Resulta irónico que hace más de tres décadas, DC comics se preocupara tanto por el grado de complejidad que había alcanzado su universo de personajes como para editar “Crisis en Tierras Infinitas”, una maxiserie que pretendía relanzar su catálogo simplificado y limpio de la confusa proliferación de tierras alternativas concentrándolo todo en una única realidad, aunque para ello aniquilaran décadas de historias y mitologías. Naturalmente, dado su propósito y naturaleza, aquel intento, que artística y narrativamente me parece sobresaliente, no sirvió para gran cosa a medio plazo, como lo demuestra el que cada pocos años DC publique algún nuevo evento “alterador de la realidad” con el que parchear inconsistencias dejadas por la épica anterior. Y, paradójicamente y al mismo tiempo, DC –y su rival Marvel- han venido lanzando una larguísima lista de comics “fuera de continuidad” protagonizados por sus personajes clásicos, probablemente porque sus autores más prestigiosos –y rentables- les exigen una mayor libertad creativa.
Lo que nos lleva a este comic, “Shazam! La Monstruosa Sociedad del Mal”, un relanzamiento

“La Monstruosa Sociedad del Mal” es un comic fuera de continuidad, lo que quiere decir que no cuenta una aventura del Capitán Marvel pre-Crisis ni post-Crisis, sino que ofrece una visión personal del autor sobre el héroe, volviendo a narrar su origen, cambiando algunos personajes clásicos de su entorno y embarcándolo en su primera gran aventura. Algo así como lo que Hollywood hace con los superhéroes: conservar los elementos básicos, adaptar otros y contar la historia que mejor le parece.
¿Era verdaderamente necesario otro reboot del Capitán Marvel? Después de todo, esta era la tercera reinvención en veinte años (tras “Shazam: Un Nuevo Comienzo” de Roy Thomas; y “El Poder de Shazam” de Jerry Ordway). Además, el concepto básico sobre el que se desarrolla la trama está tomado de una historia clásica con el mismo título. De hecho, “La Monstruosa Sociedad del Mal” original fue una especie de hito menor en los comic books de los años


¿Y cuál fue, en mi opinión, el resultado? No del todo satisfactorio, con aspectos muy conseguidos y otros a medio cuajar.
Desde que DC adquirió al Capitán Marvel en la década de los setenta, éste siempre ha sido un

Smith recicla los temas de la historia clásica de los cuarenta pero no la trama, creando algo original al mismo tiempo que da un enfoque refrescante al personaje y su universo. Respeta, eso sí, la secuencia en la que el joven huérfano Billy Batson era juzgado digno por un viejo mago para recibir los poderes del Capitán Marvel y luchar contra los siete pecados capitales en la Tierra. En cambio, rechaza la versión más reciente según la cual Billy se

Tras establecer esa base, Smith dirige la historia hacia derroteros muy distintos de la clásica de los años cuarenta. Encontramos los mismos personajes familiares de “Shazam!” y aunque a primera vista no lo parezca, los cambios que experimentan en esta versión son más cosméticos que esenciales. Sivana ya no es el científico chiflado de antaño sino nada menos que, como he dicho, un político. Tawky Tawny, el tigre antropomorfo de los antiguos comics, es ahora un tigre parlante de naturaleza mística; y Mary Marvel es más o menos lo mismo, aunque dibujada como una niña más pequeña para ajustarse a la edad y aspecto de su hermano Billy. A diferencia de él, Mary sigue siendo una niña en cuerpo y mente cuando adquiere el poder Shazam, lo cual da lugar a momentos de comicidad cuando el Capitán Marvel ha de velar porque su superpoderosa pero impulsiva hermanita no cometa ninguna imprudencia. En cuanto al Capitán Marvel propiamente dicho, está bastante bien caracterizado. Smith actualiza gráficamente esa mezcla de poder e inseguridad que siempre estuvo en el corazón del personaje y Billy aparece como un pilluelo con el que resulta fácil simpatizar: noble, avispado y, a pesar de sus duras circunstancias iniciales, animoso.
Mientras todos estos personajes van integrándose en la trama y el Capitán Marvel y su

Como hizo con “Bone”, Jeff Smith mezcla en este comic una estudiada simplicidad (grandes viñetas, dibujo redondeado, limpio y sencillo, rotulación con grandes caracteres) con algunos momentos muy ingeniosos. Y en su mayor parte esa combinación funciona bien. El arte de Smith puede parecer simple pero tiene un gran talento narrativo y un buen ojo para el diseño, sobre todo cuando dibuja a los niños, sus expresiones y su forma de actuar (por ejemplo, esa emotiva escena en el puerto con Billy y Mary en la que ella, triste, se cubre la cabeza y la cara con su capucha). Y, sin embargo y hasta cierto punto, esto se convierte en un inconveniente para la historia porque Smith parece más interesado en Billy que en el Capitán Marvel. Así, su dibujo, tan eficaz a la hora de plasmar a los niños o el caricaturesco villano Dr.Sivana, funciona bastante peor con Marvel, hasta el punto de que a veces da la impresión de tosquedad, torpeza e incluso estatismo en sus movimientos.
El resultado final es una historia de espíritu ligero, un digestivo antídoto al atracón de violencia

La preferencia de Smith por Billy sobre Marvel lleva a que el capítulo final adolezca de

“La Monstruosa Sociedad del Mal” apareció en un momento en el que los comics americanos habían olvidado mayormente a los niños, así que la mera iniciativa de su publicación ya merece un aplauso. Pero lo cierto es que la editorial no profundizó en el camino abierto por Smith ni en forma de otra miniserie ni como colección regular, y hoy es tan sólo una obra anecdótica dentro de la trayectoria del personaje, aunque sí de agradable lectura. Smith hace un trabajo mayormente disfrutable en lo que se refiere a conservar el espíritu infantil del personaje original y, al mismo tiempo, modernizarlo para un público que hoy–incluso el de menor edad- es más sofisticado. Quizá el principal problema de este comic pueda resumirse en que hay demasiado Smith y no suficiente Capitán Marvel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario