En la cubierta de este álbum publicado en España por Norma Comics hay una pegatina de generoso tamaño que avisa a los espíritus sensibles de que la historia de su interior contiene material muy duro. Muchas veces, este tipo de avisos o sistemas de calificación por edades son polémicos o injustificados. Este no es el caso.
Porque lo que Charyn y Boucq nos cuentan aquí es una auténtica tragedia olvidada, la de las


El guionista norteamericano Jerome Charyn y el dibujante francés François Boucq recuperan ese rincón gélido y olvidado de la Historia del siglo XX para tejer un relato gráfico que mezcla el género detectivesco, la crónica humana y el terror psicológico y que fue publicada originalmente en el periódico “Liberation” en blanco y negro, siendo a continuación recopilado en álbum –ya con colores de Alexander Boucq- por la editorial Lombard.
Nueva York en la década de los setenta del siglo XX. Paul es un artista del tatuaje, actividad que

Pero cuando un asesino en serie empieza a violar y asesinar mujeres en callejones oscuros dejando como rastro tan sólo un gorro de Santa Claus, tanto la policía como Paul se ven incapaces de determinar su identidad. Aunque el artista no puede visualizar los rasgos del asesino, su intuición y experiencia sí le lleva a formarse una idea de quién y por qué está matando a esas mujeres. Y es que esos homicidios traen de vuelta los fantasmas de su pasado; un pasado tormentoso que el comic, ya desde el comienzo, nos deja adivinar por la mirada gélida, casi muerta, que tiene el protagonista; o su violenta y rápida reacción ante unos atracadores que querían robarle.

La historia de Paul en el gulag está inspirada en las imágenes y testimonio dejados por Danzig

Boucq se sintió inspirado por aquellos textos e ilustraciones y quiso recuperar esa abominación

Los tres comics que ha escrito Charyn para Boucq (“La Mujer del Mago”, “Boca de Diablo” y este que ahora nos ocupa) incluyen varios elementos comunes: la transición de la infancia a la madurez, la relación entre el maestro y el estudiante, la niñez infeliz y solitaria en entornos física y/o psicológicamente hostiles, la irrupción de lo sobrenatural en lo cotidiano y los cambios de escenario y marco temporal a lo largo de la narración (“Little Tulip”, como “Boca de Diablo”, alterna la acción entre Nueva York y la Unión Soviética).

Fue Boucq quien insistió en situar como elemento central del comic los tatuajes con los que adornaban sus cuerpos los “urkas” o miembros de las mafias. No sólo identificaban su afiliación a tal o cual facción, sino que resumían en ellos sus “hazañas”, las prisiones en las que habían estado, los hombres que habían matado o el puesto que ocupaban en la jerarquía criminal. Sobre el corazón se solían tatuar imágenes religiosas: cruces, basílicas, la Virgen, Cristo… esperando que nadie osara atravesarles el cuerpo en esa zona con un cuchillo. Curiosamente, Lenin y Stalin, artífices últimos de su desgracia, también eran efigies

Esa importancia totémica de los tatuajes en el ámbito carcelario ruso convierte a quienes saben hacerlos en personas importantes y protegidas. El talento de Paul como dibujante y su instinto para extraer imágenes a partir del carácter o los actos de las personas, es su salvavidas, lo que no deja de ser irónico puesto que el dibujo también había sido la causa de la desgracia de su familia en la URSS. El mismo Paul se tatúa su propio cuerpo, ensamblando dibujo a dibujo, como si de un puzzle se tratara, las imágenes que reflejan su propia vida. En este sentido, Paul utiliza el tatuaje como herramienta terapéutica: para sobrevivir, endurecerse, ganar el respeto de los mafiosos con los que se ve obligado a convivir y mantener el recuerdo y legado de sus padres, ambos triturados por la violencia del gulag.

Tanto Charyn como Boucq están, en esta ocasión sí, muy satisfechos con el resultado de su colaboración. De hecho, el escritor considera “Little Tulip” el mejor de sus trabajos. A tenor de las declaraciones de Charyn y Boucq en diferentes entrevistas, resulta chocante esa aparente armonía creativa con que han abordado la obra. Sus dos colaboraciones anteriores, “La Mujer del Mago” y “Boca de Diablo” son dos excelentes comics que, sin embargo, fueron el producto de una tormentosa relación que acabó en desencuentros y enfados. Básicamente el problema residía en la muy diferente visión que de las historias, en su fondo y forma, tenían guionista y dibujante. Charyn escribía guiones realistas que, tras pasar por el particular filtro de Boucq, acababan deslizándose hacia el terreno de la fantasía y el surrealismo. Para colmo, ni el escritor

Quizá sea consecuencia de la vejez que el orgullo y las rencillas que estropearon la relación entre ambos creadores veinticinco años atrás hayan sido sustituidos por la tolerancia y el reconocimiento mutuos. En esta ocasión, Charyn aceptó la bondad de los cambios que sobre su guión introdujo Boucq. Este último, por ejemplo, aportó la idea básica del comic y también que el protagonista fuera artista, aunque fue Charyn quien lo convirtió en un tatuador. También sugirió Boucq cuestiones relacionadas con el montaje (comenzar la historia en Nueva York en lugar de en el gulag, por ejemplo) y, claro está, estableció el ritmo de la historia y determinadas derivas de la trama. Boucq, de hecho, detesta trabajar sobre guiones cerrados. Para él, lo que le entrega el guionista no es más que un punto de partida, un marco general en el que él se moverá argumental y artísticamente según crea conveniente. Es éste un planteamiento que, comprensiblemente, puede no gustar a muchos guionistas, que considerarán

A pesar de su inteligente estructura (una narración alternada de dos historias, una dentro de la otra, conectadas gráfica y argumentalmente en determinados puntos), fluidez narrativa y excelente dibujo, “Little Tulip” no acaba de ser una obra maestra. Tampoco está, en mi opinión, a la altura de “Boca de Diablo” aunque eso no quiera decir ni mucho menos que su lectura no merezca la pena. Quizá el “problema” resida en que lo que aparentemente va a ser una trama detectivesca, no lo es tanto y ambas historias, la de Nueva York y la del gulag, están descompensadas en cuanto a extensión e intensidad. La trama del asesino en serie es demasiado sencilla, una mera excusa para introducir el bloque que verdaderamente soporta la carga dramática de la historia, esto es, la ordalía de supervivencia de Paul en el gulag. El nexo entre Paul y el asesino de Nueva York está

La fortaleza de “Little Tulip” descansa sobre todo en su valor documental. Boucq y Charyn retratan con viveza y precisión descorazonadora la tragedia de los gulags y sus aspectos más sórdidos: la vida y la muerte entre sus muros, la estructura de poder, la crueldad omnipresente, la dificultad de mantener la esperanza en un entorno de semejante sordidez… Es cierto, no obstante, que tampoco el pasaje del gulag está totalmente exento de defectos. Hay cosas insuficientemente explicadas que hubieran necesitado de un mayor desarrollo, como las razones que llevan al arresto del padre de Paul. Además, el recurso a ciertos tópicos hace que aquí y allá se tenga una sensación de “deja vu”, de ya visto: el

En cuanto al apartado gráfico, en esta historia Boucq se encuentra en su elemento. Su habilidad para plasmar anatomías inusuales y rostros y expresiones a mitad de camino entre el realismo, la caricatura y lo grotesco encuentra campo abonado en todo el segmento del gulag, donde se amontonan individuos de caras crueles o agotadas, enjutos cuerpos tatuados y escenas de gran intensidad física. Boucq es un artista inconfundible e inimitable que no sólo sabe insuflar auténtica vida en sus personajes, sino que es capaz de construir las más diversas atmósferas a partir de estudiadas composiciones, la iluminación de las escenas y la meticulosa inserción de todo tipo de detalles extraídos a partir de una cuidadosa documentación. Su arte –que nunca se ha llegado a desprender del todo del fantasma de Moebius- nos traslada con rapidez y naturalidad desde las calles de la Nueva York de los setenta a los asfixiantes barracones del gulag. Sus páginas, dominadas por las viñetas horizontales, distinguen cromáticamente los

“Little Tulip” es un álbum muy recomendable por múltiples razones. Narra una historia sólida y madura que recupera mediante personajes de gran intensidad un aspecto poco conocido de la Historia reciente que no debemos olvidar aunque nos gustaría hacerlo; ofrece escenas memorables de tanto verismo como crueldad; mezcla la violencia más atroz y la cara más negra de la naturaleza humana con un extraño sentido de lo poético, lo fantástico y lo sagrado a través del arte y el rito del tatuaje; y, desde luego, está impecablemente dibujada por uno de los maestros reconocidos del comic europeo contemporáneo. Eso sí, como bien advierte el editor en su portada, es un álbum apto sólo para sensibilidades capaces de resistir el embate de la violencia, la muerte y la desgracia.
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