La carrera de Tony Stark como Iron Man comenzó cuando el industrial tomó conciencia de que su deber era utilizar su inteligencia con fines humanitarios. Desde entonces, ha diseñado y fabricado armaduras de todo tipo y cada vez más sofisticadas, utilizado los recursos de su empresa y trabajado junto a otros héroes siempre en nombre del altruismo. Como miembro fundador de los Vengadores, su figura y hazañas le convirtieron en un modelo a seguir por otros héroes que vendrían tras él.
Y como muchos héroes Marvel, Iron Man se ha visto sometido
a duras pruebas en el ámbito personal. Jugarse la vida peleando contra
supervillanos y combatir sus demonios internos mientras trataba de estar
siempre varios pasos por delante de sus competidores y enemigos, siempre le supuso
una gran presión que le ha llevado en no pocas ocasiones a tomar decisiones
erróneas e ir demasiado lejos: utilizar la armadura mientras estaba ebrio,
mantener una relación sentimental con su compañera vengadora Janet van Dyne,
iniciar una campaña de agresión contra todos aquellos que utilizaban trajes
operados con tecnología de su propiedad, asesinar a la Inteligencia Suprema
Kree, inyectarse el Extremis, expulsar a Hulk al espacio (en este caso,
responsabilidad compartida con el resto de los Illuminati)… y apoyar sin
matices la Ley de Registro de Superhéroes en “Civil War”, lo que, a su vez, le
llevará a liderar iniciativas como la de confinar supervillanos en la Zona
Negativa, clonar a Thor, perseguir a sus antiguos amigos o reclutar villanos su
causa.
“Civil War” fue el gran evento Marvel de 2006-2007, la
serie más vendida de toda la industria del comic-book en una década, tal y como
le gustaba recordar a la editorial siempre que tenía ocasión. La historia se
narró a lo largo de medio año a partir del verano de 2006 e incluyó casi un
centenar de ramificaciones en todas las series regulares de la editorial. La
premisa es sencilla y al tiempo compleja en sus derivadas, un conflicto entre
superhéroes (explícito en el propio título) que, a diferencia de otros grandes
crossovers editoriales, tiene prolongaciones de cierto interés y relevancia en
las colecciones regulares y algunos números especiales. “Civil War” sigue
estando considerada como uno de los crossovers más importantes e influyentes de
Marvel, una historia con abundante drama y acción que años después gozaría de
su propia adaptación cinematográfica –más modesta en cuanto a alcance- en una
película del Capitán América.
La serie comienza con la muerte de cientos de civiles
inocentes en Stamford, Connecticut, a resultas del choque entre el villano
Nitro y los Nuevos Guerreros, un grupo de superhéroes juveniles que
participaban en un “reality”. Esta tragedia propicia un cambio en la
sensibilidad pública y, consecuentemente, política, que lleva a la aprobación
de la antes mencionada Ley de Registro de Superhéroes, que obligará a éstos a
someterse a unas directrices gubernamentales que certifiquen su capacitación y
les autorice a actuar. El tipo de ley, en definitiva, que había sobrevolado
sobre los mutantes durante décadas (sin que el resto de superhéroes pareciera
tener opinión sobre ello) y que Alan Moore introdujo en su “Watchmen” (1986).
La promulgación de la ley abre una brecha entre los superhéroes que la apoyan, encabezados por Iron Man, y aquellos que, liderados por el Capitán América, se oponen y se rebelan contra ella argumentando que revelar al gobierno sus identidades les pondría en peligro a ellos y a sus seres queridos sin contar con que pasar a ser, de facto, empleados del gobierno, les dificultaría combatir amenazas que no entienden de burocracias. En definitiva, la escenificación superhéroica de un debate muy en boga entonces en nuestro propio mundo: la dicotomía entre seguridad y libertad.
Ciertamente, el comic propone algunas cuestiones de calado
sobre el Estado y su monopolio del uso coercitivo de la fuerza –algo
especialmente relevante en un universo de ficción en el que muchos no tienen
que llevar armas porque nacen siendo una-. Pero lo cierto es que ese
interesante debate queda empañado por la pulsión del Capitán América y Iron Man
–y sus respectivos aliados- a liarse a puñetazos con la menor excusa sin tener
en cuenta el peligro que este tipo de enfrentamientos supone para los civiles o
que existan otros foros y canales donde discutir adecuadamente estos problemas.
Independientemente de que haya gente con poca mecha y
gatillo fácil, los conflictos de las dimensiones que propone “Civil War”
estallan siempre como resultado de largos periodos de tensión que culminan con
una chispa, puede que incluso menor, que detona a su vez una contienda a gran
escala. Difícilmente camaradas de armas –porque en el Universo Marvel todo el
mundo ha peleado hombro con hombro con todos los demás- van a romper
hostilidades por algo que sólo se está discutiendo y que podría en el futuro
causar un problema. No existe realmente un aumento progresivo de tensión que
justifique el amargo conflicto que se nos narra. Pero claro, ver a Iron Man y
el Capitán America discutiendo como adultos y tratando de llegar a un acuerdo
–que, como veremos, es lo que muestra “Casualties of War”, un número especial
incluido en el evento- no vende comics y al final la tragedia de Stamford y la
Ley de Registro no son más que una excusa para poder exhibir a estos dos iconos
del género enfrentados.
En su corazón, “Civil War” es, sobre todo, una historia de
Iron Man. O, al menos, debería serlo. Tony Stark siempre ha tenido que lidiar
con problemas relacionados con la responsabilidad, más incluso que, por
ejemplo, Spiderman. En vez de haber nacido con poderes o haberlos obtenido
accidentalmente, el suyo deriva de un artilugio tecnológico que le puede ser
arrebatado, vendido y distribuido sin su consentimiento. Muchas de las
historias más importantes del personaje –“La Guerra de las Armaduras”, “El
Demonio en la Botella”, “Extremis” o “Las Cinco Pesadillas”- giraban alrededor
de la idea de cómo la tecnología de Stark era robada, duplicada o usurpada para
cometer crímenes. Así que él sí ha sufrido repetidamente en sus propias carnes
el conocido adagio “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
Mientras que la defensa del Capitán América de las
libertades individuales y los derechos civiles siempre ha formado parte de su
ideario más íntimo, la posición de Stark en “Civil War” deriva de la madurez que
ha ido acumulando con el paso de los años. Para su desgracia y vergüenza, sabe bien
el daño que un poder sin control o supervisión puede provocar en manos de
alguien sin el adiestramiento o la experiencia necesarios. El problema es que
la historia no justifica adecuadamente su postura. El borrador original del
guion de Bendis llevaba a Stark a defender la Ley de Registro tras la muerte
del hijo de su ayudante, una pérdida muy cercana y sentida. Naturalmente, esto
habría sido descaradamente manipulador, pero también más sólido que lo que
acabó viéndose en el comic: el impacto emocional que recibe el industrial
cuando una desconocida le escupe a la cara furiosa por la muerte de su hijo en
Stamford. Es un atajo narrativo que ignora cuestiones cruciales que ameritan
una mayor reflexión.
Y luego están sus actos. El comic –y sus autores- sugieren
que “no hay Bien o Mal en este debate”, pero la historia se empeña en presentar
a Iron Man y su bando pro-Registro como los villanos, no a través de su postura
filosófica –que puede debatirse y que no carecía de solidez- sino de sus actos.
La única gran víctima del evento (e incluso el guionista Mark Millar coincide
en que “gran” es decir mucho), Bill Foster (alias Goliath Negro), es
responsabilidad del bando de Iron Man utilizando un clon de Thor. Por no hablar
de que Stark y Reed Richards organizan una prisión secreta extradimensional en
la que confinan sin juicio previo a individuos sin registrar. De hecho, el
comic sugiere que los pro-Registro están “tan
cegados por sus gráficos y proyecciones sociales” que han “perdido el contacto con su humanidad”,
infiriendo que la lógica tras sus argumentos está errada y que el bando
anti-Registro es inherentemente el correcto.
Uno de los editores del evento, Tom Brevoort, defendía a
Tony Stark escudándose en que sus actos en la miniserie central no eran
particularmente malvados y que el matiz villanesco había sido algo incorporado
por otros guionistas de las colecciones regulares implicadas, a los que dio
libertad para dar su propia interpretación sobre los temas que abordaba “Civil
War” (aunque luego reconocía que, a la vista de la deriva que tomó el
personaje, deseó a posteriori haber intervenido más en esas historias
complementarias).
Pero la verdad es que ni siquiera limitándonos a la serie troncal puede justificarse mucho de lo que hace Stark, ni siquiera a nivel filosófico. Baste recordar que la única vez que se ha restringido la libertad de ciudadanos americanos sin juicio previo y en suelo patrio fue cuando durante la Segunda Guerra Mundial se arrestó y confinó a ciudadanos de raza japonesa, una decisión que ha sido universalmente condenada. Bien, pues eso es precisamente lo que hace Stark en “Civil War”.
El tomo recopilatorio “Iron Man”: Civil War” recoge un
número especial, “Casualties of War”; dos números de la colección regular que
enlazaban directamente con el evento; y “La Confesión”, otro número especial
que supone el cierre de la gran historia.
“Casualties of War” es un número especial que no había sido planificado originalmente como parte del evento sino que fue consecuencia de los retrasos que el dibujante Steve McNiven estaba acumulando en el cuarto número de la miniserie troncal. El editor en jefe, Joe Quesada, decidió llenar el hueco –que incluía a todo el resto de números de las series regulares relacionadas, dado que lo que contaban éstas se hallaba acompasado con la miniserie- con varios números especiales realizados a toda prisa, entre ellos “Casualties of War”, guionizada por Christos Gage y dibujada por Jeremy Haun y Mark Morales.
Aunque había sido un recurso de emergencia, no planeado ni
necesario, “Casualties of War” resulta ser una historia interesante que permite
ahondar un poco más en las motivaciones y relación entre los líderes de las
facciones en conflicto. El comic narra un encuentro secreto entre los dos antiguos
amigos, el Capitán America y Iron Man, entre las ruinas ennegrecidas de la
venerable Mansión de los Vengadores –destruida durante la saga “Vengadores
Desunidos”-, un escenario con una profunda carga simbólica. El guionista
acierta al recolocar ambos personajes dentro de sus antiguos perfiles,
apartándolos de la deriva extremista a los que otros escritores de la saga los
habían abocado. Ni Stark se comporta como el villano maquiavélico que llevaba
dos meses interpretando ni el Capitán es el probo e inmaculado defensor de las
libertades (ni, afortunadamente, el rancio paleto de los Ultimates).
Los dos discuten sobre la Ley tratando de llegar a algún tipo
de acuerdo, aportando argumentos que apoyan rememorando pasajes de su historia
juntos como Vengadores, sus desencuentros anteriores y las equivocaciones que
en un momento u otro ambos cometieron. Se saca a colación la Guerra de las
Armaduras; la primera vez que el Capitán y Iron Man pelearon (“Tales of
Suspense nº 58, octubre 64); los
problemas con los Jóvenes Vengadores; la muerte de Gwen Stacy (“Amazing
Spiderman” 121, junio 73), el Goliath Negro “Civil War nº 4) y la familia del
Tigre Blanco (“Peter Parker the Spectacular Spiderman” 52, marzo 81); la
conversión del Capitán en el Nómada cuando renegó del gobierno (“Capitán
América” 177-186, junio 74-marzo 75); el alcoholismo de Stark; el maltrato de
Henry Pym a la Avispa (“Vengadores” 213, noviembre 81); el asesinato de un
embajador por parte de Iron Man cuando Justin Hammer manipuló su armadura
(“Iron Man” 124, julio 79); la muerte de Bucky (“Vengadores” nº 4, marzo 64);
la saga del Imperio Secreto (“Capitán América” 169-176, enero-agosto 74); la
muerte de la Inteligencia Suprema Kree en “Tormenta Galáctica” (“Vengadores
347”, mayo 92)…
Ambos hablan de forma calma y razonada situando la “Civil
War” en un contexto más amplio y justificando mejor las posturas de ambos en el
conflicto, algo que la miniserie no se había molestado en hacer. Recuperar
todos esos recuerdos, casi siempre dolorosos, les da a los personajes unos
motivos no solo basados en fríos argumentos sino respaldados por emociones y
experiencias personales. Enzarzarlos en una pelea cuerpo a cuerpo (cuyo
resultado, dado que Stark se despoja de su armadura, está inevitablemente a
favor del Capitán) que a la postre no resuelve nada, es forzado y,
probablemente, obligado por la propia dinámica del género, que exige encajar
siempre alguna secuencia de acción (ya lo dije antes, veinte páginas de
conversación, por interesante que sea, no vende). En cualquier caso, cuando los
dos antiguos amigos se separan en la última viñeta, dándose la espalda, con las
ruinas de la Mansión de fondo y recordando un momento del pasado que significó
mucho para ambos, es inevitable sentir tristeza y pesimismo.
No mucho que destacar en el apartado gráfico. Tanto el entintador Mark Morales como el colorista Morry Hollowell estaban trabajando simultáneamente en “Civil War” por lo que este número mantiene una coherencia gráfica con la serie principal. Aunque la pelea cuerpo a cuerpo del clímax está resuelta con cierto agarrotamiento en las figuras, hay que reconocer que Haun sale airoso del desafío que suponía realizar tantas páginas de “cabezas parlantes”, consiguiendo imprimir un buen ritmo de lectura gracias sobre todo a la inserción de flashbacks bien escogidos.
“Casualties of War” es, en resumen, un comic bastante extraño en tanto que parece más importante y mejor escrito que el propio evento del que dimana.
(Finaliza en la próxima entrada)
De acuerdo con lo que dices. Este evento estuvo muy mal perpetrado.
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