Aunque sus dos primeros comics, realizados mientras estudiaba en la Escuela Superior de Imagen de Angouleme, ya arrojaban pistas de que podía convertirse en un autor personal y con cosas interesantes que decir, fue con su tercera obra, “Esos Días que Desaparecen”, lanzada por Glenat en 2017, que Timothé Le Boucher ganó notoriedad, premios y críticas entusiastas. Se trataba de un thriller psicológico protagonizado por un muchacho con desórdenes de personalidad. En “El Paciente”, Le Boucher regresa al mismo género con una historia aún más turbia y claustrofóbica.
Una noche, en un pequeño pueblo, una patrulla de la policía encuentra merodeando por las calles a una joven cubierta de sangre y con un cuchillo en su mano. Uno de los agentes la reconoce como la joven hija de los Grimaud, unos vecinos de no muy buena fama. Tras llamar refuerzos, la policía llega al domicilio familiar y descubre un panorama dantesco: todos los miembros de la familia han sido salvajemente apuñalados. Sólo hay un superviviente, el adolescente Pierre, cuyas graves heridas le dejan sumido en un coma de seis años.
Cuando despierta en la cama de un hospital, lo único que recuerda el ya no tan joven Pierre son extraños sueños protagonizados por su hermana Laura, a la que en su día se culpó de la matanza y que nunca llegó a recuperar la razón antes de suicidarse. La doctora Ana Kieffer, una psicóloga, que había tratado tiempo atrás a Laura, es llamada para encargarse del caso. Aquellas sesiones le hicieron pensar que quizá la traumatizada joven no fuera la responsable después de todo. A través del tratamiento de Pierre espera ahondar aún más en la verdad pese a que la policía cerró la investigación.
Poco a poco, Pierre va recuperando la movilidad y empieza a relacionarse con otros internos y personal del hospital, varios de ellos con sus propios demonios internos y difíciles circunstancias personales. Durante sus sesiones, Pierre confiesa ser presa de perturbadoras pesadillas muy vívidas en las que le amenaza un peligroso individuo y, mediante la hipnosis a la que le somete Ana, va recordando su complicada vida familiar y ciertos episodios clave de su infancia y adolescencia. Entre él y la doctora empieza a forjarse una turbia relación en la que empieza a aflorar una peligrosa dimensión sexual. Dado que el argumento incluye un giro sorpresa alrededor de la página 175 (de las 294 de que consta la obra), no puedo profundizar más en él so pena de arruinar la sorpresa a quien se acerque a este comic por primera vez.
“El Paciente” es un comic tan absorbente como incómodo. Aunque es un álbum extenso, resulta difícil abandonar a mitad la lectura de una historia que intriga primero y desasosiega después, manteniendo el suspense y la ambigüedad hasta, literalmente, la última página. Y ello gracias tanto el enigmático protagonista, clave del enigma del asesinato de su familia, como por el ritmo pausado pero fluido con el que discurre la historia. Conforme avanza ésta, el lector se ve obligado a preguntarse quién está manipulando a quién y quién miente a quién en el peligroso juego que entablan paciente y terapeuta, donde se cruzan recuerdos, miradas, pesadillas, sueños húmedos, deseos reprimidos y sutiles manipulaciones. Todo ello, además, en un entorno claustrofóbico, frío e incluso desolado: austeras habitaciones de hospital, salas carentes de personalidad, pasillos vacíos…
La intriga central de la historia está aderezada con otros pequeños dramas “menores” que giran alrededor de otros personajes y que, de un modo u otro, más o menos tangencialmente, se entrelazan con el de Perre: la agotada doctora Cotteau, sobrecargada de trabajo, despreciada por sus colegas y con sus propios problemas sentimentales fruto del acoso de un novio depresivo; Bastien, otro joven paciente mudo y paralítico a causa de un accidente de coche que descubre en sí inclinaciones homosexuales hacia Pierre; o Max, de la misma edad, que perdió las piernas en otro accidente y cuya fachada rebelde y agresiva esconde un alma sensible y muy amargada.
El autor le da una gran importancia a los silencios y las miradas. Hay muchos planos de ojos y rostros seguidos de otros enfocados en el objeto de su mirada, a veces pequeños detalles como la esquina de un techo, que resaltan, por ejemplo, la lentitud y soledad con la que transcurre el tiempo para un paciente durante una larga estancia en un hospital; el reflejo de un cuerpo desnudo en un cristal, sugiriendo un destello de sensualidad prohibida; o cualquiera de los muchos planos de los pasillos del edificio, casi siempre desiertos, fríos e incluso amenazadores, que sugieren impersonalidad, confinamiento e incluso un sentimiento difuso de amenaza. Estas inserciones dan como resultado un comic con una narración lenta, incluso parsimoniosa en ocasiones. Que este estilo conecte con el lector depende, claro está, de la sensibilidad, gusto y expectativas de cada cual. Pero convenza más o menos, para lo que sí sirve ese recurso es no sólo para ofrecernos puntos de vista subjetivos que nos acercan a los personajes sino para obligarnos a adoptar un tempo distinto de lectura que nos haga poner más atención a detalles y aspectos que suelen pasar desapercibidos en nuestra experiencia cotidiana. Por no hablar de que supone un bienvenido cambio de ritmo respecto al que parece imperar en muchas obras modernas, temerosas quizá de perder la atención del lector impaciente a la menor caída de intensidad.
“El Paciente” discurre con una tensión creciente y una atmósfera progresivamente más asfixiante y malsana conforme Pierre desvela más escabrosos detalles de su complicada vida familiar, repleta de malos tratos, amargura, infelicidad, taras emocionales y precariedad económica; culminando en el mencionado giro argumental, ya bastante avanzado el comic, que cambia de un plumazo la perspectiva del lector que no había ido ya recogiendo las pistas que el autor había ido sembrando sutilmente hasta ese punto. Es asimismo de agradecer que el final, que incluye otro giro inesperado, no sea condescendiente con el lector, optando por la ambigüedad en lugar de responder absoluta y claramente a todas las preguntas.
Le Boucher tiene un estilo gráfico que bebe del manga, aunque pasado por un tamiz europeo que le dota de una especial delicadeza. La limpieza del dibujo, su línea sobria pero elegante, contrastan poderosamente con la oscuridad del tema tratado y a primera vista el conjunto puede parecer algo frío. Efectivamente, la expresividad de los personajes no es quizá su fuerte y la mencionada sensación viene potenciada además por la aplicación de una paleta de colores suaves, planos y sin matices. Pero resulta que todo ello es perfecto para el tono de la historia que se narra, ambientada mayormente en los confines higienizados de un hospital y centrada en un personaje al que sus experiencias han privado de contacto con sus emociones.
“El Paciente” es un enfoque distinto y personal a un género ya muy sobado, el del thriller psicológico con asesinos psicópatas de por medio, y en el que Le Boucher demuestra sus dotes de manipulador sembrando la duda en la mente del lector acerca de lo que es realidad o fantasía, verdad o mentira. Es una obra muy interesante sobre la maldad y su caldo de cultivo, el trauma, la búsqueda de la identidad y las máscaras que utilizamos para ocultar nuestra auténtica naturaleza, en la que el autor vuelve a poner de manifiesto su habilidad para desarrollar tramas complejas y sin concesiones alrededor de severos problemas psicológicos sin por ello dejar de mantener el suspense durante toda la historia y crear una sensación de desasosiego. Un comic que, como decía al principio, atrapa e incomoda por igual, con unos personajes sólidos y bien diferenciados, un desarrollo hipnótico y una atmósfera asfixiante.
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