(Viene de la entrada anterior)
¿Qué ocurre cuando un superhéroe empieza a envejecer? No se trata todavía de la ancianidad, sino de ese punto en la vida en la que correr y saltar por las azoteas vestido con licra ajustada para enfrentarse a supervillanos veinte años más jóvenes, deja de ser aconsejable. El cuerpo manda señales, las grita incluso, y uno empieza a pensar qué tipo de vida le espera más allá de esa lucha contra el crimen que nunca parece tener fin. Pues bien, esa premisa (que nunca veremos abordada en los Universos DC o Marvel) es la que plantea el arco “Trifulca de Pareja” (nº 18-21) protagonizado por Trifulca, personaje a la que habíamos visto ya en otros números pero siempre de fondo y que en esta ocasión pasa a ser la figura central.
El primer número presenta la situación que va a ir desarrollándose en los posteriores. La historia comienza en la fiesta de jubilación de Florete Negro, un conocido y apreciado héroe de la ciudad, que ha decidido colgar la espada. Esa misma noche, Trifulca y su compañero el Figura, tienen un encontronazo con el Ajedrez Humano, al término del cual ella, consciente del desgaste físico que acusan ambos, trata de hablar con él al respecto, pero éste se niega a reconocer que cada vez son menos aptos para ese trabajo.
Ello da pie a un largo flashback en el que Trifulca recordará sus orígenes como una sencilla chica de campo, Jess Taggart, cuyo padre había sido el Trifulca original, un villano que mantuvo engañada a su familia respecto a sus actividades criminales pero a la que siempre amó profundamente. Lo que sigue es una historia de origen bastante convencional: cómo la chica se ve obligada a madurar por las circunstancias tras el arresto y encarcelamiento de su padre, se hace con el equipo tecnológico de éste, se entrena duro y se dedica al oficio de cazarrecompensas para ayudar económicamente a sus hermanos. No hay nada particularmente destacable o novedoso en este pasaje, pero sí es necesario para que podamos entender el posterior desarrollo del personaje.
El segundo número sigue explorando el pasado de Trifulca, en concreto sus primeros tiempos como heroína, su aceptación en la Guardia de Honor y su relación irregular y a menudo tóxica con El Figura. Es todo muy interesante, bien narrado y con buenos ingredientes (como esa secuencia en la que una grave lesión de Trifulca cambia la dinámica de su relación con su amante). Sin embargo, las expectativas sobre lo que iba a ser este arco, una historia centrada en una heroína envejecida en el presente, no acaban de materializarse. Recuérdese por ejemplo el arco “El Ángel Caído”. Naturalmente, el origen y pasado de Jack Acero era esencial para entender al personaje y sus motivaciones a lo largo de toda la trama, pero más que el núcleo de ésta, eran un aderezo, unas pinceladas rápidas que ayudaban a perfilar el trasfondo. El origen de Trifulca, con todo lo bien que está concebido y contado, domina el argumento y deja el aspecto más interesante del mismo, su delicada situación presente, sentado en el banquillo esperando turno para saltar al terreno de juego.
Esto ocurre ya en el número 20, cuando los dilemas y acontecimientos del presente se convierten en el motor de la trama. Es ahora donde se abordan de verdad el tema del paso del tiempo para un superhéroe que no tiene más poderes que su cuerpo duramente entrenado y su habilidad de combate; y que debe afrontar la idea de que sus mejores tiempos han quedado en el pasado, que su cuerpo no será nunca ya lo que una vez fue y que quizá sea hora de dar un paso atrás, aunque ello signifique abandonar la única vida que ha conocido. Trifulca encarga una armadura repleta de avanzados gadgets tecnológicos que podría compensar su deterioro físico durante un tiempo, pero no está segura de si realmente ese es el camino que quiere tomar. En cambio, El Figura está empeñado en conseguir un suero que le devuelva su plenitud física, aunque para ello tenga que pactar con el diablo.
El episodio transcurre parcialmente en el pasado, recordando el servicio de Trifulca en las filas de la Guardia de Honor y su breve relación con su compañero MPH antes de centrarse ya en el presente, cuando ella y su socio/amante el Figura deben asumir la realidad de su situación. Aunque los capítulos anteriores de este arco se ambientaban sobre todo en el pasado, este es mucho más interesante gracias al mejor equilibrio que Busiek alcanza entre el “entonces” y el “ahora”. El breve flashback sobre el romance de Trifulca con MPH, por ejemplo, podría haberse quedado en simple relleno, pero los detalles de esa relación y la forma y razones por las que termina nos aportan información importante para comprender a la protagonista.
Como suele ser el caso en “Astro City”, este episodio funciona mejor cuando se aleja de la épica superheroica para mostrarnos a los personajes en sus momentos tranquilos e íntimos. Escenas como la ruptura entre Trifulca y MPH y las discusiones de ella con El Figura sobre cómo afrontar el futuro son las más intensas y emotivas del capítulo, recordándonos que “Astro City” no es tanto un comic de acción superheroica como un drama salpicado de los tópicos del género. Y es gracias a esos momentos y la sensación de que, por fin, la historia está avanzando en lugar de limitándose a poner las piezas en su lugar, que este episodio 20 es tan sólido. Trifulca emerge como un personaje mucho más rico y multidimensional que en los capítulos anteriores. Sorprendentemente, lo mismo puede decirse de El Figura, aunque esa recién encontrada profundidad, dado su destino, es de prever que no tendrá recorrido para desarrollarse más.
En el 21 llega el desenlace, empezando por la típica batalla entre la Guardia de Honor y el Laboratorio Negro, donde acudió el Figura para conseguir el suero que ansiaba sólo para verse engañado y diseccionado brutalmente. Esta parte es bastante convencional, el tipo de acción física que uno espera de un comic de superhéroes. Es la segunda mitad del episodio la que le insufla auténtica vida, cuando Trifulca debe tomar una decisión definitiva precipitada por la insensatez de su compañero. Prueba y rechaza su flamante y nueva armadura, se reconcilia con su pasado y abandona la vida superheroica para cuidar del gravemente herido Figura. Es esta parte la que más se identifica con el “Astro City” que los lectores hemos aprendido a apreciar, una historia con menos acción y más emociones.
Es un final moderadamente satisfactorio, pero no sorprendente. La trama se cierra como era de esperar, sin giros ni revelaciones de último momento. No es que la búsqueda del impacto en sí mismo sea mejor o peor, pero hay algo que se echa a faltar en esta conclusión; quizá una nota trágica o alguna sentencia inteligente por parte de algún personaje. Se insinúa que lo ocurrido puede tener consecuencias para el futuro, pero más sobre otros personajes que sobre los propios Trifulca y Figura.
En su edición recopilada, “Trifulca de Pareja” se cierra con los números 23 y 24, más fantasiosos y ligeros, pero sin perder del todo el sentido de lo dramático. Por alguna razón, los gorilas siempre han sido un elemento recurrente en los comic books de superhéroes, especialmente los de DC, en los que, por ejemplo, encontramos Ciudad Gorila, oculta en las junglas de África y hogar de una raza de gorilas super inteligentes gracias a un meteorito. Pues bien, cogiendo ese concepto y mezclándolo con la Tierra Salvaje de Marvel, Busiek nos cuenta que en la Antártida existe un lugar oculto por las brumas y con un microclima tropical, Montaña Gorila, poblado por gorilas inteligentes que son criados y adiestrados para ser guerreros, dado que el lugar está junto a brecha dimensional por donde se cuelan todo tipo de criaturas peligrosas.
Pero uno de ellos, Baquetas, descubre a través de internet –cuando los humanos empezaron a instalar bases de investigación en la zona- la música rock. Y su vida cambió. Nunca había tenido demasiada inclinación marcial –aunque sí recibió un entrenamiento intensivo- y decide fugarse a Astro City para conseguir un puesto como batería en un grupo de aficionados. Pero su naturaleza le impele a ayudar a aquellos en apuros y continuamente esa faceta de “superhéroe” le entorpece su auténtica vocación. Probablemente, no habrían hecho falta dos números completos para desembocar en la tontorrona solución a la que llega Baquetas para poder combinar ambas actividades, la musical y la superheroica; pero en cualquier caso este díptico nunca pretende ser algo más que una historia ligera, algo surrealista pero con encanto y, como de costumbre, con un gran trabajo de caracterización.
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