(Viene de la entrada anterior)
Hay una escena en el nº 56 de “Sandman”, último de los seis episodios que conforman este arco argumental, que constituye el siniestro remate del mismo. En ella, a través de los ojos de los personajes que miran al cielo desde la Taberna del Fin del Mundo, vemos un espectral cortejo funerario en el que desfilan, entre otros muchos, unos cariacontecidos Eternos… a excepción de Morfeo.
El resto de este volumen tiene poco que ver con los acontecimientos que se habían ido desarrollando como parte de la vida de Morfeo en las sagas anteriores, pero con un título como “El Fin del Mundo” estaba claro que el espíritu de los relatos incluidos en este nuevo arco argumental iba a ser diferente al de las otras antologías de cuentos cortos de la colección. Éstas, con títulos como “País de Sueños” o “Fábulas y Reflejos”, remitían a cierta calidad onírica teñida de melancolía. En cambio, “El Fin del Mundo” resonaba con un timbre en absoluto tranquilizador.
Ya mencioné en entradas anteriores que “Sandman” no se limitaba únicamente a contar las


Pero volvamos al volumen que nos ocupa. Sus seis relatos comparten un marco general: todos los narradores son viajeros de tierras distantes que se han visto atrapados por extrañas tormentas, refugiándose en una posada conocida como “El Fin del Mundo” y que parece situarse en el nexo que separa a todos los planos de realidad. Esos viajeros pasan el tiempo intercambiando historias hasta que cese la tempestad, momento en que vuelven

Como las anteriores antologías de relatos breves, “El Fin del Mundo” es también la oportunidad de Gaiman para emparejarse creativamente con varios colaboradores artísticos que aportan una refrescante diversidad de experimentación gráfica. Las sólidas y algo rígidas líneas de Bryan Talbot (entintadas por Mark Buckingham) se encargan de narrar las escenas ambientadas en la posada que sirven de apertura y cierre de cada episodio. Talbot y Buckingam dibujan una miscelánea de personajes provenientes de las más extrañas realidades –piratas, elfos, centauros, demonios, necropolitanos y vendedores ambulantes- interactuando con naturalidad y sin caer en la exageración caricaturesca. Todas esas criaturas parecen reales, y eso es importante en una saga como esta en la que abunda tanto la irrealidad.
La primera de las historias versa sobre los sueños de las ciudades y está dibujada por Alec Stevens, un artista que hoy ha pasado a segundo plano pero que en los noventa destacó por sus personales comic-books editados por Piranha y Paradox Press. Su

La segunda historia presenta al dibujante John Watkiss –cuyo estilo, dicho sea de paso, no me atrae nada- para narrar un cuento de fantasía, capa y espada narrado por Cluracan, un elfo diplomático y vividor al servicio de la Reina Titania y que ha ya había aparecido anteriormente en la colección. Es quizá el menos logrado de los relatos, tanto en lo que se refiere al argumento, algo carente de dirección, como en el dibujo.
Un joven que responde al nombre de Jim cuenta la tercera historia de la antología, una aventura marina de corte clásico al estilo de Stevenson, London o Conrad. Pero las peripecias importan menos que el drama vital del propio Jim, quien es en realidad una chica disfrazada ansiosa por conocer el mundo. Hob Gadling –el hombre inmortal amigo de

El cuarto capítulo, “El Chico Dorado”, es el mejor de toda la antología. Dibujada por Mike Allred, se trata de la versión que Gaiman nos ofrece de la historia de un ya veterano personaje, Prez Rickard, protagonista de una breve serie de DC en los años setenta: “Prez”, creada por Joe Simon y Jerry Grandenetti. El protagonista de la misma era el primer presidente casi adolescente de los Estados Unidos de América. Pero Gaiman y Allred van un paso más allá del tono idílico-hippy que impregnaba aquellos viejos comics, creando una especie de versión oscura de la America de Forrest Gump. La historia narra el ascenso y declive de Prez, quien a pesar de enfrentar mil tentaciones y problemas, es capaz de mantener intacta su honestidad, si bien no su idealista energía inicial. Se ofrecen varios posibles finales, pero en cualquiera de ellos Morfeo acaba tomándolo bajo su protección y ofreciéndole un portal donde “Algunos dicen que todavía camina entre los mundos, viajando de una América a otra, refugio para los desprotegidos y los débiles”. Es un cuento emotivo con las dosis perfectas de tragedia y esperanza.

Esta tercera y última colección de relatos cortos llega a su fin con el sexto episodio, centrado en los clientes de la posada y su contemplación del extraño funeral en los cielos –que, en realidad, es una ventana al futuro, ya que esa escena aún tardaría casi veinte números en formalizarse dentro de la trama-. Tras el cortejo mortuorio, la tormenta amaina y aquellos que deciden continuar sus respectivos viajes abandonan la posada; otros, a tenor de las

Ni siquiera el desagradable mundo de Petrefax puede perturbar la excelente calidad de “El Fin del Mundo”, la saga en la que Neil Gaiman no se limitó a narrar cuentos y fábulas, sino a experimentar con las posibilidades temáticas y narrativas que le ofrecía el universo creado por él mismo. Fue un respiro momentáneo antes de encarar el final de la colección.

La primera página de “Las Benévolas” propiamente dicha –saga dibujada en su totalidad por el inclasificable Marc Hempel- comienza con el primer plano de una hebra de hilo gris sostenida por una joven mujer vestida de negro. “¿Ya está lista? ¿Has terminado?” dice una voz fuera de plano. “Casi. Allá vamos”, contesta, y entonces nos damos cuenta de que la mujer joven no está simplemente sosteniendo la

En esa primera página Gaiman y Hempel construyen un momento de anticipación y tensa calma, representando la madeja la historia ya contada y la hebra lo que está por venir (una metáfora de la función del escritor como tejedor de historias). La impaciente voz fuera de plano (“¿Ya esta lista? ¿Has terminado?”) bien podría ser un eco de los pensamientos de los fans dirigiéndose a Gaiman. En los años noventa, cuando la serie ya se aproximaba a su final, los últimos números no aparecieron de forma tan regular como los anteriores, lo que contribuyó a levantar expectación entre los aficionados acerca de lo que iba a ocurrir y la forma en que Morfeo moriría –algo que ya había sido anticipado, como vimos, en el último número de “El Fin del Mundo”.
La coherencia y solidez de “Las Benévolas” viene dada en buena medida por el hecho de contar con un solo dibujante, el ya mencionado Marc Hempel, cuyo personal y atrevido estilo define toda la saga y constituye uno de los mejores trabajos de su

Además, sus viñetas están repletas de simbolismo, lo que otorga a la saga una cualidad onírica muy particular. La mayoría de los artistas tienden a reflejar lo onírico como una incorporeidad neblinosa o un surrealismo alocado. Hempel lo interpreta como siluetas recortadas contra fondos toscos o como primeros planos sobre los que se destacan imágenes de objetos relevantes. Su ritmo narrativo es poco convencional, con sus figuras encajadas de formas extrañas en las viñetas. Pero todo ello funciona perfectamente a

“Las Benévolas” es quizá el arco de la colección más centrado en una sola historia. El resto de sagas tenían un carácter más lúdico, más exploratorio, herramientas que Gaiman utilizaba para ensayar nuevos aspectos del arte narrativo y mostrar todo aquello que él ama de los relatos del pasado. “El Fin del Mundo” parecía alejarse algo de lo que ya empezaba a ser el estilo propio del guionista. En “Las Benévolas”, Gaiman y sus colaboradores gráficos están menos interesados en explorar todos los posibles desvíos y recovecos de la historia que por relatar su principal línea argumental: las consecuencias que Morfeo debe afrontar por sus actos del pasado y como éste acude al presente para ajustar cuentas.
Claro que hay digresiones (de otra forma no sería una historia escrita por Gaiman), pero éstas se antojan más piezas de relojería que apartes para dar colorido. En otras palabras y añadiendo a la ecuación al mentor de Neil Gaiman, Alan Moore: “Las Benévolas” es a los primeros números de “Sandman” lo que “Watchmen” es a “La Cosa del Pantano”. Toda la colección disfruta de un alto nivel, pero la última etapa es, sin perder vitalidad y poder de fascinación, más rotunda. Es, también, un trabajo que no se puede entender plenamente sin haber leído los números precedentes, una historia de venganza y resignación inmensamente

Dado que “Las Benévolas” es una historia repleta de matices en la que confluyen muchos de los personajes que tuvieron relevancia en sagas anteriores, un análisis exhaustivo podría resultar tedioso incluso para los que hayan leído la serie completa. Me limitaré a subrayar un par de fragmentos que considero especialmente brillantes.
Por ejemplo, todo lo referente a Nuala, el hada que fue entregada como soborno/obsequio a Morfeo en “Estación de Nieblas”. La joven había representado hasta este momento un papel secundario.

Gaiman apoya buena parte de la tragedia que vendrá en esa promesa. Sin decir nunca expresamente por qué o cómo –aunque sí se puede ir deduciendo a partir de las pistas y detalles sembrados por toda la colección- Gaiman sugiere que Sueño ha experimentado un profundo cambio desde el momento en que consiguió liberarse de su cautiverio. Se sugiere que ofrece a Nuala ese don porque todavía se siente culpable por la forma en que en el pasado trató a las mujeres que amó y porque, pese a que no lo demuestra, siente un verdadero aprecio por ella. Pero hay otra razón para ese regalo: al hacer honor a su promesa y responder a la llamada de Nuala, se verá obligado a dejar su reino y caer presa de las fuerzas que quieren destruirlo. Él lo sabe, como también que su caída está ya escrita en el libro de Destino. El lector atento podrá entender todo esto sintetizado –y bellamente ilustrado por Hempel- en una sola escena entre Morfeo y Nuala.

Y lo consiguen. Pero no sin antes irrumpir en sus dominios y sembrar la muerte y la destrucción. Hempel dibuja esas escenas como si las estuviésemos contemplando desde el punto de vista de Lyta. Vemos a los habitantes del Reino del Sueño –personajes a los que hemos aprendido a apreciar y querer con el curso de los años- brutalmente asesinados por lo que parecen ser nuestras propias manos. Es

La historia, por supuesto, es bastante más compleja que todo esto. Tesalia, la bruja que conocimos en “Un Juego de Ti” interviene en la trama de una forma más “íntima” de lo que hubiéramos podido suponer. Loki, a quien Morfeo liberó de su propio cautiverio al final de “Estación de Nieblas”, y Puck, el malvado duende al servicio de Oberon que nos fuera presentado en “Sueño de una Noche de Verano” son los verdaderos desencadenantes de toda la tragedia. Hay también otras motivaciones menos evidentes y una docena de personajes presentados en sagas anteriores que juegan un papel importante en la historia. Es el clímax más adecuado para todo ese gran universo de ficción que Gaiman había ido construyendo en “Sandman” desde el comienzo.
Después, Daniel, que ha madurado rápidamente gracias a la magia, asume el papel del nuevo Rey del Sueño. Morfeo, de esta manera, continúa viviendo aunque bajo una forma e identidad distintas. La historia termina con una reflexión sobre lo que se había dicho en el primer episodio de la saga –recordemos, publicado el segundo en la edición compilada-. Es la misma joven mujer, sosteniendo la misma hebra, pero ahora sabemos que es una de las Furias. Y a medida que termina de enrollar la madeja dando por concluida la historia-vida de Sandman, vuelve a estirar una nueva hebra comenzando así un nuevo relato-. Una voz fuera de encuadre dice: “Ya está. Para bien o para mal, se terminó”
Y así es…. Excepto por “El Velatorio”.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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