22 jun 2019

1995- LOS CARNÍVOROS – Peter Milligan y Dean Ormston


En el mundo del comic book norteamericano se tiende a prestar más atención a las largas etapas de colecciones señeras encabezadas por nombres de relumbrón que a obras puntuales, autoconclusivas y ajenas a cualquier continuidad, que a menudo quedan sepultadas por el aluvión de novedades que cada mes genera la industria tebeística de ese país. Y es una lástima, porque este formato corto es ideal para narrar historias potentes y accesibles que ni exigen fidelidad alguna por parte del lector ni requieren para funcionar de larguísimos arcos argumentales protagonizados por personajes con un extenso pasado a sus espaldas. Es, también, un formato difícil para los autores porque deben ajustarse a una paginación muy concreta en la que deben ser capaces de presentar convenientemente los personajes y la premisa, desarrollar la trama y articular un clímax y final satisfactorios.



En 1995, el sello Vértigo de DC todavía tenía el empuje editorial suficiente como para tocar diferentes formatos y temas, como demostró publicando cuatro números independientes bajo la denominación genérica “Vertigo Voices”, una especie de miniserie en la que cada episodio era escrito por un guionista británico de peso y que, intencionadamente o no, tuvieron como tema común la psicología desviada. A diferencia de otros intentos de Vértigo por lanzar spin-offs, eventos o proyectos unitarios, en esta ocasión sí consiguió un notable nivel de calidad creativa. Grant Morrison y Jamie Delano se encargaron de sendos números (“Kill Your Boyfriend y “Tainted” respectivamente) mientras que Peter Milligan (que ya había escrito para Vértigo “Shade The Changing Man” y “Enigma”) firmó dos: “Cara” y “Los Carnívoros”.

“Cara” era una historia terrorífica, sangrienta e impredecible sobre la identidad, la apariencia, el matrimonio y la sexualidad. “Los Carnívoros”, en cambio y aun cuando versa sobre el canibalismo, discurre menos por la senda del terror que por el de la sátira siniestra. Milligan nos presenta a los Quill, una familia americana de clase media y aparentemente normal que resultan ser “Carnívoros” (“Eaters” o “Comedores” en el original, ellos desprecian el término “caníbales” para referirse a sí mismos). Su armonía doméstica está agrietándose a causa de las hormonas de su hija adolescente, Cassy, que últimamente insiste en llevar a sus jóvenes y
atractivos novios a casa sólo para que sus padres y hermano menor los acaben sirviendo de cena.

Como puede suponerse, no resulta fácil llevar ese estilo de vida y alimentación sin terminar llamando la atención de las autoridades locales así que el padre lleva una temporada sin traer comida a casa. Entonces, providencialmente, se presenta un orondo ejecutivo, McCoy, que dice ser copropietario de una empresa fabricante de pasteles de manzana y que quiere entregarles un premio a la Mejor Familia Americana. El hambre lleva a los Quill a cocinar y merendarse al obeso invitado, cuya ausencia no tarda en ser detectada por su socio, Blind, que empieza a indagar alrededor de la familia. Para escabullirse del problema, los Quill se suben a bordo de su nueva autocaravana y se ponen en camino hacia el oeste para reunirse con un antiguo conocido, ahora estrella política en ascenso, con el que se iniciaron en su particular gastronomía años atrás. En el curso de su viaje irán haciendo acopio de “provisiones” e incluso reclutando para su causa a un nuevo novio de Cassy. Pero el señor Blind les sigue la pista y la tensión va en aumento conforme los caminos de unos y otro confluyen.

En contra de lo que podría pensarse habida cuenta de su condición de caníbales, los Quill no
responden al estereotipo de psicópatas violentos. En realidad, son una familia funcional cuyos miembros se quieren, respetan y permanecen unidos frente a los embates corruptores de la sociedad consumista. El único “problema” es que comen carne humana. Milligan manipula con habilidad al lector para que, aun sin quererlo y yendo en contra de la ética reinante, acabe poniéndose de parte de los Quill.

Y es que, aun con sus terroríficos pasajes caníbales, Milligan articula la historia como una sátira descarnada –nunca mejor dicho- de la mentalidad fanática de la América profunda relacionando el canibalismo no con la mera supervivencia en situaciones límite (accidentes, hambrunas…) sino con la religión. El catolicismo, por ejemplo, es una de las grandes religiones del mundo, un conjunto de instituciones y grupos bien organizados que, como todas las fes, incluye ritos que tienen algo de mágico. La Eucaristía no deja de ser el consumo alegórico de la carne y sangre de Jesucristo como forma de entrar en “comunión” con su esencia. Milligan explota esa idea y sugiere que los primeros cristianos fueron en realidad caníbales presentando ciertos “hechos” –sean verdaderos o no- e interpretando de forma cuestionable algunos pasajes algo vagos de la Biblia. Es por ello por lo que “Los Carnívoros” puede ser una obra difícil de leer según el grado de
sensibilidad del lector. El guionista desafía los sistemas de creencias y normas sociales establecidos en lo que se refiere al tabú del consumo de carne humana y presenta a la familia Quill como la quintaesencia de los cristianos americanos del Cinturón de la Biblia, honrados y devotos. Al mismo tiempo y utilizando a los Quill, critica la cultura de comida basura y la decadencia social que les rodea allá donde van.

En el fondo, los Quill son unos cristianos hipócritas que alimentan a los mendigos con guisos hechos con la carne de obesos comedores de hamburguesas a los que no estiman dignos de vivir. Están totalmente convencidos de que su estilo de vida es el más sano posible, tanto física como moralmente. Desde el comienzo hasta el explosivo final, Milligan distorsiona, corrompe y se burla de todos los sacrosantos símbolos de la clase media y el Sueño americanos: la religión, la comida casera, el pastel de manzana, las obras de caridad, los estúpidos sorteos de las empresas, los políticos populistas, la televisión…. El vengativo y cada vez más trastornado señor Blind, se sumerge todos los días en una bañera llena de pastel de manzana de color verde neón, precisamente el tipo de basura alimentaria ultraprocesada y artificial que los Quill han desterrado completamente de sus vidas para pasarse exclusivamente al “canibalismo ecológico”. Es difícil simpatizar con alguien en este comic porque todos los personajes representan aspectos de un modo u otro censurables de la
naturaleza humana y la sociedad norteamericana…con la posible excepción de Cassy, la única que al final muestra signos de redención.

El dibujante, Dean Ormston, es difícil de clasificar. Sus ilustraciones pintadas, como la que adorna la portada, son excelentes, pero su dibujo interior resulta algo plano y bidimensional. Sus planchas recuerdan al estilo de Ted McKeever, aunque el resultado final es algo más sucio y feísta. Sin poder ponerle ninguna pega seria, tampoco es particularmente resaltable en ningún aspecto.

“Los Carnívoros” es un comic que nunca ha sido demasiado conocido pero que constituye una lectura muy accesible (son sólo 56 páginas), irreverente, fluida, morbosamente divertida y con algunas observaciones y críticas tremendamente ácidas. De aquí podría sin duda sacarse una interesante película siempre y cuando Hollywood no se empeñara en higienizar en exceso la afilada sátira que propone Milligan.

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