3 ago 2023

2013- TRILLIUM – Jeff Lemire

 

El guionista y dibujante canadiense Jeff Lemire se dio a conocer con un comic independiente, “Essex County”, que junto a “Lost Dogs” le abrió las puertas del prestigioso sello Vértigo de DC, donde realizó la igualmente exitosa serie “Sweet Tooth”. Desde entonces, fue alternando y simultaneando sus etapas en colecciones de superhéroes (“Animal Man”, “Superboy”, “La Liga de la Justicia Oscura”, “Green Arrow”…) con otros trabajos más personales y menos convencionales publicados en editoriales más pequeñas, como “The Nobody” o “Underwater Welder”. Cuando se anunció en 2013 la aparición de una miniserie de ocho números escrita y dibujada por él para el sello Vértigo, contando una historia de amor en un entorno de ciencia ficción, los aficionados esperaron con curiosidad el resultado. Personalmente, lo que me encontré fue una decepción en casi todos los órdenes, desde la historia y los personajes hasta el dibujo.

 

La historia se ambienta en dos periodos temporales, el principal de ellos el año 3797, cuando una científica llamada Nika Temmsmith lucha contra reloj por desvelar los secretos del trillium, una flor alienígena que podría convertirse en la cura para un virus inteligente que ha exterminado a toda la especie humana con la excepción de unos pocos asentamientos dispersos por varias colonias espaciales. Nika está llevando a cabo sus investigaciones cerca de una ciudad alienígena rodeada por murallas impenetrables y en cuyo centro se alza un templo con forma de pirámide maya.

 

Por otra parte, en 1921, en la Tierra, un veterano de la Primera Guerra Mundial, William Pike, que sufre de estrés postraumático severo, se ha unido a una expedición británica a las selvas de Perú con la misión de encontrar un templo perdido de los incas. Las vidas de ambos, Nika y William, se entrelazan cuando ella viaja en el espacio-tiempo al penetrar el templo alienígena para reaparecer en la estructura gemela de los incas justo cuando allí llega William. Ese edificio y la ingesta de flores trillium les ayudan a establecer un nexo íntimo que salva el abismo entre sus culturas e idiomas. Como consecuencia, el destino de sus vidas queda ligado a la supervivencia de la humanidad en el lejano futuro.

 

“Trillium” tenía un gran potencial, pero su lectura revela un importante número de problemas que inducen a pensar que Lemire lo realizó con apresuramiento, quizá incluso con interrupciones, mientras trataba de atender sus múltiples compromisos con otras colecciones. Su dibujo siempre había tenido esa textura tosca, de aficionado o bien con poca experiencia o bien con poco talento, pero al menos en otras ocasiones había conseguido dar forma con cierta eficacia el tono y las emociones de la historia. Sin embargo, al decidirse por una aventura de CF, Lemire, quizá involuntariamente, ha dejado expuestas sus principales debilidades como dibujante. Es un dibujo amateur, con una línea feista y descuidada, que no plasma bien ni las figuras ni la tecnología y ambientación futuristas. Los elementos propios del género, como las naves, los trajes espaciales o las pistolas laser, están mal diseñados, torpemente ejecutados y, lo que es peor, carecen de unidad porque todo oscila sin justificación entre lo futurista y lo retro. Las armas de mano parecen robadas a Duck Rogers y los cascos de los trajes presurizados no se diferencian de una pecera. Es todo tan inconsistente y está tan perezosamente diseñado que tiende a sacar al lector de la historia.

 

Los alienígenas suponen otra decepción gráfica porque son implausiblemente humanoides. Podría excusarse en el caso de tratarse de una serie de televisión con un presupuesto limitado, pero el lápiz de Lemire no estaba constreñido por tales cuestiones, así que la única razón para un diseño tan pobre es su falta de imaginación y/o pericia gráfica. Es una lástima, pero no se puede obviar que su estilo carece del grado de precisión, detalle y versatilidad que requiere el tipo de historia que narra. Hay viñetas que incluyen docenas de personajes, espesas junglas, ciudades alienígenas, bases humanas en otros planetas, naves, planos extradimensionales, un Londres alternativo… Podemos hacernos una idea de lo que Lemire trataba de conseguir, pero su capacidad artística está muy por detrás de sus ambiciones gráficas.

 

Visualmente, “Trillium” da la sensación de no tener un interés genuino en los elementos propios de la ciencia ficción. Lemire los trata como un mero aderezo, sin que tengan consecuencias sobre la historia general. El virus inteligente, las colonias espaciales, el viaje en el Tiempo, la Historia Alternativa y el uso de antiguas ruinas como máquina temporal son ideas, si no nuevas, al menos con potencial para sostener una trama, pero en este comic parecen arrojadas al azar en el argumento, sin conformar un conjunto ordenado, coherente ni integrado.

 

Los alienígenas son, también en este caso, particularmente decepcionantes porque no desempeñan ningún papel en la historia más allá de proteger las flores trillium-sin mucho éxito, hay que decir- y luego entregárselas a Nika por alguna razón no explicada. Lemire trabajó con el rotulista Carlos M.Mangual para crear un alfabeto extraterrestre y la mayoría de sus diálogos están escritos con esos caracteres. Se agradece el esfuerzo, pero aporta poco. Crear una civilización alienígena es mucho más que hacerles “hablar” con una grafía inventados, lo cual no deja de ser un recurso estético que, además, exige un esfuerzo innecesario al lector dado que, si quiere saber lo que dicen esas criaturas tiene que “descifrarlo”, recurriendo a la tabla de conversión alfabética que se incluye como anexo del comic. Para colmo, después de hacer ese trabajo, descubrimos que los diálogos extraterrestres no añaden nada sustancial a la historia.

 

Otro elemento pobremente desarrollado es la propia flor de trilium. ¿Por qué es tan importante? El primer número sugiere que podría ser la fuente de una cura contra el virus que está exterminando a los humanos, pero luego se utiliza sólo como sustancia con la que expandir la mente y salvar la barrera idiomática entre diferentes personajes. Nada hay que objetar a ese recurso, el problema es que aparte de facilitar la conexión entre los protagonistas, no juega ningún otro papel en la trama. Puede argumentarse que esa conexión es importante en la historia, pero la deriva romántica entre Nika y William está muy forzada. No sólo carece de emoción, sino que no se aportan razones que justifiquen el nacimiento de una relación sentimental entre los dos más allá de haber compartido los recuerdos mutuos tras la ingestión del trillium. Ambos están desplazados de sus respectivas épocas, lo cual, sí, constituye un factor de unión, de intimidad incluso. Pero ¿amor? ¿atracción física? Ni se explica, ni se ve ni se siente.

 

No todo es negativo en este comic, sin embargo. Lemire es un experimentado narrador e incluso en algo tan fallido como “Trillium” podemos encontrar algún punto a destacar. Hay que reconocer el mérito de Lemire al salir de lo que ahora se conoce como “zona de confort”. Gran parte de su trabajo anterior, tanto en la CF como en los superhéroes, tenía un ámbito y ambición más reducidos, insistiendo repetidamente en los temas del aislamiento y la identidad. Con “Trillium” se fija a sí mismo un desafío creativo pero, aun cuando da con algunos aciertos, en mi opinión no son suficientes como para recomendar sin reservas este trabajo.

 

Aunque la historia y la construcción de mundos son decepcionantes, la narración propiamente dicha es quizá el principal activo de “Trillium”. Las composiciones de página son variadas y bien sintonizadas con el tono y ritmo de cada escena, en especial cuando se trata de transmitir desorientación, de modo que el lector puede identificarse más fácilmente con Nika y William, quienes están experimentando una sensación similar pero todavía más intensa debido al desplazamiento temporal y los otros fenómenos extraños a los que se enfrentan.

 

Lemire obliga al lector a adoptar un rol activo en lugar del tradicional más pasivo, puesto que tiene que abandonar la mecánica tradicional de lectura y esforzarse -tampoco muchísimo, no se trata de resolver un problema de ingeniería superior- para averiguar cómo debe abordar la lectura de cada página. Así, por ejemplo, algunas planchas exigen girar el comic 45 grados; otro número está íntegramente dividido en dos mitades con una historia desarrollándose en la superior y otra diferente en la inferior que se lee en un sentido distinto.

 

Lemire trabaja en “Trillum” con uno de sus socios creativos habituales, el colorista José Villarrubia, uno de los mejores profesionales actuales en su campo, capaz de adaptar -incluso cambiar completamente- su estilo en función del dibujante con el que colabora. Es precisamente lo que hace en este comic, utilizando una técnica de acuarela que contribuye a subrayar la extrañeza general que transpira la historia y el dibujo de Lemire..

 

“Trillium” es, a mi juicio, uno de los comics más flojos de Lemire desde que empezó su carrera en la industria del comic. Le concedo que intentó algo diferente en vez de invertir su tiempo en la enésima iteración superhéroica u otra similar historia formulaica, menos arriesgada y más pensada para satisfacer los gustos mayoritarios. Y suele ser más interesante leer un fracaso interesante que un comic soso y del montón. El problema es que, tratando de explorar los límites de sus capacidades como guionista y artista, se estrelló contra ellos en lugar de empujarlos un poco más allá.


1 comentario:

  1. Sólo una rectificación. En Trillium hay dos coloristas, el mencionado Villarubia y el propio Lemire, cada uno para remarcar un momento temporal. El que utiliza las acuarelas es Lemire, como siempre hace, consiguiendo, además, mejorar mucho el resultado de su dibujo así.

    ResponderEliminar