Neal Adams, uno de los grandes autores del comic norteamericano, dijo en una ocasión que no hay personajes malos, solo malos guionistas. Tras toda una vida leyendo comics, no puedo sino estar de acuerdo con tal afirmación. Da igual lo estúpido que sea el personaje o lo lamentable que haya sido su trayectoria; si lo rescata un escritor con buenas ideas que lo haga suyo, conseguirá elevarlo hasta cotas que nadie hasta ese momento podía haber imaginado. Ejemplos de ello hay multitud, pero en esta ocasión voy a recordar el de Animal Man, que empezó siendo uno de los muchos “patitos feos” de la DC Comics.
Tras “Crisis en Tierras Infinitas” (1985), DC entró en una fase de renovación y expansión para

Esos comics y otros ayudaron a formar unos años después el sello Vértigo, la línea de comics adultos de DC, que cambió el panorama del tebeo americano para siempre. Otros guionistas importantes de origen británico que tomaron por asalto los comics estadounidenses fueron Jamie Delano, Peter Milligan o Garth Ennis. Ninguno de ellos copiaba al otro ni se basaba en trabajos ajenos para desarrollar el propio, pero sí tenían algo en común:

Uno de ellos fue, ya lo he mencionado, el escocés Grant Morrison. A sus veintiocho años, había estado escribiendo comics profesionalmente desde finales de los setenta. Su trabajo había sido publicado por varios sellos pequeños, como Galaxy Media, DC Thomson o Marvel UK. Pero fue “Zenith”, la serie de corte superheroica dibujada por Steve Yeowell para el popular semanario “2000 AD”, lo que llamó la atención de DC. Así, le pidieron a Morrison que presentara una serie de propuestas para revitalizar a viejos personajes del

El personaje había sido una creación del guionista Dave Wood y el dibujante Carmine Infantino y debutó en el número 180 de “Strange Adventures” (Septiembre 1965) en una historia titulada “Yo fui el hombre con poderes animales”, más de tintes fantásticos que superheroicos. No fue hasta el nº 190 (julio 66) que se convirtió en superhéroe con el nombre de “A-Man”. A partir de ese momento, sus apariciones en el Universo DC fueron esporádicas y jamás llegó a codearse con los personajes más populares de la editorial. Tanto es así, que en 1983, Marv Wolfman, dentro de la colección “Action Comics”, lo integró en las filas de un supergrupo muy apropiadamente llamado “Héroes Olvidados”.

Los primeros cuatro números conforman una historia autocontenida en la que Buddy Baker, antiguo superhéroe ahora retirado, casado y con dos niños, está considerando retomar su carrera como justiciero. Morrison es consciente de lo estúpidos que resultan el personaje y su origen: una especie de nave alienígena se estrelló cerca de él, explotó y le dio el poder de absorber durante un corto periodo de tiempo las habilidades de los animales que estuvieran próximos. No comprende bien sus poderes o siquiera hasta dónde puede llegar con ellos. Por no tener, no tiene ni un traje decente. Desde luego, tal y como se nos lo presenta, no se puede decir que sea un superhéroe a reivindicar.
Sin embargo, eso es precisamente lo que lo hace diferente y atractivo. Es un tipo normal

Buddy está casado y tiene dos hijos, Cliff y Maxine. Ama a sus hijos y a su esposa, Ellen, que no se limita a ser un mero personaje secundario. A diferencia de Buddy, tiene un trabajo a jornada completa que es el que mantiene a la familia. Es atractiva pero no despampanante. Y con un carácter lo suficientemente fuerte como para enfrentarse físicamente al Amo de los Espejos (concretamente, arreándole una patada en sus gónadas y tirándolo por las escaleras) cuando éste invade su hogar. Ellen no es, por tanto, del tipo sumiso y complaciente, pero sí tolera las quejas

Cliff y Maxine completan el cuadro familiar que ayuda a darle a “Animal Man” un cierto sentido de lo cotidiano y lo real. Su hija le regala dibujos y se preocupa por los gatitos; su hijo, ya preadolescente, tiene problemas con los abusones de la escuela y se siente frustrado porque su padre sea un superhéroe pero no pueda ayudarle en esos asuntos “menores”. Tampoco recibe con entusiasmo el empeño de Buddy para que todos se hagan vegetarianos.
Esta inmersión de un superhéroe en la cotidianidad no era exactamente una novedad. De hecho, esta aproximación inicial de Morrison a Animal Man parece una versión ochentera del primer Spiderman de Stan Lee, cuando la figura del superhéroe recibió una refrescante revisión al situar al protagonista enfrentado a los problemas del mundo real y la gente corriente. Buddy es un buen tipo, pero tiene que esforzarse mucho por destacar, recibe palizas de sus adversarios y

Al postular la idea de que los superhéroes son como cualquier otro famoso, Morrison deconstruye el origen de aquéllos. Buddy está en paro y no cuenta con el apoyo de un equipo importante (hasta más adelante, que se une a la Liga de la Justicia Europa), así que depende económicamente de su esforzada esposa. No sabe qué hacer con sus poderes y se siente cohibido por llevar un uniforme tan ajustado. De hecho, le añade una chaqueta de cuero –sintético, para no traicionar su ideario animalista- para así poder llevar encima algo de dinero y otros objetos necesarios cuando uno sale de casa. Se entrena para averiguar qué puede hacer y qué no; se hace con los servicios de un representante; hace público que está deseoso de luchar contra el crimen; acude a entrevistas de televisión y espera su oportunidad. Y ésta llega en la forma de la llamada de un laboratorio de investigación que ha sido asaltado por lo que parece ser un intruso con poderes.

Este primer arco argumental le da a Animal Man la oportunidad de presentarse al lector, mostrar sus poderes y combatir contra un buen número de bestias. Por tanto y aunque la estructura clásica del comic de superhéroes está presente (Animal Man lucha contra un individuo con superpoderes que infringe la ley), satisfaciendo las expectactivas del lector más conservador o menos exigente, también subvierte aquéllas al revelar que el supuesto villano no es la auténtica amenaza y que, de hecho, tanto el protagonista como el lector no pueden sino compadecerse de su trágica situación (el auténtico “malo”, no obstante, recibe su castigo de forma tan irónica como satisfactoriamente cruel)
Junto a la bienhumorada ligereza con que trata la vida familiar y sus intentos por encajar en el

Los primeros cuatro números, por tanto, ofrecen un buen equilibrio entre una historia de aventuras superheroicas, una intriga en la que el lector trata de adivinar (infructuosamente) quién es el responsable de los sucesos misteriosos o hacia dónde se dirige la trama; y las ideas estrafalarias y el ánimo deconstruccionista de Morrison.

Al principio y consciente de la oportunidad que se le brindaba, Morrison había escrito deliberadamente los primeros cuatro episodios al “estilo Alan Moore”, con textos de tono poético y llamativas transiciones entre escenas. Pero ahora ni podía ni quería seguir imitando a su barbudo compatriota. Tenía que encontrar un rumbo propio. Sin embargo, en el arranque de esta segunda etapa pareció inseguro acerca de qué hacer con la serie y su héroe. Incluso se olvidó del poder de absorber las capacidades de los animales y se contenta con mostrar a Buddy con una especie de poderes genéricos, como fuerza o vuelo. En mayor o menor grado, durante los

Es el caso del nº 5, titulado “El Evangelio del Coyote” (nominado a un Premio Eisner al Mejor Número Individual de 1989). En él, se nos cuenta la historia de un coyote antropomorfo con los rasgos del famoso animal de los cortos de animación de Warner, que se enfrenta a su animador/creador por verse condenado a existir y sufrir en el mundo “real” de la misma forma que le ocurría en los dibujos animados con el Correcaminos. Crafty el Coyote no puede morir, independientemente de lo violento y doloroso que sea el daño físico que sufra. Al mismo tiempo, es perseguido por un delirante camionero que piensa que el patético animal es el diablo.
Pero lo que podía haberse terminado ahí como una simple curiosidad, no fue para Morrison sino el inicio de una nueva aproximación temática. La última página de ese quinto episodio se abre con un primer plano del moribundo Crafty, víctima de una bala de plata y con Animal Man reclinado sobre él. Cada viñeta consecutiva va alejándose más en un

Ese final inició un hilo narrativo que sólo se resolvería al final de la etapa, en el nº 26 y en el que los personajes del comic cuestionan a sus dioses o creadores humanos con poderes divinos que viven en un plano de la existencia en el que tienen total control sobre ellos. Es una forma no sólo de reflexionar sobre el proceso creativo sino de poner en tela de juicio lo que creemos saber sobre nuestra propia realidad y el concepto en el que tenemos a nuestras deidades. Para Morrison estas no son cuestiones menores ni esotéricas. Volvería sobre ellas repetidas veces en obras futuras dado que, para él, preguntarse sobre el significado y propósito del Arte es hacerlo sobre el significado y propósito de la Vida.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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