2 mar 2016

1990- TAKO – Yann y Michetz


Japón, siglo XVI. En una isla conectada con el resto del país tan sólo por un largo puente de madera carcomida, viven tres hermanas alimentando el resentimiento hacia la existencia que les ha tocado vivir como reclusas en la fortaleza de su padre, un noble del clan Inamura, anciano, ciego e impasible. Las tres, carentes de cariño, sueñan con el mundo que se extiende más allá de su pequeña isla, lejos de las gaviotas y las olas que barren las playas. O-yu, O-Fumi y O-Hana tienen la esperanza, y también la determinación, de alcanzar la libertad. La muerte de su padre las haría poseedoras de su patrimonio, pero éste se ha buscado una joven esposa, Kaoru, en cuyo vientre se incuba un hijo que podría arrebatarles no sólo la herencia, sino la perspectiva de una vida más libre.



Cuando los samuráis al servicio de su padre se disponen a marchar a la guerra que se libra tierra adentro, surge una oportunidad. Tres de ellos se postulan para casarse con las hermanas y el padre incluso les permite a sus hijas el privilegio de elegir. Pero el resentimiento es mal consejero y lo que era una bendición se convierte en una fuente de envidias y rivalidades. Mientras los tres pretendientes se hallan lejos guerreando, la situación emocional en la fortaleza empeora y el odio llega a tal punto que las hermanas caen en el incesto y el asesinato. Y entonces, regresan los samuráis…

Es esta una tragedia oscura, siniestra y desalentadora que transcurre en un entorno cerrado, enfermizo y agobiante. La falta de perspectivas, el miedo al futuro, la desesperación por escapar de esa vida y de un futuro que puede ser aún peor, la ansiedad por el desenlace de una guerra librada más allá del horizonte y de la que no llegan noticias, la rigidez de las normas sociales que deben acatar… han convertido a las tres hermanas en verdaderos monstruos dedicados a tramar retorcidas conspiraciones. ¿Son ellas las responsables del ambiente malsano que se vive en la isla? ¿O, al contrario, es el aislamiento y la incertidumbre lo que las ha hecho así? Cada día, acuden a la playa o se asoman a los acantilados para divisar lo que se extiende más allá del puente que las separa del mundo, alimentando la
esperanza de que su salvación venga de esa dirección. Pero el tiempo pasa sin que nada ocurra y ello erosiona su paciencia y cimenta su determinación. Cuando un navío inglés pasa cerca de sus costas, O-Fumi dice: “El tiempo se ha detenido para todos. ¡Esos bárbaros del sur profanan nuestras costas cada vez con más insolencia!" A lo que O-Yu responde: “”Se dice que apestan, que no tienen modales y…¡que están bien dotados!”, rematando O-Hana: “En ese caso, ¿Qué esperan para intentar aprovecharse? ¡Sabré como recibirlos!”.

Y es que el lector pronto se dará cuenta de que ésta es una historia que no puede tener final feliz. Todos los personajes principales –con la posible excepción de la infeliz Kaoru- son retorcidos, maquiavélicos y antipáticos. O-Fumi es la más pura –aunque en un momento determinado no dude en participar en un asesinato-, O-Yu es la más perversa y calculadora y O-Hana está dominada por el orgullo. Todas se odian entre sí, rivalizan por sus pretendientes y no dudarían en sacrificar al resto, pero saben hacer causa común cuando es necesario. El padre es ciego y ve y entiende más de lo que su imperturbable rostro puede hacer pensar, pero tampoco parece sentir por sus hijas amor paternal
alguno, ni albergar sentimientos hacia Kaoru más allá de considerarla un mero receptáculo para su ansiado heredero varón. Al final, será el egoísmo de todos ellos lo que los conducirá a su fatal destino…

Yann Le Pennetier es uno de los guionistas de comic más cultos, prolíficos e inteligentes del panorama europeo. Sus obras son fruto de minuciosas investigaciones históricas y una muy meditada narrativa en la que la alegoría y la metáfora juegan un papel fundamental tanto a la hora de enriquecer la trama como de caracterizar a los personajes. El título del álbum, por ejemplo, hace referencia tanto al símbolo del clan Inamura como a la figura del padre. A lo largo de la historia, paralelamente a la trama principal, Yann y Michetz nos muestran la batalla del pulpo maltratado en las primeras páginas por una de las hermanas y su posterior venganza, reflejando la creciente tensión que va acumulándose en la isla y sugiriendo lo que va a ocurrir a continuación. .. Otros recursos similares son, por ejemplo, aquel que intercala las escenas del torneo con las del asesinato, el pasaje onírico experimentado por O-Yu o el malintencionado y muy revelador cuento que narra el monje itinerante.

“Tako” es, sobre todo, una tragedia descorazonadora que discurre con ritmo deliberadamente lento y que carece de un final cerrado, porque lo que importa aquí no es tanto la acción como la construcción de la atmósfera y la paulatina acumulación de tensión emocional de unas almas negras cuya única salida es la muerte. Para ese propósito Yann encuentra un gran aliado en su dibujante, Michetz. No sólo sus aciertos gráficos subrayan ese descenso a los infiernos planteado por el guionista sino que resulta difícil pensar en un artista más adecuado para una historia ambientada en Japón.

Michetz es el seudónimo de Marc de Groide, cuya pasión, además del comic, son las artes
marciales. Además de practicar judo y kendo, ha dedicado toda su obra gráfica a ilustrar ese mundo. Nacido en 1951, empezó su carrera en el estudio de Jean Graton y en 1979 creó sus dos primeras historias protagonizadas por samuráis medievales. En 1983, en la revista “Spirou” ilustró los guiones de Bosse, otro entusiasta del Japón medieval, en “Kogaratsu”, una serie de aventuras encabezada por un samurái.

Así que difícilmente podía haberse elegido un dibujante más apropiado para esta serie. Su conocimiento e interés especial por este lugar y época histórica añade un nivel extra de verosimilitud. Su fino trazo retrata con detalle los kimonos femeninos, las armaduras de los guerreros, el ajuar doméstico y los interiores y exteriores de la fortaleza. Sus figuras respiran vida y movimiento en contraste con la atmósfera de muerte y estatismo en la que evolucionan. Destacable asimismo es su composición de página, inteligente a la hora de administrar los silencios y planos detalle para alargar o acelerar el tempo narrativo o contar dos acciones simultáneas; y también sutil en aspectos como el de adoptar el punto de vista de una persona sentada en aquellas escenas que transcurren en interiores en los que los personajes interactúan arrodillados de acuerdo a la tradición japonesa.

Por su parte, la paleta de colores consiste en tonos apagados, sobre todo marrones y grises para las escenas de día y, en las nocturnas de interior, unos naranjas que proyectan una sensación febril. Incluso el cielo parece pesado y agobiante, como si estuviera permanentemente cubierto por una capa metálica de nubes bajas. El único pasaje que tiene un color vivo, el rojo, es –muy convenientemente-, el sueño de O-Yu-. Por supuesto, todo ello está buscado a propósito para reforzar la carga opresiva de la historia.

“Tako” es, como esa porción de sushi delicadamente decorada, una pequeña delicia cuidadosamente construida que hay que saborear con calma y atención y que admite sucesivas
relecturas. Puede parecer que la ambientación en un lugar exótico en un tiempo lejano aleje la historia de lo que nos es conocido, pero en cuanto se empieza a leer uno se da cuenta de que esa percepción inicial no era más que una ilusión, porque lo que narra bien podría haberlo escrito Shakespeare en uno de sus dramas. El mensaje de “Tako” es atemporal común a todas las grandes tragedias de la literatura: que nuestras vidas están regidas por un destino burlón y cruel y que poco podemos hacer para cambiarlo.

P.S.: La serie tuvo un segundo álbum, “Ama”, que no fue publicado en España y que no he leído.


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