(Viene de la entrada anterior)
A mediados de los setenta, la inflación estaba recortando el ya estrecho margen de beneficios de la industria del comic book y los editores buscaron formas de mantener la rentabilidad. Una de ellas, claro está, fue subir el precio de portada, una medida que, comprensiblemente, nunca fue del agrado de los lectores a menos que se les pudiera convencer de que estaban recibiendo más por su dinero. Tradicionalmente, cuando los costes aumentaban y había que exprimir más el producto para obtener beneficio, los editores reducían el número de páginas, una forma menos evidente de ajustar el coste que incrementar los precios. Pero tras décadas de seguir ese camino, el típico comic book había visto reducida su extensión de 60 u 80 páginas a apenas 20. No se podía recortar más por ese camino so pena de hacer desaparecer el propio comic.
Entonces, alguien en DC tuvo una idea: ¿por qué no triplicar el número de páginas y subir el

Para no quedarse atrás, Marvel se preparó para hacer lo mismo, solo que su línea de comics a 25 centavos tendría menos páginas y duraría sólo unos cuantos meses (en algunos casos, tan sólo un número). Ese fue el formato que adoptó “Conan el Bárbaro” en su número 10 (octubre de 1971). En su interior se podía encontrar una historia nueva de 23 páginas (en esta ocasión no basada en ningún relato específico de Robert E.Howard) escrita por Roy Thomas acerca de un corrupto sacerdote del dios Anu que actuaba como comprador y organizador de los ladrones de la ciudad.

Por su parte, el trabajo de Barry Smith sigue aumentando en complejidad y detallismo, aunque su calidad final dependía mucho del entintador asignado: Dan Adkins probablemente fuera el mejor, respetuoso con todas y cada una de las líneas que el dibujante introducía en las viñetas. No muy lejos en cuando a fidelidad estaba Sal Buscema, que

Con todo, el alejamiento de la línea superheroica de Marvel resultó providencial para este dibujante británico deseoso de superar sus primeras influencias de juventud y explorar un estilo de inspiración europea completamente ajeno al género de los superhombres. Dejando atrás las deformaciones anatómicas con que trabajaba Kirby para insuflar dinamismo y poder en sus figuras, Smith ya se había embarcado en un viaje personal hacia el refinado modernismo europeo del siglo XIX. Fue una feliz casualidad que ello coincidiera con el deseo de Thomas de suavizar los aspectos más violentos del Conan original.
Pero la creciente seriedad con la que Smith abordaba cada nuevo episodio de Conan chocaba con

Para el nº 10 número en particular, Smith hubo de realizar cuatro páginas extra, ya que de las 19 habituales se pasaron a 23 ante la imposibilidad de Marvel de encontrar suficiente material antiguo de relleno susceptible de encajar en la colección (el número se completó con una adaptación de un poema de Howard escrita por Thomas y dibujada por Marie y John Severin). Las cosas aún fueron a peor en el siguiente, el 11, cuyas 34 páginas eran todas nuevas. Ello, sumado al trabajo que Smith estaba haciendo para la nueva revista en blanco y negro sobre Espada y Brujería que iba a lanzar Marvel, “Savage Tales” –y que acabaría publicándose años después como “Clavos Rojos”-, empujó al artista al borde la crisis nerviosa y el agotamiento.
Famosa en la historia del comic es la confrontación de Stan Lee y el Comics Code Authority a

Por otra parte, muchos padres nunca pensaron demasiado sobre las implicaciones violentas de los héroes tradicionales, como Robin Hood o el Rey Arturo, que libraban sus combates con espadas, arcos y flechas. Incluso si el resultado de éstos no se mostraban, luchar con armas afiladas implicaba inevitablemente que uno de los oponentes acabaría siendo herido de una forma bastante sangrienta; pero el Comics Code

Fue también la primera colección cuyos creadores eran totalmente conscientes de que estaban creando algo más que un simple coimc book, una ficción que se acercaba mucho al arte, popular sí, pero arte al fin y al cabo. No se limitaban a escribir y dibujar un producto destinado al consumo masivo por preadolescentes, sino que iba dirigido a un público más adulto, cercano a ellos mismos en edad. Ello supuso una actitud revolucionaria que cambió el mundo del comic y rompió las limitaciones de la censura, pero de la que también se llegó a abusar tanto que a finales del siglo XX empujó a la industria al borde del coma.
Desde el principio, Conan era más un anti-héroe que uno de los chicos nobles que tanto gustaban a los censores del Comics Code: era un ladrón, un asesino e incluso se relacionaba abiertamente con prostitutas como Jenna. Ésta, presentada en el número 7, resultó ser una consumada mentirosa y ladrona. En el número 10, ambos se habían establecido en el “Laberinto”, un barrio

Hubo una escena del nº 11 (noviembre 1971), “Villanos en la Casa”, que dejó patidifusos a los lectores: Conan y una inconfundiblemente desnuda Jenna (aunque Smith la dibujó en una postura en la que lo más comprometido quedaba fuera de la vista, se veía toda su espalda desnuda dejando clara la intimidad entre ambos) comparten apartamento justo antes de que la chica traicione al bárbaro entregándole a la guardia de la ciudad. Más tarde, tras escapar de prisión, Conan regresa al apartamento, apuñala a Igon y a continuación –ahogando sus instintos asesinos-, sube a Jenna al tejado y la arroja a un sumidero de heces. Desde luego, no era el tipo de cosas que los lectores de superhéroes estaban acostumbrados a ver y, desde luego, no el que el Comics Code Authority aprobaría. Y sin embargo lo hicieron, demostrando de paso o bien su ceguera o bien la arbitrariedad e impredictibilidad de sus criterios.

Por otra parte, “Villanos en la Casa” fue una adaptación bastante fiel del relato homónimo de Howard, resuelto con la pericia ya habitual en ambos autores. Conan escapa de la cárcel con la ayuda de un noble, Murilo, a cambio de que asesine a Nabodinus, el sacerdote rojo, auténtico amo de la ciudad. Los tres, el bárbaro, el noble y el brujo, se encontrarán involuntariamente atrapados en la casa del último por una amenaza para la que tendrán que forjar una inestable alianza corroída por la sospecha y la traición.
En cualquiera de los aspectos por los que se puede valorar un comic, ya sea su guión, su dibujo o su contenido –a lo que había que añadir el declive simultáneo en la vitalidad de otras series Marvel que un día fueron pioneras en su ámbito-, “Conan el Bárbaro” marcó un cambio en lo que tanto creadores como lectores esperaban de un comic. La revolución que habían empezado Los Cuatro Fantásticos en 1961 llegó a su fin en 1971. Si este periodo se había caracterizado por hacer que los héroes ya no fueran blancos y los villanos negros, sino que todos tuvieran matices de grises, en la era post-Conan, los personajes se tornarían aún más complejos.
Después del nº 11, Goodman decidió dar marcha atrás en su política de aumento de páginas y

La reducción en el número de páginas conllevó un alivio en la carga de trabajo de los autores, sobre todo para Barry Smith. De todas formas, el número 12 (diciembre 1971), titulado “El Morador de la Oscuridad, se utilizó para albergar una historia que el artista había dibujado y entintado mientras aún vivía en Inglaterra y que originalmente había sido pensada para aparecer en el número 2 de “Savage Tales”. Dado que la colección se congeló durante bastantes meses, Thomas decidió incluirla en la colección regular una vez coloreada.
Conan es hecho prisionero por los soldados de una ciudad estado cuya reina, Fátima, lo adopta como amante. No tarda sin embargo en darse cuenta de que en realidad es un prisionero al que Fátima trata como una mascota. La altiva y orgullosa monarca interpreta mal un encuentro entre su esclava Yaila y Conan y condena a ambos a morir en las mazmorras, donde habita una monstruosa criatura.

Por otra parte, el que sea éste un dibujo puro de Smith, sin entintadores de ningún tipo, nos permite estudiar las virtudes y defectos de su arte. Su fuerte no eran las figuras humanas –las deformidades anatómicas de Jack Kirby no son un buen modelo a partir del cual aprender anatomía- y mientras iba mejorando paulatinamente en ese apartado, disimuló esa debilidad poniendo un énfasis especial en los fondos, vestuarios y detalles arquitectónicos, elementos que el resto de dibujantes de la editorial consideraban meramente utilitarios, prefiriendo en cambio primar el dinamismo de la figura y la agilidad narrativa. Barry Smith había comenzado un camino propio y le resultaba indiferente lo que los demás hicieran.
John Jakes es hoy un escritor inmensamente popular en Estados Unidos que vendió millones de

Conan es asaltado por un grupo de bandoleros y dejado abandonado para morir en el desierto de Ofir. A punto de perecer de sed, es rescatado por un anciano cuya hija acaba de ser secuestrada por los sacerdotes del Dios Araña de la ciudad de Yezud. Conan, agradecido, le ayuda en su intento de rescate. Como curiosidad y quizá debido a que no fue Thomas quien escribió la historia, en esta ocasión Conan no cuenta con interés “romántico” alguno y la única mujer que aparece, la hija del anciano, acaba marchándose con otro hombre.

Thomas, por tanto, le pidió a Moorcock –que vivía en Inglaterra- una historia en la que Conan y Elric corrieran una aventura juntos, y éste accedió. Lo más probable es que Moorcock le pasara el encargo a su amigo y colaborador Jim Cawthorne, pero sea como fuere, los números 14 y 15 (marzo-mayo 1972) ofrecieron un inesperado crossover de dos icónicos héroes de la Espada y Brujería, satisfaciendo el deseo personal de Thomas de ver en comic al guerrero albino (que, de todas formas, ya había dibujado el historietista francés Druillet en 1965).
Elric y Conan representaban los opuestos. Conan era corpulento y físicamente vigoroso, mientras

Juntos, los dos héroes salvan Melniboné y las tierras Hibóreas de la amenaza de la terrible reina Xiombarg. El que no estuvo tan acertado como de costumbre fue Barry Smith, que dibujó a Elric tocado con un ridículo sombrero cónico basado en la cubierta de la única recopilación de relatos del personaje disponible en Estados Unidos en ese momento. A Moorcock, desde luego, nunca le gustó esa representación de su brujo-guerrero.
En 1972, incluso entre las interesantes nuevas series que estaba lanzando Marvel, Conan seguía siendo el líder indiscutible de la “sección alternativa” de la editorial. De la misma forma que el personaje había madurado desde su condición de joven e ingenuo bárbaro de las heladas tierras norteñas hasta habilidoso ladrón y soldado mercenario,

Sin embargo, a pesar del éxito creativo y comercial de la serie, había problemas y el mayor de ellos se llamaba Barry Smith. En los dos años que llevaba dibujando la colección, su arte había cambiado tanto que si un lector abandonó el comic en 1970 para regresar a él dos años después, habría encontrado el dibujo del británico completamente irreconocible. Smith era ahora un profesional que se tomaba su trabajo muy en serio, empleando más tiempo en cada número del que podía permitirse y, aún así, esperando poder ganarse la vida con ello.
Parte de esta nueva actitud respondió a la necesidad de Smith de preservar la integridad de su trabajo, pasando a tinta sus lápices personalmente o dejando éstos lo más acabados posible para que el entintador asignado por la editorial no pudiera sepultarlos bajo su propio estilo. Cada encargo, cada número de Conan, era una joya más pulida que el anterior, pero el esfuerzo pronto se cobró su precio. Aceptando más trabajo del que podía manejar (números de relleno en “Los Vengadores”, historias para “Savage Tales” y el episodio mensual de “Conan el Bárbaro”),

A ello se añadía su creciente descontento por el rechazo que encontraba a las ideas que lanzaba para las nuevas historias. Smith sentía la colección como algo muy personal y quería participar en todas las fases del proceso creativo, pretensión que Thomas no veía con buenos ojos, entre otras cosas porque a Smith aún le quedaban mucho que aprender en el ámbito de los guiones y porque, además, su evolución narrativa difería bastante de lo admisible por Marvel en aquel entonces. Por todo ello y para conmoción de muchos lectores, Barry Smith comunicó su intención de abandonar a Conan.

A continuación, Thomas llamó a Gil Kane, que aunque en los últimos años venía trabajando


Y he aquí que quien le sustituyó en el numero 19 (octubre de 1972) fue Barry Smith. Poco había tardado en recapacitar y darse cuenta de que “Conan el Bárbaro” era su mejor opción para continuar, mientras pudiera, en el camino de renovación artística y narrativa en el que se había embarcado. Su arte había sido fundamental a la hora de conformar la colección y propulsarla al estrellato. En aquellos años era impensable que un dibujante todavía muy joven, por muy genial que fuera, estuviera en condiciones de imponer sus propios proyectos a la editorial. Smith contribuiría a que

Smith volvió con fuerzas renovadas y un dibujo barroco absolutamente maravilloso para ese nuevo número titulado “Halcones del Mar”. En tan solo unos pocos meses había alcanzado un estilo de un preciosismo y elegancia como nunca antes se había visto en los cómic books. Imbuido en el modernismo y la pintura prerrafaelista, sus viñetas se llenaron de intrincados diseños decorativos y arquitectónicos; sus personajes, sus vestidos, sus composiciones, destilaban una cualidad cuasionírica que, en honor a la verdad, poco se parecía al violento y brutal mundo descrito por Robert E.Howard en sus relatos. Tampoco su Conan era una traslación gráfica literal del camorrista lujurioso y asesino que vivía en

Pero, una vez más, la meticulosidad de Smith resultó incompatible con el formato. En este número 19 contó con la colaboración del entintador Dan Adkins, pero llegó a dibujar tantas líneas y detalles que éste no pudo terminar a tiempo las diez últimas páginas. El resultado fue que el número hubo de entregarse a la imprenta sin esas planchas entintadas. Barry se vio obligado a realizar trazos más gruesos en la esperanza de que la reproducción se viera lo suficientemente clara. En otras circunstancias, con un soporte físico más adecuado y mejor calidad de impresión, ello podría haber permitido a los lectores descubrir los lápices de Smith en todo su esplendor, sin añadidos ni retoques ajenos. Pero dados los medios y técnicas disponibles, el resultado final fue muy insatisfactorio.
La insuficiente velocidad de Smith a la hora de encargarse de la colección mensual de Conan fue un grave problema que no consiguió resolver en el resto de números de los que se ocupó. A pesar de indiscutibles joyas como los números 20 y 24, la calidad de su trabajo se resintió mucho de haber sido entregada sin terminar, limitándose a abocetar las páginas para que fueran repasadas por diferentes entintadores de talento dispar.
La situación fue aún más decepcionante dado que este número daba inicio a un ambicioso arco

(Finaliza en la siguiente entrada)
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