(Viene de la entrada anterior)
Como es habitual en los comics escritos por Yann, las referencias históricas son igualmente abundantes y precisas. Se menciona la 28 División SS Valonia y la Legión Valona organizada por el rexista Leon Degrelle; también el terrible campo de concentración belga de Breendonck y el movimiento de la Resistencia tiene un papel importante en la trama. Una atractiva nazi tiene un nombre que evoca el del padre de Hitler (Chickengrüber en el álbum, Schicklgrüber en la realidad) antes de que tomara el de su padre adoptivo. Un cine proyecta la película alemana antisemita “The Jew Süss”. Aparece también Jean Doisy (aunque Schwartz le da equivocadamente los rasgos de Jijé), que además de ser editor jefe de “Spirou” fue miembro activo de la Resistencia durante la guerra. Se reflejan los problemas cotidianos de los belgas durante la ocupación, desde el racionamiento al toque de queda pasando por la escasez de combustible y el estraperlo. Los prisioneros de la Resistencia en los calabozos de la Gestapo discuten sobre si Hergé es o no un colaboracionista por seguir publicando Tintín en “Le Soir Volé”….
Hay aspectos, no obstante, que son poco exactos
históricamente, bien sea porque la erudición de Yann, como la de cualquiera,
tiene sus límites, bien porque conscientemente cometió esas transgresiones para
contar lo que deseaba. Así, por ejemplo, se presenta una visión hipertrofiada
de la Resistencia, que nunca fue capaz de mostrarse abiertamente a plena luz
del día y menos aún con uniformes de campaña. Los militares alemanes son
siempre presentados como unos inútiles fáciles de engañar o abatir. Es esta una
visión superficial de la Historia que, por otra parte, es común en muchas
ficciones y que no llamaría tanto la atención de no ser porque en otros
aspectos Yann, como he dicho, sí demuestra una excepcional meticulosidad. No se
terminan de entender bien cosas como que, de los dos colaboracionistas que
aparecen en todo el álbum, uno sea de raza negra, sin dar explicación alguna al
respecto (ni los nazis ni sus asociados ideológicos en Bélgica, los rexistas,
de entre cuyas filas se reclutaban la mayoría de los colaboracionistas, sentían
simpatía alguna por la gente de color).
Hay otros dos aspectos que merecen la pena comentarse por
lo chocante que resulta encontrarlos en un comic de Spirou (aunque sí suelen
ser muy frecuentes en otros guiones escritos por Yann): el sexo y su hermano el
romance; y la violencia.
Modelo del héroe juvenil de la posguerra, Spirou, como
Tintín, nunca ha podido permitirse mostrar en sus aventuras canónicas aquellas
situaciones o elementos habitualmente considerados negativos como la muerte, la
violencia extrema, la sexualidad, la vejez o senilidad, el alcoholismo… al
menos de forma directa y explícita. Cuando era necesario para la historia, se
recurría al enfoque humorístico (ahí teníamos el borrachín de Champignac,
Dupilon) o se seguían las reglas combinadas de la comedia bufonesca y el dibujo
animado: los cuerpos se estiran, reciben golpes o sufren caídas, pero
inmediatamente recobran su estado inicial. existen, claro, algunas excepciones
obligadas por la propia historia, como en “La Máscara” (1956), donde Spirou
queda amnésico a resultas de una horrible caída desde un acantilado; o en “La
Feria de los Gangsters” (1958), durante la etapa de Franquin y más explícito en
la de Fournier (“El Ankú”) y la de Tome y Janry. Sólo gracias a que “Una
Aventura de Spirou Por…” es una colección alternativa y no la oficial, los autores,
si se atreven, tienen cierta libertad para mostrar más de lo tradicionalmente
permitido.
Por una parte, tenemos el personaje de la nazi Ursula, que
primero trata de seducir descaradamente a Spirou y que luego lo consigue con
Fantasio, que se despierta en cama ajena tras una noche de sexo y alcohol para
ver a su femme fatale vistiéndose sensualmente y yéndose a casa de una amiga
para no tener que escuchar el sonido de las ametralladoras que van a fusilar a
los prisioneros de la Resistencia. Spirou, aunque no cae en las redes de
Úrsula, si se queda prendado de la joven judía Audrey (¿y quién no?), aunque la
interacción entre ambos se reduce a un afectuoso beso. Al introducir estos
diferentes aspectos de la sexualidad, Yann transgrede otro tabú del personaje,
que en su serie regular continúa siendo el santurrón de siempre.
Por otra parte, tenemos la violencia. Yann es un guionista
lo suficientemente experimentado como para comprender que, aunque tuviera
completa libertad para ello –cosa que dudo-, superar cierto umbral de violencia
explícita desvirtuaría por completo el espíritu del personaje para transformarlo
en algo irreconocible para sus aficionados. Aún así, se escenifican momentos
más duros de lo que podríamos esperar en un tebeo de Spirou, algunos de ellos,
se diría, burlando la posible censura. Por ejemplo, al principio del comic,
Spirou lanza contra una patrulla de nazis que le persiguen un depósito de
pintura con el que Fantasio iba haciendo graffitis subversivos. La explosión
resultante deja una escena dantesca, con soldados y caballos tirados por el
suelo, aunque el líquido rojo del que están cubiertos no es sangre sino pintura
roja. El resultado hubiera sido visualmente el mismo de haberse tratado de un
auténtico explosivo.
Pero tenemos otros momentos inquietantes, como esa viñeta
en primer plano en la que Spirou llora de felicidad al ver cómo los bombarderos
alemanes –y sus pilotos- son derribados por la misteriosa arma secreta; el
plano general de la estación ferroviaria sembrada de cadáveres de luchadores de
la Resistencia; la tortura de Peloduro a manos de un verdugo de la Gestapo (que
resulta ser nada menos que el Dr.Müller, el villano de un par de álbumes de
Tintín); la incineración de unos soldados alemanes tras caer en una trampa de
Spirou y la trivial observación de éste mientras mira (“Puaj, huele a salchicha
SS quemada”); el bombardeo del Hotel Moustique, con los cadáveres de alemanes
sobresaliendo de los escombros; o la humillación pública, tras la Liberación,
de las mujeres acusadas de confraternizar con los invasores… Dicho lo cual, no es este un comic que se
recree en la violencia e incluso esos momentos quedan suavizados por el limpio
y amable dibujo de Schwartz.
Pero quizá la polémica más amarga que despertó este álbum
fue la del antisemitismo, una acusación que partió en mayo de 2009 del blog de
Joann Sfar, el famoso autor francés de comic. En aquel artículo, reconocía el
talento de Yann y su gusto por la subversión, pero también subrayaba que,
aunque existiendo en el comic una tradición de deconstruir ciertos temas
utilizando la ironía, convenía leer con seriedad “El Botones de Verde Caqui”.
Para él, las versiones de Bravo y Yann son dos formas postmodernas de utilizar
los recuerdos infantiles. Si el primero coge una gramática narrativa y
conceptual antigua y la convierte en una historia compleja y moderna, Yann
elige revivir el esqueleto narrativo de álbumes clásicos, pero de una forma
perversa. Si Sfar había terminado “Diario de un Ingenuo” pletórico de amor por
el héroe y el mundo, la sensación con el de Yann fue que había desenterrado las
partes más desagradables de su legado.
En concreto y siendo él mismo de origen judío, le molestó
el tratamiento que Yann había hecho de los personajes judíos. Spirou entra en
una buhardilla y allí se encuentra con Anna Frank (con los rasgos, ya lo dije,
de Audrey Hepburn), que incluso escondiéndose de los nazis lleva bien visible
en su blusa la estrella de David amarilla que denota su origen étnico. Y,
también según Sfar: “Cuando le pide a
Spirou que le de un beso, ¿qué nos encontramos? Un momento que combina de forma
abominable la visión caricaturesca de las mujeres, el amor, los judíos, la
deportación y el despertar de la sensualidad. Es en un momento como este cuando
siento la proximidad de un auténtico anti-semitismo”.
Podría admitir a debate la acusación de banalización de la
amenaza nazi, algo que Sfar achacaba a la visión que de los mismos había dado
la película “Indiana Jones en Busca del Arca Perdida” (1981) –aunque parece
desconocer que ésta no era sino la actualización de una interpretación
frecuente de los nazis desde hacía décadas en muchas ficciones populares
norteamericanas, desde el cine a los comics pasando por la literatura de
género-. Sin embargo, focalizar su disgusto en una escena que sólo dura siete
viñetas y aplicarle la palabra antisemitismo, que en estos tiempos y lugares
puede acarrear graves consecuencias, es de todo punto excesivo. Para que exista
antisemitismo tiene que haber estigmatización, recurso a tópicos raciales con
intención maliciosa o un discurso de odio, nada de lo cual es identificable en
el álbum de Yann.
De hecho, la imagen de la joven judía es positiva. El drama del Holocausto ni se niega ni se esconde, como también la denuncia del expolio de bienes judíos que llevaron a cabo colaboracionistas belgas. Spirou se queda cautivado por la ternura de la joven y al término de la aventura regresa a buscarla sólo para enterarse de que los alemanes se la llevaron a un campo de concentración. ¿Qué hay de negativo en todo esto? En cuanto al detalle de llevar la estrella identificativa en su hogar, históricamente se puede apuntar que los registros a domicilio de los judíos empezaron a realizarse en mayo de 1942, año en que se ambienta la acción. Además y desde un punto de vista narrativo, si la muchacha no la hubiera llevado bien visible, el lector no podría comprender nada de lo que allí ocurre.
En cualquier caso, podría analizarse a fondo más este
asunto porque Yann ha utilizado a menudo caricaturas paródicas de judíos en sus
comics, como en “La Patrulla de las Libélulas” o “Los Innombrables”, siguiendo
la línea postmoderna de otros autores paródicos como Joost Swarte o Yves
Chaland, en virtud de la cual se subvierten los códigos y tópicos clásicos de
los comics, derivando, en el caso de Yann, a un ataque directo contra
instituciones a menudo consideradas intocables, como la Iglesia, el Escultismo,
la Resistencia, la propia Historia…
Al final, sólo tenemos la opinión de Joann Sfarr por un lado (vertida, además, en un blog), y por el otro un autor, Yann, que siempre ha hecho gala de un humor cáustico y un rechazo –muy francés, por otra parte- a la corrección política. Sfarr no exige acciones contra “El Botones Verde Caqui” y se limita a advertir a sus seguidores. De hecho, hay otros elementos en este comic que podrían ser merecedores de mayor crítica, bien por su ausencia bien por su tratamiento.
Por ejemplo, el tabú que existe en Bélgica respecto al
comportamiento de la clase política durante la Ocupación; la ligereza con la
que Yann aborda la tortura de la bañera, reduciéndolo a un simple gag
recurrente; o el campo de concentración de Breendonck, de donde pocos belgas
salieron vivos y donde los miembros de la resistencia eran decapitados con
hachas; en cambio, lo único que atormenta a Spirou tras haber sido detenido por
espionaje es tener que limpiar todos los días una montaña de botas militares.
Probablemente, Charles Dupuis, que apenas pudo escapar del cautiverio y cuya
familia vivió en Londres durante la guerra, o incluso Jean Van Hamme, editor de
la casa a mediados de los 80 y cuyo padre fue un soldado de la Resistencia, no
habrían permitido la publicación de este álbum. En defensa de Yann, habría que
discutir hasta qué punto puede contarse una historia escrupulosamente realista
que no evada los temas y pasajes más siniestros y, al mismo tiempo, seguir
siendo una aventura de Spirou para todos los públicos. Al fin y al cabo,
Franquin tampoco mostró en las aventuras del botones que transcurrieron en
Palombia, las crueles realidades de las dictaduras del continente sudamericano.
Polémicas aparte, “El Botones de Verde Caqui” es una lectura densa pero que se lee con fluidez y agrado, muy rica en diálogos, acontecimientos y giros, con buen ritmo y narrativamente a mitad de camino entre André Franquin e Yves Chaland. Yann respeta el legado del personaje, pero le da un tono más adulto, ambientando la acción en un entorno y época reales. Spirou sigue teniendo la fibra del héroe, audaz ante el peligro, estoico ante la adversidad (y las tentaciones sexuales), compasivo y con un gran sentido de la justicia; Fantasio es el adorable y temperamental excéntrico que todos conocemos, incapaz de ver más allá de las apariencias; y Spip es el pequeño buscabullas con una visión ácida de los acontecimientos.
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