17 jul 2018

1986- DAREDEVIL - Ann Nocenti y John Romita Jr (2)


(Viene de la entrada anterior)

El número 250 (enero 88) marca, como he dicho, el comienzo de la mejor etapa de Nocenti al frente de la colección. Y en ello probablemente tenga mucho que ver la estabilidad y calidad gráfica que aportó un equipo artístico de lujo. A los lápices entró John Romita Jr., quien había firmado algunas de las mejores sagas de Spiderman, Iron Man y los X-Men (en la que había conocido a Nocenti). Romita está perfecto a la hora de retratar tanto figuras como ambientes, ya sea una Nueva York sucia y agobiante o un Infierno pesadillesco. Sus figuras son dinámicas, las escenas de acción inmejorables y los momentos de reposo verosímiles. Sin duda, la popularidad de la que gozaba Romita entre los aficionados atrajo a muchos de ellos a “Daredevil”, encontrándose con un comic de superhéroes no sólo bien dibujado, sino diferente y más maduro en sus guiones. Romita hizo mucho por mejorar las ventas de la colección y ésta, a su vez, le devolvió el favor, porque gracias a ella el dibujante gozó de una libertad total a la hora de narrar y, de paso, figurar entre los artistas más destacados que han pasado por la larga andadura de Daredevil.


Y a las tintas, nada menos que Al Williamson, uno de los maestros del comic quien desde mediados de los noventa había abandonado los lápices para dedicarse a la más tranquila y menos exigente actividad de entintar. Siendo como era él mismo un dibujante de primera línea (“Flash Gordon”, “Agente Secreto X-9”, “Star Wars”), supo aportar al tiempo elegancia y atmósfera a las viñetas de Romita.

Inspirada por el gran trabajo de esta pareja –y apoyada en particular por Romita, que tuvo la posibilidad de aportar ideas además de dibujos-, Nocenti mejoró los guiones y redondeó su visión de Daredevil, esforzándose por hacerlo suyo y despegarlo de la alargada sombra de Frank Miller respetando no obstante su legado, empezó a desarrollar tramas más complejas que se alargaban varios números y presentó nuevos personajes (tanto villanos como secundarios del entorno de Murdock y Karen) que se mezclaron hábilmente con los antiguos. Los textos se hicieron más ligeros y la lectura más dinámica sin por ello perder su incisiva mirada a ciertos temas. Nocenti, Romita y Williamson convirtieron a “Daredevil” en uno de los comics de superhéroes mejor escritos y dibujados de su época.

En ese número 250 Nocenti retoma el tema de los niños como víctimas de las acciones de quienes se supone que deben mantenerlos a salvo. Es el caso de Lance, un niño muy sensible que se ha quedado petrificado en el aula del colegio tras ver el vídeo de una explosión nuclear y sus devastadoras consecuencias. Aquellas imágenes y las palabras de su profesor –un superviviente de Hiroshima- lo dejan casi catatónico y se apodera de él la obsesión de prepararse para un holocausto nuclear que cree inevitable e inminente.

Por si esa agresión contra su estabilidad mental no fuera poco, su entorno familiar es desastroso. Su padre es un mercenario apodado Bala, que está ayudando a la corporación Kelco para ocultar las pruebas que la responsabilizan de un accidente medioambiental que dejó ciego a un chico que nadaba en un estanque, Tyrone. Como Lance, Tyrone es víctima de la violencia que ejercemos sobre el
planeta. Nocenti pone al mismo nivel la polución y el holocausto nuclear en tanto que son fuerzas destructivas que dañan al planeta y a las generaciones futuras que tienen que habitarlo. Tyrone, como mucha otra gente, sufre por la incapacidad de la ley de alcanzar y castigar a quienes tienen la cartera más grande.

La preocupación por el medioambiente es otra de las claves de este Daredevil. Lo habíamos visto ya en el arco argumental de Infección, lo volvemos a encontrar con los vertidos de Kelko y reaparecerá unos números después en la forma del maltrato a los animales en las granjas debido a la ambición de los empresarios sin escrúpulos. La lucha de Murdock contra Kelco –que es, además, una empresa controlada indirectamente por Kinping- es una crítica abierta a la dejadez, cuando no directa complicidad, del gobierno cuando se trata de las grandes compañías. Hay que recordar asimismo que el ecologismo era un tema mucho menos corriente en los comics de lo que lo pueda ser ahora (casi simultáneamente, Grant Morrison apoyó sobre él su etapa en “Animal Man”, 1988-90).

Este arco argumental es clave en la etapa de Nocenti, y no sólo por la consolidación de su equipo artístico, sino en lo que se refiere a la evolución del héroe. En su identidad civil de Matt Murdock, el protagonista reflexiona sobre cómo su profesión y vocación de abogado le ayuda a creer en el concepto general de la Ley, pero su actividad como vigilante enmascarado no puede sino socavar su fe en el sistema legal. Como él mismo dice en un momento dado manifestando esa contradicción: “¡Ejerceré la abogacía aunque tenga que quebrantar la ley”!. O, ya en el número 251, “¡Qué sencilla es la justicia! Cuando soy ese pobre ciego llamado Matt Murdock resulta muy fácil creer en la ley. Entonces, ¿por qué en cuanto me pongo este traje…empiezo a dudar de todo?”. Esas dudas son una manifestación de su convencimiento interior de que nunca podrá detener el crimen, algo que queda dolorosamente claro al final de ese número, cuando Bala queda en libertad debido a la corrupción del sistema: es un asesino al servicio ocasional del gobierno y éste cuida de los suyos.

Bala, como brazo armado de corporaciones sin escrúpulos, es un ejemplo perfecto de las serias
lacras del sistema legal. Bala no sigue código moral alguno más allá de conseguir dinero. Y cuando deja que se lo lleven los policías sabedor de que lo van a liberar, se permite burlarse de Daredevil: “Serás idiota. Tú y tu querida justicia no valéis para nada y te lo voy a demostrar. Esta pelea, la pago yo”. Ese momento es la gota que colma el vaso y lleva a Murdock a cuestionar todo en lo que creía: “La Ley no es más que un montón de papel inútil…¡No es más que toneladas de basura!”. Para el lector ha quedado claro que toda la violencia desatada por Daredevil en su lucha contra el crimen no ha servido para nada. Si el criminal tiene contactos o dinero, saldrá impune. Problemas como la corrupción sistémica no pueden eliminarse mediante la acción y la violencia físicas. ¿Qué puede entonces hacer Daredevil?

Esa experiencia hace que Murdock ya no pueda encontrar la paz espiritual en ninguna de sus dos identidades, obligándole a enfrentarse a su inutilidad como abogado y como superhéroe. Dejando al protagonista en uno de los puntos más bajos de su carrera, Nocenti presenta a la que será su más longeva aportación
al mito de Daredevil, un personaje que, como el héroe de rojo, se sostiene sobre dualidades y contradicciones: María Tifoidea.

Con el espectro de la Guerra Fría todavía sobrevolando Estados Unidos, Daredevil se encuentra inmerso en su propia carrera armamentística contra la creciente amenaza que es Kingpin. Tras darse cuenta de que todo lo que intentó hacer contra el héroe (desde aniquilar todos los aspectos de su vida civil hasta sumir a su barrio en un infierno de destrucción y violencia) no había servido para derrotar su espíritu, el señor del crimen decide atacar lo que siempre permaneció puro: su corazón. Y aquí es donde entra, en el nº 254 (mayo 88), María Tifoidea. Ésta es una mutante telépata y telekinética con un desorden mental que divide su personalidad de forma radical en dos identidades totalmente opuestas. María, dulce y tímida; y María Tifoidea, violenta, lujuriosa y cruel.

Se han querido ver paralelismos entre la otra gran mujer de la vida de Matt Murdock-Daredevil, Elektra, y Tifoidea. Ciertamente, ambas son asesinas a sueldo de Kingpin y ambas tientan y atraen al héroe a un agujero negro emocional que pone en peligro su vida personal y su misma cordura. Pero María Tifoidea tiene su propio carisma y personalidad, no se limita a ser una mera copia de la ninja de La Mano. Nocenti
quiso hacer de ella la histriónica encarnación de las dos versiones absurdamente tópicas que tradicionalmente los comics –y en general la literatura popular- han ofrecido de la mujer: la virgen sufrida, entregada y dependiente del macho; y la femme fatal irresistiblemente seductora que provoca su perdición. Allá donde Elektra era fría y metódica, Tifoidea es pasión desbordada y espontaneidad.

Nocenti tomó su inspiración para este personaje de una mujer que existió realmente. Los bocadillos de texto de la página-viñeta en la que aparece por primera vez aluden a la historia de Mary Mallon, alias María Tifoidea, que en el siglo XIX y siendo portadora sana de ese virus, contagió a 53 personas, tres de las cuales murieron: “Ciertos venenos invisibles caminan entre nosotros. Están vivos y todo cuanto tocan…muere. El veneno no sabe que es veneno. Simplemente hace lo que tiene que hacer para sobrevivir”.

Ese veneno bien puede interpretarse como nuestra inclinación a la violencia, aquello que induce al crimen y que impide que Daredevil y sus
colegas superhéroes puedan impartir auténtica justicia. María Tifoidea disfruta física y mentalmente causando daño y es ese tipo de sadismo lo que Nocenti teme que aceche también en el corazón de los superhéroes. Si esto fuera así, ¿qué clase de impacto tendrán en los niños que los idolatran? Justo antes de que María Tifoidea entrara en la vida de Daredevil, Nocenti ya había introducido el tema en el número 252 (marzo 88), una derivación del crossover “La Caída de los Mutantes”. Normalmente, este tipo de imposiciones editoriales a los guionistas suelen ser bastante mediocres pero aquí Nocenti se las arregla para construir una excelente historia alrededor de la violencia y la delgada capa de civilización sobre la que está construida nuestra sociedad.

Con Nueva York sumida en el caos y sus habitantes creyendo que la Guerra Fría finalmente ha devenido en holocausto nuclear, Matt Murdock toma el control de su pequeña parcela en la Cocina del Infierno, aportando serenidad y paz al clima de terror reinante. Mientras tanto, un individuo que se llama a sí mismo Munición se aprovecha de la anarquía para erigirse en el líder de este nuevo mundo sin leyes ni moral. Anunciando que sólo los fuertes deben sobrevivir, reúne un ejército compuesto mayormente por jóvenes.

Una vez más son los más jóvenes los que más sufren, utilizados como peones en las violentas
luchas de poder de los adultos. Al comienzo vemos a un niño apaleado por su madre; Lance, el hijo de Bala, vive cada vez más aterrorizado por el holocausto nuclear sin que su padre le brinde el cariño que necesita; un bebé es abandonado en un cubo de basura y hallado por un delincuente que se lo apropia como si fuera una mascota; y otro niño, Caín, acaba sucumbiendo al clima de histeria colectiva haciendo que Daredevil, disgustado, reniegue de él y le retire su apoyo. Avergonzado y decidido a redimirse a ojos de su ídolo, Caín se vuelve contra los pandilleros sólo para acabar recibiendo una puñalada. Buscando el reconocimiento de figuras de autoridad violentas, Caín solo encuentra la muerte y aunque expira obteniendo la absolución de Daredevil, no deja de ser una víctima de los actos de adultos poderosos. Daredevil derrota al villano, sí, pero fracasa a la hora de proteger al inocente.

Por tanto, si no consigue salvar las vidas de aquellos que supuestamente debe defender, ¿es Daredevil mejor que los criminales a los que combate? Esa es la pregunta con la que María Tifoidea le atormenta en sus primeros encuentros.
Mientras que la dulce Mary seduce a Matt Murdock, su alter ego le pregunta por qué no mata criminales. En el número 255, le espeta: “La prensa afirma que soy toda una bendición porque solo mato a escoria. Dicen que Tifoidea es una justiciera, igual que tú”. Y sigue sembrando la confusión en la mente de un Daredevil ya muy inseguro de lo que debe defender: “Lo justo y lo injusto, el bien y el mal…¿en qué se diferencian? ¿Acaso no sabes que están muy íntimamente relacionados? ¿Nunca has sido malo, mi buen cristiano?”, dice sabiendo que Matt le está siendo infiel a Karen con su otro yo, María.

Desde el punto de vista de María Tifoidea, ella y Daredevil están al margen de la ley; y dada su superioridad física, deben juzgar a aquellos a los que consideren indignos o inferiores. Es difícil ignorar el ataque que esto supone a la figura del superhéroe en general. Todos los vigilantes enmascarados viven en esa paradoja de ser al tiempo defensor y fiscal. Tifoidea le dice a Daredevil que “estamos por encima del bien y del mal”, aludiendo al ataque de Nietzsche a las construcciones morales de las sociedades. Para refutar su argumento, Daredevil menciona el concepto también nietzschiano del “Übermensch” , implicando los peligros inherentes a tal pensamiento. Irónicamente, al
traducir directamente del alemán al inglés ese término, el resultado es precisamente “Superman”. Aun cuando sus creadores situaron a Superman en el lado éticamente opuesto al de los Nazis, sigue existiendo una delgada línea entre un superhéroe y un dictador porque ambas figuras imponen su propio sentido de la justicia al pueblo con el que viven.

¿Significa esto que Nocenti considera a todos los superhéroes unos fascistas en su corazón? No exactamente. Aunque la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster comparte nombre con el concepto de Nietzsche, ambos autores llevaron la idea del “Übermensch” en la dirección opuesta. Superman es un personaje que trata de hacer lo necesario para proteger a la gente. La suya es una moral pura, exenta de cualquier sentimiento de superioridad. Como primer superhéroe de la historia, Superman sentó las bases para todo el género, pero conforme éste se expandió y evolucionó, la violencia empezó a jugar un papel cada vez mayor en la resolución de conflictos.

Se diría que la trayectoria de Miller y Nocenti en Daredevil fue una voladura controlada del concepto de superhéroe, pero en el número 260 (noviembre 88), se introduce un giro bastante radical. La trama de María Tifoidea culmina cuando ésta recluta a un grupo de recientes enemigos de Daredevil y los lanza uno a uno contra él. Y recurre a terceros porque Martía Tifoidea no puede hacerlo: se ha dado cuenta de que se ha enamorado de él. De alguna forma, Nocenti utiliza esta dinámica para reflejar nuestra propia actitud hacia los superhéroes. Los amamos, sí, pero también nos gusta verlos sufrir. De vez en cuando hay que “matarlos” para que vuelvan a renacer como los grandes hombres y mujeres que necesitamos que sean.

El ciclo de Ann Nocenti y John Romita Jr está dividido en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, Daredevil encuentra cierto equilibrio personal, ayuda a la gente necesitada y vive más o menos felizmente con Karen Page. Pero Kingpin no está dispuesto a dejar que su principal enemigo, contra el que ha lanzado toda su artillería (en “Born Again”), lleve una existencia tranquila, haciendo del caso Kelko algo personal y luego reclutando a María Tifoidea para atacarlo tanto en su lado civil como en
su faceta superheroica. Evitando las formas y mecánica propios de un género, el de los superhéroes, que tradicionalmente separaba claramente el bien del mal, encontramos aquí unos números poblados por personajes que se alejan del abierto maniqueísmo, que tienen personalidades complejas. Incluso los “buenos” (como Matt, Bola Ocho, Foggy…) tienen, como María Tifoidea, un lado oscuro del que avergonzarse. Así, por ejemplo, Daredevil puede seguir siendo un superhéroe ejemplar, pero cuando Matt se abandona a los brazos de María y traiciona la confianza de Karen, el lector no puede sino sentirse decepcionado por su comportamiento.

Defraudando las expectativas de aquellos que esperaban el típico enfrentamiento final con Kingpin y María Tifoidea, Nocenti y Romita hacen que Daredevil acepte su derrota, cuestione su moralidad y sentido de la justicia (en el excelente episodio “Una Cerveza con el Diablo”, nº 266) y se marche de la ciudad a territorios nunca antes explorados por el personaje. Trastornado, confuso e intentando huir de lo que tanto dolor le ha causado, Daredevil se marcha de la gran ciudad y se interna en el interior del país, convirtiéndose en un peregrino sin nombre que va tocando y ocasionalmente salvando las vidas de otros personajes.

Sacar a Daredevil del ambiente urbano fue una decisión atrevida por parte de Nocenti. Con ello insufla aire nuevo a la colección, convirtiéndola en una suerte de “road movie” y alejándola de esa atmósfera neoyorquina sucia y violenta que tan bien había establecido Miller y de la que nadie hasta ese momento había osado desviarse. Y lo hace sin aligerar al personaje: sigue siendo un hombre abatido y desnortado que solo poco a poco va reuniendo fuerzas y reconstruyendo su espíritu.

Además del cambio de ambiente, Nocenti rodea a Daredevil de un nuevo reparto de secundarios que le permitirán abordar otros temas. El primero de ellos es Brandy (nº 271, octubre 89), una joven activista, ecologista radical, enfrentada a su padre, un granjero sin escrúpulos que no sólo maltrata animales para obtener más beneficios sino que utiliza ilegalmente ingeniería genética para que sean más productivos. Aún peor, recurre a esa ciencia para que le fabriquen a medida la mujer perfecta, Número Nueve, una belleza escultural diseñada para complacer al hombre en todos los sentidos.

Ambas mujeres son dos ejemplos de la pericia con la que Nocenti manejaba la caracterización y
la interrelación personal. Brandy es una joven amargada por su falta de cariño y que se ha volcado totalmente en la causa ecologista. Pero su ciego compromiso y el odio hacia su padre, como le hace ver Daredevil, también puede dañar a los propios animales a los que quiere defender (un paralelismo con el propio héroe, cuya violencia afecta a inocentes). El fin, en definitiva, no justifica los medios. Fin, por cierto, que tampoco está claro. Liberar a los animales de una granja de engorde y soltarlos en la naturaleza puede quedar muy bien en la televisión, pero, ¿ayuda eso verdaderamente a esas bestias? ¿Es razonable –y humano- esperar que esas pobres criaturas nacidas en cautividad sepan alimentarse y defenderse solas? ¿Y cuáles son los motivos auténticos de Brandy? ¿Tienen que ver con la justicia o, más bien, con los remordimientos por aceptar el dinero sucio de su padre? Son preguntas que no tienen una respuesta fácil y Nocenti acierta al no intentarlo.

Número Nueve, por su parte, es una tábula rasa, una mujer que sabe que ha sido programada para complacer a los hombres y que no puede evitarlo, pero que tras unirse a Daredevil y Brandy trata de buscar su propia identidad. “¿Qué sentido
tiene ser una joya perfecta y valiosa si no puedes ser libre? Quiero justo lo contrario, ¡Que me consideren una chica normal, con defectos! Quiero sentirme libre”, le dice a Ultrón, el robot némesis de Los Vengadores que, en una recreación del cuento de La Bella y la Bestia, la secuestra enamorado de su perfección. Además, Brandy desprecia al tiempo que envidia el servilismo, alegría e inagotable optimismo de Número Nueve, a la que considera la encarnación de las peores pesadillas feministas. Los enfrentamientos verbales entre ambas son a veces poco sutiles, pero sirven para introducir el importante tema del papel de la mujer en la sociedad y lo que ésta exige de ella. 


(Finaliza en la siguiente entrada)

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