31 ago 2020

1999- TIERRA X – Alex Ross, Jim Krueger y John Paul Leon


Una de las fórmulas que ha permitido a DC mantener el interés de muchos fans a lo largo de su historia reciente es permitir que guionistas y dibujantes imaginaran futuros oscuros para sus héroes. En 1996, el artista Alex Ross y el guionista Mark Waid crearon la miniserie “Kingdom Come”, en la que se retrataba un futuro al borde del colapso con unos héroes envejecidos y desencantados. Desde su publicación, este comic ha sido uno de los títulos más apreciados de la línea “Otros Mundos”, disfrutando de reediciones ininterrumpidas y mencionándose directa o indirectamente tanto en el Universo DC canónico como por el televisivo Arrowverso. Fue una obra tan exitosa que Alex Ross decidió hacer algo en la misma línea para el Universo Marvel. El resultado fue “Tierra X”, una miniserie de catorce números publicada entre 1999 y 2000.



“Tierra X”, antes de que apareciera el primer episodio, cobró vida como un artículo firmado por Alex Ross y publicado en 1997 en la revista especializada “Wizard”. En él y a petición de la propia publicación, el artista aportaba dibujos y bocetos de personajes envejecidos o transformados en el marco de un pesimista futuro para el Universo Marvel. Aquel número fue tan popular que se agotó. Realizó algunos dibujos más para un número especial lanzado a raíz de este experimento y también se agotó. Semejante éxito no le pasó desapercibido a Marvel, pidiéndole a Ross que creara una miniserie basada en las ideas allí expuestas. Aunque sólo dibujaría las portadas y el guion definitivo recaería en Jim Krueger, sí aportó la línea argumental, los principales conceptos y el diseño de personajes. Contra lo que podría pensarse, lo más siniestro que se le pudo ocurrir a Ross y la distópica premisa sobre la que se asienta la historia, es que en ese futuro del Universo Marvel todo el mundo tiene superpoderes, algo que a priori podría parecernos una situación ideal

La acción se sitúa veinte años en el futuro del Universo Marvel. Tras un fallido experimento de Reed Richards para dotar al mundo de energía ilimitada, todas las personas de la Tierra se convierten en mutantes. Esto lleva a desórdenes civiles globalizados que terminan con la mayoría de los Vengadores muertos o fuera de combate y el Duende Verde nombrado presidente. Cada número de “Tierra X” se centra en el análisis y destino de un personaje diferente.

Como había hecho ya en “Kingdom Come”, Alex Ross utiliza para esta historia a un testigo cercano a la Humanidad que es guiado por un ser sobrehumano de gran poder. Si en aquélla obra eran el reverendo Norman McCay y el Espectro, ahora son El Hombre Máquina y el Vigilante. El androide (alias Aaron Stack, alias X-51) es transportado por Uatu a su Ciudadela en el Área Azul de la Luna para que le sirva de ojos, ya que él ha sido cegado y no puede cumplir su función. El Hombre Máquina irá monitorizando el devenir de los acontecimientos, narrándoselos a Uatu –y al lector- mientras ambos reflexionan sobre aquéllos.

Ahora bien, El Hombre Máquina no es el protagonista estrictamente hablando dado que no
experimenta un arco propio, una evolución, sino que se limita a ser mero testigo y narrador. Son otros superhéroes los que desempeñan los papeles importantes en la historia, como el Capitán América, Reed Richards, Hulk, Iron Man o los Inhumanos. El primero es un anciano agotado física pero sobre todo mentalmente que ha tenido que ver cómo casi todos sus amigos y camaradas han muerto o sido poseídos por unos alienígenas que han tomado la forma de Hydra (una idea plagiada del Starro de DC). Tony Stark, temeroso de lo que su talento inventor podría hacer si fuera afectado por la mutación global, se ha encerrado como un envejecido Howard Hughes en un complejo hermético desde donde controla un ejército de armaduras de Iron Man con la forma de sus amigos Vengadores fallecidos.

Hulk es uno de los pocos personajes cuya situación parece haber mejorado: Bruce Banner y Hulk han pasado a ser entidades distintas conviviendo en una pacífica relación simbiótica. Clea se ha convertido en la Hechicera Suprema de la Tierra al quedar atrapado el cuerpo astral de Stephen Strange en el reino de la Muerte. Thor es una mujer y la Cosa se ha casado con Alicia y tenido gemelos tan pétreos como
él. Sue y Johnny Storm han muerto y Reed ha asumido el rol de Victor von Doom como ermitaño señor de Latveria. Spiderman se ha retirado y su hija ejerce de heroína en simbiosis con Venom. Otros personajes sólo se tocan de pasada para mostrarnos lo trágico o patético de su destino: el Punisher se suicidó tras matar accidentalmente a una familia inocente mientras que Wolverine se ha visto reducido a un obeso holgazán tras años de infeliz matrimonio con Jean Grey.

Pero más sorprendente aún que la forma en que se imagina el futuro del Universo Marvel es cómo los autores reinterpretan su pasado. “A tu especie le encanta reescribir la historia, Richards”, afirma el Vigilante hacia el final de “Tierra X” después de haber presentado una breve recapitulación de la vida de Tony Stark. Casi cada número se abre con unas páginas en las que se pasa revista a la trayectoria de un personaje icónico de Marvel. Es un intento de tejer el tapiz del Universo Marvel de una forma nueva y muy particular. Porque resulta que todo lo que vivieron esos personajes desde el principio no fue producto de su desarrollo personal sino parte de un todo, un gran mosaico que comprende todo ese universo de ficción. Se nos dice que la evolución de todos los personajes no se produce en aislamiento. Todo está conectado… aun cuando durante cuarenta años los guionistas,
dibujantes y lectores no habían sido conscientes de ello. Han de ser Alex Ross y Jim Krueger los que nos iluminen.

Y es que “Tierra X” nos revela algo tan tremendo y revolucionario como que nuestro planeta es en realidad un huevo cósmico del que nacerá un Celestial y que la aparición de los superhéroes y diferentes criaturas de gran poder fue manipulada por los Celestiales para que, inadvertidamente, protegieran al dios durmiente de las posibles amenazas exteriores. Una de éstas es nada menos que Galactus, cuyo propósito no es solo devorar mundos para alimentarse con su energía sino evitar la
proliferación de Celestiales, destruyendo planetas utilizados por éstos como “incubadora”. Y aunque hay villanos humanos, como el Duende Verde o ese niño cruel y caprichoso que es el nuevo Cráneo Rojo, el enemigo definitivo resulta ser Uatu el Vigilante, que desde siempre ha estado ayudando a los Celestiales, siendo su misión la de supervisar que el proceso de desarrollo del ser embrionario siga su curso y sabiendo que cuando nazca, la Humanidad estará condenada.

Por tanto, puede interpretarse “Tierra X” como el intento de unir todo el Universo Marvel con un gigantesco y “celestial” nudo que conecte todos sus elementos. En cierto modo y teniendo en cuenta que apareció en 1999, prefiguró la trayectoria que iba a seguir la editorial, donde absolutamente todo tiene que estar acoplado con todo lo demás. “Vengadores vs X-Men”, por ejemplo, relacionaría a Fénix de los mutantes con la mitología de Puño de Hierro. Los “Nuevos X-Men” de Grant Morrison unían el proyecto Arma X con el desarrollo del Capitán América. Los X-Men y los Vengadores se fusionarían en “Uncanny Avengers”… Por eso, en muchos aspectos, “Tierra X” es más interesante como tratado o ensayo que como historia. Funciona mejor como experimento en el que se introducen conceptos nuevos que como una verdadera narración. Es
más divertido como ejercicio técnico en el que ver cómo Ross y Krueger van uniendo los puntos que como una aventura con entidad propia.

El concepto de universo compartido tiene doble filo. Está claro que ha ejercido un gran poder fascinador sobre muchísimos fans desde que Stan Lee le diese su actual forma a comienzos de los sesenta del pasado siglo. Está muy bien que diferentes personajes puedan interactuar y solaparse y de vez en cuando esa dinámica ha dado lugar a magníficas historias. Comparar o contrastar determinados personajes puede a su vez servir de herramienta narrativa y en ciertas ocasiones algún guionista da con una conexión lógica que a nadie más se le había ocurrido, como cuando Morrison imaginó que Wolverine era la décima iteración de un programa de armas biológicas que había comenzado con el Capitán América.

Ahora bien, hay un punto a partir del cual la idea de universo compartido se convierte más en una limitación que en una herramienta, como cuando el desarrollo de un personaje se ve coartado por las exigencias de la continuidad interna. Es el caso de los eventos encadenados que constantemente interferían con las tramas que, por ejemplo, Ed Brubaker y Matt Fraction estaban escribiendo
para “Capitán América” e “Iron Man” respectivamente. Y luego está la contradicción de ciertas premisas. Por ejemplo, es difícil asimilar la América racista y agresiva de los X-Men con el país ideal que los Vengadores se esfuerzan por proteger.

Es, por tanto, muy difícil asimilar que elementos mutuamente incompatibles compartan el mismo universo. La lógica nos dice que el Capitán América debería ser un activista a favor de los derechos de los mutantes, pero jamás se pronuncia al respecto. Tony Stark debería proporcionarle a Peter Parker un trabajo bien remunerado o al menos una beca para que no tenga que estar constantemente preocupado por el dinero. Es físicamente imposible que
Wolverine participe y se comprometa con todos los grupos de los que parece formar parte. Esto es lo que ocurre cuando llevas demasiado lejos la lógica del universo compartido, cuando tratas de hacer tragar al lector que todos esos comics en realidad conforman una imagen global coherente y una narrativa unificada.

La solución es obvia: no darle muchas vueltas al asunto. Disfrutar de los comics de los X-Men tal y como son sin preguntarse de por qué los Vengadores no hacen campaña por los derechos de aquéllos. Divertirse con las peripecias de Spiderman sin tratar de justificar el por qué no pide a alguno de sus billonarios colegas superheroicos que le faciliten un trabajo científico para el que además estaría cualificado. Y seguir las aventuras de Wolverine sin asombrarse por su frenética vida social-superheroica.

Pero la tendencia de los últimos años parece haber sido la de reconocer esos problemas de coherencia y tratar de forzar en el Universo Marvel una mayor dosis de interconectividad e integración. Así, la editorial tomó la decisión de integrar los X-Men y los Vengadores tras su último gran crossover, “Vengadores
vs X-Men”. Los comics de Spiderman ya habían sido en buena medida asimilados a la línea de los Vengadores.

“Tierra X” fue quizá la pionera a esta nueva aproximación superintegradora. Como he dicho, la mayoría de los episodios se abren con la exploración del pasado de algún personaje importante, incluyendo algunas observaciones muy interesantes, para luego proceder a contextualizarlo en el Universo Marvel. ¿Cómo se relacionan los Asgardianos y los Celestiales? ¿De qué forma está conectado Hulk con los X-Men? La miniserie es un intento deliberado de atarlo todo, de plantear que en el origen del Universo Marvel todo estaba relacionado y que también lo estará en su final.

En el fondo, no es una mala idea. Alguien tan cualificado como Mark Waid ya había subrayado que los personajes del Universo Marvel encajaban los unos con los otros mucho mejor que los de DC. Lo cual tiene todo el sentido del mundo si recordamos que el Universo Marvel fue producto de un crecimiento orgánico, acompasado y coherente a partir de la creatividad de Stan Lee, Jack Kirby, Steve Ditko, Larry Lieber y otro puñado muy reducido de
profesionales. Por el contrario, el Universo DC es una amalgama de personajes creados independientemente por autores muy distintos, algunos de los cuales tuvieron una trayectoria de cincuenta años antes de integrarse en esa compañía.

De hecho, es evidente la influencia que el trabajo de Jack Kirby ha tenido sobre Ross y Krueger. El primer personaje que aparece en “Tierra X” es el Hombre Máquina, alias Aaron Stack alias X-51, creado por Kirby para su serie “2001: Una Odisea del Espacio” y luego traspasado a la continuidad oficial Marvel. Es más, fue el último héroe creado por el autor para Marvel Comics; así que poner el foco sobre él parece un intento deliberado de subrayar la importancia de la obra de Kirby.

Y es que “Tierra X” se apoya completamente en las numerosas creaciones de ciencia ficción que Kirby aportó a la editorial. Reed Richards cree al principio que la extraña mutación que ha afectado a la especie humana tiene su origen en Wakanda, el hogar de Pantera Negra; los Inhumanos juegan un papel importante en la historia; cuando resurgen los X-Men con una nueva formación, no adoptan como mentor y líder a ninguno de los antiguos miembros post-Kirby, sino a Scott Summers alias Cíclope. Y el gran misterio que forma el núcleo de la miniserie orbita alrededor de los
Celestiales, los seres cósmicos que Kirby creó para “Los Eternos”. Krueger y Ross tienen tiempo incluso para insertar una breve referencia a Él, el personaje que tantos desacuerdos provocó entre Lee y Kirby cuando debutó en los números 66 y 67 de “Los Cuatro Fantásticos”. La intención del segundo había sido la de presentarlo como un superhombre, una encarnación-parodia del objetivismo propugnado por Ayn Rand; en cambio, Lee ajustó los diálogos para convertirlo en otro monstruo genérico más. Aquella traición fue una gota más de las que pronto acabarían colmando el vaso de su decepción y que terminarían llevándolo a abandonar Marvel. Es una escena que no tiene demasiado que ver con la historia y que solo sirve para demostrar lo bien que los autores conocen los entresijos del universo Marvel que están intentando entrelazar.

Y ese es el problema con “Tierra X”. Es un ejercicio de orfebrería, una especie de
reimaginación del universo Marvel más que una historia. Incluso X-51 lo reconoce ya bien entrado el primer número: “Aún no me has enseñado nada que tenga que ver con la Humanidad. Nada”, le reprocha al Vigilante, que ha estado mostrándole el origen de la Tierra, las extinciones, la llegada de los Celestiales, la creación de los Eternos y los Desviantes, el papel de los Kree en la creación de los Inhumanos, la destrucción de Atlantis, la verdadera naturaleza de los Asgardianos… La narración propiamente dicha es claramente secundaria a todo este gran recorrido por el trasfondo y la historia del Universo Marvel hasta el punto de que la trama podría resumirse en tan solo un par de líneas.

Como apunte interesante, las que no fueron creaciones de Kirby tienden a ser bastante maltratadas en “Tierra X”, en especial los personajes cuya popularidad llegó al máximo durante los noventa. Así, mientras que Scott Summers sigue siendo un héroe, Wolverine, como he dicho, es presentado como un holgazán cínico con sobrepeso que se limita a ver la televisión y beber cerveza. Cuando su esposa, Jean Grey, igualmente obesa y con rulos en el cabello, se lo reprocha, aquél le lanza un sarcasmo hiriente: “Bueno, siento no ser lo bastante flaco para tu gusto, Jeannie. Me escogiste a mí y no a Ciclo, ¿recuerdas?”. El Punisher está ausente pero su emblema ha sido adoptado por el nuevo Cráneo Rojo, un adolescente nihilista que tiene el poder de someter las mentes ajenas a su voluntad. El nuevo Daredevil, que puede o no ser el antiguo Motorista Fantasma, es un masoquista que disfruta con el dolor y el sufrimiento. Son todos una nada sutil parodia de los excesos cometidos en el género durante aquella década.

A pesar de que la apuntada escasez narrativa, de que más que una historia autosuficiente sea un vehículo para exponer las algo extravagantes teorías de Ross y Krueger, es cierto también que algunas de las ideas que se exponen y comentarios sobre los personajes son inteligentes y atractivas, fruto sin duda del extenso análisis y reflexión que ambos les han dedicado.

Por ejemplo, se sugiere que lo que en último término separó a Reed Richards de su
archienemigo, Victor Von Doom, fue el amor. Cuando murió Sue, Reed se encierra en el castillo de éste, utiliza sus robots para dirigir Latveria e incluso se pone su armadura. Más tarde, cuando encuentra a Cerebro y lo intenta hacer funcionar, literalmente estira y retuerce su propio cerebro para que éste sea compatible con el invento.

También son muy originales las teorías que se proponen sobre los Asgardianos: se trata de seres extraterrestres y cambiaformas: “Los Asgardianos son nómadas…y no están bien catalogados por los Vigilantes. Se sabe que descienden de una raza de metamorfos”. Aparentemente, se adaptan a su entorno, “como una espora que puede crecer con diferentes características dependiendo del suelo en que germine. Al principio de llegar a la Tierra, fueron saludados como dioses por los indígenas... y fue esta creencia lo que dio forma a sus personalidades. Y así, esas primeras personalidades, ahora con forma y grandeza, inspiraron la cultura entre los primitivos… que a su vez continuaron rehaciendo a los dioses a su propia imagen. Naturalmente, esos seres se convirtieron en inmortales porque es como se cree en ellos. Se cree que viven sobre las nubes, así que allí es donde residen”.

Hay, esparcidos por la miniserie, rastros de otras historias de Marvel; algunos, débiles ecos de aventuras clásicas; otros, semillas que germinarían en circunstancias diferentes. Por ejemplo, años antes de que apareciera Reinado Oscuro, Krueger y Ross ya plantean un mundo en el que Norman Osborn ostenta un gran poder político. En cuanto a Hulk, Uatu sugiere que la división en dos entidades diferentes es la conclusión lógica para el personaje: “Los niveles de absorción crearon esas personalidades distintas…Buscaba independizarse de su anfitrión. Deseaba una forma y una entidad propias”.

También es interesante el retrato de Stark como el último humano protegido por una
armadura: “A su propia manera, sin embargo, Tony Stark también ha perdido su humanidad”, observa X-51. Aunque intentar contextualizar su vida en términos de un gran propósito cósmico es a todas luces muy forzado dado lo aleatoria, diversa y tendente al fracaso que ha sido su trayectoria, “Tierra X” sí acierta en el contraste que establece entre él y Reed Richards, los dos principales genios del Universo Marvel. Hacia el final, Stark dice: “Creo que ésa es la diferencia entre nosotros, Reed. Siempre supiste qué querías hacer, qué intentabas exactamente. Yo sólo tenía una vaga idea de lo que pretendía”.

Otro contraste-paralelismo que no sería adecuadamente desarrollado hasta que Matt Fraction se hiciera cargo de “Invincible Iron Man” es el de Stark y Norman Osborn. El primero ha tenido un montón de villanos empresarios mientras que el segundo ha sido el hombre de negocios malvado por antonomasia del Universo Marvel. Ambos acabaron desfigurados psicológicamente por sus respectivos trabajos al tiempo que debían luchar contra sus propios demonios internos. En un momento dado, la Visión critica la asociación de Stark con el presidente: “Las riquezas de Osborn están manchadas de sangre de inocentes. Sus actividades han causado muertes por todo el mundo”. A lo que Stark responde: “Como las mías. ¿Te olvidas de los acontecimientos que llevaron al nacimiento de Iron Man?

Otras iniciativas de desarrollo o clarificación son más torpes. Por ejemplo, “Tierra X”
“explica” por qué Magneto decidió bautizar a su primer grupo como “Hermandad de Mutantes Diabólicos”. La auténtica respuesta es que la versión original del personaje creada por Stan Lee y Jack Kirby era la de un megalomaniaco unidimensional. Su refinamiento vino bastante después de la mano del guionista Chris Claremont. Cualquier intento de dar coherencia a ese salto, está condenado al fracaso. “¿Por qué llamaría Magnus a su Hermandad, Diabólicos?”, pregunta retóricamente Uatu a X-51 “Si pensaba que tenía razón… ¿Por qué la distinción moral?”. Su propia explicación: “Al decir que era diabólico, Magneto obligó a Xavier y a sus hombres-X a tomar el lado contrario...los Buenos. Obligó a Xavier a meterse en el papel de ser el barómetro moral de Magnus, de ser el juez de la Humanidad; y la moralidad siempre ha sido la mejor base para los prejuicios”. Parece un razonamiento demasiado metafísico y retorcido para un villano que se presentó originalmente robando armas nucleares y fanfarroneando de lo malo que era. Es en estos momentos cuando “Tierra X” cruza la línea y va demasiado lejos. Existe una evidente cohesión interna en el Universo Marvel, pero intentar atar todos los cabos es una tarea imposible por muy buen guionista y profundo conocedor de sus personajes e historias que se sea.

También me resulta interesante cómo Krueger y Ross rechazan la idea de que los superhéroes Marvel sean la siguiente generación de dioses, algo que Grant Morrison, durante su etapa en la Liga de la Justicia, apuntó respecto al panteón de personajes DC. Los héroes Marvel siempre se han definido más por su humanidad que por su divinidad potencial. “Al principio, creí que el plan Celestial era recrear al Hombre a su propia imagen, convertir a los hombres en Celestiales”, le dice X-51 a Reed. “Pero me equivocaba”. Y explica: “La Humanidad, una vez mutada, protegería a los celestiales maduros de las invasiones de bacterias…como los Skrull o los Kree. Es biológico. La muerte y el nacimiento, como dijo Uatu. Somos microbios s
obrevalorados, protegiendo no un planeta sino un celestial futuro”. Explicación ésta que plantea un problema: el principal atractivo de muchos de los héroes Marvel es que, siendo individuos desfavorecidos o con serios problemas personales, consiguen superar todas las dificultades en aras de un bien mayor, de una gran causa. El que ahora todos sean productos planificados derivados de un plan cósmico del que nunca tuvieron opción a escapar, mina su grandeza.

La referencia a que los superhéroes no son más que “insectos” al servicio del Gran Plan resulta especialmente adecuada en el caso de Spiderman, personaje un tanto marginado en “Tierra X”. De hecho, el poco papel que le asigna el guion confirma la sensación de que este es un comic apoyado principalmente en personajes creados
por Kirby, como el Capitán América, Reed Richards, los Inhumanos, los Celestiales… o Galactus. De hecho, Ross y Krueger rehabilitan la propuesta que John Byrne hizo sobre el personaje en su etapa de “Los Cuatro Fantásticos”, presentándolo como un “mal necesario”, una especie de “fuerza de la Naturaleza” genocida. Aquí, por el contrario, se nos informa de que su auténtico propósito siempre fue evitar que se reprodujeran en exceso los Celestiales, algo que tiene más sentido. Aún más allá, dado que el Galactus original se había transformado en una estrella, el que aparece aquí como último recurso para detener a los Celestiales resulta ser nada menos que Franklin Richards, cuyos poderes han alcanzado su cúspide convirtiéndole, sin ser siquiera él consciente de ello, en lo que los Celestiales temían.

Como era de esperar en una obra de estas características, alcance y ambición, “Tierra X” quiere mostrar más de lo deseable para una narración clara. Aunque el atmosférico dibujo de John Paul Leon está en buena sintonía con el futuro distópico que se nos describe, no es siempre todo lo claro que hubiera sido necesario y, para colmo, los autores asumen que el lector va a conocer hasta el más secundario de los personajes Marvel. Por ejemplo, tenemos ese gag- no se me ocurre otra forma de
definirlo- relacionado con el hijo de Jameson, enviado a la Luna para evitar los peligros que causan sus transformaciones licántropas; o el sillón de MODOK sobre el que se desplaza el Cráneo Rojo. Son personajes e imágenes que no se van a entender si no se dispone de un amplio conocimiento del Universo Marvel clásico.

Y quizá fuera esa una de las razones por las que “Tierra X” no registró el mismo impacto que “Kingdom Come”: el ejercicio de retrocontinuidad que propone y las abundantes referencias a los entresijos del Universo Marvel, hicieron de éste un comic menos accesible –por no de decir que no lo era en absoluto- para el lector no iniciado. Además, carecía del aliento épico de “Kingdom Come”. Mientras que en esta obra el espíritu heroico más puro se sobreponía a la oscuridad y violencia del futuro que se había planteado, en “Tierra X” el determinismo bajo el que se mueven los superhéroes y el destino de muchos de ellos impregna todo de un pesimismo que nunca llega a disiparse y que el dibujo de Leon no ayuda a compensar.

No obstante y pese a estar la crítica dividida al respecto, “Tierra X” tuvo una innegable
influencia en Marvel. Se hicieron dos secuelas (“Universo X” y “Paraíso X”) y una precuela (“Marvels X”); e ideas como la de Thor transformada en mujer, Norman Osborn alcanzando la supremacía política o Loki siendo un héroe acabaron integradas en la continuidad oficial Marvel.

En resumen, una obra que no es esencial ni revolucionaria pero sí recomendable para los profundos amantes y conocedores del Universo Marvel… y solo para ellos; ni siquiera para los que estén interesados en él superficialmente o se hayan internado en sus complejidades hace poco tiempo. A pesar de su excesiva verbosidad en momentos puntuales (acentuada por unos anexos compuestos exclusivamente de texto, reiterativos e innecesarios), la poco clara integración y encadenamiento de todos los personajes y acontecimientos y un ejercicio de retrocontinuidad que puede no ser del agrado de muchos, “Tierra X” puede disfrutarse gracias a sus muchas ideas atrevidas y su visión original –aunque deprimente- de un posible futuro para el Universo Marvel, su tejido mítico y sus principales iconos.

1 comentario:

  1. Pues ha mi me parecio de lo mejor por todos los conceptos metafisicos que trata de reconfigurar para su propio universo...explica el tiempo marvel!!!

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