1 jul 2023

LOS VENGADORES EN LOS AÑOS 60 (14)


(Viene de la entrada anterior)

 

Al comienzo del número 39 (abril 67), Los Vengadores se encuentran en una situación vulnerable. Desde el episodio anterior, su líder táctico, el Capitán América, se encuentra ausente resolviendo sus propios problemas con el Cráneo Rojo (en “Tales Of Suspense” nº 88-91); y Natasha Romanov, la Viuda Negra, les había comunicado que no quería formar parte del equipo y que volvía a China (una mentira para encubrir la misión que iba a desempeñar para SHIELD), lo cual sume a Ojo de Halcón en una crisis emocional. Por otra parte, Hércules se había unido a ellos de forma no oficial tras ser exiliado del Olimpo por su padre Zeus.

 

Ahora, los Vengadores se enteran por el periódico que la Viuda ha robado los planes secretos de un nuevo submarino atómico. Su “deserción” es parte de una subtrama que culminará en los números 43 y 44, con el reencuentro con su marido, el Guardián Rojo. Ojo de Halcón se marcha para digerir la noticia y en el Helitransporte, Nick Furia (en arresto “domiciliario” tras haber sido acusado por el asalto de Hydra narrado en “Strange Tales” nº 155), Dum-Dum Dugan y Jasper Sitwell discuten la situación, revelando que todo el asunto de la Viuda no es más que una mascarada para averiguar algo del gran plan en el que se rumorea están trabajando los chinos. Hércules, lógicamente menos afectado por este giro de los acontecimientos dado que es un recién llegado, entrena en el gimnasio de la mansión y recibe un envío de elegante ropa de civil encargado para él por la Avispa con el fin de que pueda salir al mundo exterior y socializar.

 

Ojo de Halcón busca a alguno de sus antiguos asociados criminales tratando de hallar alguna pista de Natasha sin saber que el Pensador Loco lo está siguiendo. Éste es un villano normalmente asociado a la colección de “Los Cuatro Fantásticos” y, de hecho, la última vez que se le vio había sido en el Anual nº 4 (nov. 66) de ese grupo, donde había revivido termporalmente a la Antorcha Humana, el superhéroe androide de la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión, su plan pasa por matar a los Vengadores y robar todo el equipo tecnológico que Stark almacena en la Mansión. Dado que el Capitán América está ausente, considera que es el momento idóneo para atacar; y como su inteligencia y los sofisticados ordenadores con los que trabaja han incluido ahora el factor humano (como la fragilidad emocional de Ojo de Halcón a cuenta de su ruptura con la Viuda), está seguro de que su plan no puede fracasar.

 

Como de costumbre, el Pensador (que Don Heck dibuja con un aspecto muy distinto del que tenía en “Los Cuatro Fantásticos) es capaz de predecir cuándo su objetivo estará en un lugar concreto en un momento determinado, así que cuando Ojo de Halcón pasa cerca de un edificio y escucha una llamada de auxilio, entra en él sólo para encontrarse a un matón disfrazado que dice llamarse Cabeza de Martillo y que en realidad es un sicario del Pensador. Sabiendo de antemano qué tipo de flecha escogerá el Vengador y cómo contrarrestarlo, Cabeza de Martillo no tiene dificultades en neutralizarlo. 

 

Mientras Hércules disfruta de la atención femenina en un club de moda, Goliath, Mercurio, la Bruja Escarlata y la Avispa reciben en la Mansión una señal de Alarma Azul emitida por el anillo de Ojo de Halcón. Ese grado de emergencia, según los protocolos del grupo, sólo requiere de la intervención de dos miembros, así que Goliath y la Avispa montan en un aerodeslizador, siguen la señal y llegan a un solar en obras desierto donde son atacados y puestos fuera de combate por otro de los sicarios del Pensador, el Martinete. Todo discurre según el plan, así que el villano invade la mansión junto a su tercer ayudante, Bota de Trueno, para enfrentarse y derrotar a los dos hermanos mutantes.

 

Se presentan los otros dos sicarios con sus tres vengadores cautivos y todo el equipo, aún inconsciente, es atado a una Electro Barra diseñada por Stark y con la que se dispone a ejecutarlos de una sola vez. El Pensador saborea el momento de su victoria mientras espera a que llegue el segundo exacto predicho por sus ordenadores para que active el artefacto letal. Pero quien llega es Hércules, que ha terminado su jornada de fiesta y vuelve a la Mansión para encontrarse una escena que califica de “indecorosa”.

 

El poder del dios olímpico supera sin muchas dificultades al de Cabeza de Martillo y Bota de Trueno mientras el Pensador se da cuenta de que, una vez más, un factor imprevisto ha arruinado sus planes. Martinete aguanta mejor el tipo contra Hércules, al menos lo suficiente para que el Pensador lo paralice con un arma diseñada para Mercurio. La situación se está volviendo en contra de Hércules cuando Goliath escapa de sus ataduras reduciendo su tamaño y –en una conclusión claramente mal planificada habida cuenta de la cantidad de pequeñas viñetas que Heck utiliza- le da tiempo a su compañero para recuperarse y liberar al resto de los Vengadores.

 

Por supuesto, el Pensador Loco escapa para luchar otro día ya en un terreno más familiar (los números 68 a 71 de “Los Cuatro Fantásticos”). Sin embargo, su conexión con los Vengadores no terminará aquí: sus caminos volverán a cruzarse en el nº 63 (abril 69) y bastante después, en el nº 135 (mayo 75) se descubrirá que Ultrón cogió el cuerpo de un androide construido por él y lo utilizó como base para construir a La Visión. Por otra parte, sus tres sicarios –bautizados en la portada con el espantoso nombre de “El Triunvirato del Terror”- no volverán a aparecer en el Universo Marvel, aunque los nombres de dos de ellos, Cabeza de Martillo y Martinete, serán reutilizados para otros villanos diferentes presentados en otras tantas colecciones (“Amazing Spiderman” nº113, octubre 72; y "Los Defensores” nº 17, noviembre 74).

 

En el número 40 (mayo 67), Roy Thomas sube la apuesta recuperando a Namor, el Sub-Mariner, como adversario de los Vengadores -de cuyas filas sigue ausente el Capitán América-. Los cinco miembros presentes y su invitado Hércules están limpiando los escombros dejados por el ataque del Pensador Loco en el episodio anterior. Durante aquella batalla, la Bruja Escarlata había sufrido una retroalimentación de sus hechizos que ahora le provocan un desvanecimiento. 

 

Mientras sus compañeros la atienden y Mercurio explica a Hércules el vínculo especial que mantiene con su hermana, la Viuda Negra sigue haciendo de las suyas. Para llegar a China con los planos robados del submarino (recordemos que todo era un plan de SHIELD), sustrae un avión militar de la base dirigida por el General “Trueno” Ross, la eterna némesis de Hulk.

 

Bajo la superficie del océano, Namor interrumpe las pruebas de un nuevo torpedo que está realizando un submarino americano en las proximidades de Atlantis. Cuando el navío le ataca, lo atrae hasta una trampa donde queda atascado, debiendo pedir auxilio a la base. Namor sigue la señal hasta su origen, las instalaciones de la Marina emplazadas en la isla de Puerto Nuevo.

 

En la Mansión, los Vengadores se enteran por la televisión de que el Capitán América se ha aliado con el Cráneo Rojo (para salvar a Nueva York, tal y como se contó en “Tales of Suspense” nº 90) y consiguen hablar brevemente con él en una videoconferencia, asegurándole que confían en lo correcto de su proceder. El Capitán, por su parte, les urge a ir a buscar el Cubo Cósmico en la localización que guarda en su cuarto en la Mansión. El Cráneo se había hecho con el Cubo en “Tales of Suspense” 80-81 (agosto-septiembre 66) sólo para perderlo en el océano. Obviamente, el Capitán está preocupado por la posibilidad de que el Cráneo lo recupere. Mercurio se queda en la Mansión para cuidar de su hermana, pero a cambio Hércules acompaña a Goliath, Ojo de Halcón y la Avispa.

 

El último paradero conocido del Cubo, cómo no, resulta estar cerca de Puerto Nuevo, donde Namor está abriéndose camino entre las tropas para obligar al comandante a que mantenga sus submarinos alejados de Atlantis. Se inicia así la inevitable pelea, cuyo primer asalto termina cuando Hércules lanza a un debilitado Namor de vuelta al mar… no sin antes acusarlo de estar buscando el Cubo Cósmico. Ignorante de todo ese asunto pero intrigado por ello, ordena mentalmente a las criaturas marinas que lo encuentren para él. Y así lo hacen.

 

Este es uno de los principales agujeros del guion del episodio. Roy Thomas se saca de la manga un nuevo poder para Namor, el de detectar y rastrear ondas de radio. No era la primera vez que este personaje exhibía de forma aislada poderes nunca antes conocidos. Por ejemplo, en “Strange Tales” nº 107 (abril 63), se hinchaba como un pez globo; y mucho antes, en su pelea contra la Antorcha Humana original en “Marvel Mystery Comics” nº 8 (junio 40), había expulsado agua de su propio cuerpo para sofocar fuego. Su control telepático sobre los peces ya se había establecido antes, pero ¿cómo les ordena encontrar algo que no sabe lo que és? ¡Lo único que conoce del Cubo Cósmico es el nombre!

 

Pues bien, Namor descubre que el Cubo hace realidad todos sus deseos. Lo convierte en un colgante, lo sujeta a una cadena y se lo pone alrededor del cuello antes de volver a la isla para la revancha contra Hércules, el único Vengador que considera un adversario digno. Para que los otros no le distraigan, utiliza el Cubo para crear una criatura monstruosa que los mantenga a raya. Cuando su alejamiento del agua empieza a debilitarlo, crea con el Cubo una grieta a través de la cual él y Hércules caen al mar, un medio en el que él claramente tiene ventaja.

 

Pero su sentido del honor acaba sobreponiéndose y decide no ganar injustamente, regresando a la superficie. Y es entonces cuando la Avispa se da cuenta de que el colgante que lleva Namor es el Cubo. Le rompe la cadena con su aguijón, el monstruo se desvanece y el artefacto cae al mar por entre la fisura antes de que ésta se cierre. Namor se retira y los Vengadores se felicitan por haber impedido que el Cubo cayera en malas manos. Bajo sus pies, en las profundidades, el Hombre Topo (el villano de los Cuatro Fantásticos) lo encuentra, pero, considerándolo una baratija, lo desecha.

 

Esta es la segunda historia de Marvel en la que apareció el Cubo Cósmico (más conocido ahora, gracias a las películas, como Teseracto), que en el futuro se convertiría en un artefacto recurrente del Universo Marvel. De hecho, se desvelará que no es el único Cubo Cósmico del Universo y que pueden cobrar autoconsciencia, como hará este en concreto en el anual nº 7 del Capitán América (octubre 83), adoptando el nombre de Kubic en “Vengadores” nº 289 (marzo 88).

 

Este episodio es una oportunidad desaprovechada habida cuenta de los elementos que integraba y que podían haber conformado una gran aventura: el Cubo Cósmico, Namor, el Hombre Topo… Pero, sobre todo, al dibujo le falta sentido épico. A estas alturas, Don Heck estaba claramente a disgusto y su trabajo estaba ya a un nivel muy por debajo de lo que había mostrado en los primeros números de Los Vengadores que ilustró. Una de las cosas que más llama la atención –desfavorablemente- son sus figuras masculinas, desproporcionadas y con exagerados torsos de barril, producto quizá de sus intentos de adaptarse a las nuevas directrices estéticas de Stan Lee.

 

En los inicios del Universo Marvel, Lee pidió a los dibujantes unos héroes diferentes a los de la competencia, más realistas; quería representar a gente normal que hubiera adquirido superpoderes. Ahí están los primeros Cuatro Fantásticos, los X-Men o Spiderman, todos ellos alejados del arquetipo atlético y musculoso. Pero conforme pasó el tiempo y los superhéroes Marvel fueron ganando popularidad, Lee empezó a pedir a sus artistas que hicieran las figuras más fornidas, con los músculos más marcados. Reed Richards, Johnny Storm o Peter Parker, lucían espléndidas constituciones de culturista que quedaban sensacionales en todo el material de merchandising. No tenían nada que envidiar a los Superman o Batman de DC.

 

Pero Don Heck, cuyo estilo era sobre todo realista, no pudo adaptarse bien y eso aprecia claramente en sus páginas. El número 40 fue el último que dibujó como artista regular de “Los Vengadores” (regresaría más tarde en momentos puntuales, como en el primer Anual), dejando paso a John Buscema que, con Roy Thomas, daría forma a una de las etapas más recordadas del grupo.

 

Así que ha llegado el momento de despedirnos de Heck, el gran olvidado del periodo de formación del Universo Marvel. Si le pides a un aficionado a la historia del comic-book que nombre a los mejores artistas que pasaron por “Los Vengadores”, es probable que mencione a John Buscema o George Pérez. Estoy de acuerdo en que ambos destacan sobre el resto gracias al volumen y calidad de sus aportaciones, pero creo que centrarse sólo en los grandes talentos lleva a ignorar una parte esencial de la historia de Los Vengadores.

 

Stan Lee y Jack Kirby fueron los encargados de reunir los personajes e insuflar el espíritu particular de la colección, pero fueron Don Heck y Roy Thomas los encargados de formar y llevar a la madurez a esa criatura recién nacida. La contribución de Heck no fue insignificante: excepto el número 16, dibujó todos los episodios desde el 9 hasta el 40. Fue el responsable de establecer el lenguaje visual de la colección y narrar algunas aventuras muy importantes: el ascenso del Capitán América al rango de mayor líder del Universo Marvel; la sustitución de los miembros fundadores por un trío de exvillanos de segunda fila; los dramas y rivalidades interpersonales; el regreso de Kang en una épica multidimensional…

 

Su fina línea fue la que fijó el carácter insubordinado de Ojo de Halcón y el efecto cinético de Mercurio; su versión de la Bruja Escarlata era la de una mujer seductora, exótica y misteriosa pero también vulnerable; y la del Capitán América la de un veterano íntegro y severo, pero al que cualquiera seguiría en batalla. También aportó su experiencia como dibujante de comics románticos no solamente en la elegancia y belleza de las mujeres sino en la forma de plantear las escenas de diálogos y caracterización. 

 

Y además y como he ido comentando en esta serie de artículos, Heck no lo tuvo fácil. Era un artista de la vieja escuela, un profesional que no decía que no a un trabajo en tiempos difíciles y menos aún si era uno seguro y estable. Aunque no estuviera en sintonía con sus intereses, estilo o forma de trabajar. Y eso es lo que encontró Heck en Marvel. Claramente, el mundo de los superhéroes no era en el que mejor se desenvolvía ni el más adecuado a sus fortalezas como dibujante, pero era lo que mejor se vendía y trató de adaptarse. En el caso de “Los Vengadores”, fue capaz de ofrecer una narrativa clara a pesar, primero, del amplio reparto de personajes; y segundo, de los guiones a menudo retorcidos y a medio digerir que le pasaba Lee y que él debía desarrollar casi en solitario.

 

Después de terminar su etapa en la colección, Heck se convirtió en “hombre para todo” de Marvel, dibujando guiones de Werner Roth para “X-Men” y trabajando sobre storyboards de John Romita en “Amazing Spiderman” (a menudo entintado por Mike Esposito). Este tipo de trabajos aislados y en un género por el que no sentía demasiado interés, despojó a Heck de sus mejores cualidades. Dibujó los lápices de “Capitán Marvel”, “Capitán Savage” e historias puntuales para antologías como “Tower of Shadows”, “Chamber of Darkness”, “Our Love Story” o “My Love”. Sus trabajos para estas últimas, alejado de los superhéroes, son sin duda los mejores de este periodo antes de que se dedicara a intentar emular la estética wagneriana de Jack Kirby.

 

A comienzos de los 70, Heck se marchó a DC, donde, con buen criterio, le asignaron colecciones e historias protagonizadas por mujeres, desde Wonder Woman y Batgirl a una plétora de comics románticos. Sus fortalezas como artista y narrador pudieron verse también en los títulos sobrenaturales de la casa, como “House of Secrets” o “The Witching Hour”.

 

A mediados de los 70, Heck volvió a una Marvel hambrienta de dibujantes con los que sacar adelante su creciente catálogo de títulos. En este periodo, firmó algunas historias mejores de lo esperable en “Giant-Size Dracula” y “Giant-Size Defenders”. Pero a esas alturas, con una nueva generación de jóvenes artistas recién llegados y ávidos por experimentar con las posibilidades del medio, el estilo tradicional de Heck perdió el favor del grueso de lectores. Se convirtió en el profesional fiable al que los editores sólo llamaban cuando el equipo regular de tal o cual colección no había conseguido cumplir con las fechas de entrega. Él siempre lo hacía, aunque el producto final no satisficiera las expectativas de los fans quienes, en lugar de a los editores o los entintadores, preferían culparle a él de su decepción.

 

Insatisfecho con el trato que recibía en Marvel, Heck volvió a DC en 1977, permaneciendo en su staff hasta 1988 y encargándose de etapas de diferente extensión en “Wonder Woman”, “The Flash”, “Steel”, “The Indestructible Man” y “La Liga de la Justicia”. Allí, los editores le proporcionaron entintadores adecuados a su estilo o le brindaron la oportunidad de ser autor completo. Los resultados, en general, fueron de calidad aun cuando su estilo seguía estando desfasado con la época.

 

Heck deshizo otra vez el camino para llegar a Marvel, ya por última vez, en 1989, cuando el trabajo en DC empezó a escasear. Dibujó, entintó o completó el trabajo de otros artistas en “Avengers Spotlight”, “Marvel Comics Presents” o “Thor”. Tuvo la ocasión de revisitar al héroe que había ayudado a crear en “Iron Man Annual nº 12” (septiembre 91), ilustrando una página en la que se recordaba su origen. También colaboró con otras editoriales independientes, como Topps Comics, donde realizó uno de sus últimos trabajos, dibujar un personaje diseñado por Jack Kirby, Nightglider, en 1993.

 

Sus compañeros siempre le describieron como alguien amigable, trabajador y sensato, poseedor de un agudo sentido del humor y sin miedo a decir lo que pensaba cuando le pinchaban. Injusta y frecuentemente atacado en sus últimos años por las publicaciones de aficionados, Heck se sintió profundamente dolido por esos comentarios despreciativos, pero siguió trabajando hasta su temprana muerte, en febrero de 1995, a la edad de 66 años, tras una carrera de más de cuarenta y dejando un legado gráfico que merece la pena revisarse. 

 

(Sigue en la siguiente entrada)

 


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