Rosemary Elizabeth –conocida como “Posy”- Simmonds nació en 1945 en Inglaterra y tras estudiar Francés en la Sorbona y dibujo en la Escuela de Arte de Londres, en 1968 empezó a trabajar como dibujante de prensa. Influenciada por el trabajo de Claire Bretécher, crea en 1977 la tira “The Silent Three”, en la que se burlaba de los círculos intelectuales de izquierdas que constituyen el núcleo principal de lectores del periódico que la publicaba, “The Guardian”. En 1981, aparece “True Love”, una sátira de los comics románticos que entonces publicaban las revistas británicas para adolescentes. También ha escrito e ilustrado un buen número de libros infantiles.
El mundo de los comics volvió a prestarle toda su atención cuando en 1999 publica en forma de novela gráfica, “Gemma Bovery”, adaptando la obra de Gustave Flaubert, “Madame Bovary” (1856). Satisfecha con el resultado y animada por las excelentes críticas, comienza a serializar en “The Guardian” y como tira diaria otra traslación al mundo moderno de una obra clásica, en esta ocasión “Lejos del Mundanal Ruido” (1874), escrita por el británico Thomas Hardy y en cuyo centro estaba la joven Batsheba Everdene, heredera de la próspera granja de su tío. De mentalidad avanzada para su época (está dispuesta a cuidar de sí misma y, si ha de casarse, hacerlo con un hombre al que ame), levanta un revuelo en la comunidad rural y despierta las pasiones de tres hombres muy diferentes.
Tras su finalización, Simmonds realizó las modificaciones y ampliaciones pertinentes para convertirla en un álbum de 120 páginas que apareció en 2007 y que también cosechó unas críticas sobresalientes.
Lo primero que hace Simmonds es presentarnos con calma el lugar en el que va a ambientar la historia: Stonefield, un “refugio” para escritores en el campo inglés, propiedad de Beth y Nicholas Hardiman. Ella no sólo se ocupa de todos los aspectos de la gestión de esta granja reconvertida en casa rural especializada, sino que es el manager de la carrera de su marido como escritor de éxito de novelas policiacas. Al comenzar la historia, llega al lugar Glen Larson, un maduro crítico y profesor americano con sobrepeso que busca tranquilidad para inspirarse y terminar lo que espera sea su gran irrupción en el mundo literario.
Por último, Andy Cobb es quien se responsabiliza del mantenimiento de los jardines de la finca. Su familia fue, años atrás, propietaria de una granja cercana, Winnards Farmhouse, hasta que el padre la perdió por deudas y fue adquirida por la familia Drew. Ésta tenía dos hijas “pijas” ahora adultas, una abogada de prestigio y otra, la más joven, Tamara, que reside en Londres y escribe una popular columna para la prensa de cotilleos.
Tamara entra en escena cuando, accidentalmente, dispara la alarma de intrusos de su granja la primera vez que acude allí para hacerse cargo de ella. Andy acude a investigar y la encuentra muy cambiada a como la recordaba (se hizo una rinoplastia que es sacada a colación repetidamente a lo largo de la historia). El dibujo de portada del álbum transmite de forma inmediata y sugerente el magnetismo de la protagonista: una joven alta, sexy, de labios rojos y grandes ojos almendrados que miran lánguidamente; una muchacha a la que le gusta flirtear con los hombres que tiene alrededor, que atrae su atención vistiendo provocativamente (al menos para lo que suele ser la norma en el campo inglés), que disfruta sintiéndose observada mientras compra o pasea por la calle principal del brazo de una estrella del rock. El escritor americano Glen Larson nos transmite su impresión cuando aquel mismo día ella acude a una barbacoa en Stonefield, exhibiendo con unos ajustados shorts y una igualmente ajustada camiseta: “Naturalmente, me enamoro de Tamara, como todos los demás (…) Veo cómo todos sucumben mientras ella nos saluda uno por uno. Es como si estuviera escogiendo, cada cual recibe plenamente su luminosidad, su sonrisa, su calidez, su interés, todo ello aparentemente auténtico y natural. Es la Princesa Azul”.
Como en la novela de Harding, Tamara Drew cautiva el corazón y las hormonas de los hombres y mujeres de un pueblo adormecido que cae rendido a sus pies: el jardinero Andy la ama sinceramente desde que la conoce pero ella no hace sino rechazarlo y aprovecharse de él; Nicholas Hardiman, recién salido de su última infidelidad matrimonial, acabará cayendo en la red de Tamara… y viceversa; y Ben, el exbatería de una banda de rock en horas bajas, inicia una relación con ella que no tardará en derivar hacia lo tóxico.
Por si las cosas no fueran ya complicadas, una broma de mal gusto orquestada por Casey y Jody, un par de adolescentes del pueblo hastiadas de vivir en un lugar social y culturalmente plano, desencadena una carambola de malentendidos que transformarán lo que había comenzado siendo una comedia con un toque irónico en un auténtico drama que revelará la suciedad que se esconde tras la fachada de idílica vida rural. La llegada de Tamara, en definitiva, disuelve la capa de educada hipocresía inglesa para destapar la libido de unos y la envidia de las otras. Sometidos a los encantos de la joven, los peores defectos de todos los habitantes del pueblo salen a la luz, desde los celos de Beth a la infelicidad de Nick, de la lujuria reprimida de Glen a los delirios de Jody o la frustración de Ben…
“Tamara Drewe” es, por tanto, un estudio sociológico de la pequeña burguesía en el que Simmonds disfruta aplicando una lente de aumento sobre esta galería de escritores arrogantes o inseguros, celebridades incapaces de pasar página y adolescentes desesperanzados. No todos los personajes, sin embargo, reciben un tratamiento negativo. El contrapeso positivo lo encontramos en Andy o Casey, capaces de interpretar la realidad con sensatez, incluso sabiduría. Y aunque en no pocas ocasiones la autora demuestra una fuerte vena irónica, incluso sarcástica, en último término reserva su compasión para sus heroínas y su ácido para los personajes masculinos.
“Tamara Drew” evoca el espíritu de las fábulas clásicas aplicado al mundo contemporáneo. Simmonds adopta el papel de amable moralista que analiza el auténtico corazón de este rincón de la sociedad con distanciamiento pero sin condescendencia, con sutileza pero sin piedad. Su genialidad consiste en dar forma a una historia cotidiana y sin héroes, a mitad de camino entre el sainete y la tragedia, poblada por personajes de carne y hueso con tantas virtudes como defectos y sobre los que deja al lector decidir libremente.
Uno los principales aciertos de la autora es el de contar la historia mediante las narraciones intercaladas en primera persona de varios personajes –y para las que se utilizan diferentes tipografías-: Beth, Glen, Casey, Nicholas, Andy e incluso Tamara a través de los artículos que escribe sobre su vida en el pueblo. Ello nos permite ver la situación y los personajes bajo la luz de diferentes perspectivas subjetivas así como conocer el pasado de los propios narradores cuando hilan aquél con lo que están viviendo en el presente.
El narrador del anterior comic de Simmonds, “Gemma Bovery”, era un hombre de mediana edad, Raymond Joubert, enamorado de Gemma, al que se le escapaban fragmentos claves de la historia, por lo que el lector debía completar ésta únicamente mediante lo que aquél veía u oía además de la lectura de los diarios póstumos de Gemma. De forma muy parecida, en “Tamara Drew” una de las principales voces narradoras es la de Glen Larson, maduro novelista que, como he apuntado antes, bebe los vientos por Tamara aun cuando sabe que nunca tendrá una oportunidad con ella.
Junto a Glen, la principal narradora es Beth, una mujer que ya dejó atrás sus mejores años, invertidos en apoyar la carrera de su marido. Pasa sus días haciendo todo lo necesario, desde la comida hasta el mecanografiado de manuscritos, para que los escritores que se alojan en Stonefield se sientan a gusto, atormentándose por las posibles infidelidades de Nick y, sin embargo, responsabilizándose de todo lo que rodea la actividad literaria de éste, como responder invitaciones, pasar a limpio y corregir sus borradores, hablar con representantes y organizar su agenda. Beth es un personaje tan verosímil que resulta entrañable: una mujer inmensamente capaz y enérgica entregada a servir y apoyar a un hombre que ni la respeta ni la merece. En buena medida, es el opuesto a la independiente y llamativa Tamara, porque Beth eligió ayudar a su marido a costa de permanecer ella misma en la sombra ahogando su propio potencial. A esa frustración se añade la que le provoca su decisión de mirar a otro lado cuando su marido le es infiel, siempre y cuando la cosa no llegue demasiado lejos.
En cuanto a la propia Tamara, el catalizador de todo lo bueno y malo que ocurre en la historia, siempre se mantiene rodeada de un halo de indefinición. ¿Es una auténtica mujer fatal, alguien consciente de las turbulencias emocionales que provoca en quienes la rodean? ¿O una ingenua abrumada por lo que ocurre a su alrededor? Simmonds juega con la percepción que de ella ofrece al lector, presentándola a veces como víctima y otras veces como alguien perfectamente sabedor de las pasiones que levanta. Su voz se deja oír, como he mencionado, en los artículos que ella misma escribe y que, como tantísimas columnas de la prensa moderna, es una versión retocada y edulcorada de sus propias experiencias. No es la suya, por tanto, una perspectiva del todo fiable. Quizá lo único que podamos decir de ella con cierto fundamento es que busca desesperadamente la fama –aunque al término del álbum y a tenor de lo que le acontece, ese anhelo se adormece- y que tiende a romper corazones allá donde va.
El mundo intelectual y literario había sido ya centro de la mirada crítica de Posy Simmonds en chistes y tiras (compiladas en el álbum “Literary Life”) que cubrían todos sus ángulos. Y aquí volvemos a encontrar a escritores sentados a solas con sus ordenadores, tediosas sesiones de firmas, fiestas llenas de paranoicos y envidiosos; autores que justifican sus infidelidades aduciendo la huida de la mediocridad que asfixia su espíritu creativo… Este mundo de burgueses intelectuales seguros de sí mismos y actitud condescendiente, juega un papel importante en la trama y está retratado con una mirada ácida que, sospecho, ha sido producto de la propia experiencia de la autora a lo largo de muchos años. Beth, por ejemplo, describe así uno de los festivales literarios a los que acude su marido: “Caldo de cultivo para el vicio, los celos, la vanidad, el repugnante despliegue de egos masculinos (y femeninos, para qué engañarnos). “Veamos quién la tiene más larga”, etc. Despreciable”.
Otro elemento que hace resaltar todavía más a Tamara y que contrasta con el incestuoso círculo de frustrados escritores que se miran el ombligo, es el marco de clase trabajadora que sirve de auténtico fondo a la historia. Ewedown, el pueblo próximo a Stonefield y Winnards, es un lugar pequeño, adormecido, con pocos estímulos y posibilidades para la juventud. Los adolescentes del lugar, aburridos y descuidados por sus familias, pasan el tiempo molestando a las vacas, consumiendo drogas blandas o haciendo gamberradas diversas, como tirar huevos a los coches “pijos” que se dirigen al retiro de escritores para aislarse y cultivar su elevada sensibilidad –aunque en realidad pasen su tiempo fisgando y alimentando su lujuria.
Pero ese descarnado retrato del mundo rural y trabajador es más que un simple cuadro de fondo porque, poco a poco, dos amigas adolescentes de Ewedown salen del mismo y cobran protagonismo hasta convertirse en elementos centrales de la trama: Jody y Casey. De hecho, esta última pasa a ser, como he mencionado, una de las narradoras y es a través de sus palabras que entramos en el mundo de las adolescentes en una alejada población de provincias. Los padres respectivos de las dos se marcharon con sus amantes y abandonaron a su suerte a sus madres, que han de trabajar duro a costa de descuidar a sus hijos. Casey y Jody son consumidoras compulsivas de revistas de cotilleos y recurren a los clichés de ese mundo para describir sus propias actividades y situaciones. Actividades y situaciones que se limitan a pasar el tiempo en marquesinas de autobús abandonadas, fantasear con las estrellas pop y zafarse de los manoseos de los chicos locales.
Por eso, cuando llega Tamara con su novio Ben para vivir a temporadas en la granja de Winnards, el cielo se abre para las chicas, sobre todo para Jody, que ve la oportunidad de vivir, aunque sea de segunda mano, sus fantasías, de entrar en contacto con ese mundo brillante que le llama desde las revistas. Esta obsesión la lleva a convertirse en una acosadora cuyos actos desencadenan en último término dos muertes.
Gráficamente, Simmonds se revela aquí como discípula del gran Will Eisner, exhibiendo, sin plagiarlo, el mismo virtuosismo en el arte secuencial. La británica, eso sí, tiene un estilo más suave que el de Eisner, experto en retorcer las caras para conseguir la máxima expresividad –y expresionismo-. Simmonds opta en cambio por un dibujo básico a lápiz, de gran sencillez, casi se dirían bocetos elaborados. Puede que no parezca un dibujo muy sofisticado, pero es una falsa impresión porque, en primer lugar, la historia no necesita en absoluto más detalle en su arte del que ya tiene (y que es más del que aparenta); y, en segundo lugar, porque es perfectamente capaz de transmitir las emociones más complejas.
Importante también es el coloreado, también a lapicero y con tonos pastel, con el que se marca el paso del tiempo (ya sea dentro del día o el año) y se subraya el componente emocional de cada escena. El resultado artístico es maravillosamente sutil, como si fuera un cuento infantil, evocador de una ternura que apenas está presente en lo que es una historia muy dura y que abunda en celos, engaños, traiciones, mentiras, envidias, ira, miedo, inseguridad y desesperanza.
Para Simmonds, el texto es tan importante como el dibujo o incluso más. No estamos ante un comic con un formato tradicional sino una auténtica novela gráfica, a saber, una combinación de texto y viñetas, tengan éstas o no bocadillos de diálogo. Pero tampoco hay una composición fija de página. Encontramos planchas prácticamente mudas y en las que la historia se apoya completamente en las imágenes. Por el contrario, hay otras en las que predomina el texto, colocado cuidadosamente para formar un todo orgánico con las viñetas que lo acompañan y transmitir el máximo de información. Los bloques de texto tienen una notable calidad literaria, sutiles sin caer en manierismos. Con todo ello consigue que sus personajes transmiten auténtica vida y que el comic, más denso y rico de lo que parece a primera vista, se devore con fruición.
No es por casualidad que el talento de Posy Simmonds haya sido alabado unánimemente tanto por la prensa generalista como por las publicaciones especializadas así como por personalidades diversas del mundo de la cultura como el novelista Tom Wolfe o el cineasta Stephen Frears (quien dirigió en 2010 la adaptación a la pantalla de “Tamara Drew”, protagonizada por Gemma Aterton). “Tamara Drew” es una tragicomedia cruel que reúne, merced la figura de una femme fatale, a diversos personajes perdidos emocionalmente en la mediocridad de sus vidas cotidianas; un tebeo elegante que recoge el espíritu de su tiempo para, agazapado tras su fachada amable y ligera, propinar un buen golpe a una sociedad que se deja seducir por las superficialidades de la fama, el sexo y el chismorreo.
Muy buena reseña, estoy de acuerdo en todo lo que dices. Saludos!
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