18 may 2017

1988-ODISEA CÓSMICA – Jim Starlin, Mike Mignola y Carlos Garzón


A mediados y finales de los ochenta, la editorial DC se había convertido en el núcleo del cambio del comic de superhéroes. La maxiserie “Crisis en Tierras Infinitas” (1985) había servido para reformular todo su universo de ficción, limpiándolo y dotándolo de una necesaria coherencia y amalgamándolo en una única línea de continuidad. Habiendo establecido su punto cero, la compañía empezó a ofrecer nuevas versiones de sus personajes clásicos, como Superman (en las manos de John Byrne), Wonder Woman (a cargo de George Pérez) o la Liga de la Justicia (Keith Giffen, J.M de Matteis y Kevin Maguire). Pero había muchísimos otros héroes y villanos de menor categoría a los que encontrar su lugar. Ese fue el cometido de la miniserie “Leyendas” (1986), con la que se avanzó en la exploración de ese nuevo universo DC y en la que el villano principal era nada menos que Darkseid, dispuesto a acabar con los superhéroes de la Tierra mediante un maquiavélico plan.

Unos años después, Neil Gaiman daría su propio enfoque al plano mágico y místico del universo DC con la miniserie “Los Libros de la Magia” (1990). Y había otro gran grupo de personajes, aquellos situados en el futuro y el espacio. A los cerebros de la editorial se les ocurrió que para recuperarlos y volverlos a situar en el mapa de la nueva continuidad la mejor opción podría ser Jim Starlin.



Aunque Starlin ya había trabajado ocasionalmente para DC (“Legión de Superhéroes”, “Detective Comics”), se había labrado su fama como el principal autor “cósmico” de Marvel gracias a su trabajo con Warlock y el Capitán Marvel en los años setenta, narrando no sólo sus respectivas aventuras sino hasta sus muertes y creando para sus colecciones a personajes hoy tan conocidos como Thanos, Gamora o Drax. Algo después, “La Odisea de la Metamorfosis” y “Dreadstar”, publicados por el sello Epic de Marvel, confirmaron que se manejaba en la space opera con tanto o más acierto que con los superhéroes espaciales.

Los caprichos y política editorial de Jim Shooter en Marvel llevaron a Starlin a abandonar la compañía a mediados de los ochenta (junto a muchos otros creativos, como John Byrne o Frank Miller), pasando a ocuparse nada menos que de “Batman”, héroe en pleno alza ante el inminente estreno de su primera película. Ahora bien, sus trabajos con “héroes” cósmicos no habían sido olvidados y se le ofreció, como acabo de apuntar, crear una serie protagonizada por nuevas versiones de personajes futuristas de DC.

Ahora bien, a Starlin no le apetecía en absoluto empezar a revolver cientos de viejos números de antiguas colecciones para recuperar personajes secundarios por los que no sentía el menor apego. Siempre había hecho las cosas a su manera y esta no fue la excepción. En un mes preparó un argumento muy sencillo en el que sólo aparecían tres planetas del universo DC y, en lugar de situar la acción en el futuro, utilizaba el Cuarto Mundo, un rincón de ese universo que le permitía trabajar con los temas “cósmicos” que a él tanto le gustaban.

Jack Kirby creó el Cuarto Mundo en 1971, cuando dejó Marvel tratando de encontrar mayor libertad creativa en DC. Efectivamente, esa editorial le otorgó nada menos que cuatro colecciones, “Mister Miracle”, “The Forever People”, “New Gods” y “Superman´s Pal Jimmy Olsen”, para que en sus páginas fuera trenzando las hebras de una larga épica escrita y dibujada por él, la historia de una guerra entre dos facciones de dioses que encarnaban el Bien y el Mal y que vivían en dos planetas opuestos, Nueva Génesis y Apokolips. Kirby no pudo ver su proyecto terminado, puesto que las bajas ventas del mismo llevaron a DC a
cancelar los títulos sin llegar siquiera al año de publicación (la historia acabaría finalizándose años después, en 1985, con la novela gráfica “Hunger Dogs”). Sin embargo y a partir de ese momento, DC encontró en el Cuarto Mundo de Kirby una continua fuente de personajes e historias con las que nutrir su propio universo de personajes.

Y es que el de los Nuevos Dioses es un universo tan complejo como accesible para los lectores profanos. Su trasfondo es, como he dicho, el de una guerra entre dos mundos: por una parte, el limpio, luminoso y pacífico Nuevo Genésis liderado por el paternal y sabio Gran Padre; y por otra, el sucio, oscuro y belicoso Apokolips, regido con puño de hierro por el despiadado Darkseid. Con el fin de cimentar una siempre inestable paz entre los dos bandos, ambos gobernantes intercambiaron sus hijos: Scott Free, el hijo del Gran Padre, vivió una infancia y adolescencia infernales en los pozos de esclavos de Apokolips, escapando finalmente para convertirse en Mister Miracle. Por su parte, el hijo de Darkseid, Orion, creció en Nueva Génesis llegando a ser su más destacado y poderoso defensor. Jack Kirby distaba de ser un gran guionista, pero cada uno de sus comics era una explosión de ideas y épica.

Desde mediados de los setenta, DC integró de forma más decidida el Cuarto Mundo dentro de su universo superheroico, una estrategia que ha continuado hasta hoy llegando incluso a aparecer en la película “Superman: El Hombre de Acero” (2013) y en la próxima a estrenar de la Liga de la Justicia. Pero quizá haya sido “Odisea Cósmica”, una miniserie de cuatro episodios en formato prestigio, donde mejor se fusionaron los tres mundos de DC: el nacido de la imaginación de Kirby, la vertiente cósmica de la editorial y el plano superheroico.

La trama se basa en la búsqueda obsesiva que Darkseid lleva a cabo de la Ecuación de la Anti-Vida, una fórmula matemático-mística que le permitiría controlar las mentes de todos los seres vivientes. Sus pesquisas le revelan que dicha Ecuación es en realidad una auténtica entidad inteligente que cobró consciencia al final del antiguo reinado de los Viejos Dioses y algunos de cuyos aspectos han invadido subrepticiamente ciertos mundos estratégicos del universo, donde están fabricando unas bombas con la capacidad de iniciar una reacción en cadena que destruiría toda la creación.

Encontrándose él mismo en peligro, Darkseid se ve obligado a establecer una alianza temporal
con el Gran Padre, los Nuevos Dioses y un conjunto de superhéroes integrado por Superman, el Detective Marciano, Batman, Starfire y Linterna Verde (en su encarnación de John Stewart). A ellos se unirán más adelante el Doctor Fate y otra creación de Kirby, Demon, ambos cruciales en el desenlace de la historia. Dividiéndose en parejas, los héroes son enviados a cuatro planetas para que busquen las bombas, las destruyan y se enfrenten a los aspectos de la Ecuación Anti-vida. Orion y Superman viajan a Thanagar, el mundo de los hombres halcón. Starfire y Lightray llegan a Rann, donde reclutan a Adam Strange para la misión. Linterna Verde y el Detective Marciano son enviados a Xanshi mientras que Batman y Forager regresan a la Tierra.

Como era de esperar, Darkseid traiciona a sus aliados y utiliza a Demon y sus poderes místicos para penetrar en la dimensión donde habita la Anti-Vida con la intención de extraerle su poder. Sin embargo, fracasa y sólo la oportuna llegada del Doctor Fate inclina la balanza a favor del Bien. Al final de la serie y conjurada la amenaza, los héroes vuelven a su mundo y Darkseid desaparece para continuar maquinando formas de dominar el universo.

A grandes rasgos, “Odisea Cósmica” es un comic muy sencillo, incluso estereotipado. Al final del primer volumen, Starlin ha dejado clara la amenaza y la forma de combatirla. Todos los personajes importantes –con una sola excepción- han sido presentados en las primeras cuarenta páginas. Los héroes comprenden rápidamente la naturaleza del peligro apocalíptico y que deben trabajar juntos para enfrentarlo; se idea un plan muy simple y luego se dividen en los clásicos equipos de dos. Nada de todo esto suena demasiado novedoso, pero Starlin consigue que su lectura resulte interesante, aunque algo irregular.

En realidad, a Starlin no le interesaban demasiado los personajes, al menos en su versión canónica, razón por la cual no se preocupó demasiado de caracterizarlos ni situarlos correctamente en el universo DC. De hecho, los participantes en esta historia bien podrían reemplazarse por los héroes Marvel con los que Starlin estaba más familiarizado. La obsesión de Darkseid con la muerte se parece mucho a la de Thanos; la actitud machista y coqueta de Lightray hacia Starfire podría atribuírsele a Starfox (uno de los Eternos, hijo de Mentor, quien, a su vez, es un sosias del Gran Padre de los Nuevos Dioses) –Thanos y Starfox fueron creaciones del propio Starlin-. Cuando Superman acude a la Casa Blanca,
podría ser sustituido sin problemas por el Capitán América; es fácil imaginar a Daredevil en el lugar de Batman, especialmente si tenemos en cuenta que él tenía una relación más próxima con el Doctor Extraño que el Hombre Murciélago con el Doctor Fate. Si sustituyéramos a Linterna Verde por el atolondrado Nova y al Detective Marciano por Silver Surfer, la dinámica entre personajes no experimentaría demasiados cambios.

Por tanto, los personajes propiamente dichos, en su versión clásica, no importan demasiado, sino que Starlin los utiliza como encarnaciones de ciertos estereotipos que puedan combinarse unos con otros con propósito dramático. Después de todo, el núcleo de “Odisea Cósmica” es la oposición de contrarios, la distinción entre fuerzas fundamentales: el Gran Padre y Darkseid, la Vida y la Anti-Vida, el Hombre y la Mujer…. Puede que sea Darkseid quien en la historia proponga los equipos de héroes de una manera aparentemente arbitraria, pero en realidad es Starlin quien los decide sin dar una razón de peso justificada por el argumento. Eso no quiere decir que haya elegido las parejas de forma aleatoria. Superman y Orion son los más poderosos de todos ellos, pero representan filosofías opuestas acerca de cómo usar el poder. John Stewart es
un terrícola ejerciendo de héroe en el espacio, mientras que su compañero, el Detective Marciano, es un alienígena haciendo lo mismo en la Tierra. El primero carece de humildad, al segundo le sobra discreción y prudencia. Lightray es el macho definitivo y Starfire la hembra suprema. Forager proviene de las clases más humildes y despreciadas de Nueva Génesis, mientras que Batman es un millonario que se codea con la alta sociedad.

Son estos opuestos los que reflejan la vertiente humana de un conflicto cósmico mucho más amplio. Desde luego, el pasaje más dramático es aquel en el que el ego imprudente de Linterna Verde provoca la destrucción de Xanshi y sus millones de habitantes, una tragedia que perseguirá al héroe hasta la actualidad. Orion masacra al poseído ejército de Thanagar ante un escandalizado Superman, que se niega a volver con él a Nueva Genesis tras derrotar al enemigo. Son dos personajes tan diferentes que su colisión es inevitable, pero Starlin no lleva a las últimas consecuencias ese enfrentamiento.

El menos interesante de los equipos es el trío formado por Lightray, Starfire y Adam Strange.
El sexismo y prepotencia del primero a punto está de costarles el éxito de su misión, pero Starfire es aquí un personaje bastante desdibujado. De hecho no guarda ningún parecido con la alegre e inocente muchacha que milita en los Nuevos Titanes. Lo cierto es que la intención inicial era utilizar en ese papel a Wonder Woman, pero cuando los editores no dieron el visto bueno –la princesa amazona debía encontrarse atareada con otros desafíos- hubo de encontrarse una sustituta que fuera igualmente exuberante y guerrera. La elección fue Starfire, pero parece claro que Starlin desconocía el trasfondo y carácter del personaje. El único equipo que funciona bien es el que forman dos parias, dos solitarios de sus respectivos mundos: Batman y Forager. Su lucha contra el aspecto de la Anti-Vida escondido en las alcantarillas de Gotham rebosa dramatismo y espíritu heroico además de propiciar, al final del comic, un excelente momento en el que Batman pierde su característica entereza.

Ahora bien, para salirse con la suya y llevar la historia a donde pretende, Starlin tiene que forzar la mano y sacar a los personajes de sus referentes clásicos y bien conocidos por los lectores. Y no siempre acierta. Así, Adam Strange –el único
personajes verdaderamente “espacial” o futurista de la serie- resulta totalmente accesorio, un mero adorno para recordarnos que estamos en el universo DC; John Stewart no es la continuidad oficial el cretino que aquí se nos presenta; Orion mata a cientos de thanagarianos y Superman no hace nada al respecto…

Pero quizá lo más chirriante de estos abusos narrativos sea el pasaje de Linterna Verde. Su anillo, como todo el mundo sabe, es inútil contra el color amarillo. Así que cuando John Stewart irrumpe en el edificio en el que se encuentra la bomba que debe destruir, se encuentra con un tipo barrigudo y con gafas esgrimiendo una brocha…¡Ha pintado el artefacto de amarillo! El guionista no se molesta en dar explicación alguna a este inesperado giro ni se saca de la chistera alguna absurda justificación científica propia de los comics de superhéroes. No, sólo un tipo normal y corriente con un par de cubos de pintura. ¿Pereza creativa? ¿Flagrante tomadura de pelo? ¿Burla a los editores? ¿A los lectores?

El uso que hace Starlin de los personajes, adecuándolos a lo que necesita para su historia e
independizándolos de la continuidad DC, también tiene sus ventajas, especialmente para los lectores menos avezados en los recovecos del universo superheroico de la editorial. Así, aunque el Cuarto Mundo es bastante amplio y complejo, no es necesario saber mucho de él para apreciar y comprender la aventura que nos narra Starlin. Aunque hay algunos Nuevos Dioses implicados –Lightray, Orion, Metron, el Gran Padre y Darkseid- los principales personajes son a grandes rasgos lo suficientemente conocidos para el gran público (Superman, Batman, Linterna Verde). El resto, aunque menos populares (Detective Marciano, Starfire) son adecuadamente presentados y no representan un problema para la comprensión de la historia.

Algunos fans del Cuarto Mundo clásico se sintieron traicionados por la interpretación que Starlin dio de algunos personajes. Para ellos, Orion era excesivamente violento, Lightray un pedante sexista y el Gran Padre pactaba con Darkseid haciendo gala de una excesiva ligereza. Son acusaciones válidas, ya lo he dicho, aunque no creo que en sí mismas estropeen una historia que, a casi todos los efectos, puede considerarse fuera de la continuidad oficial DC. Otra queja tenía que ver con la ausencia
de Mr.Miracle, uno de los personajes más conocidos del Cuarto Mundo, si bien entiendo que sus capacidades no estaban a la altura de una amenaza de proporciones cósmicas como la que se plantea. Más criticable resulta, en mi opinión, que Starlin no acierte a la hora de transmitir el gran poder de los habitantes de Nueva Génesis, su apabullante presencia y la magnificencia de su civilización. Pero lo cierto es que esta es una crítica que se puede hacer a casi cualquier autor que haya escrito o dibujado el Cuarto Mundo. Y es que es muy difícil igualar la visión de Jack Kirby y su sentido de la épica.

Quizá el que más problemas presente para el lector poco familiarizado con el universo DC sea Demon, otra creación de Jack Kirby en los setenta. Cuando aparece en “Odisea Cósmica” se nos presentan por separado como un marchito demonio prisionero en Nueva Génesis, al que el Gran Padre y Darkseid quieren fusionar con un anciano, Jason Blood. Conviene saber que, normalmente –y ese es uno de los dramas humanos de la miniserie- el demonio Etrigan, que viene del infierno y habla en verso, comparte cuerpo con un humano, Jason Blood, quien odia su alter ego. Es más, Blood no es ni siquiera un
hombre de nuestro tiempo sino un antiguo caballero artúrico al que Merlín encadenó místicamente al mencionado demonio. De ahí la tragedia de que, viéndose por fin libre tras siglos de tormento, Blood deba volver a fusionarse con el malvado Etrigan para ayudar a salvar el universo.

En cuanto a Darkseid, ayuda saber que su eterna meta en los comics es obtener la Ecuación Anti-vida, un concepto siempre vago. Esa indefinición es premeditada. Por una parte, algo tan potencialmente peligroso y al mismo tiempo tan inconcreto transmite una mayor sensación de amenaza. Y, por otra, permite a los autores jugar con diferentes interpretaciones de la misma. Kirby la utilizó como simple motivación en la vida de Darkseid sin llegar jamás a especificar en qué consistía. Mark Evanier, sucesor espiritual de Kirby, la entendía como un concepto filosófico, algún tipo de conocimiento que, una vez obtenido, podría alterar el universo. Para Jim Starlin, en cambio, era una entidad viviente e inteligente que, por tanto, necesitaba ser “domada” y controlada.

El estilo de Starlin ha quedado quizá un poco desfasado. A veces peca de melodramático y en otras ocasiones los textos simplemente sobran. Pero así se hacían los comics en los ochenta y como tal hay que leerlo. Por otra parte y más que su estilo, lo interesante de Starlin como guionista y de esta obra en particular es la forma que tiene de mezclar en una misma historia conceptos de escala cósmica (la Ecuación de la Anti-Vida, la destrucción del cosmos, combates en planetas alienígenas, civilizaciones extraterrestres, el Bien contra el Mal…) con temas de ámbito humano (el choque de personalidades, los prejuicios, el orgullo, la vanidad).

“Odisea Cósmica” es una historia pura de superhéroes, una épica que trata sobre el poder, el descubrimiento, el sacrificio, el fracaso y la responsabilidad. Está narrado a una escala galáctica, con mundos muriendo y universos en juego, pero lo que verdaderamente conecta con el lector es el reflejo que todo ello tiene en los personajes.

Nadie podrá experimentar nunca la culpa de John Stewart por fallar en su defensa de Xanshi, pero sí sabemos lo que es fracasar por exceso de confianza. Habrá incluso quien tenga la suerte de tener un amigo como J´onn J´onzz, capaz de
reconocer nuestros fallos pero también de brindar el apoyo necesario para superarnos y mejorar. Nadie sabrá lo que es dejar vía libre a Orion para que masacre a sus enemigos, pero sí confiar en la persona equivocada. “Odisea Cósmica” es una historia épica y atemporal, pero también humana.

Inicialmente, “Odisea Cósmica” iba a ser dibujada por el propio Jim Starlin, quien, de hecho, realizó parte del primer número. Pero cuando problemas de agenda le impidieron continuar, se hubo de encontrar a un sustituto. Y es aquí donde entra en juego un Mike Mignola de veintiocho años ansioso de aprovechar la oportunidad de trabajar con uno de los autores a los que había idolatrado desde pequeño.

Mignola combina el estilo tradicional del género superheroico (páginas y viñetas de gran dinamismo, atención en las figuras sobre el fondo) con una innegable faceta siniestra. A Mignola nunca le gustó demasiado dibujar superhéroes. Sus preferencias temáticas iban por caminos muy diferentes, pero estaba claro que era ese género el que le aseguraba trabajo en la industria. Y hay que admitir que supo ocultar sus defectos y resaltar sus virtudes hasta que gracias a “Hellboy” pudo hacer lo que realmente deseaba y, con ello, alcanzar la fama. Probablemente fuera algo casual, pero Mignola tenía los mismos puntos fuertes y debilidades que Jack Kirby, el padre de varios de los personajes clave de “Odisea Cósmica”. Así, sus carencias a la hora de dibujar la anatomía (todos los personajes tienen aquí ese aspecto achaparrado y cuadrado tan característico de su estilo) y la expresividad facial quedan compensadas por su talento para la composición y su destreza narrativa.

Por otra parte, Mignola expresó su insatisfacción con el entintado de Carlos Garzón. En ese momento, Mignola estaba experimentando con un estilo más sencillo y reminiscente del de Kirby, basado en la abstracción y las formas por encima de la línea. Pero las tintas de Garzón, discípulo de Al Williamson, recargaban sus lápices en lugar de respetar el pretendido minimalismo. Era un caso claro de dos artistas cuyos estilos se repelían mutuamente.

Aunque disfrutó haciéndola, esta miniserie le sirvió a Mignola para darse cuenta de que no quería seguir dibujando superhéroes. No mucho después, aceptó participar en la película de “Drácula” que preparaba Francis Ford Coppola y realizar su adaptación al comic. De ahí a “Hellboy” ya sólo restaba un paso.

A destacar asimismo los colores del excelente Steve Oliff: vivos y luminosos en Nueva Génesis, oscuros y amenazantes en Apokolips. Cada planeta que visitan los héroes tiene su propia paleta cromática y su Gotham es una de las más descarnadas que pudo verse en el comic de los ochenta.

Con la excepción del dramático fracaso del Linterna Verde John Stewart a la hora de defender Xanshi, los acontecimientos narrados en “Odisea Cósmica” parecen fuera de la continuidad oficial de la casa. Y eso no debió gustar demasiado a los jefazos de la editorial. Habían encargado a Starlin la reorganización de los personajes futuristas del catálogo y cuando se dieron cuenta de que lo que había entregado no era ni mucho menos eso, ya había dos números enteros entintados y era demasiado tarde para rectificar, así que, quizá como represalia, lanzaron la colección sin apenas promoción esperando que languideciera en las estanterías de las librerías (la labor de redefinir los personajes de ciencia ficción DC fue a continuación encomendada a Howard Chaykin, otro bala perdida que, en la miniserie de “Twilight”, efectivamente, reunió a muchos personajes espaciales de la casa pero pasándolos por su particular filtro desmitificador hasta tal punto, que quedaron prácticamente
inutilizables para posteriores autores). Sea como fuere, “Odisea Cósmica” funcionó mucho mejor de lo esperado y Starlin y Mignola siguen hoy cobrando derechos de autor generados por sus frecuentes reediciones. ¿Por qué continúa siendo tan popular casi treinta años después?

Desde luego, algo que ver tiene el reparto de personajes, en el que participan pesos pesados como Superman, Batman o Darkseid, acompañados de secundarios de indudable atractivo, como el Detective Marciano, Orion, Linterna Verde o Starfire. Pero es que, además y a pesar de que muchos de esos personajes cuentan con una larga trayectoria tras de
sí, el lector no necesita conocerla. Todos ellos son lo suficientemente famosos o quedan rápida y eficazmente perfilados con el fin de que puedan soportar el peso de la acción. Una acción que, por otra parte, es autocontenida. En lugar de plantear un macroevento de seis meses de duración e inabarcables crossovers en todos los títulos de la compañía, se lee de principio a fin en cuatro volúmenes.

Y, por último, están los propios autores, que sin duda ejercieron de imán para otros muchos fans. Starlin ofrece una aventura del tipo que mejor se le da: épica a raudales, amenazas cósmicas, batallas en la que se juega el destino del universo… Mignola no era entonces tan conocido como lo es ahora, pero es evidente que conforme su fama iba en aumento –sobre todo gracias a “Hellboy”- más y más seguidores se hacían con sus antiguos trabajos, “Odisea Cósmica” incluida.

“Odisea Cósmica” no es uno de los grandes cómics de la DC ni el mejor “evento” que ha producido la editorial, pero sí es un tebeo muy disfrutable. Entretenido y bien dibujado, contiene aventura de altos vuelos, tragedia y heroísmo, se lee rápido y en ningún momento queda lastrado por largas escenas expositivas o de diálogo. Recomendado, desde luego, para fans de Starlin o Mignola, pero también para quienes no conociendo el Cuarto Mundo de Kirby quieran adentrarse en él de forma sencilla.


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