultado, muy frecuentemente, suele ser algo irregular, mezclando escenas mejor narradas y más sutiles que las antiguas y otras que son menos efectivas y/u originales.

Podría pensarse que este tipo de obras, dado que ahondan en el origen y primeros años de tal o cual personaje, son adecuadas para alguien ajeno al mismo y que quiera iniciarse en su particular universo. Pero esto no es más que un espejismo. Para empezar, aunque Loeb nos expone de nuevo las circunstancias y carácter de Daredevil al inicio de su carrera, en muchas ocasiones es conveniente -cuando no necesario- un conocimiento previo de esa etapa para apreciar la sutileza y referencias de algunas escenas. Por ejemplo, Loeb no incluye hasta bien entrada la miniserie una observación sobre el accidente que le dio a Matt Murdock sus
poderes. Es cierto que para el versado en el personaje volver sobre ese mil veces narrado episodio biográfico resultaría redundante; pero, por el contrario, si lo que se pretendía era presentar el héroe a un lector novel esta información debería haberse proporcionado antes. Hay que decir, no obstante, que a Loeb no le interesan demasiado los pormenores sobre cómo adquirió Daredevil sus poderes y prefiere centrarse en el trauma emocional que le llevó a elegir el camino del justiciero.

Por otra parte y para entender la intención y emociones evocadas por este comic, se hace necesario encuadrarlo en el marco de su continuidad regular, concretamente tras la etapa de relanzamiento del personaje que llevó a cabo Kevin Smith dentro del sello “Marvel Knights” en 1998. En aquel arco argumental titulado “Diablo Guardián”, moría trágicamente Karen Page, una de las mujeres clave en la vida de Matt Murdock y cuya trayectoria había sido cuando menos truculenta, pasando de modosa secretaria del bufete a actriz porno, drogadicta y enferma de SIDA (su muerte, por cierto y a diferencia de tantísimas otras en el universo Marvel, se ha respetado. A día de hoy, Karen Page no ha resucitado).

Así, y aunque no se prescinde de la obligatoria dosis de acción física en forma de
enfrentamiento con un par de supervillanos, “Daredevil: “Amarillo” es sobre todo una historia de amor contada desde el punto de vista de un amante en duelo. Dado que Karen Page había muerto en la serie regular, los textos de apoyo consisten en una serie de cartas que un Matt Murdock todavía profundamente afectado escribe a su difunto amor como una especie de autoterapia, recordando los buenos tiempos que pasaron juntos. Naturalmente, para comprender la intensidad de sus emociones, es necesario tener un conocimiento previo de Karen y su relación con Matt.

Loeb no es particularmente diestro a la hora de desarrollar subtramas o personajes, pero sí en plantear escenas individuales de gran efectividad y belleza formal. La narración funciona muy bien incluso aunque consista tan solo en personajes sentados y hablando tranquilamente. Se nota que el guionista los quiere, conoce y comprende bien. El Daredevil confiado y atrevido todavía no ha hecho acto de presencia –gana seguridad en sí mismo tras la victoria sobre Electro-; el triángulo Nelson-Page-Murdock está mucho mejor tratado que en los números antiguos. Los tres se sienten claramente inseguros, sin saber bien cómo enfrentar el dilema amoroso pero tratando de avanzar en su resolución. Foggy decide echarle más valor a la hora de conquistar a Karen, pero su táctica no funciona. Matt es más reservado al principio, lo que al final jugará en su favor. Y Karen es todavía una chica inocente, algo insegura e ignorante tanto de las consecuencias que tendrá su flirteo con Matt como de los sentimientos de éste y su socio hacia ella. También es cierto que el interés de Loeb por la elegancia y el dramatismo de la puesta en escena da como resultado fragmentos como ese en el que Matt asiste a la ejecución del asesino de su padre, un pasaje que no dirige la trama hacia ningún sitio, no aporta nada al desarrollo del personaje ni propone un debate filosófico o ético.

Hay, ya lo he dicho, unas cuantas batallas con supervillanos que recrean en clave más moderna, estética y narrativamente, aquellas que Daredevil libró con esos mismos enemigos en los primeros números de su colección allá en los sesenta; pero en general, Loeb pone más atención
y cariño en la vida civil del héroe, mostrándonos por ejemplo a Karen, Foggy y Matt en su devenir “cotidiano” en la oficina o disfrutando de un rato de asueto en la bolera. Loeb trata de mejorar y ampliar aquellas viejas historias que se escribían con la mayor síntesis, dinamismo y acción física posible. Por ejemplo, en el primer número de la colección regular de Daredevil (abril 64), Foggy se limitaba a presentar rápidamente a Karen como la nueva secretaria del bufete. Aquí, en cambio, Loeb introduce algo más de humor en unas páginas en las que vemos a un Foggy progresivamente más descorazonado entrevistar a varios aspirantes al puesto. Y fiel a su propósito de dar tanto o más peso a Matt y Karen que a Daredevil, Loeb propone incluso un cambio en la continuidad: en el episodio de origen, Matt conocía a Karen hacia la mitad del mismo y el clímax llegaba con el enfrentamiento con el asesino de su padre. En “Daredevil: Amarillo”, por el contrario, el clímax es el primer encuentro entre ambos amantes. Un cambio que es en sí mismo toda una declaración de intenciones.

Daredevil es una identidad que le sirve a Matt Murdock por una parte para expresarse con mayor libertad, dar salida a su auténtica personalidad, la que debe mantener reprimida mientras mantiene su fachada de abogado ciego respetuoso de la ley. Por otra, le permite cumplir –en cierta forma al menos- el deseo de su padre: que no se ensuciara las manos, que no peleara para no acabar en el mundo del lumpen. Matt hará honor a la memoria de su padre…dejando que sea su alter ego el que encarne su faceta más violenta. Es un truco de abogado: respetar la letra de la promesa pero retorcer su espíritu.

Lo que sostiene la obra son sus emociones. Hay suficiente acción como para que la trama no se ralentice en ningún momento, pero al final las persecuciones y peleas tienen menor peso que los sentimientos. Y no solo en lo que se refiere a la tensión amorosa entre Matt y Karen. “Daredevil: Amarillo” trata también sobre cómo Matt asimila la muerte de su padre y trata de sobreponerse a la de Karen. Aunque a Daredevil se le conoce como “El Hombre sin Miedo”,
queda claro que Matt, en esa etapa de su vida, todavía tenía que superar sus temores… y más adelante su luto. Esta historia de amores perdidos, filiales y románticos, culmina de forma agridulce con un destello de esperanza cuando Daredevil, ya en su uniforme rojo, encuentra la forma de perdonarse por la muerte de Karen y al mismo tiempo honrar la memoria de su padre.

Como muchos de los grandes personajes creados por Stan Lee, las raíces del origen de Daredevil se hunden en la tragedia: la pérdida de su vista primero y el asesinato de su padre después. A pesar de ello y de los descuidados guiones de Stan Lee, en sus inicios se trataba de un comic bastante luminoso, incluso optimista, con un Daredevil que disfrutaba de sus capacidades sobrehumanas y su misión de justiciero. La entrada de Frank Miller en la colección a comienzos de los ochenta conllevó un giro importante en su tono, sumiendo al héroe en conflictos existenciales, dudas, tormentos y quebrantos de todo
tipo. Ulteriores guionistas se acomodaron a esa línea oscura y pesimista. Pero Jeph Loeb, como decía al principio, opta por recuperar algo de la ligereza de los inicios. Así, tenemos momentos como aquél que recrea la visita de Los Cuatro Fantásticos al bufete de Nelson y Murdock (originalmente en el nº 2 (junio 64), causando involuntariamente serios daños a la propiedad (una breve escena, por cierto, en la que Loeb capta mejor que muchos otros guionistas la visión que de ese grupo tuvieron Lee y Kirby); o cuando Matt humilla a un grupo de matones de bar venciéndoles al billar.

Ser un superhéroe, utilizar los poderes en beneficio del débil, volvía a ser algo divertido en lugar de motivo de angustia y marginación. Además de la historia de amor de Matt con Karen
y de Matt con su padre, encontramos también aquí una historia de amor entre Matt y su alter ego. Se divierte presumiendo de sus habilidades delante de Karen, escuchándola –como Matt- alabar a Daredevil e incluso recuerda cómo al vestir el uniforme “pensaba que viviría para siempre” o que “podía volar”, y recuerda con afecto hasta los aspectos menos glamurosos de la vida de superhéroe, como cambiarse en un callejón mugriento. Sí, hay sentido de la responsabilidad y siempre alguna tragedia esperando a la vuelta de la esquina, pero en su mayor parte “Amarillo” es un comic espiritualmente optimista. A pesar de la melancolía que impregna la historia y su carácter de elegía por la amante desaparecida, es una lectura más ligera y luminosa que la mayoría de los comics de Daredevil publicados desde hacía veinte años.

Los años sesenta fueron todavía una época de inocencia en los comics de superhéroes, y ello incluía un especial sentido lúdico, incluso en los encuentros con villanos a priori tan peligrosos
como los que aquí aparecen: el Búho, Electro y el Hombre Púrpura. El propio Matt reflexiona sobre ello en un ejercicio de metalenguaje que hace referencia también a a cómo ha cambiado desde entonces el género superheroico, la industria, los autores y los lectores: “Por entonces los villanos hablaban mucho. No dejaban a mujeres inocentes tiradas en medio de charcos de sangre. No he pensado mucho al respecto, pero creo que los que iban disfrazados no solían matar a la gente…”.

En honor a la verdad, hay que decir que Loeb sí incluye ciertas pinceladas oscuras que auguran ya en ese momento temprano de la carrera de Daredevil las tribulaciones que más tarde le amargarían la existencia. Es difícil no ver al Hombre Púrpura secuestrando a Karen Page en el número 6 para llevársela a una habitación de hotel y no pensar en la siniestra versión de ese personaje como sádico sexual que el guionista Brian Michael Bendis presentó en la serie “Alias” (2004). También la escena de la ejecución de Slade es bastante opresiva, impensable en la forma de hacer comics de los sesenta.

Hablando de villanos, la selección que hace Loeb no es casual. Mister Miedo, el Matador, la
Anguila o el Buey, todos ellos presentados en los primeros números de la colección original, no aparecen por una buena razón. En opinión del guionista, no jugaron un papel auténticamente relevante en la evolución de Daredevil o en la forja de la relación de éste con Karen Page, que es de lo que esta historia trata. Así, Electro le sirve al héroe para ganar confianza a la hora de enfrentarse no sólo a los camorristas y gangsters de turno sino a los villanos con poderes. En cuanto al Búho y el Hombre Púrpura, ambos toman a Karen como rehén, lo que sirve en último término para acercar a los dos futuros amantes.

Aunque hay un tema común a todos los números de la miniserie, Loeb lo estructura como una concatenación de episodios autoconclusivos; los tres últimos números incluso presentan un villano diferente en cada uno. Se trata de un guiño a la forma de escribir y vender comics anterior al advenimiento de la “descompresión”. Si bien los diferentes capítulos encajan bien unos con otros, no se puede decir que conjuntamente formen un arco narrativo autocontenido. Incluso el tema básico, la relación de Matt y Karen, no va realmente a ninguna parte. Esto, claro, es el problema de mantenerse fiel a la continuidad establecida ya que ambos no formalizarían su relación hasta años después del momento en que está situada esta historia.

Por otra parte, Loeb introduce subtramas para luego no hacer nada con ellas o desarrollarlas muy insatisfactoriamente. En un momento determinado, DD se encara con el asesino de su padre exigiéndole que revele quién le pagó para cometer el crimen. Éste se niega a hablar…y luego no pasa nada. En otra escena, una mujer presa del terror acude a la oficina de Nelson y Murdock; más tarde, el causante de esa angustia los contrata como abogados…sin que nadie parezca preocuparse por aquella dama. Incluso la trama romántica
tiene agujeros. Se trata del clásico triángulo amoroso en el que Foggy y Matt están enamorados de Karen, pero el hecho de que este último sepa de los sentimientos de su mejor amigo hacia ella no parece afectar para nada la actitud y reacciones de Daredevil hacia Karen.

En buena medida, el atractivo de este comic descansa sobre su excelente dibujo, que subraya el contenido emocional del guión y le aporta un toque retro tanto al ambiente general como a la forma de retratar la inocencia de la relación del triángulo Matt-Karen-Foggy. Recrea una época en la que la distinción entre héroes y villanos estaba claramente delimitada, pero también aporta frescura, modernidad y elegancia a la hora de apuntar las tinieblas que aguardan en el futuro al joven Matt.

Las figuras de Tim Sale, muy dinámicas, tienen un cierto toque caricaturesco sin que esto llegue a distraer o desnaturalizar el tebeo. Su talento a la hora de recrear el ambiente en el que se desenvuelve el héroe es maravilloso, ya sea la atestada oficina de Nelson & Murdock, los sótanos de paredes de ladrillo y tuberías goteantes de los barrios bajos o esas vistas aéreas del Nueva York nocturno. Las planchas están coloreadas con gran
belleza por Matt Hollingsworth utilizando una paleta de acuarelas diluidas, lo que hace destacar aún más dramáticamente el uniforme amarillo de Daredevil. Los personajes principales suelen lucir colores vivos, pero los fondos están a menudo construidos a base de grises y con menos matices. Esta distinción ayuda a subrayar los lazos emocionales entre los personajes al tiempo que aporta una cualidad casi onírica perfectamente coherente con el hecho de que lo que se narran son recuerdos recuperados de la memoria de Matt.

El estilo ligeramente caricaturesco de Sale combinado con su talento para manejar la iluminación con fines dramáticos y con la sensibilidad y calor humano del texto de Loeb y los atmosféricos colores de Hollingsworth hacen que la suciedad de la ciudad (literal y figuradamente) resulte no sólo soportable sino hasta atractiva.

Con demasiada frecuencia, los dibujantes que estructuran sus páginas a base de grandes viñetas con poco texto acaban ofreciendo una lectura en el mejor de los casos breve y en el peor, insustancial. Sale no entra en esa categoría. Sus viñetas, aunque de gran tamaño, son complejas, llenas de detalles muy trabajados y
perfectamente planificadas, pero en ningún momento transmiten sensación de pesadez y los ojos se deslizan por ellas con ligereza. Los seis números recopilados en un solo volumen constituyen una obra muy disfrutable que permite sumergirse en esa atmósfera a mitad de camino entre la introspección y el humor que crean Loeb y Sale y recorrer sus hermosas planchas sin tener tiempo de detenerse a examinar las debilidades del guión.

Resumiendo, no debe esperarse de “Daredevil: Amarillo” un profundo examen de los personajes, una épica inolvidable o una densa trama. Como afectuoso homenaje a la etapa clásica de Daredevil, quizá no sea una obra tan inteligente y profunda como pretende. Pero lo que sí va a ofrecer es una historia episódica de fácil lectura que mezcla aventura, drama y romance con un tono a mitad de camino entre la amargura, la melancolía y la pura diversión que dota a la obra de una ambiente amable, seductor y muy peculiar. Ideal para nostálgicos no sólo de los personajes más antiguos sino de la forma “antigua” de enfocar las historias, aficionados al retropostmodernismo y, desde luego, al buen dibujo.


1 comentario:

  1. Excelente análisis amigo Manuel. Hace poco tuve la oportunidad de releer este daredevil, y la verdad es que, sin ser una gran ora, deja un agradable regusto en la boca. Cuando termine de leerlo tuve la sensación de haber visto una obra de Frank Capra. Un saludo.

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