21 oct 2022

2018- CONAN – EL COLOSO NEGRO – Vincent Brugeas y Ronan Toulhoat

Conan, hoy figura prominente del panteón de la cultura popular, fue originalmente un personaje literario cuyo debut se produjo en las páginas de la revista pulp “Weird Tales” en diciembre de 1932, con la historia titulada “El Fénix en la Espada”. A partir de ese momento, su autor, Robert E.Howard, publicaría hasta su suicidio en junio de 1936 otros 21 relatos del guerrero bárbaro, ambientados en diferentes momentos de su ajetreada existencia. Otros escritores continuarían su trabajo, completando borradores que Howard dejó incompletos y transformando otros de género histórico a espada y brujería. Lyon Sprague de Camp fue quizá el más prominente de estos sucesores con una serie de pastiches que alteraron en cierta forma el espíritu original del personaje.

 

Pese a lo que muchos creen, a Conan no se le ha conocido como “El Bárbaro” sino como “El Cimmerio”, porque sus aventuras transcurrían en un pasado mítico muy remoto, la Era Hiboria, entre la destrucción de la Atlantis y el nacimiento de Sumeria y el antiguo Egipto. Su lugar de origen era Cimmeria, un territorio montañoso y salvaje localizado al norte de ese mundo pretérito que aún no había alcanzado la configuración geográfica del nuestro. Tanto los cuentos y novelas como posteriormente los comics, fueron narrando diferentes episodios de la vida de Conan en completo desorden, como si él mismo los rememorara durante una charla de taberna en el ocaso de su vida. Es el lector y los estudiosos quienes deben colocar cada pieza en su lugar para tener una visión ordenada y de conjunto de su apasionante existencia, que lo llevó a ser vagabundo, ladrón, mercenario, pirata, bandido, general y, finalmente, rey de la más poderosa nación del mundo hibóreo.

 

Conan experimentó un resurgir popular en los años 60 del pasado siglo del que ya no se ha bajado y sus aventuras han sido trasladadas a los comics (primero de Marvel y más adelante Dark Horse para terminar de nuevo en Marvel), los juegos de rol y cartas, dibujos animados, videojuegos y cine. Un personaje, en fin, que ha dado mucho dinero y que es muy jugoso para cualquier compañía que pueda poseer sus derechos.

 

Pues bien, desde 2006, las primeras historias escritas por Howard han pasado en Europa a estar en el dominio público (en Estados Unidos esto no sucederá hasta 2031), situación que, a partir de 2018, aprovechó la editorial gala Glenat para lanzar una colección de doce álbumes (ampliados a trece a día de hoy), sin seguir un orden cronológico definido y en los que diferentes equipos creativos, en un formato de gran tamaño y lujosa edición, adaptarían esas historias iniciales que ayudaron a cimentar la fama del cimerio.

 

Hasta la publicación de estos álbumes, quienes conocían al personaje sólo habían tenido dos referentes visuales del mismo. Por una parte, el que encarnó en la gran pantalla Arnold Schwarzenegger en la película dirigida por John Millius en 1982. Por otra, el bárbaro musculoso y torva mirada que Roy Thomas y John Buscema imaginaron para los comics y que, en buena medida, definió la imagen de Conan durante todos los 70 y 80 (el Conan dibujado por Barry Smith, siendo universalmente aclamado y teniendo una calidad artística sobresaliente, a la postre fue mucho menos influyente). Añádanse a esto las inconfundibles ilustraciones que Frank Frazetta realizó para las portadas de las novelas que en los 60 editó Lancer Books y que vendieron millones de ejemplares.

 

Son todos estos competidores muy fuertes que han estado en el mercado durante muchas décadas. Pero Glenat no sólo no se amilanó sino que, como he dicho, se atrevió a enfocar al personaje de una manera distinta, dejando libertad creativa a autores de prestigio para que ofrecieran su propia visión de Conan y su mundo, eligiendo las historias con las que sintiesen más afinidad y sin necesidad de ceñirse al canon establecido por los norteamericanos. La primera entrega fue “La Reina de la Costa Negra”, a cargo de Morvan y Alary. La segunda, a cargo del guionista Vincent Brugeas y el dibujante Ronan Toulhoat, fue ”El Coloso Negro”.

 

La historia se abre con la intrusión de Shevatas, un famoso ladrón, en la ciudad abandonada de Kutchemes, atraído por las leyendas sobre un fabuloso tesoro oculto entre sus inquietantes ruinas. Sus antiguos habitantes levantaron una sofisticada y próspera civilización liderada por los Reyes Hechiceros, cuya magia negra, sin embargo, no pudo resistir el embate de los bárbaros kothios, que atacaron la ciudad dejando solo ruina y desolación. Shevatas encuentra la sala del tesoro y vence a la serpiente gigante que lo custodia. Pero cuando ya cree estar a salvo y nadando en riquezas, su presencia despierta al último Rey Hechicero, Thugra Khotan, que absorbe su fuerza vital.

 

Unos meses después, encontramos a Conan en la ciudad-estado de Khoraja, trabajando como capitán de los mercenarios que ayudan a este pequeño territorio a resistir los intentos de anexión tanto de Koth como de Shem, sus reinos vecinos. Una noche, se topa casualmente con la princesa regente, Yasmela, a la que se le ha profetizado que el primer hombre que encuentre por las calles de la ciudad salvará su reino. Nombra a Conan general de sus ejércitos y éste decide salir al encuentro del peligro, que en este caso son unas hordas de rebeldes shemitas y estigios bajo el mando de Nathok, que están sembrando el terror por la región. Conan, en su primer mando importante –lo que le hace dudar de su capacidad y sentir sobre sí una gran responsabilidad- no sólo tendrá que enfrentarse al ejército enemigo sino al hechicero que lo acompaña, el redivivo Thugra Kohtan, que usa su magia negra para ayudar a Nathok, al que utiliza como herramienta para levantar de nuevo su imperio del mal.

 

Lo primero que llama la atención de este álbum, obviamente, son sus espectaculares páginas, dignas herederas de los mejores artistas que en el pasado dibujaron Conan. Toulhoat opta por un estilo naturalista, asentado en la realidad incluso en las escenas con elementos más fantásticos, como la ciudad de Kutchemes o la intervención de la magia durante la batalla. Quizá lo más llamativo sea el aspecto del propio Conan, que no se parece nada a sus precedentes gráficos o fílmicos. Aunque sigue teniendo una gran presencia física, quizá carece del carisma de las versiones de Buscema o Smith.  

 

A destacar tanto la escena de apertura en la ciudad semienterrada en la arena, con esa yuxtaposición de imágenes en las que se muestra el presente y el pasado glorioso de la misma, el uno en color y el otro en blanco y negro. Un efecto inteligente, económico y eficaz. Asimismo, las escenas de batalla están resueltas de manera clara y muy física: se entiende la disposición y movimientos de los ejércitos en las diferentes fases del choque y los combates cuerpo a cuerpo transmiten la imaginable sensación de caos, esfuerzo físico, furia, miedo, violencia y muerte. El diseño general (vestuario, arquitectura, decoración, paisajes…) es asimismo impresionante por su riqueza y nivel de detalle.

 

La adaptación, no obstante, contiene ciertas alteraciones respecto al cuento original, algunas de ellas interesantes y otras innecesarias o incluso perjudiciales. Entre las primeras, encontramos algunos personajes nuevos que no aparecían en la historia de Howard, básicamente compañeros mercenarios de Conan que con sus charlas y pullas contribuyen a humanizarlo, dándole a él y a los lectores alguien por quien preocuparse. La princesa Yasmela se ajusta peor al rol de damisela en peligro que en el escrito original. No es que su papel en la historia o sus líneas de diálogo sean diferentes, pero la forma en que se desenvuelve en las escenas la retrata como alguien con mayor personalidad y más control sobre su destino. Arriesga su vida cuando, secuestrada por Thugra Khotan, informa a Conan de que el hechicero ha sido abandonado por sus dioses y cuando se entrega al cimmerio al final, no lo hace como una mujer desesperada sino como una princesa consciente de su poder. Asimismo, los dioses oscuros a los que sirve el rey hechicero están muy eficazmente dibujados como una especie de oscuro enjambre siempre móvil.

 

Por otra parte, hay un pequeño error de coherencia en el que, por otra parte, resulta fácil caer. “El Coloso Negro” narra la resurrección de un hechicero que ha dormido durante tres mil años en la ciudad desierta de Kutchemes. El brujo se convierte en un profeta, reúne a su alrededor un ejército e inicia una campaña militar contra las naciones civilizadas del mundo hibóreo. Es al último episodio de esa guerra al que asistimos, y cuando finalmente Thugra Khotan es derrotado en la frontera con Khoraja y secuestra a la princesa. En el libro, el brujo primero alcanzaba un pequeño y ruinoso templo estigio en el desierto. En el comic, cabalga todo el trayecto hasta Kutchemes perseguido por Conan, que llega allí al cabo de lo que parecen ser sólo unas cuantas horas. El problema es que esa ciudad está a cientos de kilómetros del lugar de la batalla, tal y como muestra el mapa que acompaña al álbum. Es mucho más dramático que la confrontación final entre el héroe y el villano tenga lugar donde éste renació, pero geográficamente es un sinsentido.

 

Hay otros cambios. La escena en la que Yasmela es acosada todas las noches por el espíritu maligno de Thugra Khotan y aquella en la que acude a suplicar ayuda al dios Mitra se eliminan del comienzo para colocarlas más adelante en un flashback. Esta decisión es un error. En primer lugar, porque en su posición original en el relato ayudaban a establecer de partida la naturaleza demoniaca del lazo que unía la princesa con el brujo y explicaban mejor su determinación por ir a la guerra y acompañar personalmente a las tropas. Y, en segundo lugar, explica mucho mejor desde el principio por qué le entrega el mando del ejército a Conan (aunque le dice que es por un consejo de Mitra, en el posterior flashback queda más claro su desesperación al acudir en busca de auxilio de una deidad que no es la adorada mayoritariamente en su reino (Isthar))

 

Antes de toparse con Yasmela, Conan abandona voluntariamente la juerga que se estaba corriendo con sus amigos, algo que ni estaba en el relato original (donde le tienen que obligar a marcharse de la taberna) ni está en el espíritu del personaje. A Thugra Khotan se le presenta como un “simple” brujo y no tiene el aspecto horriblemente putrefacto que llevó a Nathok a cubrirle el rostro en el original literario. Este es un cambio innecesario que le resta un punto de terror fantástico a la historia. En el relato de Howard, el príncipe estigio Kutamún era un adversario temible a la altura del cimerio. En esta adaptación, por el contrario, no deja de ser otro gigantón con espada en un campo de batalla al que Conan se quita de enmedio con relativa facilidad.

 

En general, peso a estos cambios discutibles, “El Coloso Negro” es una buena adaptación del relato de Howard. Brugeas y Toulhoat capturan toda la magia, épica y violencia del mundo hibóreo, manteniéndose aceptablemente fieles a aquél y creando una atmósfera pesada y angustiosa. La narrativa, diseños y detalles del dibujo son impresionantes y la puesta en escena permite una lectura fácil y amena. Ahora bien, pese a contar con una narración más controlada y una mayor ligereza en los textos que permite brillar más al dibujo, como fan veterano me resulta difícil situar esta adaptación por encima de la que originalmente realizaron Roy Thomas, John Buscema y Alfredo Alcalá para “La Espada Salvaje de Conan” nº 2 (octubre 74), un tebeo extraordinario en el que ese equipo creativo se encontraba en estado de gracia.

 

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