El cambio más importante que se derivó de “Crisis en Tierras Infinitas” fue la completa remodelación del mito de Superman. Los títulos “Action Comics” y “Superman” venían sido editados por el gran Julius Schwartz desde comienzos de los setenta. En su tiempo los comic-books más vendidos de América, las colecciones de Superman ya no captaban el interés de los lectores: presentaban historias autoconclusivas cuyo sentido del drama, construcción de personajes, tono emocional e incluso estética habían quedado totalmente desfasados con respecto a lo que se estaba haciendo en el género superheroico a mediados de los ochenta. Su línea de comics era considerada por la mayoría de los aficionados al género como algo casi ilegible y ello hacía que sus ventas fueran míseras, tanto en el mercado directo como en los quioscos. De hecho, “Superman” vendía en 1986 la mitad de ejemplares por número de lo que lo había hecho en 1980. De no haber sido un icono no sólo de la compañía sino de la propia nación americana, la editorial sin duda le habría dado carpetazo.
Bastante antes de que DC terminase la publicación de los doce números de “Crisis”, reclutó a John Byrne para limpiar y reconstruir al personaje y todo su entorno. El anuncio de su llegada a los comics de Superman supuso un auténtico terremoto.
Byrne era por entonces uno de los creadores más apreciados de toda la industria. Y digo creador,


Incluso antes de que sus desavenencias con el editor en jefe Jim Shooter le llevaran a abandonar Marvel, Byrne ya había tenido la oportunidad de proponer algunas ideas para Superman, un personaje con el que había crecido y al que ansiaba devolver su pasada gloria. DC llevaba años haciendo vagos intentos de encontrar a un autor que presentara una idea para resucitar al Hombre de Acero, algo más difícil de lo que parecía puesto que, pese a hallarse en sus horas más bajas, era considerado, como he dicho, un icono por muchos fans –fueran lectores o no- que no permitirían cambios demasiado radicales. Gente de la talla de Steve Gerber, Frank Miller o Marv Wolfman propusieron proyectos que DC acabó declinando (en el caso de Gerber, fue él quien se retiró, herido su orgullo por saber que su idea era sólo una más de las diversas que se estaban considerando. En cuanto a Miller, acabó centrándose en Batman y ofreciendo la magnífica “El Regreso del Caballero Oscuro”).
Por su parte, Byrne llevaba años concediendo entrevistas en convenciones y revistas dejando caer

Poco después, Byrne se mudó a Connecticut y dio una fiesta para celebrarlo. Aquel 20 de julio de


Byrne escribiría y dibujaría una miniserie de presentación de la nueva etapa, “El Hombre de Acero” (octubre-diciembre 1986), que redefiniría al personaje y su mito de acuerdo a los parámetros marcados para el universo DC tras las “Crisis en Tierras Infinitas”. Al término de ésta, Byrne se encargaría como autor completo de la colección “Superman”, mientras que Alan Moore guionizaría “Action Comics”, –que mantendría la numeración antigua al tiempo que se convertiría en una colección de team-up, recogiendo el testigo de la cancelada “DC Comics Presents”-. Al final, debido a un exceso de compromisos, Moore declinó participar en ese título, pasando a realizarlo también Byrne. Mientras tanto, Marv Wolfman y Jerry Ordway estarían al frente de “Adventures of Superman”, que continuaría la numeración del título “Superman” original.
Cuando Byrne se hizo cargo de Superman y éste entró en la era post-Crisis, Julius Schwartz decidió retirarse como editor de DC a la edad de 71 años. Había trabajado en la editorial nada menos que 42 años, convirtiéndose por derecho propio en uno de los profesionales más respetados y queridos de la

De hecho, fue Schwartz quien, como despedida, se encargó de coordinar y editar el cierre de las

Tras el cierre de la Edad de Plata de Schwartz, tanto “Action Comics” como “Superman” dejaron de aparecer durante tres meses antes del estreno del tan esperado “Hombre de Acero”, seis números de cadencia quincenal en la que Byrne volvía a narrar el origen del héroe de acuerdo a su filtro particular. Teníamos aquí un nuevo Superman, despojado de todo ese lastre que había ido acumulando a lo largo de casi seis décadas de planteamientos bastante naif cuando no declaradamente infantiles. El lector medio de comic-books era mayor que el consumidor de este producto en los cincuenta y había que ofrecerle un tebeo más elaborado, complejo y verosímil –dentro de lo que es posible tratándose de Superman, claro-.

Aunque las primeras aventuras de Superman contaban que el héroe había sido el único superviviente del planeta Krypton, durante la Edad de Plata y bajo la guía del editor Mort Weisinger, la relación del personaje con su extinto planeta cobró cada vez más relevancia. Era representado como un compendio de todas las maravillas que la ciencia ficción de los cincuenta podía imaginar: ciudades protegidas por cúpulas, volcanes dorados, edificios antigravedad, vehículos voladores…era un mundo fascinante y extraño que todos los lectores hubieran deseado visitar…y eso precisamente es lo que hacía Superman una y otra vez. No solamente retrocedía en el tiempo para correr allí diversas aventuras, sino que, ya en su propio presente, encontraba multitud de supervivientes: Supergirl, Krypto el Superperro, los criminales de la Zona Fantasma, la ciudad miniaturizada de Kandor, etc. También se topaba con abundante cantidad de kriptonita

Byrne se libró de todas aquellas fantasías de difícil coherencia interna. En su nueva versión, Kal-El es el único superviviente de la destrucción de Krypton y éste es retratado como un planeta rocoso, árido y aséptico en el que sus habitantes viven aislados, desprecian las emociones y los lazos afectivos incluso con sus hijos (estos son creados en cámaras de gestación, alejados de sus progenitores genéticos). Ni siquiera los padres de Kal-El, Jor-El y Lara, tuvieron contacto físico alguno hasta los momentos previos a la destrucción del planeta. Cuando en el último momento la pequeña nave que transporta a Kal-El –en realidad su propia cámara de gestación con unos cohetes añadidos- escapa de la explosión del planeta, unos fragmentos de éste se adhieren al metal de aquélla, explicando de esta forma la llegada de la kriptonita a la Tierra.

Superman, por tanto, nace verdaderamente en la Tierra, puesto que hasta su llegada a nuestro planeta había permanecido encerrado en su cámara de gestación. Byrne, de esta forma, lo hace tanto o más terrícola que kriptoniano. En su faceta de Clark Kent, su vida también toma una dirección distinta a la tradicional en los comics antiguos. Por ejemplo, en una decisión que resultó ser bastante polémica entre los aficionados, en la nueva continuidad tanto Jonathan como Martha Kent continúan vivos cuando Clark crece y asume su faceta superheroica. De hecho, son ellos los que le ayudan a crear esa identidad, ayudándole a diseñar el traje y dar con la forma de disfrazar su aspecto tras unas gafas. Ellos son el ancla moral de Superman, su lazo

Nos encontramos, además, con una Lois Lane diferente a la tradicional. Lois fue desde el principio una parte importante de la mitología de Superman. De hecho, fue presentada en la primera aventura del héroe, en “Action Comics” nº 1. Durante décadas, los guionistas la utilizaron como vértice de un interesante triángulo amoroso: ella admira y ama a Superman, pero desprecia al tímido Clark Kent que, a su vez, la quiere a ella. Durante la Edad de Plata, Lois estaba obsesionada con casarse con Superman pero más tarde, en los años setenta, se convirtió en una mujer más independiente y aventurera.
Aunque la nueva Lois se presenta ya en el número 1 de “El Hombre de Acero” Steel”, es en el segundo episodio donde se perfila perfectamente su carácter de mujer moderna, profesionalmente ambiciosa, valiente hasta la imprudencia, idealista y dispuesta a todo por conseguir una exclusiva. Como Clark, además de periodista de investigación escribe novelas, lo que la sitúa en un escalón superior al del resto de la plantilla del Planet. La relación que mantiene con Clark difiere bastante

Clark Kent, por su parte, no es el individuo apocado, torpe y tímido al que todos ningunean y que

En el número 3, Superman se encuentra por primera vez con Batman. Mientras que en el antiguo universo DC ambos héroes eran grandes amigos y compartían aventuras (la colección “World´s Finest”, de hecho, estaba exclusivamente dedicada a contar historias protagonizadas por los dos), ahora su relación está dominada por la desconfianza y un respeto distante. No se gustan, aunque comprenden que cada cual actúe según sus propios y muy divergentes métodos.
El número cuatro presenta al nuevo Luthor, quizá uno de los mejores hallazgos de esta etapa. Luthor era uno de los principales enemigos de Superman desde los años cuarenta. En los cincuenta, el personaje se convirtió en su némesis y en la Edad de

Byrne cambia totalmente la historia y enfoque del villano. De científico loco y supercriminal megalomaniaco, pasa a ser un taimado hombre de negocios, un multimillonario influyente que no conoce a Superman hasta que ambos son adultos y que decide destruirlo al no poder comprarlo ni controlarlo, como hace con casi todos los que le rodean. Ahora bien, en lugar de embarcarse en retorcidos y ridículos planes para matar al Hombre de Acero cada pocas semanas, se servirá de su empresa, Lex Corp, y de terceros interpuestos para atacarle sin que nada ni nadie pueda incriminarle. Es, en definitiva, un reflejo del énfasis que puso la década de los ochenta en el afán por el dinero y el individualismo (y que tan bien representaría la película “Wall Street” tan solo un año después). Luthor seguía de esta forma la misma senda que había recorrido anteriormente en Marvel el personaje de Kingpin, al que Frank Miller había transformado de ridículo villano de Spiderman en criminal hombre de negocios y némesis de Daredevil.
En realidad, este nuevo Luthor había sido una idea de Marv Wolfman. Cuando a comienzos de los ochenta Julius Schwartz hizo un tímido intento por renovar la colección, le pidió a Wolfman que desarrollara nuevas versiones de un par de enemigos. Además de Brainiac (que se convirtió en un


La página final de la miniserie es una sola viñeta en la que Byrne pone en los pensamientos de

(Continúa en la siguiente entrada)
la verdad impecable la verdad, y lo dice un conocedor del personaje y lector de esta misma etapa la cual tengo en mi biblioteca. creo que byrne es un guionista excelente que siempre al contrario de lo que puede parecer respecto las fuentes de todos los personajes con los que trabajo, sin ir más lejos lo que hizo con superman fue "humanizarlo" bajandole los poderes y volviendo a un enfoque más físico, algo parecido al superfortachón de siegle y shuster que resolvía todo a las trompadas.
ResponderEliminarademás es un autor que siempre se preocupo por dar aseveraciones cientificas para los super poderes algo que hizo en superman, llegando a teorizar que en realidad genera un campo de fuerza "un aura" que le permite impulsarse, ser invulnerable y que lo extiende a voluntad a otros objetos (sería la superfuerza) algo similar ya habia esbozado en los 4F con gladiador de la gurdia imperial shiar.
y por último siempre pienso que hubiera pasado si le hubieran dejado desarrollar la idea de que lara llegaba a la tierra con kal - el, no se que historia podría haber desembocado (tal vez algo parecido a ese número con mike mignola que termina siendo una alucinación del supes??)
saludos!!