15 jun 2021

1994 - CLANDESTINE - Alan Davis (y 2)


(Viene de la entrada anterior)

Pero la amargura que Davis desprendía en las entrevistas de entonces a raíz del fracaso de “ClanDestine”, no duró mucho. Un año después, hizo las paces con Marvel, quizá gracias a la reconversión editorial que se llevó a cabo en su seno. Sus experimentos con una distribuidora exclusiva y cinco editores jefe no había hecho más que empeorar su cuota de mercado y el valor de sus acciones. Esto llevó a un gran número de despidos a todos los niveles y el nombramiento de un único responsable editorial: Bob Harras, que había estado al mando de los títulos mejor vendidos: los X-Men.

 

Y precisamente fueron los X-Men el gancho que encontró Davis para recuperar a sus personajes. Durante una convención en San Diego, ambos charlaron sobre posibles proyectos y Davis dijo que estaba interesado en recuperar a los Destine. Harras le ofreció la posibilidad de hacer una miniserie combinándolos con los mutantes.

 

Como ya dije, el microuniverso que Davis había creado en los pocos números que duró la colección regular de “ClanDestine” era tan sólido que no necesitaba “parches” ni añadidos del Universo Marvel tradicional. Por eso, la miniserie de dos números titulada “X-Men y ClanDestine” que apareció en 1996, se antoja  un giro un tanto raro, como si los británicos Destine se encontraran fuera de lugar.

 

En esta aventura (que omite completamente lo ocurrido en los cuatro últimos números de la cancelada colección regular y de los que, como he dicho, Davis no se ocupó) hace su primera aparición otra hermana Destine, Gracie, que años atrás y en compañía de Kay y un joven e inexperto Charles Xavier, consiguieron evitar que el demonio Synraith invadiera nuestro plano dimensional. Ahora, la perversa criatura regresa y trata de eliminar a los tres humanos que frustraron sus planes para volver a intentar su invasión. Los X-Men y los Destine deberán aunar esfuerzos para detenerlo, salvar a aquellos de los suyos que han sido hechos prisioneros (Xavier, Coloso, Adam, Kay y Gracie) y liberar de la influencia demoniaca a otros tantos.

 

Para empezar, la formación de los X-Men (Tormenta, Coloso, Lobezno, Forja, Bala de Cañón, Bestia, Ángel, Chica Maravillosa, Cíclope, Bestia y Xavier) dista mucho de tener el carisma y la frescura de la de la etapa Claremont-Cockrum-Byrne-Smith. Ni siquiera juegan todos ellos papeles relevantes, limitándose la mayoría a figurar de fondo. Además, y aunque los mutantes han tenido otras veces que enfrentarse con demonios, el adversario común está mucho más en la línea de la serie de Davis que en la tradicional de los X-Men dado que se trata de una criatura mística como la que dio origen al clan de los Destine.

 

La originalidad del concepto de Davis para “ClanDestine” parece de repente diluirse en este díptico que, contando con el doble de páginas (48) que los números normales, se contenta con ofrecer una historia bastante convencional, en la que ni siquiera se retoman las subramas dejadas inconclusas en la colección regular, optando en cambio por una aventura autoconclusiva. Tampoco se aparta Davis de las convenciones de este tipo de comics en el que se encuentran dos grupos de héroes: la gran amenaza, la separación en equipos, el enfrentamiento entre los héroes antes de tomar conciencia de la confusión y dirigir sus poderes y habilidades contra el villano principal…

 

Mientras que en la efímera colección regular Rory y Pandora se preguntaban si serían mutantes, esta posibilidad –negada ya en sus primeras aventuras- nunca llega a explotarse del todo. Hay un apunte de pasada a que Adam y Lobezno ya se encontraron en el pasado (Davis exploraría este punto años más tarde en un Anual, tal y como comentaré enseguida). Del mismo modo, el ritmo es tan frenético que no deja espacio para la caracterización o la interacción: tras reunirse años después, Xavier, Kay y Gracie no tienen siquiera tiempo de rememorar el pasado ni considerar a lo que se enfrentan en el presente porque la acción abrumadora es lo que domina todo este comic.

 

A pesar de esta relativa decepción y lo poco que aporta a los Clandestine, la miniserie se lee con agrado y no llega nunca a aburrir, lo cual dice mucho de la habilidad y profesionalidad de Alan Davis, que incluso cuando no está muy inspirado, ofrece un producto solvente. Tampoco se nota desgana en el dibujo. Los personajes siguen estando magníficamente representados y el montaje es tan enérgico que las figuras parecen saltar de las viñetas. Davis parece pasárselo particularmente bien con las terribles y progresivamente más grotescas transformaciones de Walter, uno de los puntos más llamativos de esta historia y sin duda el personaje por el que más cariño siente el autor.

 

Ni siquiera contando con los X-Men de su lado consiguió esta vez la familia Destine gozar del favor del público. Tampoco Davis quedó completamente satisfecho del resultado, sintiendo que el concepto nuclear de sus personajes había tenido que quedar relegado en favor de los mutantes y la pura acción. Así que Marvel devolvió a los Destine al limbo, y esta vez durante doce años.

 

Porque no fue hasta 2008 cuando Davis tuvo otra oportunidad con sus personajes. De alguna forma, la propia editorial reconocía que su propuesta era válida, aunque fuera sólo para un público reducido, así que lanzó una miniserie, “El Regreso”, en cinco números, probablemente esperando que las ventas justificaran su reconversión en colección regular. Esta vez, Davis se curó en salud y planteó una historia que pudiera cerrarse en el número cinco, atando cabos sueltos de la primera etapa y sacando del reparto a un par de personajes (aunque, siendo una familia tan extensa, esto no tiene graves consecuencias). Al mismo tiempo, sin embargo, introduce una subtrama inconclusa relacionada con una siniestra organización en la sombra y remata con lo que parece ser el inminente regreso de Vincent, el hermano muerto. Ignoro si así Davis esperaba animar a los lectores a demandar más material a la editorial, si era algo que ligaba con un desarrollo en marcha dentro de otro rincón del Universo Marvel, o si pretendía enlazar con alguna entrega posterior (que, como veremos, tardaría otra vez años en materializarse).

 

En esta aventura, el doctor Griffin y los Omegas vuelven a la carga contra los Destine; hay viajes en el tiempo y a otros planetas; bailes de disfraces con vampiros; un cruce con Excalibur y con los Inhumanos; un Walter más desatado que nunca y temeroso ante la perspectiva de perder el control como su hermano Vincent; y el adiós definitivo –al menos, todo lo definitivo que son estas cosas en los comics de superhéroes- de Adam y Elalyth, los padres del clan. Un carrusel, en fin, de peripecias variopintas que mezclan la fantasía y lo superheroico y que están protagonizadas por personajes bien delineados. Hay humor y comedia sin caer en la autoparodia o la sátira, aventura, suspense, emoción… Un producto, en fin, no imprescindible pero sí muy entretenido y que pone de manifiesto que trabajar con sus creaciones seguía conjurando lo mejor de Davis.

 

Las inclusiones de otros personajes Marvel son naturales y no una imposición editorial. Al fin y al cabo, Excalibur fue un grupo cocreado por Davis a finales de los ochenta y el momento temporal en el que los Destine se cruzan con ellos es la etapa que él mismo dibujó –con guiones de Chris Claremont-: aquella en la que los héroes con sede en Inglaterra se hallaban atrapados en un interminable vagabundear por el Multiverso a bordo de un tren mágico. En cuanto a los Inhumanos, éstos guardan ciertos paralelismos con los Destine (sus líderes están unidos por lazos de sangre y mantienen su existencia y paradero todo lo en secreto que pueden).

 

El problema con esta etapa es que difícilmente podrá entenderlo alguien que sea un completo desconocedor de lo ya publicado sobre los Destine. Sí, esto es algo que ocurre con cualquier comic book de superhéroes que exista desde hace tiempo, pero en este caso concreto, se asume que el lector conoce quiénes son y qué trasfondo tienen los personajes. Lo que aquí se cuenta es claramente la continuación de algo iniciado en otra parte.

 

Es una lástima que “ClanDestine” no haya tenido más éxito, porque desde luego tiene calidad suficiente para ello. La primera colección no consiguió llamar la atención, como tampoco el emparejamiento con los mutantes. Tampoco este nuevo intento obtuvo los resultados esperados en cuanto a ventas y, como el material de los 90, fue recopilado en un volumen de tapa dura, lo que apunta a que Marvel no esperaba demasiados compradores (de lo contrario, habría recurrido a la tapa blanda, más económica y, por tanto, accesible para el grueso de los lectores). Pero al mismo tiempo, el hecho de que la editorial vaya recuperando al grupo periódicamente sugiere que, o bien está convencida de la calidad del material, o bien las ventas siempre se han quedado al límite de lo que podía considerarse satisfactorio.

 

En 2012, habían pasado diecinueve años desde que creara a sus propios personajes y podemos imaginar lo frustrante que resultó que, tras tres intentos, todo su cariño y esfuerzo no se hubiera visto recompensado con el éxito esperado y merecido. Pero nunca se olvidó de los Destine ni los relegó al olvido, y cuando en aquél año Marvel le ofreció la oportunidad de escribir y dibujar los Anuales de “Los Cuatro Fantásticos”, “Daredevil” y “Wolverine” (compartiendo la cabecera “Marvel Tales by Alan Davis”, lo que ya una idea del estatus del autor), aprovechara para convertir este encargo en un proyecto más ambicioso: no sólo recuperaría a los Destine sino que en lugar de contar tres historias independientes, convertiría a los tres especiales en una especie de miniserie en la que, por fin, explicaría el enigma de Vincent, el hermano asesinado por Adam tiempo atrás, llevando el asunto a su conclusión y utilizando al Doctor Extraño como hilo conductor.

 

En el “Fantastic Four Annual” nº 33, Reed y Sue Richards se han marchado de vacaciones dejando a Johnny y Ben a cargo del Edificio Baxter. Su agradable momento de descanso es interrumpido primero por una alarma que advierte de una brecha dimensional, y segundo, por la aparición de un Doctor Extraño preocupado por ese fenómeno. Los tres héroes se ven a continuación separados para enfrentarse a las manipulaciones espaciotemporales de un Vincent Destine renacido de su tumba.

 

En el “Daredevil Annual” nº 1, el Hombre sin Miedo se topa una noche (la misma en que está aconteciendo lo narrado en el Anual de los Cuatro Fantásticos) con el escenario de un crimen y una joven telépata, Kay Destine, que engaña y confunde tanto a él como a la policía. La persigue por las calles, seguido a su vez por Dominic Destine, y descubre que aquélla está en la pista de Vincent, cuyo espíritu parece habitar en el cuerpo de un robot asesino. También aquí el Doctor Extraño aparecerá para ayudar y aportar algo de cordura a la situación.

 

El “Wolverine Annual” nº 1 narra el encuentro que tuvo lugar en el pasado entre el mutante y Adam Destine al que ya se había hecho referencia en la miniserie que compartieron los Destine con los X-Men. Ya en el presente, Lobezno conoce a Kay, que continúa persiguiendo a Vincent. Samantha, Walter, Newton, Rory y Pandora se unen al enfrentamiento definitivo entre hermanos, con la asistencia, una vez más, del Doctor Extraño.

 

Las virtudes que muchos señalan de Davis como guionista pueden ser consideradas defectos por otros: su desbordante imaginación hace que sus historias sean a veces algo laboriosas de seguir, habiendo además que esperar a las últimas páginas para recibir la información que pone cada elemento en su lugar. Estos Anuales, de calidad algo irregular, son un ejemplo de ello. El de los Cuatro Fantásticos (o más bien habría que decir Dos Fantásticos) es el más flojo por mucho que sea una aventura muy dinámica. Al separar enseguida a los protagonistas y situarlos en diferentes lugares y tiempos, es fácil perder el hilo general. Por otra parte, aunque Vincent Destine es inmediatamente señalado como la amenaza, Davis siembra el desconcierto al sugerir que, después de todo, quizá estemos “sólo” ante un demonio que ha adoptado su aspecto. Los únicos Destine que intervienen activamente son Gracie y Albert pero apenas pasan del nivel de figurantes. Todo está muy bien narrado y dibujado, pero al final da la impresión de que se trata de un entretenimiento algo vacío que deberá ser llenado de contenido en los dos siguientes Anuales.

 

Y, sí, el de Daredevil es más digerible dado que su trama y estructura son más sencillas y directas: una persecución interrumpida por una pelea entre el héroe titular y Dominic Destine y culminada con la batalla contra el robot Plastoide. Pero, por otra parte, el cambio de tono que propone Davis se antoja un poco abrupto y desorientador.

 

Como era de esperar, la traca final se reserva para el Anual de Lobezno, un personaje por el que Davis siente también un gran afecto y que, de hecho, protagonizó su primera obra como autor completo, “Bloodlust” (1990). Es un festival de pirotecnia y acción que combina la extravagancia del primer especial con el dinamismo del segundo. El desenlace, no obstante, es algo apresurado y ambiguo –tal y como refleja la última viñeta-.

 

Al final, lo que tenemos es una historia en tres partes, algo irregular, confusa en ocasiones y con los Destine jugando un papel menos relevante de lo que hubiera sido deseable, pero con los suficientes giros, sorpresas y dinamismo como para mantener el interés del lector así como con un dibujo al nivel al que ya nos tiene acostumbrados Davis y sobre el que evitaré extenderme más para no repetirme.

 

“ClanDestine” es un grupo que nunca llegó a florecer del todo, ni siquiera cuando perdió parte de su originalidad inicial para fusionarse con el Universo Marvel en un claro intento de atraer a aquellos lectores reacios a productos nuevos. Y es una lástima, porque en el mejor de los casos es un tebeo de superhéroes ejemplar, fresco e incluso entrañable que puede contarse entre lo mejor de la carrera de Alan Davis; y en el peor, una lectura entretenida y bien dibujada.

 

¿Son estos unos comics incontestablemente originales? En realidad no. Pero esa ha sido siempre la clave del éxito de Davis: escoger elementos familiares y, sin salir de un terreno conocido, darles un giro algo distinto, trabajar más los personajes, conocer y aplicar en su justa medida los mecanismos narrativos y los recursos gráficos y, quizá lo más importante, verter en cada página un gran cariño. Una obra, en fin, que demuestra por qué Alan Davis está considerado uno de los mejores autores del género.

 

 


1 comentario:

  1. Una serie maltratada por la editorial y quizás el destino 😉 al llegar a contracorriente, que hubiera deseado se desarrollase tal y como prometía su planteamiento. Los coetáneos Astro City y Marvels de Busiek, que tienen el mismo espíritu, sí tuvieron algo más de suerte en cuanto a recepción. Solo añadir que guardo para el recuerdo con qué brillantez y sencillez Davis despacha la deriva durante su ausencia: Rory comentando que ha tenido un sueño muy raro. Funciona mejor que en Dallas o Los Serrano 😄

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