La artista norteamericana (aunque con raíces zaragozanas) Rosemary Valero-O´Connell llamó la atención por primera vez en el ámbito del comic adulto gracias a su colaboración con Mariko Tamaki en el álbum “Laura Dean Me Ha Vuelto a Dejar” (2019), sobre una adolescente lesbiana atrapada en una relación tóxica. La obra, que ganó un Premio Ignatz a la Mejor Artista Novel, le permitió sacar adelante su siguiente proyecto mediante el patrocinio con Kickstarter y venderlo por suscripción a través de la editorial ShortBox”: “No Te Vayas sin Mí”, un conjunto de tres historias independientes que oscilan entre la ciencia ficción, la fantasía y la poesía visual.
La primera historia, que da título al álbum, empieza cuando una pareja de jóvenes lesbianas deciden celebrar su aniversario cruzando a una dimensión paralela sólo para perder inmediatamente el contacto. La protagonista –cuyo nombre nunca llegamos a conocer-, como si fuera una nueva Alicia abriéndose paso por un desconcertante mundo poblado de maravillas y extraños seres, va obteniendo pistas sobre el posible paradero su novia, Almendra, a base de entregar a cambio sus recuerdos sobre ella. Esto hace que, con cada nueva transacción, vaya difuminándose la memoria que tiene de su amada. Al final, el único ser humano que encuentra en ese mundo es otra muchacha con la que, con sus recuerdos de Almendra ya agotados, parece conectar. Si ella es o no Almendra no importa porque la meta, nos parece decir la autora en ese ambiguo final que ni es totalmente pesimista ni abiertamente luminoso, es encontrar a alguien con quien compartir, y el quién, el dónde y el cómo es irrelevante, una aventura que sólo perdura tanto como lo hace la búsqueda.
Valero-O´Connell no describe la relación que había entre las dos mujeres antes de separarse en el otro mundo. Pero nada habría cambiado en la historia de haber tenido la protagonista anónima un nombre concreto y un pasado definido. Porque lo que en el fondo se nos cuenta aquí es una alegoría de la ausencia, de la dificultad –puede que incluso imposibilidad- de conectar con el otro, tal y como, en una inteligente fusión de imagen y texto, se nos dice en una de las planchas, en la que vemos a las dos amantes en la cama: “Hay una fisura, cariño, en el cascarón que separa nuestros mundos. Hay que presionar donde ceda, buscar un punto de agarre para tirar con las manos hasta que se rompa (…) Se sincronizan y se separan sin llegar a tocarse jamás. Dos mundos, uno dentro de otro, como muñecas rusas”. Almendra está describiendo los rumores que circulan acerca de ese mundo extradimensional al que las dos van a viajar en breve, pero también la naturaleza de las relaciones humanas.
Quizá la mejor definición que se le pueda dar al dibujo de Valero-O´Connell, tanto en esta historia como en las que le siguen, sea la de onírico. La composición de plancha y la forma y disposición de las viñetas está en continuo cambio y se ajustan perfectamente a la atmósfera psicodélica que destilan las historias, reforzando la idea de que transcurren en otros mundos. Sus personajes evolucionan en entornos extraños, no definidos espacio-temporalmente y cambiantes en los que cada milímetro está ocupado por objetos, plantas, maquinarias o seres de lo más diverso. Por otra parte, cada historia está coloreada con diferentes tonos pastel (gris y naranja para la primera; lilas y magentas en la segunda; y turquesa y salmón para la tercera)
En las cuarenta y dos páginas que componen “No Te Vayas Sin Mí”, la primera historia, Valero-O´Connell exhibe su talento a la hora de construir personajes y mundos mágicos a mitad de camino entre una pesadilla de David Lynch y un sueño de Jim Henson, con escenas tan fascinantes como la fiesta de copete a la que acuden hombres de cuatro ojos vestidos de gala, cabezas de esqueleto, esfinges, medusas o mujeres de piel transparente. Todos los personajes que aparecen en las viñetas –y son muchos-, son únicos y misteriosos; y todo está retratado con una línea limpia, precisa, elegante y cálida, claramente deudora del manga pero aderezada con una pizca de locura cartoon. Sus páginas, aunque parezcan dos términos opuestos, son al tiempo sencillas y preciosistas.
“Lo Que Queda” (que ya había sido publicada en formato grapa en 2017, recibiendo dos nominaciones a los Premios Eisner) salta al campo de la ciencia ficción apoyándose en una premisa quizá poco científica pero sí muy original. En el futuro, el viaje interestelar es posible gracias a unos motores que se alimentan de recuerdos: “Motores de combustión capaces de usar los patrones de las ondas cerebrales del anfitrión como combustible. El mecanismo central del núcleo de memoria reacciona con la chispa creada cuando el racimo de neuronas que configuran un recuerdo se enciende a la vez. En condiciones óptimas, el núcleo puede generar suficiente energía como para ser el motor principal de una nave. Cada núcleo requiere de un huésped humano o “donante” para que le proporcione combustible. El donante está enchufado a la máquina en un estado de sueño inducido”. Si en “No Te Vayas Sin Mí” los recuerdos eran una moneda de cambio, aquí son poder.
Cuando una de estas naves sufre una explosión, la única superviviente, Isla, se salva refugiándose en el núcleo de memoria próximo al “donante”, una chica llamada Kelo, donde va a experimentar, a través de sus recuerdos y sin poder comunicarse con ella, toda su vida. Es más, todos esos fragmentos de una vida normal y cotidiana, con sus momentos felices y tristes recopilados a lo largo de sus treinta y un años de existencia, cobran un mayor significado y carga emocional sabiendo que Kelo probablemente haya muerto ya. “Cada primer beso, cada rodilla despellejada… ¡Todos a los que he amado van a llevarnos por las estrellas!”, le dice Kelo a una amiga antes de emprender el viaje como donante.
Isla experimenta a través de esos recuerdos ajenos pero tan reales o más que los propios, el poder de la memoria y su carácter fragmentado y escurridizo. No sólo son ellos los que la arropan, protegen y permiten sobrevivir hasta que llega el rescate sino que, perviviendo en la memoria de ésta, serán la única huella que quedará de Kelo en el universo y el tiempo.
La autora acierta de pleno en la forma de entrelazar esos destellos de la vida de Kelo en la historia; tanto, de hecho, que es fácil olvidar que sólo tiene un protagonista real y vivo: Isla. Kelo está muerta, sólo han quedado sus recuerdos. Isla conecta mental y emocionalmente con el alma y la esencia de Kelo, su memoria, pero sin ningún tipo de conexión física. Toda la vivencia compartida es interna; lo externo es intrascendente. A mi juicio, esta es la mejor entrega de las tres que componen el álbum, no sólo por su atrevido concepto y excelente dibujo sino por su conmovedora historia, emotiva sin caer en el sentimentalismo.
La tercera y última historia, “Con Temor, Con Ternura”, se desarrolla en un pueblo costero, no lejos de donde duerme una mujer gigante en el lecho del océano. Nadie sabe cómo llegó allí, por qué o cuándo despertará. Los devotos seguidores de la criatura han calculado las pautas migratorias de las tortugas y los niveles del mar y han determinado que saldrá de su letargo mañana, aunque nadie sabe si ello significará la muerte para todos o la salvación. Y aunque hay quien afirma no estar convencido de que despertará, sí se preparan todo para el evento, sea éste un renacimiento o el apocalipsis, y participan en una última gran fiesta. Familias, amantes y curiosos se reúnen en la playa para comer, beber, bailar y disfrutar del contacto humano y de los que quizás sean los últimos momentos de existencia.
Si “No Te Vayas Sin Mí” trataba sobre la ansiedad de la pérdida, “Con Temor, Con Ternura” lo hace sobre el miedo a lo que está por venir y cómo hacerle frente eligiendo la ternura. En este poema alegórico sin protagonistas, la giganta simboliza cualquier fuerza de la naturaleza que aguarde a desencadenarse y ante la que se está indefenso: un desastre natural, una pandemia… A Valero-O´Connell le importa poco si el coloso se despierta y desencadena su poder, sino la forma en que uno elige celebrar la vida y vivir el momento, independientemente de si es efectivamente el último o no.
Y enfrentados al posible final, nos dice, lo que importa es cómo nos hemos tratado unos a otros. Una pareja de ancianas lesbianas reflejan bien ese sentimiento en un par de planchas: “La anciana del pueblo ha dejado de bailar. Su mujer se sienta a su lado, le acaricia el dorso de la mano con el pulgar, como si pudiera comunicarle con un solo punto de contacto el puñado de cosas que le quedan por decir tras décadas de crecer juntas, enredadas, hacia el mismo sol. “¿Te lo has pasado bien?” “¿Me echarás de menos?” “¿Crees que te quise lo mejor que pude, y me has dado a cambio lo que era más preciado para ti?”.
Con este álbum recopilatorio, Rosemary Valero-O´Connell demuestra un talento especial a la hora de utilizar la combinación de su dibujo y su texto para transmitir con claridad, ritmo y fuerza, emociones e ideas complejas. Sus historias incluyen o bien parejas lesbianas o bien temas de género, pero siempre abordado con sensibilidad y apelando a emociones genuinas y profundas que van más allá del sexo o el género. Sus personajes son todo cerebro y corazón (algo casi literal en el caso de “Lo Que Queda”), no llegando nunca a materializar sus emociones con la intimidad física, como si el suyo fuera un amor cortés jamás destinado a consumarse. Por otra parte, no se atosiga al lector con exposiciones innecesarias, descargando en la imagen la mayor parte de la responsabilidad narrativa.
Muy acertadamente, la autora, a pesar de las peticiones recibidas –especialmente en relación a “Lo Que Queda”, ha rechazado continuar las historias o ampliar esos universos. Buena parte del poder de estas historias es su carácter autocontenido y el dejar sin decir o mostrar lo necesario como para que el lector ejercite su imaginación a la hora de completar los mundos que la autora nos propone e interpretar los finales de cada relato.
No es fácil escribir sobre historias cortas, especialmente las de este álbum en el que la mitad de la experiencia es puramente visual, pero puedo resumir diciendo que “No Te Vayas Sin Mí” es un comic personal, de gran originalidad conceptual, visualmente hermoso, cautivador, accesible, y mucho más complejo de lo que pueda parecer a simple vista. Recomendado para todo aquel que busque un tebeo adulto y humanista que aguante sucesivas relecturas y que, más que ofrecerle acción y aventura, le proponga un viaje contemplativo y emocional a través de la memoria, el amor, la pérdida, la muerte, la esperanza, la aceptación, la necesidad de conectar, lo que pervivirá de nosotros en otras personas cuando ya no estemos y cómo da forma a nuestra vida la manera de relacionarnos con quienes nos rodean.
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