(Viene de la entrada anterior)
Es difícil no sentir lástima por el equipo de padre-hijo formado por Charles y Daniel Knauf durante su etapa en la colección regular de Iron Man. Recogiendo el testigo tras el seminal arco “Extremis” (2005-2006), de Warren Ellis y Adi Granov, con el que se refundó y relanzó al personaje, el dúo se vió rápidamente absorbido por el malestrom de “Civil War”, durante el cual, como he apuntado, Mark Millar hizo todo lo posible por convertir a Tony Stark en un supervillano fascista cometiendo todo tipo de atropellos contra sus antiguos amigos, camaradas y aliados. A los Knauf les tocó lidiar en la serie mensual con los obvios problemas que generaba este nuevo enfoque del personaje, escribiendo dos concisos números, el 13 y el 14, que enlazan directamente con el evento y en los que hacen lo posible por establecer una defensa para Stark.
Para ser justo con ellos hay que decir que, contando con la perspectiva que da el tiempo, puede hoy verse con más claridad que la caracterización de Stark durante “Civil War” fue cuando menos cuestionable. El crossover se publicó un año antes del estreno de la primera película de Iron Man, sin duda la mayor exposición mediática que el personaje tuvo desde su creación. Dado que el film estaba destinado a encabezar el desembarco del universo cinematográfico Marvel, convertir a Tony Stark en su gran villano parece un movimiento poco acertado.
“Civil War” finalizó en enero de 2007, un año antes del estreno de la película, pero ésta había estado en producción desde bastante tiempo antes. Lanzar un proyecto de la ambición y dimensiones de Marvel Estudios, la primera vez en su larga historia que la compañía podría llevar al cine a sus propios personajes, parece algo lo suficientemente importante como para que todo el mundo que mantuviera algún tipo de relación creativa o editorial con los superhéroes de su catálogo se involucrara, incluso aunque en ese punto nadie se figurara aún el éxito que iba a cosechar el film. Por eso, transformar unos meses antes al personaje que va a representar a la compañía en el cine en un fascista de dimensiones globales, no es el mejor ejemplo de gestión de marca.
(Dicho esto, las cifras y estadísticas sugieren que las películas basadas en comic-books no han hecho demasiado por atraer nuevos lectores. Las ventas de tomos recopilatorios se benefician algo de estos estrenos, pero las de las series regulares no registran mejora alguna. Con todo, los esfuerzos que posteriormente hicieron Matt Fraction y Brian Michael Bendis para sanar el daño que “Civil War” causó al personaje y revertirlo a su condición de icono superheroico apuntan a que la compañía se dio cuenta de que había cometido un error).
Naturalmente, la gran ironía de “Civil War” es que –al menos en teoría- Tony Stark no habría requerido de una intensa rehabilitación tras el crossover (hasta el punto de que el guionista Matt Fraction le puso en la cabeza un botón de borrado de toda la información confidencial recolectada a resultas de “Civil War” y le sometió a una fenomenal paliza a manos de Osborn para recobrar la simpatía de los lectores. Y es que, en su plano conceptual) porque, en el fondo y según quisieron venderlo, el evento trataba de escenificar cómo dos ideas igualmente válidas entraban en conflicto.
Las preocupaciones del Capitán América acerca de la libertad y los derechos individuales son legítimas, pero también las de Tony Stark respecto a la seguridad y la protección. El principal problema de “Civil War” es que los guionistas nunca supieron alcanzar el equilibrio entre ambas. La mayoría de ellos se alinearon descaradamente con el Capitán América. El más obvio ejemplo fue J.Michael Straczynski, que escribió los crossovers de “Amazing Spiderman” y “Los Cuatro Fantásticos”: en ambos títulos planteó el debate desde los dos puntos de vista, pero en último término se posicionó siempre contra Stark.
La consecuencia es que Tony Stark no aparece retratado como un superhéroe con una opinión válida y los escritores hacen lo posible para convertirlo en un tirano. Comprensiblemente y como ya he apuntado, esto dificultó mucho la tarea de Charles y Daniel Knauf como guionistas de la serie regular de “Iron Man”. No solamente tuvieron que ajustar las historias que tenían planificadas para encajar el crossover sino lidiar con el hándicap que suponía que la editorial hubiera reclasificado a su protagonista como supervillano.
Los Knauff tratan de defender a su personaje en estos dos números que les asignaron como enlace con “Civil War” y consiguen hacer un trabajo razonablemente sólido aun cuando en ocasiones fuerzan demasiado el guion dejando ver lo incómodos que se sentían con la posición en que les había colocado la editorial. El primer número se abre con Tony poniendo la voz a un anuncio público de televisión mientras el director del mismo le insta a volcar más angustia en su voz. Lo que debería haber sido un profundo debate sobre una cuestión nacional acaba así convertido en un espectáculo de imagen y sonido orquestado por los que ostentan el poder.
Para los guionistas, el alineamiento de Stark con el gobierno americano no es un movimiento que vaya contra su propia naturaleza. Al fin y al cabo, ambos han mantenido una relación de negocios desde hace décadas. Pero es que, además y en este caso, Stark cree sinceramente que la Ley de Registro contribuirá a crear un mundo mejor para todos, superhéroes y civiles. Eso sí, en el propio anuncio reconoce que las cosas van a cambiar y mucho respecto a los viejos tiempos: “Todos añoramos la época en la que podíamos arremeter contra una crisis, derrotar a los malos y desaparecer en la noche”. Y también subraya un punto que parece haber sido ignorado por los otros guionistas del evento, a saber, que el conflicto no deriva solamente de una diferencia de opinión entre la comunidad superheroica, sino que el auténtico origen está en la sociedad: “A todos nos disgusta que nos comparen con los responsables de esa tragedia, pero la misma gente que hemos jurado servir, ya no confía en nosotros”.
Después de todo, ¿qué autoridad moral y legal tienen Spiderman o Daredevil para ejercer de agentes de la ley? ¿Acaso aquellos a quienes protegen no tienen derecho a sentirse incómodos e incluso asustados por el daño y la destrucción que pueden generar sus intervenciones y preocupados por su falta de responsabilidad (sus identidades secretas les garantizan que no tengan que rendir cuentas legales en caso de que se les reclame algo)? “Civil War” pone en equivalencia la posición de Stark a la defensa de la Ley Patriota (lo que tiene sentido dada la época en que apareció la miniserie), pero los Knauf nos recuerdan que se parece más a la defensa del control de armas.
¿Qué le da a Spiderman el derecho a intervenir en las actividades ilegales que presencia? Si accidentalmente le rompiera el cuello a un civil durante un rescate, ¿quién le pide responsabilidades? Si desvía el ataque del Lagarto durante un combate y un inocente acaba aplastado por el monstruo, ¿hay forma de cuestionar o analizar sus decisiones? El Capitán América y sus aliados parecen defender una postura similar a la del ejército o la policía en los 60 y 70: resistirse a cualquier iniciativa a favor de la transparencia y la asunción de responsabilidades, atacando a cualquiera que cuestione sus motivaciones o capacidades.
Al mismo tiempo, los Knauf tratan de distanciar a Stark de las posturas más extremas y aislarlo de la conducta cuestionable de sus aliados. Durante una cena, uno de sus amigos comenta: “Tony solo dice que muchos de los jugadores de su equipo son, bien…” y la esposa remata: “monitos de feria”. El propio Stark se muestra incómodo con la forma en que se ha tenido que ayuntar con la autoridad: “Sé que estoy haciendo lo correcto. Sé que para proteger nuestro puesto en la sociedad debe haber rendición de cuentas… pero cada vez que me doy la vuelta, aparece otro político oportunista que apoya mi causa por las razones equivocadas”.
Todas estas observaciones son inteligentes y necesarias. Los Knauf no se disculpan por las convicciones políticas de Tony y en cambio dejan que el personaje justifique sus actos. Da la sensación de que quieren amoldarse a la situación en la que les ha arrinconado la editorial y defenderla utilizando la lógica, lo cual es más de lo que hicieron otros guionistas que trabajaron en el evento. Incluso tratan de justificar la decisión editorial de colocar a Tony Stark en el centro del debate. Obviamente, Mark Millar escogió a Stark y a Rogers porque eran los Vengadores más relevantes que tenía disponibles en el momento, además de contar ambos con las motivaciones y pasado necesarios que explicaran por qué adoptan posturas encontradas. También es interesante la idea de que Stark vea la Ley de Registro como un intento de compensar sus errores del pasado, rehabilitarse y poner en orden su vida.
Los Knauf dan una explicación algo más forzada de la intervención de Stark en todo el asunto. Happy le dice en un momento dado: “Amigo mío, eres el único de la banda que es dos cosas: uno de ellos y uno de nosotros. ¿Quién más podría ver ambos lados como tú lo haces?” Es una idea interesante pero no estoy seguro de que funcione. Después de todo, ¿no empezó Steve Rogers como un chico normal y corriente que quería luchar por su país? Tony se fabricó una armadura, pero Hank Pym sintetizó su fórmula de cambio de tamaño. Puede que Peter Parker tenga poderes arácnidos pero su principal característica ha sido siempre el “realismo” de su vida cotidiana.
Los Knauf, por otra parte, cargan las tintas con la muerte de Happy. Parece una especie de disculpa anticipada, como si en el futuro Stark pudiera defender sus actos aduciendo el impacto emocional que le había causado la pérdida de su amigo. Igualmente, resulta un tanto forzado que la última conversación de Happy con Stark consista en aquél animándole a seguir en sus trece. Todo suena a descarada manipulación emocional y va en contra de la idea de que Stark sí podría estar en lo correcto en lugar de haber actuado cegado por una nube de sentimentalismo.
Dicho esto, sí es un acierto todo lo relacionado con la última voluntad de Happy: no ser mantenido con vida a costa de convertirse en un vegetal. El momento de intimidad en el que Pepper le cuenta a Tony ese deseo de su amigo y el uso que éste da a sus poderes Extremis para desconectarlo remotamente del soporte vital sin que nadie más que él lo sepa –aunque Pepper lo pueda sospechar- está desarrollado con emoción y sensibilidad.
En resumen, dos números interesantes y bien escritos que perfectamente podrían haber servido de guía para otros guionistas involucrados en “Civil War”.
“Civil War: La Confesión” es otro número especial, escrito por Brian Michael Bendis y dibujado por Alex Maleev (equipo responsable de una muy interesante etapa de “Daredevil” a comienzos del siglo) que apareció varios meses después de finalizado el evento principal. Se trata básicamente de dos historias ambientadas, como he dicho, semanas después de terminar Civil War y contadas desde el punto de vista de los dos líderes enemigos. La primera es un intenso monólogo de 14 páginas centrada en un Tony Stark recién nombrado director de SHIELD, victorioso pero atormentado, mientras monologa tratando de encontrar una justificación a sus decisiones y actos, terminando por reconocer que, después de todo, no valió la pena… y es que todas esas reflexiones han tenido lugar junto al cadáver del Capitán América, que yace en la sala de un helitransporte de SHIELD.
Es un historia breve y sencilla pero emotiva que se beneficia de los textos de Bendis, tan afilados como de costumbre. Todo transcurre en una habitación y el hilo que sigue Stark en sus meditaciones está centrado y bien desarrollado para ir dando pistas sobre su personalidad. Y ésta, nos recuerda Bendis, es la de un futurista, un genio que vio un futuro catastrófico si los superhéroes seguían operando sin supervisión alguna, estuviesen o no liderados por el Capitán América. Ya lo he apuntado antes, era una perspectiva nada descabellada y que no sólo merecía un debate sosegado, sino que la propia sociedad lo exigía. Sin embargo, Stark acaba desempeñando el papel de villano y Bendis quiere, con esta adenda, redimirlo hasta cierto punto: está convencido de que ese escenario está próximo y por ello se encuentra dispuesto hasta a luchar contra sus amigos. Siempre ha considerado su deber ayudar a construir un futuro mejor, incluso a expensas del presente.
Hacia el final de su monólogo, Stark expresa su esperanza de que, dado que durante toda esta ordalía no ha bebido alcohol, probablemente ya no lo hará en el futuro. El camino más fácil hacia el drama hubiera sido mostrarlo sucumbiendo a su adicción. Que mantenga su sobriedad, sin embargo, nos dice mucho sobre él. Stark está enfrentándose de cara a la tragedia de la que en cierta forma él es responsable en lugar de anestesiar su dolor con drogas. Al combatir sus demonios, demuestra la fortaleza de sus convicciones, atenuando ese perfil de villano que lo había perseguido durante todo el evento. Naturalmente, dado que el Universo Marvel es un interminable culebrón, Stark, en un momento u otro, volverá a beber. Pero lo verdaderamente importante es que al leer estas páginas, uno puede creerse que no lo hará.
La segunda historia transcurre unas semanas antes y aborda los mismos temas, pero desde el punto de vista del Capitán América. Tras rendirse y poner punto y final a Civil War, el Capitán es llevado a una celda de máxima seguridad, donde le visita Iron Man. Éste le recrimina que no hubiera detenido la rebelión cuando tuvo oportunidad y aquél le responde que su bando se mantuvo fiel a sus principios, mientras que el de él renegó de los suyos. Por eso, aunque está tras unos barrotes, Steve se siente el auténtico vencedor. Sabe lo que es la libertad, mientras que Stark sólo conoce el compromiso, adjudicándose el rol de brújula moral y provocando el cisma ente la comunidad superheroica. Es llamativo que, a pesar de que claramente las simpatías de Bendis se decantan del lado del Capitán y su facción ante-registro, es capaz de mostrarnos un héroe quizá demasiado orgulloso y consumido por la amargura tras su fachada algo arrogante de vencedor moral.
Es adecuado y coherente terminar “Civil War” con este comic triste y poco esperanzador. Lo que siguió al evento vino marcado por la ira y el resentimiento, no el duelo. Ambos bandos se distanciaron aún más después de que los seguidores del Capitán América empezaran a operar desde la clandestinidad. Sólo una invasión alienígena conseguiría restañar las heridas. Pero eso es otra historia.
Alex Maalev ofrece un notable ejercicio de narrativa ágil y expresiva a pesar de que ambas historias tienen una estructura teatral y transcurren enteramente en sendos entornos cerrados. Gracias a las composiciones de página, las angulaciones y el hábil manejo de las expresiones faciales, el dibujante imprime ritmo y gancho visual a secuencias que en manos de profesionales menos imaginativos y hábiles habrían resultado sosas y aburridas.
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