30 nov 2022

1979- MICRONAUTAS – Varios autores (y 4)


(Viene de la entrada anterior)

Cuando en agosto de 1982 apareció el número 48 de “Los Micronautas”, los seguidores de la colección tuvieron por fin la sensación de que estaba recuperando el pulso de la etapa inaugural con Mantlo y Golden. Un año antes, Mantlo había escrito un Anual de “Rom” en el que varias páginas habían sido dibujadas por un joven artista de 19 años, Jackson “Butch” Guice, imitando el estilo de Pat Broderick. A Mantlo le gustó su trabajo y se lo recomendó al editor de “Los Micronautas”, Al Milgrom, como nuevo dibujante regular de la colección.

  

Esta nueva etapa comenzaba pisando fuerte, con Microtrón y Nanotrón sacrificándose para que Rann y Devil pudieran regresar al Microverso y dándole al Biotrón clónico los recuerdos y experiencias de la nave original. El Comandante Rann se fusionaba mentalmente con ella envejeciendo físicamente en el proceso. Demonio es atacado y asesinado por los últimos vampiros de la isla, pero su muerte supondrá un nuevo comienzo para Fireflyte. Y es que el uno y la otra, tal y como se descubrirá en el nº 50, resultan ser dos fases distintas de la misma forma de vida. Mientras tanto, Biotrón atraviesa el Muro Espacial y tanto él como Rann deben encontrar la forma de mantener la integridad de esa barrera dimensional para impedir que tanto el Microverso como el Macroverso resulten destruidos a resultas de la batalla con los demonios guardianes acontecida en el número 34.

 

En Mundo Hogar, el Príncipe Argón se prepara para desposar a Belladonna/Slug mientras su hermana Mari trata de sabotear la Torre Climática, que controla el clima de la Primera Zona de Mundo Hogar, convenciendo a Huntarr para que la ayude en la tarea. Los otros Micronautas y rebeldes, entretanto, se ven obligados a rendirse para luego descubrir que Argón se ha convertido, una vez más, en el cuerpo anfitrión del Barón Karza. Éste acabará convertido por los Viajeros del Tiempo en un humano normal tras comprender que poseer la Fuerza Enigma significaría no tener nada ya que conquistar. Esta vez, sin embargo, el Comandante Fuerza no sobrevivirá a la posesión. De hecho, en esta saga perecerán bastantes de los personajes secundarios a manos del déspota Karza, entre ellos Slug, Belladona y el Príncipe Pharoid.

 

Con Karza más poderoso que nunca y la Fuerza Enigma sorda a las súplicas de Rann y Fireflyte para que intervenga, los Micronautas, liderados por Marioneta, se ven obligados a huir y buscar ayuda por el Microverso para reunir un nuevo ejército. Sus viajes les llevarán a lugares como Mundo Prisión, cuyos habitantes, prisioneros políticos de Karza, se comportan como gangsters de las viejas películas de Hollywood; o el planeta helado Nunca Verano. Los Micronautas, que han acogido como nuevo miembro a Huntarr, incluso contactan con los Insectivóridos y los vagabundos espaciales en que se han convertido los compatriotas de Acroyear, cuya líder, Cilicia, está embarazada de un hijo del que ahora consideran traidor.

 

A diferencia de lo que había sido la tónica con sus anteriores colaboradores gráficos, Mantlo mantuvo desde el principio una perfecta sintonía con Guice. Éste no sólo se sentía muy agradecido por la oportunidad que le había brindado aquél, sino que se había contagiado del entusiasmo que su compañero transmitía por el oficio de crear historias. Ambos conversaban por teléfono varias veces por semana sobre los pormenores de la aventura en curso o los planes que Mantlo tenía para los siguientes meses.

 

Y entonces, surge un nuevo proyecto relacionado con los Micronautas que añade un nuevo nombre a su historia: Chris Claremont. Se trata de la miniserie de cuatro números (octubre 83-enero 84) que reuniría a los aventureros espaciales con los X-Men, el grupo estrella de Marvel en ese momento gracias a la dirección que como guionista les había impreso Claremont. La idea provino originalmente de Bill Mantlo, que quería aprovecharse de la popularidad de los mutantes para atraer nuevos lectores a los Micronautas. Él guionizó las partes de la miniserie centradas en sus personajes y Claremont las de los suyos. El dibujo corrió a cargo de Jackson Guice, entintado por Bob Wiacek y Kelley Jones.

 

En esa historia, el Comandante Rann y el Barón Karza se aliaban para combatir una amenaza fenomenal, conocida como la Entidad y que más adelante se revelará como la encarnación del lado más oscuro de la psique de Charles Xavier. Este ser ha reunido un gran ejército y se dedica a destruir mundos en el Microverso. Tan grande es su poder que los Micronautas y Karza se ven incapaces de derrotarlo y mientras los primeros son hechos prisioneros y sometidos a tortura psíquica, Karza, a bordo de la nave Biotrón, escapa hacia el Macroverso siguiendo el rastro energético de la Entidad hasta llegar a la Escuela de Mutantes de Xavier. Allí, Karza es capaz de plantar cara a los Nuevos Mutantes y los X-Men antes de, secreta y accidentalmente, trasladar su mente al cuerpo de Kitty Pryde –y la de esta al suyo, si bien él sigue manteniendo el control-.

 

Lo que sigue es, como de costumbre, una batalla desesperada en tres planos diferentes: el astral, el Microverso y la Tierra, al término de la cual, Xavier recobra el control de su mente; Karza –una vez recuperado su cuerpo y Kitty el suyo- ve contrarrestadas sus maniobras para aprovecharse de la crisis; y mutantes y Micronautas regresan a sus respectivos universos para continuar sus vidas, que en el caso de los segundos consistirán en preparar el enfrentamiento final contra su némesis.

 

Es una miniserie entretenida y épica, con un concepto intrigante y algunas escenas psicológicas bien planteadas. Por desgracia, tiene también bastantes puntos mejorables, empezando por el villano, una entidad puramente perversa que se regodea en el dolor y la destrucción; lo que significa que no tiene objetivo ni motivación, es decir, aquello que le podría aportar matices y convertirlo en un personaje interesante que pudiera beneficiarse de algún giro de guion inesperado. Por otra parte y como suele ser habitual en este tipo de proyectos que reúnen a dos grupos de superhéroes, no hay lugar ni momento para poder destacarlos como individuos fuera del equipo en el que están integrados o atender a su caracterización. Lo único que importa es la acción. Por último y de acuerdo a la sensibilidad actual, resulta un tanto incómoda la representación de adolescentes como Kitty Pryde o Danielle Moonstar como objetos sexuales, como si mujeres adultas como Marioneta o Tormenta fueran ya demasiado crecidas para estimular la libido de los guionistas.

 

Jackson Guice hace un trabajo razonablemente sólido teniendo en cuenta su todavía escasa experiencia (recordemos que apenas tenía 23 años) y que debía dibujar una veintena de personajes en un considerable número de entornos de lo más diverso que iban desde la Sala de Peligro hasta batallas espaciales pasando por naves o paisajes psíquicos.

 

Volviendo a la colección regular de “Los Micronautas”, el número 58 (mayo 84) marcó la despedida de Bill Mantlo. Su última historia, dibujada por un Guice en plena forma y más espectacular que nunca, arrancaba directamente desde el final de la miniserie con los X-Men. Los Micronautas volvían a su Microverso gracias a la canción de Fireflyte para encontrarse con que el Barón Karza había destruido prácticamente todo Mundo Hogar. Entre las ruinas humeantes y los cadáveres, el Comandante Rann y sus camaradas luchan con valentía contra las monstruosas criaturas de su enemigo.

 

Debilitada por el esfuerzo de devolver a sus amigos a su dimensión y aturdida por el horror que allí han encontrado, Fireflyte se transforma en un capullo donde fundirse con la Fuerza Enigma. Al final, la princesa Mari, enfurecida por la pérdida de su familia y su hogar, hunde su puñal en el corazón de Karza, matando al tirano. Gentes de todo el Microverso acuden para comprobar que, efectivamente, ahora son libres para seguir su destino. Este espléndido comic de despedida termina con unos traumatizados y agotados Micronautas esperando algún día sanar sus mentes tanto como sus cuerpos y embarcándose en su nueva nave, la Endeavor II, montada a base de restos de la batalla con Karza, para seguir explorando los misterios del Microverso.

 

Este episodio fue un sobresaliente fin de etapa y una emotiva despedida tanto para Bill Mantlo, que había dirigido a los Micronautas desde su génesis, como para Jackson Guice, quien había encontrado en esta colección su primer trabajo regular en la industria del comic y una experiencia que siempre recordaría con cariño. Su colaboración había sido tan satisfactoria que ambos acordaron continuarla en otro proyecto también ambientado en el espacio y también publicado por Marvel, pero bajo su sello de Novelas Gráficas: “Piratas del Espacio” (1984), de la que ya hablé en su entrada respectiva.

 

La colección bien podría haber finalizado en este número… o en el siguiente y último de esta etapa, el 59, escrito por Peter B.Gillis y dibujado por Kelley Jones-que ya había entintado los lápices de Guice de los números 54 al 58- en lo que ya apuntaba iba a ser su llamativo estilo tenebrista por el que se haría famoso en títulos como “Deadman” o “Batman”. Esta historia no fue sino un epílogo del primer volumen y un prólogo para el siguiente, que debutaría en octubre de 1984 con el título “Micronauts: The New Voyages”.

 

El equipo responsable de esta nueva etapa estuvo compuesto por los mencionados Gillis (que venía de escribir números sueltos de “Pantera Negra”, “Marvel Two-in-One”, “Capitán América”, “Marvel Fanfare”, “Supervillain Team-Up”) y Jones, que dibujaría 17 de los 20 números de que constaría (Rod Whigham le sustituiría en el número 6 y Howard Bender en el 17 y 19).

 

Inicialmente, Jones rechazo el ofrecimiento que le hizo el editor Ralph Macchio, dado que su experiencia era mínima (su primer trabajo publicado, como entintador, había sido precisamente en “Micronautas” nº 52, tan solo seis meses antes) y, además, sólo pasando a tinta el trabajo de Guice. El único comic que había dibujado había sido el último de “Los Micronautas” y no creía tener las habilidades narrativas necesarias para encargarse de una serie regular. Además, lo único que le interesaba era conseguir trabajos esporádicos de entintador con los que pagarse la universidad (tenía 22 años). Pero Macchio supo ser convincente: le aseguró que sabía reconocer el talento cuando lo veía y que se le prestaría la ayuda necesaria. Así que Jones cambió de opinión y, con ella, su vida profesional. Gracias a su talento y al apoyo del minucioso entintado de Bruce Patterson, “The New Voyages” mantuvo una calidad gráfica nada despreciable a tenor de la bisoñez de su responsable gráfico.

 

Aunque Gillis había recibido el visto bueno de Mantlo para encargarse del segundo volumen de los Micronautas, su enfoque era muy diferente. Gillis respetaba el legado de su predecesor pero quería escribir una colección de ciencia ficción que no consistiera exclusivamente en contar una guerra entre un tirano imperial y un grupo de rebeldes. Como aficionado al género, Gillis experimentó con conceptos como un planeta con atmósfera láser o una galaxia con forma helicoidal. No tuvo, de todas formas, demasiado tiempo para desarrollar todas esas ideas porque la colección, como he apuntado, sólo acabó llegando hasta el número 20 y nunca contó con el mismo apoyo de la editorial que había gozado la serie original. Así, aunque el plan inicial había sido lanzar la nueva cabecera en un formato doble y exclusivo para tiendas especializadas, se terminó distribuyendo de la forma habitual, esto es, en quioscos y supermercados, perdiendo así el segmento de su público que mejor podía haberla entendido, disfrutado y apoyado.

 

Tras la muerte del Barón Karza en el último número de Mantlo, Mundo Hogar se ha convertido en el recordatorio muerto de una amarga victoria para los Micronautas. La cansada tripulación de la Endeavor II (Arcturus Rann, Marioneta, Bug, Acroyear, Huntarr y los roboides Biotron II y Microtron II, que albergan los recuerdos de los originales) parten en un nuevo viaje de exploración. Una avería en los motores termina con la mutilación de la mano de Rann mientras trataba de repararlos. Luego, los Micronautas llegan a los límites exteriores del espacio conocido para encontrar otro Microverso aún más enorme del que ellos procedían. Sus aventuras les llevan al encuentro de nuevas y extrañas formas de vida alienígenas, cada una de ellas conectada con unos misteriosos Hacedores.

 

Mientras tanto, los héroes sufrían un envenenamiento por radiación y reclutaban nuevos miembros para la tripulación, como la metamorfa Solitaire. Un ser  –sospechosamente parecido al Alien cinematográfico- nacido de un huevo que servía de fuente energética a la Endeavor, cura accidentalmente a la tripulación atacando y disolviendo temporalmente el cuerpo de Huntarr, inmune a la radiación. A continuación, reciben un rayo transportador en el que viaja un viejo camarada al que creían muerto: Demonio. Incapaces de reformar su cuerpo, los Micronautas colocan su esencia en el cuerpo de Microtrón II antes de regresar a su propio Microverso para investigar lo ocurrido. Lo que descubren es que los Viajeros del Tiempo y la Fuerza Enigma se han corrompido y muchas razas alienígenas, incluyendo los insectivóridos, viven ahora como refugiados en el planeta Aegis mientras un nuevo enemigo amenaza la misma pervivencia del Microverso. Cuando intentan romper el Muro Espacial, Mari queda inválida y Arcturus Rann envejece los mil años que verdaderamente tiene. Sintiéndose cansado y derrotado por la traición de la Fuerza Enigma, Rann decide abandonar los Micronautas y pasar el final de su existencia en comunión con una fuerza extraterrestre.

 

“Micronauts: The New Voyages” no lo tuvo fácil a la hora de seguir los pasos de su predecesora. Para colmo, el evento “Secret Wars II”, que en 1985 incluyó a la mayoría de los comics de Marvel, obligó a Gillis a escribir una historia de enlace con el mismo (el número 16, enero 86) que, según él mismo declaró, fue el más flojo de toda la colección. Estaba centrado en el Todopoderoso, empeñado en aprender el valor de las buenas obras concediendo deseos; y Vástago, un nuevo miembro del equipo evolucionado a partir del grotesco alienígena nacido del huevo que antes mencioné hasta un atractivo humanoide de piel metálica y alas.  

 

A pesar de todos estos contratiempos, lo cierto es que Gillis supo darle a la serie un toque diferente al de Mantlo, con historias originales y más oscuras que encontraron su público. Pero, aunque “Los Nuevos Viajes” registraba unas ventas mensuales de entre 125.000 y 150.000 ejemplares, la editorial decidió cancelarla. Gillis y Jones hubieran deseado profundizar más en las tramas ya abiertas, pero se les dio orden de que encontraran un final para todas ellas en el número 20.

 

Se ha dicho que Marvel perdió los derechos de los personajes con excepción de Acturus Rann, Marioneta y Bug, que, como apunté al principio, habían sido creados por Mantlo para complementar los provenientes de la compañía juguetera. Sin embargo, tanto Gillis como Jones han declarado en entrevistas que “Los Nuevos Viajes” fue una de las víctimas de la escarda que realizó Marvel para hacer sitio al Nuevo Universo que preparaba Jim Shooter. Sea cual sea la verdad tras el cierre de la colección, fue el final para otra etapa de los Micronautas. En su último número, éstos se sacrificaban para salvar el Microverso utilizando los Pozos de Prometeo de Karza para, por separado, llegar a diversas regiones del antiguo Mundo Hogar, seccionadas tras un cataclismo.

 

Los Micronautas se quedaron atrapados en el limbo de Marvel hasta su regreso en 1996, cuando los mutantes Cable, Domino, Garrison Kane y Copycat son secuestrados por el Psico-Man en “Cable” nº 37 (noviembre 96). Los Micronautas supervivientes, Rann, Marioneta y Bug –que, repito, eran los únicos que Marvel podía utilizar tras perder los derechos- ayudaban al grupo de mutantes en la batalla contra el villano. El trío aparecería también en la miniserie “Tierra X” (2000), de Alex Ross y Jim Krueger; y también se publicaría un número especial, “Bug” (marzo 97), por Todd Dezago y Derec Aucoin, en el que el insectívoro del título peleaba contra Annihilus, el villano de los Cuatro Fantásticos, al tiempo que viajaba por la historia del Universo Marvel.

 

En 1998, se propuso un tercer volumen de los Micronautas. Shon C.Bury, Dan Green y el recién llegado Cary Nord (que más adelante dibujaría “Daredevil” y el “Conan” de Dark Horse) actualizaron el grupo de aventureros para una nueva generación de lectores. Se escribieron varios guiones y dibujaron varias páginas pero el proyecto no llegó a ninguna parte tras fracasar el acuerdo con Hasbro para renovar los derechos.

 

Habría que esperar al nuevo milenio para que los fans de la tripulación de la Endeavor se reencontraran con sus personajes. En junio de 2002, Image Comics y Devil´s Due Publishing lanzan una nueva serie escrita por Scott Wherle y dibujada por Eric Wolfe Hanson (lápiz), Barbara Schulz y Clayton Brown (tintas), que totalizaría once números. Arcturus Rann, que era propiedad de Marvel, es reemplazado por el terrícola Ryan Archer, mientras que Marioneta y Bug son sustituidos por Knave (último superviviente de la especie Vaerian) y Koriah (el último de los Defensores Galácticos). A partir de aquí, no merece la pena extenderse mucho más porque todos los intentos por renovar y consolidar a los personajes han sido mayormente infructuosos. El Barón Karza tendría su propia miniserie; Devil´s Due, ya sin asociarse con Image, lo intentaría por su cuenta reclutando a Pat Broderick como dibujante (tres números); IDW se hizo con los derechos y lanzó una colección que no pasó del segundo número. Y mientras tanto, Marvel integró a los tres personajes que le pertenecían (unidos en un equipo denominado Micrones y luego Fuerza Enigma) en su propio universo a través de colecciones como “Capitán Marvel”, “Hulk” o “Guardianes de la Galaxia”.  

 

Hoy, la etapa inicial de “Los Micronautas” ha alcanzado estatus de comic de culto, entre otras cosas por las dificultades para reeditarlos debido a la pérdida de derechos y la mezcla en sus páginas de personajes Marvel con otros propiedad de Hasbro, como por la calidad de las historias que realizó Mantlo tanto con Michael Golden como con Jackson Guice. Un tebeo que ejemplifica a la perfección el trasvase de ideas de un medio a otro (en este caso, de juguete a comic) y que, aprovechándose del furor por la space opera que levantó Star Wars, supo ir más allá y aventurarse por terrenos más osados y originales de los que Lucas supo imaginar para sus películas. 

 

 

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