(Viene de la entrada anterior)
En la primera etapa de la colección, años atrás, Busiek había abordado el origen de Samaritano y, con mayor profundidad aún, el de Confesor, que vienen a ser los Superman y Batman del universo de “Astro City”. Para completar la trinidad regia de los superhéroes de ese mundo faltaba el equivalente de Wonder Woman, Victoria Alada, que estaba originalmente planificado para el número 6 del volumen 1 pero que fue apartado por problemas de agenda.
Hubieron de pasar casi quince años para que Busiek encontrara el momento y el lugar para recuperar esa historia y lo hizo expandiéndola a un arco de cuatro números (7-10 del volumen 3) titulado “Victoria” y mezclándolo con una aventura que involucra también a Samaritano y Confesor y en la que la superheroina ve amenazado todo aquello que le importa, especialmente su reputación como inspiradora para mujeres de todo el mundo. Una mente criminal en la sombra utiliza a supervillanas de Astro City para manchar el nombre de Victoria Alada y acusarla de líder de una secta que lava los cerebros de las mujeres a las que atrae a sus santuarios para luego utilizarlas como peones delictivos. Primero surgen las dudas y luego las acusaciones directas, desembocando en el cierre de sus escuelas y centros de adiestramiento para mujeres en apuros.
La pérdida del trabajo de su vida hace tambalear su fe en sí misma y en su misión e incluso las fuerzas que le otorgan su poder, el Consejo de Nike (una suerte de comunión mística de los espíritus de las principales mujeres fuertes del mundo), consideran retirárselo por haber fallado a las mujeres y no considerarla ya digna del mismo. Samaritano (que, como ya quedó establecido en el primer ciclo de la colección, es su amante) y Confesor tratan de ayudarla a limpiar su nombre pero, en último término, es la propia Victoria Alada la que debe luchar por mantener viva la obra que tanto le ha costado levantar.
Como es habitual en “Astro City”, lo importante aquí no es tanto la mecánica de la ya muy vista aventura que constituye la base de la trama (la heroína acusada y perseguida víctima de una conspiración y la delgada base sobre la que se apoya la confianza de los ciudadanos hacia los héroes) como que aquélla sirve de vehículo para proyectar una mirada sobre su vida, cómo trabaja, qué le importa, qué le motiva y qué añora. Es, en el fondo, la construcción de un personaje del que sólo se habían dado pinceladas dispersas hasta ese momento. Su silueta alada y la armadura helenística que viste están inspiradas por la escultura clásica “La Victoria de Samotracia”. Su personalidad tiene todo que ver con el empoderamiento femenino, la seguridad, la fuerza de carácter y la autoconfianza. Lo que de verdad la convierte en heroína más allá de sus poderes y alineación con las fuerzas del Bien es que su principal preocupación ante la delicada situación que vive en esta aventura no reside en ella misma sino en las mujeres que habían confiado en ella y que ahora se ven desprotegidas tras el cierre de sus santuarios.
De hecho, esta es quizá una de las mejores historias que se han podido leer de “Wonder Woman”. Victoria Alada tiene el tipo de conciencia social que siempre se le ha atribuido a la superheroína de DC pero que los guionistas de esa editorial nunca se han atrevido a llevar más allá de ciertos límites. En lugar de “limitarse” a salvar el mundo de la amenaza de los supervillanos de turno y liderar con el ejemplo, Victoria se opone activamente a la sociedad patriarcal fundando centros en los que acoge, protege y educa a mujeres de todas las razas y credos que hayan sido víctimas de abusos. Como era de esperar, esta iniciativa se encuentra con la oposición de ciertos sectores sociales que aprovechan la situación que se narra en este arco para tildarla de terrorista o sectaria.
Sin embargo, en el primer episodio, acoge en uno de sus santuarios, Samotracia, al primer varón, Joey LaCroix, un adolescente varón con problemas que había oído a su tía alabar estas instituciones tras su paso por ellas. Victoria Alada tendrá que defender esta desviación respecto a la filosofía inicial de sus escuelas ante sus superiores en el Consejo de Nike, al que sólo le interesan las víctimas femeninas de abusos. De hecho, en sus inicios, Victoria solía trabajar sola y únicamente en defensa de las mujeres, pero, con el tiempo, amplió su misión a toda la Humanidad e incluso se unió a la Guardia de Honor (el equivalente en Astro City de la Liga de la Justicia).
Hay algunos puntos, sin embargo, que agrietan la solidez argumental de este arco. Como ya he dicho, los refugios fundados por Victoria Alada y sus metas declaradas de ayuda y empoderamiento de la mujer, le han atraído las sospechas, cuando no la animadversión, de ciertos sectores. Pero a estas alturas, se diría que ese detonante narrativo ha perdido credibilidad. Podría pensarse que después de todas las ocasiones en las que Victoria ha salvado a la Tierra y combatido junto a la Guardia de Honor y otros héroes, el público se lo pensaría dos veces antes de montar piquetes de protesta contra la heroína. Esta historia habría funcionado mejor de haberse colocado algo antes en la línea temporal de la ciudad, cuando Victoria era todavía una recién llegada y esta sobrerreacción de la ciudadanía hubiera tenido más sentido.
El segundo número del arco se centra sobre todo en la participación del Confesor (análogo de Batman en la serie), que se infiltra en la base de Victoria Alada para curiosear y tratar de encontrar pistas del cerebro que se esconde tras los últimos acontecimientos. Sus razones para ello deben ser el puro aburrimiento o que a Busiek le apetecía utilizarlo, porque nada se aclara realmente al respecto. Lo que hace interesante su inclusión es que en este capítulo es él quien se adueña de las cartelas de texto, utilizándolas para transmitirnos en primera persona sus pensamientos y reacciones. Desde el punto de vista del guion, es una buena táctica para evitar el estatismo o la perspectiva única.
Pero, por otra parte, el Confesor también genera sus propios problemas en el sentido de que una vez finalizada la canónica pelea con el Samaritano por el tópico malentendido y que todo el mundo vuelve a ser amigo, es necesario recordar que aquí de lo que se trata es de la historia de Victoria Alada, pero ésta se ve obligada a articular en voz alta todos sus pensamientos dado que hay una regla no escrita en base a la cual sólo un personaje por número puede hacer uso de los cartuchos de texto. Como he dicho, conocer en primera persona la perspectiva de un tercero, es una herramienta interesante, pero también restrictiva. Victoria Alada es un personaje que, teniendo en cuenta su importancia dentro del panteón superheroico de Astro City, ha disfrutado de muy poca exposición y arrebatarle el control de su historia parece injusto. Incluso la portada de este número parece reflejar esto, con una esposada Victoria en el fondo mientras Samaritano y Confesor se aporrean en primer plano; un momento que, dicho sea de paso, carece de auténtico peso en el corazón de la historia y cuyo único propósito parece ser el de suministrar la esperable acción superheroica y, quizá, introducir un par de posibles hilos narrativos para el futuro del Confesor. Ojo, no es que estemos ante un mal episodio. Simplemente, parece que Busiek, en aras de rellenar los cuatro números de que debe constar este arco, distrae la atención de quien debería ser la protagonista absoluta del mismo y la relega temporalmente a personaje secundario.
Afortunadamente, ese traspiés es enmendado en el siguiente episodio, donde, tras derrotar fácilmente a la Legión de Hierro y desoír el consejo de Samaritano y Confesor de ocultarse tras su antigua identidad civil, Victoria Alada sigue la voz que ha estado escuchando en su mente desde que empezó la crisis. Ésta resulta ser la de una de las mujeres que componen el Concilio de Nike y que va a ser la protagonista de facto de este número, contando su niñez como japonesa-americana internada en un campo de concentración en la Segunda Guerra Mundial y luego cómo se labró una carrera profesional de éxito y se convirtió en una activista social.
Sería fácil calificar a este episodio como una distracción, algo similar al anterior: no del todo esencial para la historia nuclear sino algo de relleno para alcanzar la extensión deseada del arco argumental. Aunque puede que algo de esto haya, lo que aquí se cuenta sí puede asimilarse como una parte orgánica y bien integrada en el recorrido de Victoria Alada ya que pone el foco en acontecimientos que la afectarán directamente en lugar de marginarla en favor de otros personajes ajenos a su problema actual.
Como había sido el caso del episodio anterior, los textos de apoyo se llenan, por un lado, con la voz del “poder místico” que la alimenta y, por otro, la del Samaritano y Joey La Croix, el adolescente acogido en Samotracia. Aquí este recurso funciona mejor que la última vez, ofreciendo al menos una especulación sobre los pensamientos de Victoria Alada desde la perspectiva de alguien cercano a ella en lugar de un extraño. Con todo, hubiera sido deseable tener algo más de información directa sobre lo que pasa por la mente de quien, en último término, es la protagonista. Es además cuestionable que en una historia que supuestamente trata sobre un personaje feminista y fuerte, sólo uno de cada cuatro narradores sea siquiera mujer.
El número 10, último del arco que nos ocupa, nos cuenta la confrontación final de Victoria Alada con Karnazon, el villano responsable de la denigración de su nombre. Como cierre, no es nada particularmente memorable y cualquiera que espere encontrar combates épicos donde se juega el destino de todo un universo, se sentirá decepcionado. También es cierto que el lector con tales expectativas ha ido a parar a la colección equivocada, porque “Astro City” nunca se ha preocupado tanto de la acción como de los personajes y las ideas. Y este número es el ejemplo perfecto de esto.
Y es que, aunque la amenaza directa, el supervillano a encontrar y vencer (con un diseño realmente ridículo, una mezcla entre Nuevo Dios kirbyano y el payaso de MacDonalds) sea el mencionado Karnazon, el auténtico conflicto está en otra parte: entre Victoria Alada y el Concilio de Nike. Éste, temiendo que su campeona se haya desviado demasiado de su misión original (criticando su relación con Samaritano y su asociación con la Guardia de Honor), amenaza con retirarle sus poderes y devolverla a la triste vida que llevaba antes.
En muchos aspectos, este número plantea el choque o, al menos, la crítica, de algunos de los planteamientos feministas más radicales. El Concilio amonesta a Victoria alada por aliarse con hombres, afirmando que las mujeres deben ser fuertes por sí mismas, que la independencia absoluta es sinónimo de fortaleza. La heroína se enfrenta a sus “patrocinadoras”, rechazando semejante forma de pensar y defendiendo que, habiendo momentos en los que se debe luchar en solitario, trabajar como parte de un equipo y codo a codo con hombres en una relación de iguales, es un rol femenino tanto o más importante. La cooperación con hombres no disminuye su talla como ejemplo para las mujeres y símbolo del poder femenino.
Se esté o no de acuerdo con estos planteamientos, es refrescante ver que un comic mainstream tome postura en un tema tan potencialmente polémico, arriesgándose a perder el favor de ciertos lectores. A menudo, los comics norteamericanos de superhéroes prefieren seguir la senda segura pero, una vez más, “Astro City”, elige ser diferente.
Además, es igualmente bienvenido que el status quo de “Astro City” sea menos rígido que el de los comics de la competencia. Al final de este arco argumental, han cambiado varios puntos importantes del mundo de Victoria Alada y otros personajes secundarios también han evolucionado, haciendo de esta historia algo más completo y relevante que si todo hubiera concluido con la típica restauración al perfecto statu quo inicial. Lo sucedido ha contribuido a hacer de ese mundo algo mejor, lo que siempre es reconfortante para los aficionados al género de la vieja escuela.
Como resumen, podemos decir que, aunque con algunos tropiezos, “Victoria” puede calificarse de tal. De haberse concentrado en lo esencial y contarlo en sólo un par de números, Busiek y Anderson (del cual no voy a añadir nada que no haya dicho ya en entradas anteriores porque sigue en la misma línea) habrían ofrecido uno de los arcos más interesantes de la colección.
El volumen recopilatorio que incluye esta historia se completa con un episodio más, el 11, que cuenta una historia autoconclusiva y que nada tiene que ver con los anteriores. “Astro City” es una serie (y una ciudad, claro) poblada principalmente por arquetipos. Aunque en su universo podemos encontrar un puñado de héroes y villanos originales, en su mayor parte éstos son variaciones de otros ya muy conocidos y pertenecientes a Marvel o DC. Esto no es un desdoro. Al contrario. Busiek, Anderson y Ross siempre han estado más interesados por la gente ordinaria que por los superhéroes con los que conviven y, de hecho, en muchas historias éstos no son más que el aderezo.
Ese es el caso de “La Secretaria de la Hechicera”, que ofrece una variación en femenino del Doctor Extraño y su sirviente Wong. Esta identificación es inmediata nada más abrir el comic, pero una vez se asume ese evidente guiño, este número 11 demuestra ser un buen tebeo, sencillo y eficaz aun cuando se limite a aplicar una fórmula ya muy ensayada por los autores en esta misma colección.
La protagonista es Raitha, ayudante y secretaria de la Erudita de Plata, hechicera suprema de nuestro mundo. En el curso de una jornada de trabajo cualquiera, Raitha debe ordenar y preparar todos los compromisos de su jefa, lo que habitualmente significa encontrar, enviar o utilizar antiguos grimorios, runas y objetos de poder místico, así como lidiar con seres mágicos y extradimensionales.
Como decía, es un número elaborado con los ingredientes clásicos de la serie: una persona normal y corriente que vive y trabaja en un mundo extraordinario en el que debe tratar, por ejemplo, con un minotauro enorme con una barba de abejas vivas. Hay un conflicto de por medio (un importante acontecimiento místico al que la Erudita no puede acudir y que Raitha debe solucionar como buenamente puede) pero en su mayor parte este número es un vistazo a la vida privada y cotidiana de un ciudadano de Astro City.
Precisamente por eso, no destaca demasiado ni lleva a la colección por derroteros nuevos o particularmente interesantes. Es como escuchar a un guitarrista consumado tocar sin esfuerzo uno de sus temas favoritos: agradable pero no extraordinario. Con todo, tras los acontecimientos mucho más relevantes narrados en el arco precedente, este interludio supone un momento de descanso, un regreso a la “normalidad” y a las bases fundamentales de la colección antes de la siguiente gran aventura.
(Continúa en la siguiente entrada)
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