8 ago 2017
2012- OJO DE HALCÓN – Matt Fraction y David Aja (y 2)
(Viene de la entrada anterior)
Hay guionistas que destacan especialmente en los diálogos (Joss Whedon y Brian Michael Bendis son dos ejemplos), pero también los hay que sólo los utilizan como mero instrumento a través de los cuales hacer avanzar la trama o transmitir información relevante. Fraction hace que Clint y Kate pasen gran parte de su tiempo juntos fastidiándose verbalmente el uno al otro y son esas algunas de los mejores momentos de la serie. Fraction sabe articular diálogos orgánicos en los que los personajes se aturullan, no saben qué decir o se cabrean tanto que se marchan, evitando de esa forma que parezcan listillos ingeniosos, marionetas de un guionista que disfruta exhibiendo sus dotes verbales.
Muchos personajes de ficción tienen parientes, aunque suelen tratarse como parte del decorado o el pasado de aquéllos o, en el caso de los superhéroes, un recordatorio ocasional de lo mucho que tiene que perder el protagonista. Superman, por ejemplo, tiene a sus padres, los Kent, pero su papel en las aventuras del héroe es o bien nulo o meramente superficial. Algunas veces, sin embargo, darle a la dinámica familiar un papel central es justo lo que se necesita.
Clint Barton nunca tuvo una relación demasiado buena con su hermano mayor, Barney. Cuando éste aparecía solía ser para atormentarle: se peleaban y volvían a separarse amargamente, aprovechando la ocasión para deslizar una o dos pistas sobre su pasado. En esta serie, sin embargo, Barney pasa a ocupar un puesto clave no sólo en la historia, sino en la vida cotidiana del personaje. Duerme en el sofá de Clint y rellena crucigramas mientras su hermano menor habla con su exmujer. A través de flashbacks, nos enteramos de cómo Barney modeló el carácter de su hermano ya desde la infancia, cómo se forjó esa relación de hermano-adversario y aprendemos a mirarle no como un supervillano Marvel de segunda fila, sino como un tipo normal: un bala perdida, bastante caradura pero con carisma, alguien mucho más duro de lo que aparenta tras su socarronería y con quien a la hora de la verdad Clint puede contar cuando hay problemas serios. Y viceversa, porque aunque Barney haya sido un supervillano y asesino, cuando se encuentra en sus horas más bajas y necesita la ayuda de alguien, el único que no puede negársela es su hermano.
Pero Clint no solo se relaciona en este comic con su amiga Kate y su hermano Barney, sino que alterna con sus vecinos con normalidad. Claro que a todos nos gusta imaginar a los Vengadores reunidos en la Mansión para pasar una velada jugando a videojuegos o cantando en el karaoke, pero es tanto o más interesante verlos interactuar con gente normal, aquellas personas que con más probabilidad van a encontrar en sus vidas diarias. Y esto sí es algo que no se suele ver a menudo.
Ya comenté más arriba que la trama básica de la serie consiste en la lucha de Clint por evitar que su edificio caiga en las manos de una mafia que pretende expulsar a los inquilinos subiéndoles astronómicamente la renta, derribar el inmueble y construir un centro comercial. Para que la historia funcionara era necesario que viéramos que Clint no sólo conocía a sus vecinos, sino que se preocupaba realmente por ellos. Y lo hace. Acude a barbacoas en la azotea, invita a Simone y sus hijos para que vean en su casa el especial navideño de televisión o ayuda a Girl a rescatar a su padre cuando el huracán Sandy golpea la ciudad. Kate tiene una experiencia similar en Los Angeles, haciendo amistad con una pareja de gays y ayudando a que su boda salga bien. Son gente normal (con trabajos normales, problemas normales, familias normales), verosímil, interesante, y resulta fresco y novedoso verlos interactuar con nuestros legendarios héroes.
No contento con socavar el sentido del heroísmo del lector, el “Ojo de Halcón” de Matt Fraction nos cuenta su historia de una forma única, tanteando los límites de lo que la narrativa gráfica puede conseguir. Así, el famoso número 11, “Lo Mío es la Pizza”, está totalmente narrado desde el punto de vista del perro de Ojo de Halcón mientras el animal trata de resolver un misterio utilizando sus sentidos y lógica caninos. El episodio es una obra maestra de la narrativa gráfica y un ejemplo de lo que puede conseguir el estilo minimalista de David Aja: los bocadillos de los diálogos que emiten los humanos están emborronados excepto las palabras que un perro puede entender o considerar importantes, como “arriba”, “bien”, “mal”… El animal organiza sus pensamientos en forma de organigramas muy sencillos en los que inserta personas con ideas muy básicas representadas como iconos. Dado que los perros no pueden ver los colores, la paleta cromática aplicada aquí es muy suave. La composición de página y la técnica narrativa son, sencillamente, magistrales.
“Ojo de Halcón” nº 11 es sin duda uno de los tebeos más originales que jamás haya publicado Marvel, pero no es el único ejemplo de inventiva conceptual, narrativa y gráfica que nos ofrecen Fraction y Aja en esta colección. Otro episodio, el 7, transcurre durante el paso del huracán Sandy, entonces muy presente en la actualidad (Fraction donó beneficios procedentes de ese número a la reconstrucción del desastre). El nº 3 es, todo él, una vertiginosa persecución automovilística narrada con precisión de relojero. Las páginas del nº 8 venían intercaladas con portadas dibujadas al estilo de las antiguas revistas románticas. El nº 17 está contado y dibujado como si se tratara de un especial navideño de dibujos animados; en el 19, en el que Barton ha quedado sordo en una batalla, parte de las viñetas consisten en representaciones del lenguaje americano por signos sin diálogo alguno….
Además, los autores utilizan los recursos narrativos del medio para experimentar con la percepción temporal, ralentizándolo, mostrando la misma escena desde múltiples puntos de vista en diferentes momentos, saltando adelante y atrás en el tiempo… En resumen, que los autores hacían lo que se les ocurría, pero siempre dentro de una línea concreta, manteniendo una personalidad característica y una ejecución narrativa y gráfica muy meditada.
En relación a estas extravagancias más propias de un comic de autor que de una obra mainstream, hay que agradecer el apoyo que el editor, Stephen Wacker, brindó a los creadores. Reconociendo la valía de su propuesta, les dio libertad absoluta, autonomía respecto al resto de los comics de la compañía y defensa frente a las dudas de ésta albergaba, sobre todo al principio, respecto a la viabilidad comercial de “Ojo de Halcón” tal y como se estaba desarrollando. Según los propios autores admitieron, no creían que Marvel prolongara la colección más allá del número 6. Pero esa inseguridad acabó disipándose a la vista de las cifras de ventas y las entusiastas nominaciones a premios de la crítica y aficionados. Hoy, la serie está considerada una de las mejores de la Marvel de los últimos treinta años.
Tras las sensacionales portadas reminiscentes del estilo propio de posters de películas de acción, la violencia que exuda este comic es brutal y dolorosa. También aquí Fraction aprovecha para humanizar a sus personajes, mostrar lo que ocurriría en la realidad cuando dos personas sin superfuerza, invulnerabilidad ni armadura de combate se enfrentan a tipos duros de verdad. Clint y Kate propinan buenos golpes pero también los encajan de una forma que el Capitán América o Iron Man nunca experimentarán. Gracias al expresivo dibujo de David Aja, el lector puede sentir el dolor de las heridas y moratones con las que ambos protagonistas terminan cada una de sus pequeñas aventuras. Cada ojo hinchado, cada nariz rota, no representan una medalla al valor de la que enorgullecerse, sino el precio a pagar por tratar de ayudar a la gente. De hecho, Clint y Kate se pasan la mayor parte de la serie con vendas y tiritas en uno u otro lugar de sus caras o extremidades y la situación para el primero llega a ser incluso crítica cuando un asesino a sueldo le perfora los tímpanos clavándole sus propias flechas y dejándole sordo.
Fraction reconoció que tomó la idea de la miniserie que sobre el personaje escribió Mark Gruenwald en 1983. Al final de la misma, para vencer al villano que está utilizando contra él y Pájaro Burlón un ingenio de control mental, utiliza una de sus flechas sónicas para quedarse sordo. Pero aquella solución tuvo repercusiones en posteriores apariciones del personaje en Los Vengadores, cuando su oído no se había recuperado y él trataba de ocultar la sordera. Fue la primera vez que Fraction veía en un cómic a un héroe con heridas duraderas producto de sus batallas contra los villanos, algo que humanizaba al personaje y daba valor a su sacrificio.
En contraste –pero también en consonancia- con la violencia de la serie, hay que mencionar su sentido del humor: seco, conversacional y vivaz, las bromas se ejecutan de forma rápida y constante. Evita caer en la trampa del humor rutinario, acartonado y evidente, extrayendo buena parte de su sustancia de las situaciones nuevas y estrafalarias que surgen en cada número. Son éstas historias muy visuales y que no abusan del diálogo, pero los que hay destilan sensación de inmediatez y verosimilitud. Pocos escritores podrían hacer que una banda de matones rusos vestidos de chándal y que intercalan un “Tío” cada pocas palabras sean a la vez hilarantes y amenazadores. Fraction lo consigue y es precisamente ese equilibrio entre la acción, la comedia y la serie negra uno de los grandes aciertos de la colección.
Otro de los factores del éxito de “Ojo de Halcón” fue sin duda su dibujo, del que ya hemos hablado algo. Aunque intervinieron varios artistas en la serie, es el preciso y característico estilo de David Aja el que más se asocia con la misma. En 2012, el dibujo de los comic books estaba dominado por un trabajo de líneas muy detallado y un coloreado realista y con múltiples gradaciones, efectos y matices. “Ojo de Halcón” no ofrecía ninguna de las dos cosas.
El dibujo de Aja es muy sencillo…aparentemente. A mitad de camino entre David Mazzuchelli y Chris Ware, sus páginas satisfacen por igual a los amantes de lo experimental y a los partidarios del formalismo. Sus líneas gruesas contrastan con el minimalismo de sus viñetas, una estética refrescante en una época en la que los comic-book mainstream de Marvel y DC preferían el realismo y el hiperdetallismo. Aja opta a menudo por eliminar los fondos sustituyéndolos por superficies de colores primarios uniformes que apoyaban el tono emocional de la escena. Cuando sí eran necesarios para fijar la localización o enmarcar la acción, Aja los dibujaba con los detalles justos y precisos para no desviar la atención de lo que él considera importante, como la postura o expresión facial de los personajes. El suyo es un comic de corte urbano, ajeno al histrionismo gráfico propio de los superhéroes. Su Ojo de Halcón es un tipo normal de ojos tristes y aspecto abandonado y cuando tiene que mostrarlo junto a otros héroes haciendo cosas de héroes (con Spiderman y Lobezno), lo hace dibujando la escena con una estética propia de videojuego antiguo que subraya lo irreal de la situación en relación a los problemas, éstos sí, dibujados con un estilo realista, con los que se encuentra en su barrio: intentos de desahucio, matones en chándal, mafiosos de medio pelo, clubs de estriptís…
Elementos como diagramas industriales, instrucciones de montaje o lenguaje de signos se utilizan en algunas historias insertados en entre las viñetas. A menudo la página se llena de pequeñas viñetas que ayudan a enfatizar movimientos o detalles sutiles, a transmitir información importante que hubiera pasado desapercibida en viñetas de mayor tamaño dispuestas en una configuración más habitual.
Como he dicho más arriba, Aja no fue el único artista que colaboró en la colección. Otros nombres que intervinieron en un momento u otro fueron Javier Pulido (magnífico su número, el 13, en la línea de David Aja pero mucho más luminoso), Annie Wu, Steve Lieber, Jesse Hamm o Francesco Francavilla. Los episodios dedicados a Kate Bishop en California, a cargo de Annie Wu, muy expresivos, de línea ágil y con un toque cartoon, se ajustaban perfectamente a las peripecias y desventuras de una adolescente en la soleada California. Pero sobre todo, los frecuentes cambios creativos no significaron una dispersión de estilos gráficos que distrajeran la atención del lector de la historia que se contaba. Independientemente de quién se encargara de dibujar cada episodio, todos quedaban perfectamente hilvanados en una historia absorbente a dos bandas.
No es frecuente destacar la labor de los coloristas, pero en este caso Matt Hollingsworth se lo merece, puesto que su aportación es clave en el resultado visual de la obra. Las líneas de Aja se complementan con una paleta cromática primaria y ligeramente apagada con especial énfasis en diferentes tonalidades púrpura (el color del uniforme de Ojo de Halcón) intercaladas con planos de colores vívidos y brillantes. Una acertada y poco común combinación de sutileza e intensidad.
Tras tres años y 22 números, Fraction y Aja pusieron punto y final a su recorrido en el personaje. Los ya muy numerosos seguidores de la colección lloraron tal decisión, pero sin duda fue honesta tanto con ellos como consigo mismos. Alargarla más allá de lo que ellos sentían que podían hacerlo sin perder originalidad y frescura hubiera sido un error. Y, al fin y al cabo, la obra quedaba así autocontenida y confinada a un recorrido autonómo, accesible para nuevos lectores que quieran hacerse con la totalidad de la misma sin necesidad de desembolsar una pequeña fortuna o tener que digerir tres o cuatro crossovers con los megaeventos editoriales de turno (Marvel, eso sí, no quiso matar del todo a la gallina de los huevos de oro e inauguró una nueva serie, “All-New Hawkeye”, escrita por Jeff Lemire y dibujada por Ramón Pérez).
La particular aproximación de Fraction y Aja a un personaje al que nadie había sabido sacar todo su partido, hicieron de este título no sólo uno de los grandes éxitos durmientes de la editorial sino la clave para toda una nueva forma de entender los comics de superhéroes. La excelente acogida de la colección entre público y crítica demostró que arriesgar puede ser rentable, que los lectores agradecen aquellos planteamientos que se atreven a rascar más profundamente que los demás, que colocan la personalidad y la originalidad por encima de la accesibilidad.
“Ojo de Halcón” se convirtió en bandera insignia de Marvel Now!, una iniciativa lanzada por la compañía en 2012 para coincidir con los cambios previstos en el Universo Marvel tras los eventos relatados en “Vengadores vs X-Men”. Pero lo verdaderamente importante fue que el éxito de la serie abrió el camino para otras colecciones incluidas en aquel evento, como “The Superior Foes of Spider-Man”, la “Hulka” de Charlie Soule, el “Hombre Hormiga” de Nick Spencer, “La Viuda Negra” de Nathan Edmondson o “Ms.Marvel” de G.Willow Wilson.
“Ojo de Halcón” fue un tebeo que nos recordó que los comics todavía pueden ser la vanguardia de la ficción, un medio en el que las historias se sienten menos procesadas y atadas a las fórmulas, en el que la personalidad y la voz de sus creadores marcan la pauta por encima de modas y decisiones editoriales. Fue una carta de amor a los comics y un ejemplo casi perfecto de lo que éstos pueden conseguir. Fue especial porque se atrevió a ser diferente sin tener que pedir disculpas por ello.
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