28 jul 2019
1991- NEXT MEN - John Byrne (y 2)
(Viene de la entrada anterior)
El tercer arco, titulado “Fama”, discurre entre los números 13 y 18 y pone de manifiesto o bien que Byrne no tenía claro al comienzo el rumbo que deseaba imprimirle a la colección o bien que en este punto decide separarse del género superheroico tradicional para reconvertirla en un thriller de acción en el que no se van a producir los típicos enfrentamientos entre superhéroes y supervillanos. Las consecuencias emocionales derivadas de la aventura en Rusia se cobran su precio sobre el equilibrio del grupo, provocando resentimientos y separaciones: Nathan y Jack se enemistan al tiempo que se distancian de sus respectivas parejas, Beth y Jazz. Danny escapa del complejo donde viven para encontrar a su madre y su hermana, descubriendo entonces el lector que en su mente convive con él una gemela que carece de cuerpo propio, Gillian, y que puede ocupar los organismos de otros humanos.
Danny, incapaz de distinguir entre lo que es real y lo que no, fascinado por la idea de los superhéroes y convencido de que los Next Men deben ejercer de tales, entra en contacto con un entusiasta, avispado y manipulador editor de comics de superhéroes, Horowitz (modelado probablemente a partir de Stan Lee con el físico de Mark Gruenwald; incluso tiene un ayudante sumiso muy al caricaturizado estilo del Roy Thomas de los sesenta), que ve en el ingenuo Danny y su historia una mina de oro: superhéroes reales.
Horowitz se las arregla para sacar todo el proyecto Next Men a la luz, obligarles a adoptar ridículas vestimentas y actuar como auténticos héroes. Por desgracia, la justicia les reclama por lo sucedido inmediatamente tras su huida del laboratorio en el que nacieron y en el curso de la cual murieron varias personas. Lo que parecía iba a ser un ascenso al estrellato mediático acaba transformándose en una pesadilla judicial. Es, por tanto, un argumento que retuerce los tópicos propios del género, trata de abordarlo desde un punto de vista más “realista”, al tiempo que caricaturiza la industria que Byrne bien conoce –y por la que parece sentir poco aprecio- e inserta guiños de metalenguaje para el lector avezado en el mundo de los superhéroes, como la extravagancia de los uniformes que adoptan los Next Men, inspirados en los personajes de la editorial Image; o el fotógrafo que los inmortaliza, con las facciones de Jim Lee, el estandarte de esa misma editorial; o los insertos de personajes de otros autores como Concrete o Hellboy (éste dibujado por el propio Mike Mignola).
Mientras tanto, Thomas Kirkland, al que habíamos conocido en “2112”, viaja a través del tiempo hasta el presente persiguiendo a Satanás, que no había muerto al término de aquella novela gráfica sino que consiguió saltar a los años cincuenta del siglo XX para acabar en manos del corrupto y ambicioso senador Hilltop, al que durante décadas va guiando en su ascenso en el poder y proporcionándole conocimientos tecnológicos para poner en marcha el Proyecto Next Men. Una empleada de Horowitz, Sandy, encargada de cuidar y vigilar a Danny, mantiene relaciones sexuales con él y empieza a sufrir una metamorfosis (que recuerda mucho a la de Fénix Oscura, de los X-Men). Queda claro que el contacto sexual traspasa una especie de virus genético al humano “normal” y ello, con el tiempo, hará que los mutados proliferen de forma descontrolada, acercándose al futuro que se nos presentaba en “2112”.
De nuevo, encontramos aquí la falta de coherencia y foco que había empezado a detectarse en el arco anterior, como si, cada ciertos números, Byrne se aburriera o no supiera bien cómo continuar y decidiera darle un volantazo a la serie. Ésta comienza claramente como una historia revisionista del género superheróico en la que el autor trata de explorar algunas de las consecuencias más negativas de tener superpoderes. Esto había sido originalmente la aspiración de los X-Men de Marvel pero la fama adquirida por esos personajes había hecho que su sentido trágico esencial quedara muy diluido. Byrne recupera ese espíritu y nos muestra, por ejemplo, que alguien invulnerable sería también insensible a sensaciones agradables y que sería incapaz incluso de cortarse el pelo o las uñas; que los músculos de las piernas de un supervelocista estarían mucho más desarrollados que los del resto de su cuerpo, dándole un aspecto grotesco; o que una persona con superfuerza podría matar a alguien sin desearlo. Ser un superhéroe en el mundo de los Next Men, por tanto, no es ninguna bicoca y el autor maltrata a sus personajes sin piedad. Para ellos, la vida es sufrimiento, la realidad no está a la altura de sus sueños, el sexo es un peligro y los poderes una maldición. Esta aproximación resulta bienvenida y es probablemente lo más oscuro y desesperanzado que Byrne había hecho hasta la fecha aunque, por desgracia, no entra de lleno a explorar todas sus implicaciones psicológicas.
La colección, sin embargo, abandona esa línea para transformarse primero en una sátira/homenaje a la industria del comic y sus personajes; y luego adopta el formato de thriller tecnológico con pinceladas de CF en el que se mezclan viajeros y paradojas temporales con los clones de empresarios visionarios a lo Howard Hughes y en el que los poderes especiales del quinteto protagonista no son un factor con peso en la trama. Estos continuos giros pueden gustar a muchos lectores dado que aportan variedad y cierta impredecibilidad a los argumentos, pero al mismo tiempo hacen que el conjunto carezca de coherencia o unidad.
Por otra parte, queda claro que Byrne deseaba hacer aquello que las grandes editoriales no le habían dejado. Y no sólo criticar a la industria y su deriva en ese momento, sino introducir temas un tanto sórdidos, como el maltrato infantil y doméstico, las parafilias o el abuso sexual de mujeres por parte de hombres con poder ya sea en forma de violaciones o mediante la manipulación emocional. Temas que se agradecen pero que en buena medida quedan sólo apuntados por cuanto el comic está dominado por la acción y el ritmo y no queda tiempo ni espacio para reflexiones mínimamente detalladas sobre ello.
De hecho, “Next Men” se publicó originalmente con el sello de “Para lectores adultos” en su portada y anunciado con pretenciosidad como “Byrne haciendo lo que en Marvel no le dejaron”. Sí, hay violencia más explícita y sangrienta, sexualidad más abierta (aunque no desnudez) y lenguaje más fuerte de lo habitual, pero en el fondo, ni la sofisticación de la historia, ni los temas ni la caracterización se diferencian demasiado de los de cualquier comic aprobado por la censura del Comics Code del momento. Es una lástima que, habiéndose atrevido en el pasado a apuntar –indirectamente pero a la vista del lector atento- la homosexualidad de algunos personajes (Estrella del Norte en “Alpha Flight” o la Capitana Sawyer de “Superman”), aquí, con toda la libertad a su disposición, Byrne no se atreva a ejercerla y se limita a salpicar aquí y allá chispazos que pretenden ser rompedores y polémicos. Por ejemplo, hay un personaje que está a punto de ser violado y que luego ni siquiera parece recordar lo que para cualquiera hubiera sido una experiencia traumática.
Y en cuanto a la abundante y explícita violencia, en una de las cartas de Byrne que acompañaron a los números originales, éste defendía su aproximación “gore” diciendo que era “fiel a la realidad”, pero cuando la gente puede atravesar a su adversario con los puños desnudos o arrancarle miembros de cuajo, esa pretensión de autenticidad es algo discutible. Al final, Byrne resulta ser un autor de la vieja escuela y hay límites que ni él se siente cómodo traspasando, a diferencia de lo que la nueva hornada de guionistas británicos iba a hacer muy pronto, como Grant Morrison, Warren Ellis, Jamie Delano, Mark Millar o Garth Ennis, por ejemplo
Los siguientes tres arcos argumentales, “Fe”, “Poder” y “Mentiras”, abarcan el resto de la serie hasta su número 30. Sandy desarrolla el poder de hacer realidad sus fantasías superheroicas, creando a auténticos personajes de comic que empiezan a sembrar el caos en la ciudad; los protagonistas se separan siguiendo sus respectivos destinos y todas las tramas y personajes, principales y secundarios, irán confluyendo hacia un clímax en el que se decidirá si la línea temporal vigente es o no modificada.
“2112”, “Next Men” y “M4”, por tanto, cuentan tres historias diferentes que, sin embargo, se complementan entre sí para componer un thriller de ciencia ficción sobre superhumanos con el control de la Casa Blanca en juego. Tanto o más que sobre los Next Men titulares, este universo trata sobre el efecto que aquéllos tienen en quienes les rodean y en el mundo entero.
Ahora bien, la serie no tuvo un auténtico final en ese número 30 (diciembre 94). Una figura misteriosa aparecía en el último momento para llevarse consigo a algunos personajes no se sabía adónde. Byrne anunció que concluiría definitivamente la historia en un nuevo ciclo argumental que aparecería seis meses después. Sin embargo y según él mismo declaró, llegado ese momento pensó que la industria del comic book americano no le había dejado espacio para continuar con un proyecto independiente como los Next Men así que los abandonó para regresar a trabajar por encargo para DC y Marvel.
En 2008, la editorial IDW empezó a reeditar –en blanco y negro- los Next Men (recordemos que Byrne tenía los derechos sobre esta obra y podía cederlos para su edición a quién estimase conveniente) y en 2010, el autor continúa la historia para el mismo sello, retomándola donde la dejó con una nueva miniserie. La colección terminó definitivamente en el número 44 –siguiendo la numeración original-.
Byrne había dicho que desde el comienzo sabía cómo terminar la historia iniciada en 1991. Si eso es cierto, nadie lo diría. Porque estos dos nuevos ciclos argumentales, “Separados” y “Consecuencias”, poco tienen que ver con la anterior etapa.
Y es que lo que aquí nos presenta Byrne es una larga aventura de viajes y paradojas temporales, un tema por el que siempre ha sentido un cariño especial (ahí tenemos la famosa “Días del Futuro Pasado” para los X-Men, varias aventuras de Los Cuatro Fantásticos u “OMAC”, por nombrar sólo unos pocos). Retomando la historia a partir del clímax con el que terminó el último número quince años antes, nos encontramos a los principales personajes dispersos por diferentes épocas de la línea temporal: Nathan en la Alemania Nazi, Jazz en la Inglaterra isabelina, Tony Murcheson en el sur americano durante la Guerra de Secesión, Beth atrapada en un extraño entorno futurista y un envejecido Jack, ordenado sacerdote, en una especie de futuro cercano.
Y, de nuevo, encontramos una peripecia entretenida pero excesivamente alargada e innecesariamente complicada. No quiero contar mucho para no destripar los continuos giros y sorpresas que aguardan a quien no haya leído esta etapa pero valga decir que hay viajes en el tiempo en todas direcciones: hacia el pasado que cambian la Historia, otros no; se viaja hacia el futuro; se crean realidades alternativas; algunos personajes se encuentran con sus versiones de otro plano temporal; aparecen unos individuos que, desde el “exterior” del Tiempo, manipulan esta o aquella línea temporal; se mezclan dinosaurios, extraterrestres, soldados yanquis y homínidos prehistóricos en un plano de existencia artificial creado por otro personaje… Byrne, lo repito, sabe contar una historia y atrapar al lector para que pase página tras página, pero ello no es óbice para que aquí se estire más de la cuenta en todos los sentidos. De hecho, parece que él mismo pierde el control de la historia por momentos: por ejemplo, el personaje de Danny está inexplicablemente ausente durante buena parte de la trama; y toda la resolución, en la que se recupera un personaje al que se le había dado un excelente final en el arco “Mentiras”- parece un deus ex machina sacado de la chistera para solucionar el fenomenal lío en el que se había metido Byrne.
Demasiadas subtramas, demasiados personajes y demasiados cliffhangers que dan una sensación global de aturullamiento. No obstante, Byrne sigue siendo un autor que sabe construir momentos muy intensos y que salpica sus números con ideas interesantes, como ese en el que en un ajustado ejemplo de elipsis nos cuenta la larga vida de Gillian pasando de cuerpo a cuerpo a lo largo de los siglos; o el trágico destino de Tony Murcheson como esclava en la América del siglo XIX, esperando pacientemente su momento para evitar el asesinato de Lincoln y cambiar para siempre la historia del mundo. Por otra parte, resulta claro que el personaje por el que más cariño siente Byrne es Jazz, sensible y emotiva y a la que convierte en eje y final de la historia a costa de desdibujar al resto del reparto.
En “Next Men”, Byrne aporta su considerable experiencia como artesano y genio de la industria para crear algo donde todo es correcto –el dibujo, el diálogo, el ritmo, la rotulación- pero sin que nada llegue a sobresalir más allá del entretenimiento eficaz. Es claramente una obra ambiciosa en la que se tocan múltiples temas, se introducen ideas muy interesantes, toques y detalles originales y se adoptan distintos enfoques (superhéroes, thriller tecnológico, viajes temporales, parodia, aventura y ciencia ficción), hay muchos giros y múltiples tramas; pero en último término y a pesar de lo ligera que resulta su lectura, el conjunto global resulta en exceso disperso, alargado y embarullado, innecesariamente denso y con caracterizaciones mejorables, especialmente en su último tramo. No es una obra maestra del género y no dejará demasiado poso en el lector, pero sí está hecha con profesionalidad y pericia e invertir unas cuantas horas en su lectura no es una pérdida de tiempo en lo que se refiere a entretenimiento de consumo rápido.
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