25 ago 2020
1983- JON SABLE- Mike Grell
A comienzos de los años ochenta, eclosionó en Estados Unidos el mercado de las editoriales independientes de comic-books, entre las que destacó First Comics, creada por Mike Gold y Ken Levin en 1983 con base en Evanston, Illinois y cuyo primer título publicado fue “Warp” (marzo 83), una derivación de la obra teatral de ciencia ficción del mismo nombre. Joe Staton fue el primer director artístico de ese sello, pero en una entrevista admitió que esa denominación llevaba a error puesto que no tenía autoridad para modificar el material que llegaba a su mesa ni orientar a los autores al respecto. Y es que First seguía la política de respetar no sólo la independencia creativa de éstos sino que les permitía conservar los derechos de autor.
Esto atrajo a creativos inquietos y concienciados, con ideas atrevidas y proyectos personales que las editoriales mainstream no hubieran admitido. Fue el caso de “American Flagg!”, de Howard Chaykin, de la que ya hablé en este blog y que salió a la venta en junio de 1983. Y otro de los autores de peso que entraron en la primera oleada de lanzamientos de First fue Mike Grell. Conocía a Mike Gold desde hacía años y su periodo en la tira de periódico de Tarzán llegaba a su fin en febrero de ese año, así que aprovechó la puerta que se le abría para crear un personaje mucho más realista que los que había realizado hasta ese momento: “Jon Sable, Freelance” (junio 83).
Mike Grell no es hoy uno de los grandes nombres del comic-book y con toda probabilidad será un desconocido para muchos aficionados actuales, pero en los setenta era un autor muy apreciado. Nació en Florence, Wisconsin, en 1947 y, tras estudiar Bellas Artes y seguir un curso de dibujo de comics por correspondencia, en 1967 se alistó durante cuatro años en las Fuerzas Aéreas con el propósito de evitar su reclutamiento forzoso en el ejército de Tierra con destino a la Guerra de Vietnam (lo cual no le evitó pasar un año como ilustrador en Saigón). Tras licenciarse en 1971, Grell entró en la Academia de Bellas Artes de Chicago, trabajó como artista gráfico independiente, ayudó a Dale Messick en la tira de prensa “Brenda Starr” en 1972 y, tras mudarse a Nueva York, inició su larga relación con DC Comics dejando huella en títulos como “Superboy y La Legión de Superhéroes”, “Batman”, “Green Lantern/Green Arrow” y, sobre todo, “Warlord” (1976-1988), una serie de fantasía que en su momento estuvo entre los comics más populares de la editorial.
Pero a finales de la década, con DC en franco retroceso y disconforme con la política vigente de derechos de autor, Grell, como he dicho, probó suerte en el entonces incierto terreno de los sellos independientes. En 1982, compró a DC los derechos de “Starslayer” (una serie de ciencia ficción que había caído víctima de la contracción del catálogo de la editorial) y se la llevó a Pacific Comics como proyecto personal, convirtiéndose así en el primer autor de comic books en retener los derechos de autor.
Puede que hoy esos logros sean comunes pero a comienzos de los ochenta supusieron grandes avances en territorio desconocido. Ciertamente, no es que ambas innovaciones se saldaran con éxito, pero solamente por haber sido el primero en conseguirlo, ya es meritorio. La decisión de Grell fue pionera y muy arriesgada porque abandonar el paraguas de una gran compañía como DC significaba renunciar a un suministro regular de encargos y trabajar en títulos de personajes bien conocidos o que la editorial podía publicitar en otras colecciones. Sí, puede que los pequeños sellos prometiesen pagar tarifas más generosas por página, conservar los derechos de autor y garantizar la libertad creativa, pero los riesgos eran muchos: la supervivencia de esas editoriales independientes, con una infraestructura mínima y financieramente endebles, no estaba en absoluto asegurada; su capacidad de penetración en el mercado y de promoción de sus productos era mucho menor que la de Marvel o DC; y, al trabajar con personajes nuevos y, por tanto, desconocidos para los lectores, bien podía fracasarse en el lanzamiento de los nuevos títulos, por lo que el valor de los derechos de autor sería nulo.
De hecho, la experiencia de Grell con Pacific Comics no fue tan satisfactoria como había esperado. La compañía adolecía de dificultades económicas crónicas (cerraría tras tan solo tres años de existencia) y al autor le devolvían los cheques en el banco, así que tuvo que buscar trabajo en otro sitio. Fue un fracaso necesario. Seguramente, antes o después, alguien hubiera dado esos mismos pasos pero tal y como discurrieron las cosas es a Grell a quien hay que atribuir la iniciativa.
Y es entonces cuando, como he dicho, entra en escena First Comics. La editorial necesitaba a Grell tanto como éste a ella. El recién nacido sello requería de un nombre conocido entre el fandom con el que atraer nuevos lectores en ese momento crítico de lanzamiento y de ahí la entrada de Howard Chaykin y Mike Grell.
Jon Sable es un cazador de recompensas y mercenario norteamericano que, antes de dedicarse a tales menesteres, había combatido en la Guerra de Vietnam y participado como atleta de Pentatlón (hípica, atletismo, tiro al blanco, natación y esgrima) en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972. Tras ser testigo de los atentados terroristas que tuvieron lugar en aquellos juegos, se casó con una hermosa chica, Elise, que también participaba en la competición como gimnasta por Kenia. Primero se establecieron en este país africano, donde Sable se dedicó a hacer de guía rastreador para cazadores blancos hasta que, harto de tratar con mezquinos maltratadores de animales, se trasladó a Rodesia (la actual Zimbabwe) junto a Elise y los dos hijos que habían tenido, donde ejerció como ranger contra los furtivos en los parques nacionales. Su eficacia le granjeó enemigos y Elise y los niños fueron asesinados por matones a sueldo de un importante traficante de marfil. Tras un periodo de desequilibrio mental que culminó con la matanza de los responsables, Sable volvió a los Estados Unidos y se convirtió en mercenario.
Pero también descubrió un talento que acabó reportándole tanto dinero como sus actividades al límite de la ley: escritor de cuentos infantiles. Bajo el seudónimo de “B.B.Flemm” y caracterizado para que nadie lo identifique como Jon Sable, se hace famoso transcribiendo las historias que contaba a sus hijos sobre gnomos residentes en Central Park. Por supuesto, esa dicotomía personal y profesional le acarreará más de un problema.
Los personajes secundarios más relevantes son dos mujeres de carácter fuerte y muy competentes en sus facetas profesionales. Por una parte, su agente literario, Eden Kendall, con la que mantiene una relación tanto a nivel profesional como íntimo (ésta más informal). Eden es sabedora de su trágico pasado y sus actividades como mercenario pero, llegado el caso, se muestra inflexible a la hora de exigirle que cumpla con sus obligaciones contractuales referentes a su actividad literaria.
Por otra parte, Myke Blackmon, la ilustradora de sus cuentos, a la que conoce por primera vez en el número 2, y que acaba enterándose de sus secretos vía Eden. Es una mujer de veintitantos años, firme carácter pero también comprensiva, que se convertirá en un gran apoyo para Sable y con la que acabará estableciendo una relación sentimental.
A pesar de estos dos personajes femeninos fuertes, hay que reconocer que “Jon Sable Freelance” es un tebeo “para hombres”. Sable, cuyo aspecto físico está inspirado en el entonces aún joven James Brolin, es un tipo masculino ante el que caen rendidas todas las mujeres que conoce, que además son jóvenes y hermosas. Y es que el propio Grell reconoció que el personaje está claramente influenciado por el James Bond de Ian Fleming (personaje del que Grell haría más adelante una miniserie) así como por las novelas pulp de aventuras y policíacas, especialmente las novelas de Mike Hammer escritas por Mickey Spillane. Sus andanzas africanas, por otra parte, estuvieron inspiradas por las novelas del cazador profesional Peter Hathaway.
Sable sería, a decir de Grell, el opuesto a Batman. No trabaja por el bien común sino por dinero. No tiene una identidad secreta. La “máscara” de pintura de camuflaje que lleva en sus misiones cumple la función de impresionar a sus adversarios y no la de ocultar quién es. De hecho, todo el mundo conoce su identidad de mercenario y su único secreto es que también es un escritor de cuentos infantiles. Su auténtico disfraz son la peluca y el maquillaje que se ve obligado a llevar cuando aparece públicamente como B.B.Flemm para no perjudicar las ventas de sus libros (obviamente, no resulta apropiado que quien escribe relatos sobre amables leprechauns en Central Park sea al mismo tiempo un cazarrecompensas sin problemas a la hora de usar la violencia).
Los personajes de comic han evolucionado mucho en las últimas décadas en cuanto a caracterización y puede que hoy las peripecias de Jon Sable no sorprendan tanto y que incluso el protagonista resulte un tanto inverosímil. Pero a comienzos de los ochenta, con un mercado aún dominado por las editoriales mainstream poco amigas de polémicas y con un catálogo compuesto esencialmente por superhéroes y dirigido principalmente a un mercado juvenil supervisado por el Comics Code Authority, la propuesta de Mike Grell estaba varios grados por encima de aquellas. Jon Sable era un personaje complejo, traumatizado por su pasado, que tenía dudas respecto a cómo proceder, que se comportaba como un imbécil de vez en cuando, que tenía sexo casual con mujeres y que se enfrentaba a amenazas del mundo real (aunque, eso sí, exageradas para insuflar un grado extra de dramatismo y acción “peliculera”).
Así, encontramos entre sus muchos casos asesinos a sueldo que atentan contra el presidente de Estados Unidos, cazadores furtivos y traficantes de marfil, testigos protegidos en peligro de muerte, extracción de disidentes de la Alemania comunista a través del Berlín dividido, robos de guante blanco, conspiraciones de políticos extremistas en el seno de Estados Unidos, el terrorismo de Oriente Medio y el conflicto árabe-israelí, la búsqueda de prisioneros de guerra en el Vietnam postbélico, espías rusos, localización de tesoros en Centroamérica, siniestros agentes de la CIA que intentan utilizarlo… Algunas historias entran dentro de la tradición más pulp pero la mayoría tienen un fondo más complejo extraído de los titulares de los periódicos de la época.
Sable es un personaje falible, que no ha conseguido superar la tragedia de perder a su familia y encontrar la estabilidad ni el rumbo en su vida. Es un adicto a la adrenalina y tiene dificultades para relacionarse de forma sincera con el sexo opuesto. A menudo resulta herido, incluso termina en el hospital tiroteado erróneamente por un policía novato. Grell se tomó su tiempo para ahondar en su personalidad y pasado, llegando incluso a relatar la agitada historia de sus padres durante la Segunda Guerra Mundial, su propia infancia y el camino que le llevó al ejército primero y a las Olimpiadas después (nº 25-27).
En “Jon Sable Freelance” pudo también verse al primer personaje abiertamente gay en los comics: Gray Adler, coreógrafo y compañero de piso de Myke (nº 10). Adler no escondía su condición y Grell lo utilizó para criticar los clichés homofóbicos y agresivamente masculinos que menudeaban en los tebeos de la época. Aunque él no tenía intención de posicionarse al respecto ni lanzar ningún mensaje político –el personaje nació como recurso para construir una situación cómica puntual-, fue también recibido que acabó convirtiéndose en un personaje regular. No podía imaginar Grell entonces que el introducir un gay en un comic mainstream iba a afectar positivamente a tantos lectores que, por fin, vieron reflejada su orientación sexual de manera respetuosa en un medio, el del comic book, habitualmente dirigido y consumido por varones blancos y rabiosamente heterosexuales. El capitán de policía Josh Winters, de raza negra y alejado de los estereotipos habituales en Marvel o DC, es otro personaje interesante que mantiene una relación de odio-respeto con Sable, considerándolo un intruso y una molestia pero al mismo tiempo reconociendo sus habilidades y eficacia.
Grell vertió en la colección sus propias experiencias de la guerra de Vietnam (aunque no había sido combatiente, sí estuvo en el país como parte del contingente militar americano). Otro de los aspectos que destacan en la serie es el detalle con el que describe y dibuja el diferente armamento que utilizan los personajes. Esto deriva del conocimiento de Grell acerca del particular: aprendió a disparar a los cuatro años para ayudar a su padre a cazar y poner algo de comida extra en la mesa familiar. Esa vivencia le dio respeto por los animales y amor por la vida en la Naturaleza.
Este aspecto es algo que se hace evidente no sólo en Jon Sable (que pasa años ganándose la vida como mercenario, cazador y ranger en África) sino también en la posterior “Green Arrow: The Longbow Hunters” (1987), la miniserie de DC con la que reformuló el origen del superhéroe arquero haciendo que su habilidad con el arco derivara de su necesidad de supervivencia en una isla desierta. Jon Sable comparte con Green Arrow (y también con otro personaje suyo anterior, Travis Morgan alias Warlord) la ausencia de superpoderes. Sus habilidades son fruto del entrenamiento continuo y de la aplicación de aquéllas a la supervivencia.
Cuando Grell comenzó “Jon Sable Freelance”, no había muchos comics tan explícitos en cuanto a violencia. Frank Miller había desafíado a las convenciones del género y la censura de la industria con su “Daredevil” (colección que dibujó y mayormente escribió de 1979 a 1983), introduciendo un estilo más sucio, más “realista”, alejándolo de los estereotipos superheroicos para dejar más espacio al elemento criminal propio de la serie negra y haciendo más visibles temas tabú como la violencia o las drogas. “Jon Sable” se beneficiaba de no pasar por la aprobación del Comics Code Authority, por lo que Grell disfrutaba de una mayor libertad en este sentido; libertad, que aprovechó insertando muchas escenas muy duras –aunque, eso sí, sin caer en el mal gusto o lo injustificadamente sangriento. El protagonista es alguien sereno y educado, pero de una página a otra lo podemos ver asesinando a diestro y siniestro, a veces incluso a sangre fría (aunque, eso sí, siempre a quien se lo merece: villanos, asesinos, soldados enemigos, criminales violentos…).
La serie fue lo suficientemente popular y adulta como para que, en el otoño de 1987, la ABC se arriesgara a llevarla a la pequeña pantalla. De esta manera, Grell fue también el primer autor independiente que vió su obra adaptada a la televisión.
“Sable”, la serie, estaba centrada en un escritor de libros infantiles que se transformaba por la noche en un vigilante disfrazado. Esto suponía simplificar burdamente el concepto original y los personajes, el principal de los cuales estuvo interpretado por Lewis Van Bergen. “Sable” no duró mucho y tras siete episodios se canceló a comienzos de 1988. Desde luego, su inclusión en la parrilla del sábado por la mañana a primera hora, no sirvió para darle demasiada proyección, pero, sobre todo, no respetaba el crudo espíritu del original, que era lo que en primer lugar había constituido el rasgo diferencial de la serie. Por ejemplo, mientras que en el comic Jon Sable utilizaba el alias de B.B.Flemm como pantalla, en la serie televisiva su verdadera identidad era esta última, recurriendo al nombre de Jon Sable para sus actividades mercenarias. Una reversión total, en fin, del concepto original. Así que aparte de la inclusión de una joven Rene Russo, hay poco que recomendar en este producto.
Otra prueba de lo bien que funcionó la colección es que llegó incluso a plantearse un crossover con Batman a mediados de los ochenta. Anteriormente, el Hombre Murciélago ya había protagonizado un especial con Hulk, pero esta hubiera sido la primera vez que lo hacía con un personaje proveniente del mundo de las editoriales independientes. El promotor del proyecto fue Mike Gold, que tras haber fundado e impulsado First Comics se había marchado a DC para ejercer de editor. Llegó a terminarse y aprobarse el guión, el equipo creativo y los editores de ambas compañías estaban de acuerdo en hacerlo… y entonces los abogados metieron la nariz y empezaron a poner pegas y pelearse entre ellos. Al final, los responsables de las dos compañías decidieron que ni merecía la pena el esfuerzo ni podían esperar a que se dirimieran los pormenores legales.
Tengo que decir que, desde el punto de vista artístico, Grell me parece bastante truquista. Es un ilustrador más que competente, tiene buen ojo para las composiciones y destaca en los primeros planos casi fotorrealistas. Pero en las escenas de acción flaquea bastante. Sus figuras no pueden desprenderse de las poses rígidas y acartonadas y los planos medios y generales quedan bastante pobres. Consciente de sus limitaciones, a menudo abusa de los primeros planos, lo que entorpece la narrativa. Dicho esto, los guiones a menudo compensan las flaquezas del dibujo, si bien conforme la serie avanza queda claro que Grell pierde interés en el aspecto gráfico y éste se vuelve cada vez más descuidado y tosco, especialmente en el entintado.
Quizá ello fuera la razón por la que, aunque siguió escribiendo los guiones y realizando las portadas de todos los números, delegó el dibujo a partir del nº 44 en Judith Hunt primero y luego Mike Manley, Robb Phipps, George Booker, Gerald Forton, Tony Salmons y Bill Jaaska, todos ellos de segunda división, meramente funcionales y nada atractivos. Este desfile de dibujantes privó a la serie de unas necesarias estabilidad y personalidad gráfica, signo inequívoco de deriva que sugiere una pérdida de interés por parte de la editorial. Y efectivamente, aunque Grell llegó a anunciar en el correo del propio título que Tony DeZuñiga se le uniría como artista en la colección, lo cierto es que tales planes nunca llegaron a concretarse y al poco tiempo la cabecera se canceló en 1988, en su número 56. Había sido uno de los títulos más longevos de First.
Como ya he mencionado, Mike Gold se había marchado a DC comics, desde donde llamó a Grell para “enterrar el hacha de guerra” y ofrecerle algún personaje en el que pudiera tener interés. Aunque su primera opción fue Batman –que por entonces estaba a punto de estallar gracias a la inminente “El Regreso del Caballero Oscuro”-, Gold le sugirió otro de sus personajes favoritos, “Green Arrow”, al que definió como un “cazador urbano”. Aquello bastó para decidir a Grell, que abandonó First Comics para hacer la miniserie “The Longbow Hunters” (1987), con la que remodeló por completo al personaje sacándole del circo superheroico y llevándolo a un entorno criminal más realista que continuaba en la línea planteada en “Jon Sable Freelance”.
El éxito de esa miniserie llevó a la apertura de una colección regular para Green Arrow, que Grell se encargó de guionizar. Y fue en los números 15 y 16 de la misma donde el arquero esmeralda se cruza con un baqueteado mercenario llamado Jake Moses (febrero-marzo 89). Que se trata de una versión siniestra de Jon Sable queda claro cuando se nos dice que su familia fue asesinada por furtivos durante un safari en África y que desde entonces no ha dejado de matar. Era un final lógico para alguien que hubiera llevado una vida como la de Sable. Pero también una pulla a First Comics a cuenta de los problemas que Grell había tenido a la hora de cobrar lo que le debían.
Mientras tanto, en First, en marzo de 1988 se volvió a relanzar al personaje, ya sin la participación de Grell, con guiones de Marv Wolfman y Bill Jaaska al dibujo. El título de esta nueva etapa fue "Sable" y duró 27 números antes de ser cancelada. First lanzó una reedición de los diez primeros números (probablemente los mejores) bajo el título de “Mike Grell´s Sable” y en 1996, tras el cierre definitivo de First cinco años antes, Grell se llevó su personaje a Image; o, mejor dicho, el universo del mismo, ya que el protagonismo recayó en Maggie la Gata, una elegante y carismática ladrona de guante blanco (inspirada a partes iguales en Grace Kelly y la actriz y modelo Lauren Hutton) a la que Sable había conocido en el nº 11 de su propia colección y que se convirtió en una invitada habitual de la misma. Pero lo que iba a ser una serie regular acabó cerrando al cabo de tan solo dos números debido a la caída general de ventas que experimentó la industria por entonces. ¿Y por qué no Jon Sable? Pues porque el contrato de Grell con First estipulaba que la editorial tendría los derechos exclusivos del personaje durante los diez años posteriores al cierre de su colección. No quedaba más remedio que esperar para retomar al mercenario.
Y así, un año después, Grell anuncia que esta trabajando en una colección de Sable en blanco y negro para Caliber Comics. Pero el proyecto no cuajó y en 2000 lo intenta bajo la forma de novela, “Sable”, basada principalmente en los primeros números de la colección regular. A partir de ese momento y durante algunos años, el mercenario hizo algunos cameos en otras colecciones firmadas por Grell. Empezó una segunda novela e incluso terminó un guión cinematográfico que a punto estuvo de entrar en preproducción antes de ser aparcado a raíz de los atentados del 11-S de 2001. Hubo que aguardar hasta marzo de 2005 para tenerlo de vuelta gracias a IDW Publishing que sacó una nueva miniserie de seis números titulada “Jon Sable Freelance: Bloodtrail”, escrita y dibujada por Grell. Además, ese sello se dedicó a reeditar toda la serie original en volúmenes recopilatorios. La última aparición del personaje por el momento ha sido en una serie de cinco números publicada directamente en internet y titulada “Ashes of Eden”, entre 2009 y 2010.
Años antes de que las principales editoriales norteamericanas sacaran sus sellos “para lectores adultos” o dejaran que los autores retuvieran los derechos sobre sus obras, Mike Grell y First Comics ofrecieron un tebeo maduro que se apartó de las convenciones superheroicas y que ha aguantado el paso del tiempo mejor que la mayoría de sus ochenteros contemporáneos. Naturalmente, hay temas que están muy enraizados en la época, como la Guerra Fría y sus intrigas de espionaje y referencias a la actualidad y personajes reales de su presente (las Olimpiadas de entonces, el presidente Ronald Reagan…), pero en general las historias, sobre todo las de los primeros treinta números, siguen siendo una lectura recomendable e interesante que mezcla el realismo con el espíritu pulp.
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