Japón, siglo XVI. En una isla conectada con el resto del país tan sólo por un largo puente de madera carcomida, viven tres hermanas alimentando el resentimiento hacia la existencia que les ha tocado vivir como reclusas en la fortaleza de su padre, un noble del clan Inamura, anciano, ciego e impasible. Las tres, carentes de cariño, sueñan con el mundo que se extiende más allá de su pequeña isla, lejos de las gaviotas y las olas que barren las playas. O-yu, O-Fumi y O-Hana tienen la esperanza, y también la determinación, de alcanzar la libertad. La muerte de su padre las haría poseedoras de su patrimonio, pero éste se ha buscado una joven esposa, Kaoru, en cuyo vientre se incuba un hijo que podría arrebatarles no sólo la herencia, sino la perspectiva de una vida más libre.
Cuando los samuráis al servicio de su padre se disponen a marchar a la guerra que se libra tierra

Es esta una tragedia oscura, siniestra y desalentadora que transcurre en un entorno cerrado, enfermizo y agobiante. La falta de perspectivas, el miedo al futuro, la desesperación por escapar de esa vida y de un futuro que puede ser aún peor, la ansiedad por el desenlace de una guerra librada más allá del horizonte y de la que no llegan noticias, la rigidez de las normas sociales que deben acatar… han convertido a las tres hermanas en verdaderos monstruos dedicados a tramar retorcidas conspiraciones. ¿Son ellas las responsables del ambiente malsano que se vive en la isla? ¿O, al contrario, es el aislamiento y la incertidumbre lo que las ha hecho así? Cada día, acuden a la playa o se asoman a los acantilados para divisar lo que se extiende más allá del puente que las separa del mundo, alimentando la

Y es que el lector pronto se dará cuenta de que ésta es una historia que no puede tener final feliz. Todos los personajes principales –con la posible excepción de la infeliz Kaoru- son retorcidos, maquiavélicos y antipáticos. O-Fumi es la más pura –aunque en un momento determinado no dude en participar en un asesinato-, O-Yu es la más perversa y calculadora y O-Hana está dominada por el orgullo. Todas se odian entre sí, rivalizan por sus pretendientes y no dudarían en sacrificar al resto, pero saben hacer causa común cuando es necesario. El padre es ciego y ve y entiende más de lo que su imperturbable rostro puede hacer pensar, pero tampoco parece sentir por sus hijas amor paternal

Yann Le Pennetier es uno de los guionistas de comic más cultos, prolíficos e inteligentes del panorama europeo. Sus obras son fruto de minuciosas investigaciones históricas y una muy meditada narrativa en la que la alegoría y la metáfora juegan un papel fundamental tanto a la hora de enriquecer la trama como de caracterizar a los personajes. El título del álbum, por ejemplo, hace referencia tanto al símbolo del clan Inamura como a la figura del padre. A lo largo de la historia, paralelamente a la trama principal, Yann y Michetz nos muestran la batalla del pulpo maltratado en las primeras páginas por una de las hermanas y su posterior venganza, reflejando la creciente tensión que va acumulándose en la isla y sugiriendo lo que va a ocurrir a continuación. .. Otros recursos similares son, por ejemplo, aquel que intercala las escenas del torneo con las del asesinato, el pasaje onírico experimentado por O-Yu o el malintencionado y muy revelador cuento que narra el monje itinerante.

Michetz es el seudónimo de Marc de Groide, cuya pasión, además del comic, son las artes

Así que difícilmente podía haberse elegido un dibujante más apropiado para esta serie. Su conocimiento e interés especial por este lugar y época histórica añade un nivel extra de verosimilitud. Su fino trazo retrata con detalle los kimonos femeninos, las armaduras de los guerreros, el ajuar doméstico y los interiores y exteriores de la fortaleza. Sus figuras respiran vida y movimiento en contraste con la atmósfera de muerte y estatismo en la que evolucionan. Destacable asimismo es su composición de página, inteligente a la hora de administrar los silencios y planos detalle para alargar o acelerar el tempo narrativo o contar dos acciones simultáneas; y también sutil en aspectos como el de adoptar el punto de vista de una persona sentada en aquellas escenas que transcurren en interiores en los que los personajes interactúan arrodillados de acuerdo a la tradición japonesa.

“Tako” es, como esa porción de sushi delicadamente decorada, una pequeña delicia cuidadosamente construida que hay que saborear con calma y atención y que admite sucesivas

P.S.: La serie tuvo un segundo álbum, “Ama”, que no fue publicado en España y que no he leído.
Excelente reseña. Para cuando una de Kogaratsu?
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