Crecer nunca es fácil. Supone dejar atrás una visión del mundo, unas creencias, la seguridad de lo conocido… y si ese proceso se desarrolla en ausencia de la protección y guía de una familia y en un entorno de depresión económica, las cosas se complican aún más.
Charlie Moon es un muchacho en ese umbral que separa la infancia de la adolescencia. Aunque los

Lo cierto es que Charlie Moon no tiene una personalidad definida. No sabemos nada sobre su pasado y poco sobre su presente. No parece tener familia y sobrevive a base de pequeños trabajos como recadero, mozo de granja, repartidor de periódicos… a cambio de los cuales obtiene alojamiento y comida. Lo que sí vemos es que aún conserva el brillo de la inocencia infantil, inocencia que poco a poco va desvaneciéndose conforme sus grandes ojos absorben todo lo que acontece a su alrededor. En realidad, el papel de Charlie es el de sencillo testigo a través del

En las cinco historias de que consta el álbum, Charlie sufrirá la decepción de un niño que ve la auténtica cara de sus ídolos (un trompetista de jazz, brillante músico pero alcoholizado y cruel); contemplará la hipocresía, racismo y violencia que anidan en cualquier comunidad; las frustraciones derivadas del despertar sexual; las mentiras escondidas tras la amistad; la feroz explotación del débil… En la segunda historia, Charlie aprende a su pesar una de las principales lecciones: no es a los muertos a los que hay que temer, sino a los vivos. De la misma forma que Mark Twain hizo madurar en sus novelas a sus hijos literarios, Tom Sawyer y Huckleberry Finn, Trillo y Altuna hacen lo propio con Charlie Moon, si bien no apoyándose tanto en el humor como en la decepción y la amargura.
Uno de los aciertos de los autores reside en transmitir el ambiente de ciudad pequeña plagada

En este sentido, Altuna realiza un trabajo sobresaliente. Gran amante de la cultura popular norteamericana, se sirvió de libros de fotografías contemporáneas para ambientar minuciosamente esas historias enmarcadas en pequeñas y anónimas poblaciones del interior del país. Automóviles, carteles publicitarios, tiendas, bares, vestimentas, paisaje urbano… están recreados con un convincente realismo en blanco y negro. Altuna es un magnífico observador, capaz de plasmar con acierto cualquier cosa: desde algo tan amplio como un paisaje a tan íntimo como una pequeña habitación, gentes de toda edad y tipo racial, nunca conformándose con recurrir a atajos y moldes que le permitan ahorrar trabajo.

“Charlie Moon” es una pequeña gran obra. Serena, humana, atemporal, sin comienzo ni final y gráficamente brillante. Un clásico, puede que menor, pero clásico sin duda.
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