(Viene de la entrada anterior)
El tema de los derechos animales pronto se margina más allá de ver a Buddy dejando clara su postura, haciéndose vegetariano y aleccionando a su hijo. Quizá DC pensó –no sin cierta razón- que un comic book no era el mejor lugar para hacer proselitismo y que lo más lejos que querían llegar era mostrar al héroe haciendo declaraciones al respecto. Pero incluso el propio Morrison parece menos interesado en profundizar en el aspecto político del problema. En su propia introducción al volumen recopilatorio de su etapa afirma que no deseaba hacer otro comic de superhéroes realista y oscuro.
Con todo y con eso, algo más adelante, en el número 15, Buddy se alía con Dane Dorrance,

En esos números, Morrison explora otros aspectos relacionados con la inclusión del personaje en la división europea de la Liga de la Justicia (algo con lo que él no tuvo nada que ver), creando algunos momentos divertidos al explorar la faceta más mundana de una organización superheroica. Hay un momento en el que el Detective Marciano llega a decirle que lo quería en el grupo por su compromiso medioambiental, un argumento que no tiene mucho sentido si Animal Man está

Es irónico que la decisión de Morrison de imbuir en Animal Man una sensibilidad política propia de nuestro mundo (los derechos sobre los animales) impresionara menos a los fans que el rumbo metafísico/metanarrativo que tomaría poco después la colección. Aunque este enfoque tiene su propio interés, no deja de resultar chocante que lectores y críticos pensaran que el comic era sofisticado y relevante por la deconstrucción que hacía del género en vez de por su integración en el mismo de problemas y polémicas del mundo real. ¿Es más importante jugar a derruir la base de un género que hablar y reflexionar sobre la vida de verdad? Desde luego, puede que sea más radical pero no está claro que sea más profundo o que de más lugar al debate.
Otra faceta que quizá hubiera resultado más interesante de ver fue la familiar. Antes de embarcar a Animal Man en historias verdaderamente extrañas, Morrison podría haberlo

Después del número 5, la colección fue variando su rumbo de manera aparentemente errática. Hay un buen puñado de episodios autoconclusivos y Morrison tuvo que lidiar con el problema de integrar en su colección el gran evento DC del momento, “Invasión”, cuyas ramificaciones se extenderían durante varios episodios, haciendo la trama más confusa para quienes no conocieran aquél. Al menos, aprovechó los alienígenas invasores que tuvo que insertar para darle una explicación a los siempre inverosímiles poderes de Animal Man (básicamente, no absorbe los poderes directamente de la fauna circundante, sino de una especie de matriz de la vida salvaje, un “campo morfogenético” con el que consigue conectar merced a unas modificaciones que realizaron los extraterrestres en su organismo).

Como resultado de tal iniciativa, la colección fue tornándose cada vez más extraña, encadenando personajes y acontecimientos misteriosos y aparentemente inconexos entre sí y con la trama principal pero que, al final, resultan estar efectivamente relacionados; una conexión que Buddy descubrirá traumáticamente en los últimos números de la etapa de Morrison. En el nº 19, regresa a casa y se encuentra a su familia salvajemente asesinada en el suelo de la cocina. Incapaz de asumir semejante tragedia y sumido en una depresión, abandona la Liga de la Justicia, cambia el traje y se embarca en la búsqueda de los responsables.
Tras obtener su venganza pero no la paz interior y con ayuda de una máquina del tiempo

Ya en números anteriores, el guionista había jugado con la cuarta pared -la barrera imaginaria que separa al lector de los personajes de ficción-, pero no haciendo que Animal Man hable con el lector o el autor –un recurso discutible y desde luego nada nuevo- sino rompiéndola literalmente: Buddy sale de la rejilla de viñetas sin saber lo que esta pasando ni hacia dónde va, y utilizando los límites de una de ellas para aplastar a su adversario; o unos alienígenas acaban con un villano borrándolo paulatinamente… Pero sobre todo, utilizó este truco para fundir en el último número los tres pilares de cualquier ficción: el personaje, el autor y el lector.

Morrison profundizó en la metatextualidad e hizo de este un comic que era consciente de serlo: algunos –no todos- de sus personajes averiguan que forman parte de un mundo de ficción creado por un demiurgo. No es esta una aproximación nueva y hay precedentes en la literatura y el comic, pero Morrison se atrevió a llevarla al contexto de una gran editorial que pocos años antes había aniquilado universos enteros de sus personajes en “Crisis en Tierras Infinitas” para pulir su continuidad. Es más, escogio a un personaje que era parte de esa misma continuidad, que se relacionaba con Superman o el Detective Marciano.
No estamos hablando aquí de un editor independiente o un personaje relegado a una esquina

En ese último número, articulado como una larga conversación, Morrison se integra como personaje e interactúa con el protagonista nominal, reflexionando sobre por qué les pedimos a los autores que imaginen tragedias para entretenernos y cómo ello provoca sufrimiento en los personajes de ficción, que son también reales en tanto en cuanto

Un final, por tanto, absolutamente inaudito para un comic de superhéroes hasta el momento. Como dijo el propio Morrison, se fue de la colección con un "gemido”, sin épica ni acción alguna.
Lo cierto es que la serie bien podría haber terminado en ese punto. Morrison podría haber seguido adelante pero, con sus ideas agotadas y estirado al máximo su experimento metatextual, ello hubiera significado repetirse o encasillarse. Así que

Volviendo a Morrison, tengo la sensación de que en su etapa en “Animal Man” –y creo que es algo que en mayor o menor medida le ha sucedido desde entonces en otras muchas de sus obras- forzó la máquina para ofrecer un producto muy creativo que jugara y derruyera las convenciones para evitar los tópicos y la previsibilidad. Algo que, en principio y como no podía ser de otra manera, es digno de elogio.

En “La Muerte de la Máscara Roja” (nº 7), que es básicamente una sola escena alargada 23 páginas, Animal Man se encuentra con el envejecido, desengañado y olvidado supervillano del título (de nueva creación). Se supone que su mezcla de extravagancia, humor negro y melancolía debe ser agridulce y conmovedora… pero no lo consigue, sobre todo porque Morrison no llega a perfilar un personaje que pueda inspirarnos tales sentimientos. En el nº 6, un enlace con el evento

Entiéndaseme bien. “Animal Man” fue en su momento un comic original y atrevido y todavía hoy y en una primera lectura es fácil quedar atrapado por su aura de sofisticación y aparente profundidad. Pero más allá de las sorpresas que ofrece, los giros argumentales y las extravagancias conceptuales y formales, cabe preguntarse si hay verdadera sustancia en esa irrefrenable cascada de ideas y obtusos textos llenos de palabras complicadas. En cualquier caso y aunque la respuesta sea negativa, sigue siendo un tebeo harto recomendable que no se parecía en nada a lo que por entonces se publicaba en el género y que hoy ha aguantado bien el peso de los años.

Es cierto que, con el pasar de los números, fue mejorando algo y que en los últimos episodios el entintado de Mark Farmer le daba una factura más sólida, pero nunca llegó a pasar de la segunda división y a día de hoy su arte ha envejecido mal. No elaboraba bien ni sus figuras ni sus fondos, descuidaba el sombreado y la terminación necesarios para dar consistencia y matices, el color era plano… Lo único que podría reconocérsele es que sus páginas tenían cierto aire a lo Edad de Bronce en el sentido de que no aspiraba en absoluto a epatar al lector (entre otras cosas porque no tenía talento suficiente). En lugar de llenar las planchas con las grotescas exageraciones anatómicas que se llevaban por entonces, la profusión de líneas sin sentido y el abuso de viñetas-página, se centra en contar la historia de la forma más llana posible.
“Animal Man” fue la carta de presentación de Grant Morrison, uno de los creadores más

Para quien todavía no la conozca pero esté dispuesto a probar algo diferente, recomiendo no dejarse engañar por su dibujo caduco y poco conseguido en relación a las llamativas y pulidas páginas de los tebeos americanos de hoy. A pesar de sus tres décadas de vida, sigue ofreciendo más originalidad, osadía y calidad que la mayor parte de los tebeos de superhéroes que salen cada mes en nuestros días. Es más, muchos de los comics norteamericanos considerados adultos han sido posibles y son el resultado directo de los riesgos que asumió Morrison –y DC que le prestó su apoyo- en estos números.
Buena crítica. Animal Man es uno de mis cómics de la época favoritos y (¡sacrilegio!) Una de las pocas colecciones que llegué a encuadernar. Estoy totalmente de acuerdo con que el final de la serie es como un globo que se ha inflado demasiado y que, en lugar de hacerlo estallar, deja escapar el aire poco a poco y de un modo melancólico y fatalista. A pesar de ello fue un final muy satisfactorio y acorde con el tono general. En lonque no estoy tan de acuerdo es en el menosprecio al dibujante. Siendoncomonera un segunda fila (eso no lo niega nadie), otorgaba gran legibilidad y más bien lo hubiera clasificado de académico. Está claro que un primera pluma (me viene a la cabeza un Byrne, no sé por qué) habría potenciado mucho el cómic, pero el artista titular no lo hizo tan mal, desde mi punto de vista
ResponderEliminarLeí recientemente la etapa... Fui con bastante expectativa y me vi algo decepcionado. Creo que es una etapa interesante pero no diría "buena", esta repleta de buenas ideas que no se desarrollaron debidamente y los ejercicios de metaficcion de Morrison aunque sumamente interesantes, funcionarían con cualquier personaje. Siento muchas ganas de leer la etapa de Jamie Delano del personaje, el cual tiene una perspectiva del mismo que se me hace llamativa y claro, deseo leer más de Morrison... Creo que es capaz de escribir grandes comics pero creo que Animal Man fue más un estirar demasiado una idea, sin mucho rumbo. Eso sí, creo que el evangelio del coyote es lo mejor de la serie y ciertamente creo que captura mejor en sus 26 páginas las ideas de la serie, que todos los números posteriores en su conjunto o al menos lo hace de forma más elegante y concisa.
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