“Strange Adventures” fue el título de una ilustre antología de CF que publicó DC desde 1950 a 1973 y que, bajo la supervisión de su principal editor, Julius Schwartz, se convirtió en uno de los títulos más importantes de un género entonces no particularmente popular entre los lectores. En sus páginas, a partir de 1958 y ya en plena Edad de Plata, fueron publicándose, entre las de otros personajes, las aventuras de Adam Strange, el héroe de dos mundos, el suyo propio, la Tierra, y el de su bella esposa Alanna, Rann. Tanto sobre aquel título como sobre este personaje, escribí abundantemente en sus respectivas entradas y a ellas me remito para mayor información y un contexto más amplio.
Baste decir ahora que, en su momento, Strange fue una
suerte de émulo modernizado de John Carter de Marte, el personaje creado en
1912 por Edgar Rice Burroughs para la literatura pulp. Carter era un personaje
arquetípico de la mentalidad colonialista de la época: un blanco individualista
y valiente que viajaba a tierras lejanas y peligrosas donde demostraba su valía
como guerrero haciéndose merecedor de los máximos honores y el amor de la mujer
más bella. Era poco frecuente en aquellas historias que los nativos tuvieran
metas y sueños propios, soliendo dividirse en aliados aduladores y obedientes o
antagonistas crueles. Una de las novedades que aportó Adam Strange fue eludir
al menos parte de esos clichés presentando a los alienígenas de Rann como
humanos tan blancos como Adam, indistinguibles en la práctica de los terrestres
(eso sí, aún no estaba la sensibilidad lo suficientemente madura como para
integrar otros colores de piel).
En 1990 y adhiriéndose a la corriente de héroes oscuros y
torturados, Richard Brunning y Andy Kubert remozaron al personaje en la
miniserie “Adam Strange: El Hombre de Dos Mundos”. Pero desde entonces, Strange
ha sido presentado mayormente como un tipo amigable, acompañando a Superman en
la etapa escrita por Brian Michael Bendis o, antes incluso, rememorando
afablemente sus orígenes en la serie de Jeff Lemire “La Liga de la Justicia
Unida” (2014-2016), en la que aparecía una Alanna Strange tan capaz y valiente
como su marido, llegando incluso a sustituirlo en el equipo.
Pues bien, como había hecho previamente en “Omega Men” (2015), “La Visión” (2016) y “Mr.Milagro” (2017), la miniserie “Strange Adventures” es otra de esas ocasiones en las que el guionista Tom King recupera a un héroe de segunda fila para, aprovechando el paraguas que le brinda la línea Black Label (o lo que es lo mismo, fuera de la continuidad oficial) darle un enfoque sorprendente, adulto y transgresor que nadie había imaginado posible. Y en este caso, su “víctima” es Adam Strange, al que utiliza para recordarnos que, tras todas las épicas guerreras, siempre se oculta alguna atrocidad.
Tras derrotar en Rann al brutal ejército invasor de los
alienígenas Pyykt, Adam ha vuelto a la Tierra para promocionar un libro con sus
memorias de la guerra, ejerciendo su bella esposa Alanna como su agente.
Durante una sesión de firmas en una librería, un hombre lo acusa de mentiroso y
genocida. Días más tarde, ese individuo es encontrado muerto víctima de un
láser similar al que dispara la característica pistola de Adam. Empiezan a
circular rumores y sospechas y, para limpiar su nombre, Adam acude a Batman y
le pide que lo investigue y revele públicamente los resultados de sus pesquisas.
Éste, sin embargo, prefiere mantenerse neutral y le pasa la tarea a Mike Holt,
alias Mister Terrific, un genio en todos los órdenes que lleva a cabo su misión
con absoluta frialdad y precisión. Mientras que Adam adopta una actitud pasiva
durante todo este proceso, Alanna se muestra inmediatamente hostil hacia
Terrific. Todos tienen algo en cómun: la pérdida. En el caso de Terrific, su
esposa embarazada en un accidente de tráfico; en el de Adam y Alanna, su hija, Aleea,
aunque en circunstancias poco claras que sólo conforme avanza la trama se
descubren.
La historia se desarrolla a dos niveles temporales que se
alternan y combinan. Por una parte, flashbacks de la guerra que libraron Adam y
Alanna al frente de los habitantes de Rann contra la invasión de los Pyykt, los
sacrificios que hicieron, lo que compartieron y perdieron hasta hallar una
forma de acabar con el enemigo. Por otra, lo que sucede en el presente en la
Tierra, con la investigación de Mr.Terrific, el distanciamiento del resto de
los héroes, las maniobras de Alanna para defender el prestigio de su marido y
los secretos que van saliendo a la luz y que apuntan a que quizá Adam no sea
tan inocente como asegura.
¿Cuál es el precio que hay que pagar para ganar una guerra?
Probablemente gracias a su experiencia como agente de la CIA, Tom King tiene
una perspectiva más sofisticada, realista y dura que la mayoría de los
guionistas de comic-books. En “Strange Adventures” nos recuerda que una cosa es
ganar la guerra para un planeta (o un país, o un bando) y otra ganarla para uno
mismo; que nunca es posible en un conflicto bélico obtener la victoria al mismo
tiempo que la gloria ni salir triunfante con la conciencia inmaculada; y que, y
eso no es ningún secreto, una de las primeras víctimas de cualquier guerra es
la Verdad.
Vivimos en un tiempo en el que abundan los discursos que afirman que la Verdad ha perdido su valor, que se prescinde de los hechos y la lógica para aferrarse a una suerte de creencia compartida que podamos convertir en nuestra verdad independientemente de cómo sea la realidad. Ahora bien, esto no es nuevo. De hecho, siempre ha ocurrido. Es difícil asumir la idea de vivir en una sociedad “post-verdad” dado que ello significaría que en el pasado sí conocimos una época en la que se valoraba la Verdad con mayúsculas. Y lo cierto es que la verdad siempre ha estado en manos del poder y que éste ha filtrado su versión de la verdad a las esferas sociales que le han interesado. Pero a un nivel fundamental, la Verdad empieza en nuestro interior, por lo que nos decimos a nosotros mismos y que guiará todo nuestro yo, desde quiénes deseamos ser, cómo elegimos vernos y lo que decidimos creer.
“Strange Adventures” es una exploración trágica de todas
esas facetas, desde el núcleo de la propia identidad a la imagen que tenemos y
queremos dar de nosotros mismos y del mundo que habitamos. King aplica su enfoque
característico a un personaje con un perfil modesto dentro del Universo DC para
ofrecernos una historia cataclísmica para aquél y que, de integrarse en la
continuidad oficial, lo redefiniría para las décadas siguientes.
En “Strange Adventures”, King respeta la línea que ha ido
siguiendo en la última media década y que tantos seguidores le ha granjeado
gracias a miniseries como “Omega Men”, “La Visión” o “Mr.Milagro”, a saber,
reformulando viejos personajes como individuos melancólicos y carcomidos por la
inseguridad, la angustia o la pérdida; en algunos casos, incluso, ni siquiera
se ajustan fácilmente a la categoría de héroes. Pero también ocurre que el
molde de lo que se piensa es un comic de King, puede llegar a ocultar la
auténtica sustancia que contiene. Cada una de sus obras ofrece un mensaje muy
singular: el amor nos salva de la oscuridad; un mensaje eterno, reconfortador…
pero que en “Strange Adventures” King retuerce de forma sádica para los
protagonistas y el lector. Y es que se trata de una historia sobre una persona
espiritualmente rota que, en lugar de aprender a convertirse en alguien mejor
gracias al amor, éste se convierte en el catalizador de su caída en la mejor
tradición de la tragedia clásica griega. Ésta no es la historia de una persona
arrastrada por fuerzas que escapan a su control, sino la de alguien que cava su
propia tumba con las decisiones que toma.
Como apuntaba algo más arriba, Adam Strange pertenece a una
tradición de narrativas de la época colonial en la que un hombre blanco inadaptado
en su sociedad, viaja a otras tierras lejanas donde consigue hallar su destino
como campeón, salvador o mesías de los indígenas. Cité antes a John Carter como
modelo directo, pero esas características también podían encontrarse en Tarzán
o Flash Gordon. Durante décadas, ese tropo ensalzaba al héroe blanco dejando
prácticamente invisible la auténtica realidad de aquellos a los que lideraba o
salvaba. King era perfectamente consciente de ese arquetipo y no oculta la
pobre opinión que le merecen las historias originales Adam Strange escritas por
Gardner Fox, repetitivas, defensoras del paternalismo colonial e indiferentes a
las implicaciones de los actos del héroe nominal sobre la sociedad en la que
operaba.
Y así, “Strange Adventures” asume la tesis de que su protagonista pertenece a ese tropo, pero, al mismo tiempo le arrebata todo su artificio de nobleza y heroísmo con el fin de llegar a la verdad sin importar a dónde conduzca ésta o lo dolorosa y desmitificadora que sea. Y eso implica, por supuesto, no sólo una completa reformulación del personaje y su historia, sino un examen de la responsabilidad de los autores en la construcción de esta narrativa de sabor colonialista. De ahí que cada uno de los episodios se cierre con citas de diversos autores en entrevistas hablando sobre el papel que jugaron en aquélla: Carmine Infantino, Wally Wood, Harvey Kurtzman, Jack Kamen, Murphy Anderson… King parece querer decirnos que los artistas tienen la misión de crear mundos de ficción pero que, a posteriori, cabe preguntarse qué han puesto en marcha exactamente y dónde comienza y termina su papel en tal o cual historia que muchos lectores podrían decidir tomar como la Verdad.
Y así, en última instancia, la serie ofrece una intrincada
exploración sobre el concepto de Verdad y sus niveles: la verdad de lo que hizo
Adam, de quién es y de cuál es la naturaleza del mundo en el que es considerado
un campeón. Para él, sus crímenes de guerra tienen una justificación, pero esa
visión insular y subjetiva de sí mismo y su entorno está corrompida por su
propia incapacidad para asumir su trauma y reconciliarse con quién es en
realidad y lo que ha hecho. Por eso, la verdad sobre Adam Strange es algo que
él mismo ya no puede encontrar y el lector deberá descubrirla a través de los
otros dos protagonistas, Mister Terrific y Alanna.
Alanna es el personaje más fuerte de “Strange Adventures”, aunque
la manera en que aparece retratada pueda resultar desconcertante. En los
flashbacks, la vemos como una princesa modélica de la era pulp: bella,
valiente, eficaz, siempre al lado de su amado esposo, combatiendo junto a él y
brindándole apoyo emocional. Un personaje positivo y luminoso, en definitiva.
Pero en la Tierra, es una mujer más fría, calculadora, cortante. Deja que Adam
se lleve la gloria y la adoración del público, pero es ella el auténtico
cerebro del matrimonio, moviendo en la sombra los hilos políticos y mediáticos para
beneficio de ambos. Ahora bien, tal disparidad en un mismo personaje no es
–como sí otros aspectos que comentaré luego- achacable a un error del
guionista. Porque lo que se nos muestra en los flashbacks, al fin y al cabo,
son las memorias de Adam, el relato filtrado e idealizado de una historia que,
como luego se descubre, esconde pasajes muy turbios.
La relación entre Adam y Alanna es, en cierto sentido, la inversa de la que King había retratado en “Mr.Milagro” entre Scott Free y Big Barda. Ambos hombres hacen lo que hacen por amor a su cónyuge, su familia y su hogar. La diferencia es que Adam no sólo toma una decisión equivocada tras otra, sino que es incapaz de ver las ambiciones de Alanna. Nunca llega a quedar claro si la pareja podría haber encontrado una auténtica redención o incluso si pueden hacerlo por separado, porque el lector sólo tiene acceso a la visión que cada uno tiene del otro y cómo ésta, a su vez, viene influida por cómo se ven a sí mismos. Como descubre Mister Terrific, aquí no hay una Verdad absoluta y excluyente, sino una serie de narrativas que tienen sentido según el contexto. Como resume perfectamente Alanna en una viñeta conmovedora: “Nuestras vidas son historias. Pequeñas ficciones que les contamos a nuestros amigos, a nuestros amantes y a nosotros mismos. Y nos pasamos cada momento rezando a nuestros dioses que nadie descubra que nos hemos inventado toda esta &%3#”.
(Finaliza en la próxima entrada)
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