(Viene de la entrada anterior)
“El Círculo del Poder” (1994), decimoquinto volumen de la colección, es hoy sobre todo recordado por su portada, atmosférica y sugerente, en la que se muestra un taxi volador y que, por una buena razón como veremos, remite a la película “El Quinto Elemento”, que se estrenaría tres años después.
La
historia comienza en el planeta Rubanis (visto ya en “Los Espectros de
Inverloch”), donde Valerian y Laureline se han quedado varados con una nave
necesitada de reparaciones y sin dinero para pagarlas. En ese momento de apuro,
aparecen los Shinghouz, quienes les ofrecen un trato que les permitirá ganar lo
suficiente para seguir viajando.
Y así,
se entrevistan con el coronel Tlocq (también presentado en el álbum antes
mencionado), el corrupto jefe de policía de ese planeta y quien les explica la
dinámica socioeconómica de Rubanis y cuál es su misión. El llamado Primer
Círculo, alberga las industrias de producción pesada (“una zona agreste pero llena de buena voluntad”); el Segundo Círculo
es el dedicado a los negocios (“una
fuente cada vez más preocupante de disturbios. Se destruyen por cualquier
pequeñez”); el Tercero es el de los comercios, las diversiones y las artes
(“es normal que se produzcan desórdenes”);
el Cuarto es el de la alta administración, la jerarquía sacerdotal y la
aristocracia de los negocios (“Ya no se
sabe lo que ocurre tras sus murallas”). Valerian y Laury deberán averiguar
quién se esconde en el Quinto Circulo, el que controla a todos los demás.
Con la ayuda de S´tarks, un muchacho que conduce un taxi volador, con contactos en los bajos fondos y que se enamora de Laury, los héroes inician su investigación en un entorno al borde del caos (los banqueros deprimidos se suicidan a docenas saltando por las ventanas, se producen explosiones aleatorias…), rodeados de gente que o les miente, o trata de manipularles o directamente matarles, como la imponente Na-Zultra, una agente al servicio del Cuarto Círculo pero con ambiciones propias. Al final, Valerian y Laury desvelarán el sorprendente enigma de los líderes de Rubanis y desatarán involuntariamente una lucha de poder por el control del planeta.
A pesar
de que hay varias secuencias en las que se abusa algo del texto y que
ralentizan el ritmo, “El Círculo del Poder” es un álbum interesante y en línea
con la calidad media de la serie, aunque ya haga tiempo que dejó atrás su etapa
dorada. Los cinco Círculos de Rubanis son una clara alegoría de dinámicas
propias de nuestra realidad, económica y socialmente segregada en estratos
impermeables pero proclives al conflicto y los comportamientos aberrantes.
Otros de los temas que aborda Christin aquí han sido recurrentes a lo largo de
toda la vida de la colección: las intrigas y luchas por el poder, que a menudo
arrastran a inocentes que no terminarán beneficiándose del resultado; y el
ejercicio injusto de ese poder. De una forma u otra, esto es lo que se había
narrado en, por ejemplo, “El Imperio de los Mil Planetas”, “El País sin
Estrella”, “Los Pájaros del Amo”, “Los Héroes del Equinoccio”, “Metro Chatelet-Brooklyn
Station”, “Fronteras Cósmicas” o “Las Armas Vivientes”. Una frase pronunciada
por el coronel Tlocq parece resumir no sólo esta historia sino también el
pensamiento de su guionista: "Nadie
entiende nada. Ese es el misterio del poder".
Christin
hace en los “Los Círculos del Poder” una declaración deliberadamente política,
creando en Rubanis una distopía aglutinadora de todo el desencanto que para él
han supuesto los años 80 (aunque el álbum se publicó en 1994, se escribió
varios años antes): la divinización del dinero y la liberalización económica
que ha devenido en un “sálvese quien pueda” social y una incapacidad crónica de
unos gobiernos compuestos de individuos mediocres para gestionar múltiples
asuntos. Es, también, una sátira de la autocomplacencia, soberbia, atrofia y
aislamiento en la que se han sumido las élites gobernantes, dejando vacíos de
poder que acabarán siendo llenados por individuos lo suficientemente ambiciosos
y hábiles como para manipular el descontento popular y aumentar todavía más las
brechas sociales.
La
descripción de los cinco círculos de Rubanis es tan inspirada como divertida
(con detalles como esos militares, políticos y sacerdotes cuya cretinización e
incompetencia está gráficamente plasmada como pomposas figuras microcefálicas)
y brinda un trasfondo muy rico a una trama cuyo desenlace incluye una sorpresa
en forma de crítica, un tanto simplista pero efectiva, al daño que causa la
televisión a unas masas que la consumen compulsivamente (y que hoy puede
sustituirse perfectamente por las pantallas de los móviles y las redes sociales).
Otro
elemento divertido es el comportamiento de S'tarks, el gamberro taxista (más
ambicioso de lo que inicialmente aparenta), que se enamora de Laureline sin que
ella experimente los mismos sentimientos; una actitud de macho alfa que despierta
los celos de Valérian. Curiosamente, la serie nunca había jugado con
situaciones de este tipo (triángulos amorosos en cuyo centro se encuentra la
cautivadora joven) y Christin la explota aún más sugiriendo que incluso los
Shingouz son lo suficientemente vulnerables a sus encantos como para darle
información gratis. Mientras S´tarks y Valerian se distraen en su pelea de
gallos, Laureline es secuestrada, consigue escaparse sin ayuda, pone a los
hombres en su sitio y, en general y como ya es tradición en la serie, se desenvuelve
mucho mejor que su compañero.
Y como
ya venían haciendo desde “Los Espectros de Inverloch”, Christin y Mézieres,
continúan dando forma a un universo consistente a base de reutilizar
personajes, criaturas, lugares o conceptos. Así, además de Rubanis y el coronel
Tlocq (presentados, como he dicho, en “Los Espectros de Inverloch”, nos
reencontramos con los Shingouz (que debutaron en “El Embajador de las Sombras”
y que habían aparecido en otros tres álbumes antes que este) y el Transmutador
Gruñón de Bluxte (un animalito capaz de replicar objetos de valor visto por
primera vez en “El Embajador de las Sombras”). Aunque siempre es agradable reencontrarse
con estas originales criaturas, también es cierto que sus continuas apariciones
acabarán por transmitir la sensación de que ese es un universo tan pequeño que
los encuentros casuales son más la norma que la excepción.
A los 56 años, Mézières sigue exhibiendo una forma envidiable en el dibujo de estas páginas. Su imaginación para diseñar naves, edificios, artefactos y seres alienígenas parece ilimitada (tanto, de hecho, que con esos diseños se realizaran dos volúmenes especiales, “Los Habitantes del Cielo”, en 1991 y 2000, que son una especie de enciclopedia galáctica del universo de Valerian). Antes de empezar a dibujar este álbum, Mézières pasó algún tiempo trabajando en el diseño conceptual de lo que acabaría siendo “El Quinto Elemento”, dirigida por Luc Besson, un gran admirador de su obra. Cuando la producción del film se pausó durante un tiempo, el dibujante se centró en “Los Círculos del Poder”, reutilizando varios de los diseños que había hecho para la película, como ciertos planos de la ciudad o la idea de un taxi volador.
Escenas
como la persecución aérea por las calles de Rubanis, están narradas con una
pericia tan magistral que Luc Besson sólo tuvo que copiarla casi plano a plano
para “El Quinto Elemento”. Y, por si fuera poco, Mézières sigue experimentando
con la integración de imágenes infográficas -realizadas por Marc Tatou para las
páginas 54 y 55- en una época en la que esta técnica estaba aún en pañales. Una
integración, además, que se realiza de forma natural, incluso lógica,
tratándose de una serie de ciencia ficción. Sobre todo, Mézières demuestra la
inteligencia suficiente como para no abusar de estos efectos visuales,
utilizándolos sólo muy puntualmente y siempre al servicio de la historia.
Tras la decepción que había supuesto “Las Armas Vivientes”, “El Círculo del Poder” supone una clara mejora. No llega a recuperar el tono y mordiente de los mejores álbumes de Valerian y Laureline y no se puede decir que aporte nada demasiado innovador, pero la trama es dinámica, los personajes se mantienen frescos, el dibujo sigue siendo muy satisfactorio y, en general, brinda una lectura muy disfrutable.
“Rehenes
de Ultralum” (1996) comienza para los dos protagonistas de una manera
radicalmente opuesta al álbum anterior. Gracias al Transmutador Gruñón de
Bluxte que les entregara el coronel Tlocq en Rubanis, ahora se pueden permitir
una vida suntuosa, visitando como turistas todo tipo de paraísos exóticos a
bordo de un crucero de lujo. Entre el pasaje se encuentra también el riquísimo
Gran Califa de Iksaladam, cuyo heredero es un niñato malcriado que se dedica a
incomodar a Laury con sus bromas pesadas (y que viene a ser un trasunto del
Abdallah de “Tintín en el País del Oro Negro”). Es precisamente a éste a quien
secuestran un grupo de mercenarios, el cuarteto Morris, armados con un
schniarfador. Accidentalmente, Laury es llevada también a la fuerza por estos
criminales sin que Valerian pueda hacer nada.
Los
secuestradores huyen en la nave de otra turista, una alienígena con armadura
llamada Kistna a la que ya habíamos visto en “Fronteras Cósmicas”. Aunque
siente un profundo desprecio por los humanos, Valerian consigue convencerla
para que la ayude dado que mantiene un vínculo psíquico con su nave y puede
rastrearla allá donde vaya. Y el lugar de destino de ésta resulta ser Punto
Central, donde Valerian encuentra a su antiguo camarada y ex amante –y asesino-
de Kistna, Jal. Entretanto, el detective del crucero donde ocurrió el secuestro
también ha llegado al mismo lugar aprovechando información comprada a los
Shingouz con la fortuna del Califa.
Antes
de partir hacia el encuentro con los auténticos responsables del secuestro,
Laury elude la vigilancia de sus captores y utiliza un tchung-trazador
(presentado en “Fronteras Cosmicas”) para hacerle saber a Valerian su
localización. El centro de la conspiración resulta hallarse en el planeta donde
se extrae la mayor parte del Ultralum, un carburante ultralumínico que utilizan
todas las civilizaciones con tecnología de viaje espacial. Han sido los
trabajadores del Califa los que han planeado el secuestro de su hijo como
protesta contra las escandalosas condiciones laborales que padecen y que les
condenan a una corta esperanza de vida.
Christin
vuelve a ofrecernos una historia entretenida que, aunque se lee con ligereza,
tiene más sustrato del que parece. Por ejemplo, al comienzo de la historia
vemos a Valerian y Laureline disfrutando de una vida opulenta y hedonista. Pero
mientras ella saborea esos bien ganados momentos de asueto, él se muestra
visiblemente aburrido, incluso hastiado: “Eso
es viajar... Recordar las cosas que has visto antes...". Es una
secuencia –maravillosamente compuesta y dibujada por Mézieres, particularmente
inspirado en esas cinco páginas iniciales- que subraya la vitalidad de
Laureline en contraposición con la desilusión de un irritable Valerian al que
le está costando acostumbrarse a ser un civil más, un exagente del Servicio
Espacio Temporal sin misión que cumplir.
Pero la
apatía de Valerian no tarda en desaparecer porque enseguida los dos amantes se
ven inmersos en un torbellino de acción desarrollado, como es habitual, sobre
un fondo alegórico que sirve para criticar algún aspecto de la política o la
economía de nuestros tiempos. En 1991, poco antes de que Christin escribiera el
guion, terminó la Guerra del Golfo, en la que una coalición de países con
intereses económicos en la región intervino para salvar el emirato kuwaití y
sus petrodólares de la invasión de Irak. Y así, “Rehenes de Ultralum” es una
crítica nada sutil a la desmedida influencia que sobre la política
internacional tienen los sátrapas petroleros del Golfo Pérsico, controladores
de un recurso vital para la economía mundial y rodeados de una escandalosa vida
de opulencia y despilfarro conseguida a base de explotar a quienes trabajan
para ellos.
Sigue
aquí Christin recuperando y mezclando pedacitos del universo creado en los
treinta años anteriores de la colección, corriendo el mismo riesgo que ya
apuntaba antes: la sobreexposición. Así, volvemos a ver a los Shingouz, el
Schniarfador, el Transmutador, el Tchung-trazador, Kistna y Jal y Punto
Central. Éste último lugar en particular, el fascinante crisol de culturas
alienígenas presentado en “El Embajador de las Sombras” y revisitado en
“Fronteras Cósmicas”, es aquí decepcionamente desaprovechado puesto que en
lugar de imaginar nuevos sectores y especies, los autores se limitan a volver a
mostrar los ya vistos en esos álbumes.
Con
todo, Mèzières sigue ofreciendo momentos inspirados y demostrando gran
imaginación, sobre todo cuando juega con la composición y el tamaño de las
viñetas ampliándolas incluso hasta ocupar la totalidad de la página
prescindiendo de los márgenes. Su creatividad sigue intacta tras tantos años y
podemos seguir disfrutando de sus extravagantes alienígenas, complejos sistemas
planetarios o sofisticadas naves espaciales de grandes dimensiones, moviéndose
con su arte a través de su universo tan bien como lo hacen sus personajes. Vuelve
aquí a jugar con las imágenes digitales, integrándolas en unos pasajes en los
que no desentonan con la acción que allí se narra (representando básicamente
inestabilidades espaciotemporales). Sí se nota cierto abandono en el acabado de
las figuras, dibujadas con trazos más toscos, aunque en este apartado cabe
destacar que, signo de los tiempos, Méziéres se atreve a mostrar un revelador
desnudo de Laureline.
“Rehenes de Ultralum” denota cierto agotamiento tanto argumental como temático y gráfico. Esa mezcla épica de space opera y comentario social con la que la serie se había ganado su reputación en el comic de los años 70, se ha diluido considerablemente a estas alturas, pero sus autores tienen demasiada experiencia y talento como para que se pueda calificar de fallido. Ni mucho menos. Aunque la desaparición de Galaxity en “Los Rayos de Hypsis” demostró con el tiempo ser una equivocación, impidiendo desde entonces que la serie igualara sus anteriores logros, seguimos pudiendo disfrutar de una historia divertida, con un ritmo dinámico y un dibujo que de vez en cuando se eleva de lo eficaz a lo brillante.
(Continúa en la siguiente entrada)
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