21 mar 2019

2007- ¡SHAZAM! –LA MONSTRUOSA SOCIEDAD DEL MAL – Jeff Smith


Resulta irónico que hace más de tres décadas, DC comics se preocupara tanto por el grado de complejidad que había alcanzado su universo de personajes como para editar “Crisis en Tierras Infinitas”, una maxiserie que pretendía relanzar su catálogo simplificado y limpio de la confusa proliferación de tierras alternativas concentrándolo todo en una única realidad, aunque para ello aniquilaran décadas de historias y mitologías. Naturalmente, dado su propósito y naturaleza, aquel intento, que artística y narrativamente me parece sobresaliente, no sirvió para gran cosa a medio plazo, como lo demuestra el que cada pocos años DC publique algún nuevo evento “alterador de la realidad” con el que parchear inconsistencias dejadas por la épica anterior. Y, paradójicamente y al mismo tiempo, DC –y su rival Marvel- han venido lanzando una larguísima lista de comics “fuera de continuidad” protagonizados por sus personajes clásicos, probablemente porque sus autores más prestigiosos –y rentables- les exigen una mayor libertad creativa.


Lo que nos lleva a este comic, “Shazam! La Monstruosa Sociedad del Mal”, un relanzamiento
del Capitán Marvel clásico en forma de una miniserie de cuatro números en formato prestigio (hoy ya se publica como un solo volumen). Su autor, Jeff Smith, acababa de terminar su exitosísimo “Bone” y DC le puso un buen cheque sobre la mesa además de la libertad de hacer lo que quisiera y como quisiera. Y lo que Smith quiso e hizo fue recuperar a un personaje cuyas ventas, allá por los años cuarenta del siglo XX, llegaron a rivalizar con las de Superman, un tebeo que tenía un tono sencillo, donde los buenos eran muy buenos y los malos muy malos, sin tonalidades de gris ni ambigüedades morales. Smith proponía en esta serie un viaje a la inocencia de los héroes de infancia.

“La Monstruosa Sociedad del Mal” es un comic fuera de continuidad, lo que quiere decir que no cuenta una aventura del Capitán Marvel pre-Crisis ni post-Crisis, sino que ofrece una visión personal del autor sobre el héroe, volviendo a narrar su origen, cambiando algunos personajes clásicos de su entorno y embarcándolo en su primera gran aventura. Algo así como lo que Hollywood hace con los superhéroes: conservar los elementos básicos, adaptar otros y contar la historia que mejor le parece.

¿Era verdaderamente necesario otro reboot del Capitán Marvel? Después de todo, esta era la tercera reinvención en veinte años (tras “Shazam: Un Nuevo Comienzo” de Roy Thomas; y “El Poder de Shazam” de Jerry Ordway). Además, el concepto básico sobre el que se desarrolla la trama está tomado de una historia clásica con el mismo título. De hecho, “La Monstruosa Sociedad del Mal” original fue una especie de hito menor en los comic books de los años
cuarenta, una época en la que las únicas narrativas largas en viñetas se realizaban en las tiras de los periódicos. Serializada en la colección “Captain Marvel Adventures” en capítulos de ocho páginas, se prolongó más de dos años. En cualquier caso, es irónico que DC publicitara este comic como una “aventura totalmente nueva” cuando en muchos sentidos no lo es. La tendencia de editores y autores a “reinventar” los orígenes de los personajes ya hace tiempo que oscila entre la nostalgia cansina y la escasez de ideas. Es como si cada vez que hubiera un cambio creativo en las franquicia de James Bond, los nuevos responsables volvieran a contarnos su origen (a estas alturas tendríamos unos cinco remakes del “Doctor No”).

A pesar de todas las pegas mencionadas, la ventaja de esta versión de Jeff Smith sobre un personaje clásico es que puede leerse como una historia autoconclusiva que ni exige al lector estar familiarizado con la historia pasada del Capitán Marvel –que, sospecho, era la intención última de DC- ni continuar leyendo una colección regular para ver cómo se remata esta o aquella subtrama. Habida cuenta del enorme éxito que cosechó su “Bone”, no es extraño que DC apostara por Jeff Smith como el autor idóneo para relanzar al Capitán Marvel en un tono más infantil. Después de todo, “Bone” había sido un multipremiado comic de fantasía apto para todas las edades y sin duda DC esperaba que Smith arrastrara hasta el Capitán Marvel a muchos de sus lectores, niños, jóvenes y adultos.

¿Y cuál fue, en mi opinión, el resultado? No del todo satisfactorio, con aspectos muy conseguidos y otros a medio cuajar.

Desde que DC adquirió al Capitán Marvel en la década de los setenta, éste siempre ha sido un
personaje que no ha acabado de encontrar su lugar y nunca ha podido codearse de tú a tú con Superman, Batman o Green Lantern. Se diría que la editorial ha tratado en la medida de lo posible de preservar parte de su inocencia original y su característico aire retro, no siempre con éxito hay que decir. Esa es también la aproximación de Jeff Smith, algo que, como ya dije, le salió muy bien en la fantasía ligera y para todos los públicos que había sido “Bone”. Así, aquí mezcla lo netamente infantil (Billy y Mary son más jóvenes que en la versión tradicional) con los guiños al mundo adulto en forma de comentario social o sátira política. El Dr.Sivana es ahora el Fiscal General de Estados Unidos y no duda en calificar a los robots como “complot terrorista”, jurando “revisar todas las cuentas bancarias de todos los ciudadanos hasta que encontremos algo sospechoso”. Por no hablar de su pasado como fabricante de armas…

Smith recicla los temas de la historia clásica de los cuarenta pero no la trama, creando algo original al mismo tiempo que da un enfoque refrescante al personaje y su universo. Respeta, eso sí, la secuencia en la que el joven huérfano Billy Batson era juzgado digno por un viejo mago para recibir los poderes del Capitán Marvel y luchar contra los siete pecados capitales en la Tierra. En cambio, rechaza la versión más reciente según la cual Billy se
transforma en el poderoso héroe pero conservando su mente infantil. Aquí son dos seres diferentes, aunque existe cierta ambigüedad deliberada y conforme la historia avanza sus dos consciencias parecen converger en una sola.

Tras establecer esa base, Smith dirige la historia hacia derroteros muy distintos de la clásica de los años cuarenta. Encontramos los mismos personajes familiares de “Shazam!” y aunque a primera vista no lo parezca, los cambios que experimentan en esta versión son más cosméticos que esenciales. Sivana ya no es el científico chiflado de antaño sino nada menos que, como he dicho, un político. Tawky Tawny, el tigre antropomorfo de los antiguos comics, es ahora un tigre parlante de naturaleza mística; y Mary Marvel es más o menos lo mismo, aunque dibujada como una niña más pequeña para ajustarse a la edad y aspecto de su hermano Billy. A diferencia de él, Mary sigue siendo una niña en cuerpo y mente cuando adquiere el poder Shazam, lo cual da lugar a momentos de comicidad cuando el Capitán Marvel ha de velar porque su superpoderosa pero impulsiva hermanita no cometa ninguna imprudencia. En cuanto al Capitán Marvel propiamente dicho, está bastante bien caracterizado. Smith actualiza gráficamente esa mezcla de poder e inseguridad que siempre estuvo en el corazón del personaje y Billy aparece como un pilluelo con el que resulta fácil simpatizar: noble, avispado y, a pesar de sus duras circunstancias iniciales, animoso.

Mientras todos estos personajes van integrándose en la trama y el Capitán Marvel y su
hermana se hallan ya listos para la acción, unos robots gigantes aparecen en Central Park, deambulan monstruos por las calles de la ciudad y una misteriosa entidad, Mister Mente, anuncia que va a destruir el mundo.

Como hizo con “Bone”, Jeff Smith mezcla en este comic una estudiada simplicidad (grandes viñetas, dibujo redondeado, limpio y sencillo, rotulación con grandes caracteres) con algunos momentos muy ingeniosos. Y en su mayor parte esa combinación funciona bien. El arte de Smith puede parecer simple pero tiene un gran talento narrativo y un buen ojo para el diseño, sobre todo cuando dibuja a los niños, sus expresiones y su forma de actuar (por ejemplo, esa emotiva escena en el puerto con Billy y Mary en la que ella, triste, se cubre la cabeza y la cara con su capucha). Y, sin embargo y hasta cierto punto, esto se convierte en un inconveniente para la historia porque Smith parece más interesado en Billy que en el Capitán Marvel. Así, su dibujo, tan eficaz a la hora de plasmar a los niños o el caricaturesco villano Dr.Sivana, funciona bastante peor con Marvel, hasta el punto de que a veces da la impresión de tosquedad, torpeza e incluso estatismo en sus movimientos.

El resultado final es una historia de espíritu ligero, un digestivo antídoto al atracón de violencia
y psicologías torturadas con que Marvel y DC atiborraban entonces a los aficionados a superhéroes. Pero el intento no termina de cuajar del todo. Para empezar, conforme se acerca el clímax la narración empieza a perder gas. En parte ello es debido a su extensión, doscientas páginas, probablemente excesiva para una aventura que no es ni particularmente épica ni compleja y que es consecuencia del mencionado estilo narrativo a base de grandes viñetas, pocas palabras y escenas alargadas. Además, el rimbombante título, “La Monstruosa Sociedad del Mal”, resulta a la postre bien poco apropiado dado que el héroe sólo tiene que enfrentarse a un par de amenazas: por una parte, Sivana, que aquí no despliega ningún poder más allá de una ambición desmedida; por otra, Mr.Mente y sus criaturas que, aún reservando un par de sorpresas, ni los robots gigantes ni los enjambres de insectos están a la altura de lo que podría esperarse del título y del héroe.

La preferencia de Smith por Billy sobre Marvel lleva a que el capítulo final adolezca de
“pegada” en lo que a contenido superheroico se refiere. Y, por otra parte, el tono ligero, desenfadado y puntualmente humorístico implica que, llegado el desenlace, el lector no esté verdaderamente invadido por el suspense. Hay, por último, personajes y situaciones que no resultan verosímiles (dentro de este universo de ficción, se entiende) o directamente no se explican, como el matón de barrio que acosa a Billy desoyendo la advertencia del Capitán para que le deje en paz; o que no se explique nada de los padres de Billy y cómo es posible que tenga una hermana de la que nada sabía. Aunque Smith trata de dar una base lógica a algunas de las ideas más disparatadas de la serie, quizá hubiera sido mejor dejarlas tal y como estaban en los viejos comics. El tigre Tawny, por ejemplo, tiene un aspecto imponente que recuerda al Shere Khan de “El Libro de la Selva” (además de, se me ocurre, hacer un homenaje a Calvin y Hobbes), pero aquel elegante tigre humanizado vestido con traje que aparecía en los antiguos comics tenía más encanto –dentro del espíritu camp, claro-.

“La Monstruosa Sociedad del Mal” apareció en un momento en el que los comics americanos habían olvidado mayormente a los niños, así que la mera iniciativa de su publicación ya merece un aplauso. Pero lo cierto es que la editorial no profundizó en el camino abierto por Smith ni en forma de otra miniserie ni como colección regular, y hoy es tan sólo una obra anecdótica dentro de la trayectoria del personaje, aunque sí de agradable lectura. Smith hace un trabajo mayormente disfrutable en lo que se refiere a conservar el espíritu infantil del personaje original y, al mismo tiempo, modernizarlo para un público que hoy–incluso el de menor edad- es más sofisticado. Quizá el principal problema de este comic pueda resumirse en que hay demasiado Smith y no suficiente Capitán Marvel.

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