17 jun 2019
1981- SPIROU Y FANTASIO - Tome y Janry (y 5)
(Viene de la entrada anterior)
Tras “Luna Fatal”, el tiempo transcurrido entre álbum y álbum de Spirou seguía aumentando. Nada menos que tres años pasaron hasta que Tome y Janry publicaron su siguiente entrega. Ello puede sorprender habida cuenta del éxito que ambos habían cosechado en su etapa iniciada más de quince años atrás. ¿Por qué no capitalizarlo mientras pudieran, siendo todavía más prolíficos? Pues por una razón que quizá resulte difícil de entender desde un punto estrictamente económico pero que es perfectamente coherente tratándose de un auténtico creador. Y es que ambos estaban cansados de tener que amoldarse a un personaje heredado y deseaban hacer de éste algo completamente suyo, superando los límites y líneas básicas establecidas desde hacía más de medio siglo para él. Detectaron que el comic, como el cine, había avanzado, que los héroes de manual habían quedado superados por los antihéroes con matices y que Spirou (y ellos con él) debía renovarse con los tiempos y las generaciones más jóvenes si no quería quedarse atrás.
El resultado de esa reflexión fue “Máquina Que Sueña” (1998), que, aunque entonces no lo sabían, iba a ser la última entrega de Tome y Janry para Spirou, un canto del cisne sobresaliente que iba a sorprender a todos los aficionados tanto del personaje como de su etapa en particular...y no necesariamente para mejor. Personalmente, creo que este sigue siendo uno de los álbumes más conseguidos de la larga trayectoria de Spirou.
Una noche, a punto de marcharse de vacaciones, Fantasio recibe una llamada de Seccotine pidiéndole su ayuda para un reportaje que tiene entre manos. Fantasio le envía en cambio a Spirou, al que ella le propone infiltrarse en unos laboratorios farmacéuticos en los que se están llevando a cabo experimentos presuntamente ilegales con humanos. Spirou accede, presentándose en las instalaciones como voluntario que responde a un anuncio de la prensa para servir de conejillo de indias.
Pero una vez dentro, una de las doctoras le advierte discretamente de que huya tan pronto le sea posible. La curiosidad de Spirou, no obstante, es demasiado fuerte y tras husmear un poco encuentra una habitación secreta con algo asombroso… que no se nos muestra. Porque a continuación lo vemos recobrando el conocimiento en un solar en obras, desorientado y sin recordar qué ha pasado exactamente en los laboratorios. Aún peor, un grupo de hombres armados empieza a perseguirlo e incluso la policía lo convierte en un fugitivo peligroso. Seccotine lo traiciona y Fantasio se encuentra fuera de su alcance. Solo, hostigado y desesperado, sin saber qué ocurre y sin hallar salida, Spirou decide volver al origen del enigma, a la boca del lobo. En los laboratorios le espera una revelación que pondrá patas arriba su vida…
“Máquina que Sueña” fue una jugada muy arriesgada que los autores sólo pudieron hacer gracias al prestigio que habían acumulado y la confianza que se habían ganado por parte de editores y lectores. Pero también, como he dicho, obedeció a una especie de movimiento desesperado motivado por el cansancio, por la urgencia interior de hacer algo distinto, de no encasillarse. Seguía estando presente la necesidad –o imposición- de mantener un equilibrio entre lo nuevo y lo tradicional, pero ahora lo primero tenía más peso.
La primera sorpresa que ofrece “Máquina Que Sueña” es su dibujo. Janry da un salto a un estilo semirealista mientras que el colorista Stéphane De Becker reduce y enfría la paleta de colores, dominando los azules, los tonos marrones, ocres, naranjas o sepias. Estos dos elementos ya indican que estamos ante una historia no tan ligera como aquellas a las que nos había acostumbrado la colección; esta no será una aventura punteada por el humor y la espectacularidad sino un thriller dominado por una atmósfera inquietante y opresiva y acontecimientos inexplicables, casi como si estuviéramos contemplando una pesadilla.
Al optar por representar a los personajes y su entorno de una forma inusual para la tradición reinante, Janry subraya de paso su caracterización. Spirou ya no tiene ese aspecto de eterno adolescente sino que es un hombre joven. La calva de Fantasio hace de él un hombre más maduro de lo que acostumbrábamos a ver, aunque la brecha de edad entre ambos protagonistas no parezca tan marcada como podría pensarse (además, Spirou y Fantasio nunca han diferido tanto como, por ejemplo, Tintín y el Capitán Haddock). Seccotine (que insiste en que le llamen Sofía) viste una minifalda y se presenta como una joven femenina y seductora. La ardilla Spip está prácticamente ausente y no interviene apenas en la historia, habiéndose convertido en aspecto y comportamiento en tan solo una mascota doméstica.
El fondo de todas las páginas, además, es de color negro en lugar del tradicional blanco, subrayando todavía más que estamos no ante un comic ligero sino ante uno dramático. Este efecto también permite un tratamiento diferente de los fondos: a veces son muy detallados y otras juegan más a la sugerencia, como si quedaran difuminados por una neblina o fusionados con la noche en la que transcurre la historia, iluminados solo por los faros de los coches, las farolas callejeras u otras fuentes de luz lejanas. Y para alejar todavía más este nuevo álbum de la etapa inmediatamente precedente firmada por los mismos autores, Spirou se pasa casi toda la aventura vestido no con su alegre atuendo rojo sino con un traje formal de color sepia y corbata marrón. El efecto global es el de estar ante una serie negra en toda regla.
Hoy podemos imaginar el estupor de los lectores de entonces al abrir la revista o el álbum recopilatorio. E incluso en la actualidad, “Máquina Que Sueña” no ha perdido su estilo transgresor, tan diferente, de hecho, que ningún otro autor de Spirou se ha atrevido a seguir, ni siquiera en las más modernas entregas de “Una aventura de Spirou por…”. Hay algunos detalles que denotan la edad del álbum (como los teléfonos móviles de anticuado diseño o el aparato de televisión en casa del protagonista), pero ello no frustra en absoluto las aspiraciones temáticas y estéticas de este nuevo Spirou: alejarlo de sus esquemas familiares y cómodos para arrojarle a un entorno extraño, amenazador e impredecible. De hecho, este enfoque hace de “Máquina Que Sueña” una especie de historia independiente que, aunque incluida en la numeración oficial de la colección, ha sido deliberadamente olvidada por los autores que se encargaron del personaje posteriormente.
Por otra parte, el guión carece de los chispazos de humor y los diálogos punzantes de las anteriores entregas, por no hablar de que la historia que se nos narra es considerablemente más exigente para el lector, tanto en su planteamiento y desarrollo como en su resolución. Toda la acción transcurre en una ciudad por la noche y el tranquilo y rural Champignac parece más lejos que nunca. Se abordan cuestiones espinosas como los límites y ética de la experimentación científica en su vertiente farmacéutica y las siniestras conexiones y complicidades entre los grandes complejos industriales y los gobiernos; y se hace no sólo prescindiendo de la habitual ironía presente en la serie sino que lo narrado tiene consecuencias dramáticas. La ausencia del principal sabio científico de la colección, el Conde de Champignac, en una intriga en la que la ciencia juega un papel relevante, indica el deseo de Tome de eliminar cualquier elemento “pintoresco” o irreal que pudiera haber contribuido a distanciar al lector de la intriga. Tampoco encontraremos aquí los típicos villanos a los que responsabilizar de todo, como Zorglub o Zantafio.
“Mäquina que Sueña” forma parte de lo que podría denominarse “ciclo de identidad” dentro de la etapa de Tome y Janry, esto es, una historia que pone el énfasis en quién son en realidad Spirou y los personajes que le rodean. Énfasis transgresor que se extiende nada menos que hasta los propios nombres: Seccotine insiste en que no la llamen así, sino Sofía; y en un diálogo entre Spirou y Fantasio al comienzo de la historia se apunta a que éstos no son sus verdaderos nombres: “Es como si, de repente, yo no quisiera que me llamasen Fantasio. Y en el fondo, es verdad, ¿por qué nadie me llama nunca por mi nombre?” ¡Como si Teodoro o Bernabé Fantasio sonara tan mal! ¿Te imaginas? ¿Ignacio o Saturnino Spirou?” Y en el magnífico final, en la última página, Seccotine le pregunta al héroe: “Sofía es mi verdadero nombre…¿Cuál es el tuyo?”.
Por otra parte, “Máquina Que Sueña” sigue la línea ya apuntada en “Luna Fatal” en lo que se refiere a la sexualización de Spirou, aunque de una forma elegante e indirecta. En esta ocasión, vemos un beso robado de Secottine al héroe, algo importante por cuanto lo hace tras la reafirmación de Spirou en su condición de soltero recalcitrante; y también porque al final de la aventura ella elegirá a aquella versión de Spirou con la que puede tener una oportunidad de iniciar una auténtica relación sentimental.
También es de destacar el hecho de que este episodio sea mucho más una aventura de Spirou en solitario que en compañía de Fantasio (quien aparece sólo al comienzo y al final sin tener un verdadero impacto en la trama). Abandonado a sus propios recursos, vemos a Spirou sacar toda su combatividad y valor pero también sufrir momentos de pánico y desánimo, por no hablar de que varias veces está a punto de morir, escapando de la muerte sólo con ayuda de la fortuna.
Tome desarrolla con habilidad el argumento haciendo obvio su deseo de desorientar tanto al lector como al héroe: introduce fuertes elipsis, un tono desasosegante, diálogos minimalistas e incluso secuencias prácticamente mudas. Pero ello es a costa de tejer una historia en la que tienes que conformarte con no saber nunca más que el propio héroe e incluso al final se dejan preguntas sin respuesta y personajes que se comportan de una forma un tanto rara. La complejidad de los trucos utilizados por Tome es a veces demasiado radical, hasta el punto de que nadie podía haberse esperado una historia como esta. Si Tome y Janry hubieran continuado con la serie, ¿habrían respetado esta nueva aproximación de un Spirou más oscuro y adulto, que corre aventuras más extrañas y cuyas relaciones con los otros personajes adquieren una mayor gradación de matices? ¿Habrían conquistado a una nueva generación de lectores aun a costa de perder a las anteriores? Nunca lo sabremos.
Por desgracia, este intento radical de renovación, de instaurar una nueva línea moderna para el personaje, no tuvo el éxito esperado. Ya desde la presentación de la propuesta, Tome y Janry tuvieron la sensación de que la editorial no estaba del todo de su lado y que se mostraba precavida con un cambio tan profundo. Dupuis ya no era una empresa paternalista donde el editor o el redactor jefe tenían la última palabra y una autonomía total, sino una organización extensa en la que mucho tenían que decir los responsables de publicidad y marketing. Éstos se sentían inseguros acerca de cómo abordar un cambio tan radical, en forma y fondo, de un personaje ya presente en multitud de productos licenciados.
Así, el cierre de la etapa de Tome y Janry se materializa en un álbum incomparable en el que Spirou parece entrar en una película de David Lynch o una novela de Philip K.Dick. Este intento de subvertir la serie, de darle un nuevo enfoque, de metamorfosear a un icono, sigue siendo no sólo una lectura memorable para cualquier aficionado al personaje sino también única, porque no tuvo continuidad y sólo se intentó una vez.
En 1998, Tome y Janry empezaron a preparar el que iba a ser su decimoquinto álbum y el cuadragésimo séptimo de la colección, titulado “Zorglub en Cuba”. La historia nos iba a contar los planes de Zorglub para transformar esa nación en la mayor prisión del mundo gracias al uso de su zorglonda, evolucionada ahora a una especie de realidad virtual. Pero este episodio jamás se llegó a completar.
“Máquina que Sueña” no había alcanzado las expectativas esperadas por los autores. Aunque se vendió algo peor que el álbum inmediatamente anterior, ese descenso no fue ni mucho menos un desastre. Pero las críticas recibidas, la sensación de que ya no contaban con el apoyo de la dirección para seguir explorando y evolucionando, la muerte del editor de la revista “Spirou” y su principal valedor, Philippe Vandooren y la mala relación que los autores tuvieron con su sucesor, Claude Gendrot, fueron factores decisivos para el abandono definitivo del Spirou adulto. En 2008, sin embargo, se descubrieron durante una exposición las primeras ocho páginas de esa entrega que iba a contar el regreso de Zorglub; y en 2011, ya coloreadas, se publicaron en un número especial del semanario. –Desde entonces ha ido corriendo el rumor, cada vez menos plausible, de que Tome y Janry terminarían la historia para publicarla en la línea “Una Aventura de Spirou…”, en la que diferentes autores dan, fuera de continuidad, sus particulares visiones del personaje.
Ocurre a menudo con las series de largo recorrido que los creadores de las mismas, quienes establecieron sus personajes y bases temáticas, sean alabados como los mejores autores que hayan pasado por ellas y decir que sus sucesores nunca estuvieron a la altura. En el caso de Spirou, Franquin se alza como un gigante y llegó un momento en el que, como vimos, se abrió una brecha en la editorial acerca de cómo encarar su herencia. Por una parte, los “modernos”, querían seguir adelante sin nostalgia; por otra, los “tradicionalistas”, pensaban que podían seguir rindiendo homenaje al trabajo no sólo de Franquin sino también de otros grandes de antaño como Jijé. Dupuis acertó de pleno al elegir al dúo Tome y Janry, un equipo que supo combinar ambas corrientes y llevar al personaje a las puertas del siglo XXI, renovado y actualizado a los nuevos tiempos pero sin haber renunciado a sus raíces. Tome y Janry se convirtieron, trabajando en esta colección y en sus respectivas disciplinas, en auténticos maestros del género de aventuras.
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