19 jul 2022

1973- SUPERLOPEZ – Jan (y 2)

(Viene de la entrada anterior)

El siguiente paso, habida cuenta la excelente recepción del nuevo “Superlópez” tanto en su serialización como en su recopilación en álbum, fue pasar del formato de historias cortas autoconclusivas al de historia larga (dividida, eso sí, en capítulos serializables en las diferentes revistas de Bruguera). Aún más, el propio personaje debía dar un paso adelante y, como sus contrapartes americanas, se integra en un grupo. Pérez Navarro escribe dos álbumes, “El Supergrupo” (1980) y “¡Todos Contra Uno, Uno Contra Todos!” (1981) con un protagonismo coral y en el que vierte su conocimiento del género (en realidad, el primero de ellos está compuesto por historietas cortas conectadas por cierta continuidad).

 

El guionista se inspiró directamente en el espíritu Marvel construido por Stan Lee, que había dominado el género desde los años 60 y que consistía en la humanización de los ídolos y el establecimiento de un conflicto permanente del superhéroe consigo mismo y con su entorno frente a la armonía y compañerismo tradicionales en los grupos de justicieros de DC. Así, los componentes del Supergrupo (Capitán Hispania, Bruto, Latas, Mago y la Chica Increíble) son trasuntos de héroes Marvel (Capitán América, La Cosa, El Hombre de Hierro, el Doctor Extraño y Ms Marvel) pero también miembros honorarios de la escudería Bruguera tradicional de personajes mezquinos y socialmente inadaptados. Así, todos ellos son cobardes, perezosos, vanidosos y egoístas y se pasan el día discutiendo por estupideces y dejándose llevar por sus egos injustificadamente hinchados. En ambos álbumes se plantean, hiperbolizados y cómicamente deformados, tópicos y situaciones propios de los superhéroes Marvel: problemas de dinero, supervillanos megalomaníacos en la sombra que maquinan planes de conquista mundial, peleas con dobles malvados de sí mismos, la captura en la base secreta y posterior huida…

 

No es de extrañar que estos dos álbumes sean considerados por muchos, incluso hoy, el culmen de una serie que aún tendría una larga vida por delante. Las situaciones son verdaderamente divertidas (la escena del banco de los superhéroes, por ejemplo, es difícilmente mejorable), las historias están bien estructuradas y se narran con buen ritmo, los diálogos tienen pegada, gracia y mucha mala uva y el dibujo de Jan es sobresaliente en diseño de personajes, expresividad, movimiento y dibujo de fondos.

 

Por entonces, la editorial norteamericana DC comics, que distribuía sus tebeos de Superman a través de Bruguera, empezó a poner problemas respecto a Superlópez por considerar que su creciente popularidad podía amenazar las ventas de su propio personaje. Aunque aquello era a todas luces una estupidez sin recorrido alguno, sí existieron presiones para que el personaje no se exportara a otros mercados europeos importantes y se dejara de utilizar al Supergrupo. Finalmente, se llegó a un acuerdo en virtud del cual Jan cambió la “S” del pecho del protagonista para alejarla del símbolo del Superman yanqui. Pero no fueron estas las razones para que, llegado este momento, se produjera otro punto de inflexión en la serie.

 

Jan veía que su personaje quedaba algo diluido integrado en un grupo (que había sido creación de Efepé) en el que otros componentes tenían tanto o más carisma que aquél. Además, en estas dos historias los personajes secundarios creados en “Las Aventuras de Superlópez” habían quedado tan marginados como la crítica social por la que Jan tenía interés. Quiso, por tanto, retomar las riendas de Superlópez escribiendo sus propios guiones. Y como tenía poco o ningún conocimiento e interés en el mundo de los superhéroes, que él consideraba propio de la cultura norteamericana y por el que no sentía afinidad, cerró esa etapa -y, con ella, su colaboración con Pérez Navarro- para orientar las futuras historietas en otras direcciones que tenían poco que ver con la parodia de aquel género. Superlópez no sería ya tanto la parodia de un campeón del Bien, un justiciero disfrazado embarcado en una cruzada contra el crimen como el protagonista (con poderes derivados de su traje) de peripecias del más diverso corte, desde el melodrama urbano más prosaico a la fantasía surrealista, y en las que no sólo incorporaba cualquier asunto que le interesara en ese momento, sino elementos, temas y problemas del mundo real, herencia quizá de su etapa cubana. En ese momento, fue posiblemente el movimiento más acertado. Ya se había dicho todo lo relevante en cuanto a la dinámica interna del supergrupo y los mencionados tópicos del género. Seguir por ese camino probablemente habría significado caer en la redundancia y consiguiente monotonía.

 

Y así, en 1980, aprovechando otro retraso en la entrega de guiones de Efepé debido a problemas personales de éste, inicia la nueva etapa ya como autor completo con el álbum (serializado en “Mortadelo Especial”) “Los Alienígenas”, inspirado en sus lecturas sobre ufología y enfocado como parodia de las películas de CF sobre “invasiones silenciosas” al estilo de la reciente “La Invasión de los Ultracuerpos” (1978) -insertando de paso también un guiño a la recién estrenada “Alien, el 8º Pasajero” (1979)-. Superlópez debe detener la misión de exploración de dos alienígenas cambiaformas en la Tierra con vistas a una futura invasión masiva. Los planes de los extraterrestres acabarán frustrados no por la valentía, ingenio y recursos de los humanos, sino por su supina estupidez.

 

Para “El Señor de los Chupetes” (1980), Jan cambia a una mezcla entre fantasía y ciencia ficción inspirada en “El Señor de los Anillos” de Tolkien, una obra entonces mucho menos popular de lo que es hoy en día. El hijo de Jan se encontraba tan obsesionado por esa novela que éste decidió convertir a los tan codiciados chupetes de la historia en metáfora de diferentes adicciones. “La Semana Más Larga” (1981) no pertenece a un género en concreto y se centra sobre todo en desarrollar al personaje en una narración dividida en siete entregas que corresponden a otros tantos días de la semana y en la que se presentan personajes que luego serán recurrentes, como el doctor Escariano Avieso (cuyos destructivos agujeros son los que traen de cabeza al protagonista en esta ocasión) o el inspector Holmez.

 

Más o menos por entonces, disminuyó la periodicidad de las aventuras de Superlópez al dividir su tiempo Jan entre ese personaje y otro nuevo creado por encargo para Bruguera, “Pulgarcito”, que acabó ocupando su propia cabecera y registrando un gran éxito. Aunque Jan sentía afecto por Pulgarcito, decidió volver a Superlópez en la creencia de que un personaje tan infantil como aquél no tendría demasiado futuro en un panorama de venta decreciente de publicaciones periódicas.

 

La siguiente aventura, “Los Cabecicubos” (1983) es una distopía en toda regla. En ella se narra el ascenso al poder de un partido totalitario que impone a la fuerza sus principios con una fuerza paramilitar (pero también convenciendo a muchos otros con argumentos insidiosos) y que está formado por individuos cuyas cabezas han sido deformadas en cubos por una fuga industrial tóxica que, además, resulta ser contagiosa. Al igual que en “La Semana Más Larga”, tenemos un entorno completamente urbano sobre el que transcurre una historia que describe mejor de lo que cabría esperar los mecanismos que utiliza una dictadura para extenderse y prosperar. Además de una crítica a la política extremista, el racismo y los prejuicios, subraya una preocupación que Jan ya había apuntado en alguna historia corta anterior del primer álbum: la contaminación ambiental producto de las emisiones industriales y de los vehículos particulares. Junto a los habituales Luisa, Jaime o el Jefe, se recupera al inspector Holmez y al general Sintacha, ambos con importantes papeles en la intriga.

 

“La Caja de Pandora” (1984) es uno de los álbumes favoritos de Jan, muy documentado y excelentemente dibujado en el que Superlópez acaba viéndose envuelto en una intriga iniciada por una facción de los dioses griegos más siniestros para exterminar a la raza humana y ocupar ellos el planeta. Intriga -con una vertiente didáctica- en la que participan también los panteones de otras deidades de la antigüedad (hindúes, aztecas y egipcios) y sus correspondientes monstruos, y que quizá sea la historia más compleja que Jan había escrito hasta la fecha. Que aquí los dioses (al menos parte de ellos) sean extraterrestres que vienen a la Tierra a bordo de naves interestelares parece una idea inspirada tanto en las teorías de Von Danniken que por entonces aún tenían cierto predicamento, como en el comic “La Feria de los Inmortales” (1980) de Enki Bilal.

 

En 1984, la serialización de las aventuras de Superlópez pasó a “Super Mortadelo” y un año después a una cabecera propia que duró apenas tres números y en la que se publicaron las primeras entregas de la última historia del personaje que Jan hizo para Bruguera: “La Gran Superproducción”. La quiebra de esa editorial interrumpió la serialización de ese álbum y la propia carrera del personaje durante un tiempo, pagando para colmo a Jan lo que se le debía en letras sin fondos. En lo que a mí respecta, “La Gran Superproducción” es el último de los grandes álbumes de la serie, una incursión de Superlópez y sus compañeros de oficina en el mundo de la producción cinematográfica. Es una historia que funciona con la precisión de un reloj, sin mucha acción convencional (persecuciones, mamporros, etc.) pero en la que no dejan de pasar cosas que sumergen a los personajes en un caos progresivamente más acelerado y que culmina en el estreno de la película que ha rodado un equipo descacharrante. Si las anteriores aventuras habían dejado algo de lado el humor para centrarse más en la aventura, en esta ocasión aquél toma preeminencia con muy buen resultado (aprovechando, además, para meter más de una pulla a la industria del cine, los divismos de las celebrities o la estupidez de los intelectuales de pacotilla).

 

A estas alturas y libre de las rígidas convenciones de la Bruguera tradicional, Jan se había convertido en uno de los mejores dibujantes de estilo humorístico de nuestro país. Como ya apuntaba antes, los personajes siguen siendo claramente caricaturescos y las viñetas suelen incluir pequeños detalles surrealistas en los fondos o los figurantes secundarios; pero al mismo tiempo, y alejándose del esquematismo y síntesis tradicional de la escuela Bruguera, retrata con realismo tanto el ambiente urbano (coches, tiendas, edificios) como los interiores (mobiliario, decoración, vestuario) e incluso lo irreal, como la maquinaria alienígena o las bases secretas de los villanos. Su capacidad expresiva y sentido de la narración están plenamente desarrollados y aunque él siempre insistió, ya lo comenté, en que no era un dibujante humorístico, demuestra tener un excelente ojo y capacidad plástica para la construcción de gags y situaciones cómicas.

 

En 1987, Jan retoma a Superlópez bajo el sello de Ediciones B, que se había hecho con los fondos y derechos sobre los personajes de Bruguera; primero en su propia cabecera y luego en otros títulos para luego pasar a ser editado directamente en álbumes, formato en el que el personaje continuará su andadura con periodicidad regular durante décadas. “Al Centro de la Tierra” (1987), que continuaba en cierta medida “La Gran Superproducción”, fue la primera entrada de esta nueva etapa.

 

Sin embargo, y esto es una opinión absolutamente personal que evidentemente no comparte mucha gente habida cuenta del continuado éxito que Superlópez ha venido cosechando durante décadas, la serie en su última etapa con Ediciones B pierde buena dosis de la originalidad, chispa y frescura de sus primeras entregas; lo cual no deja de ser paradójico dado que las ventas del personaje y la política de la editorial que ahora era su casa concedían a Jan mayor flexibilidad y libertad en los guiones.

 

Tras leer varios de los números que siguieron a “La Gran Superproducción”, mi impresión fue que, mejorando el dibujo en todos sus aspectos, las historias se simplifican y el resultado oscila entre lo moderadamente interesante y curioso hasta lo francamente olvidable. Se repiten los chistes; se blanquean los personajes secundarios de la oficina de López para que de antagonistas se transformen en aliados; menudean en exceso imágenes panorámicas representando localizaciones reales sin más objetivo aparente que el mostrar el esfuerzo de documentación realizado por el autor; las narraciones se alargan artificialmente con escenas de acción que aportan poco; y, sobre todo y aunque de vez en cuando los guiones contengan su dosis de ingenio en la premisa y se haga un esfuerzo por tocar temas de actualidad o buscar inspiración en grandes obras de la literatura universal, se cae con frecuencia en el moralismo buenista con evidente destino a un lector infantil. A todo ello no ayudó la decisión de Ediciones B de recortar el número de páginas de los álbumes, de 62 a 48, lo que forzosamente implicaba una mayor síntesis y menor profundidad.

 

Superlópez siguió acumulando álbumes año tras año hasta llegar 2022, momento en el cual Jan anuncia que deja la serie tras casi noventa aventuras del personaje y medio siglo de vida. Personaje que puede ya enorgullecerse de figurar en el olimpo de la historieta española gracias a su longevidad y prolongada popularidad, sólo superada por los incombustibles “Mortadelo y Filemón”. “Superlópez” ha conseguido sobrevivir a presiones y catástrofes editoriales tanto como a modas pasajeras, conectando con cada generación de lectores y demostrando una resistencia y capacidad de renovación envidiables que sólo se explican gracias al compromiso de Jan con su creación, su talento como dibujante y guionista y capacidad de trabajo.  Aunque yo sólo recomendaría de forma incondicional los primeros nueve álbumes, está claro que “Superlópez” es la obra de toda una vida, un personaje que, siendo muy español, supo romper con las tradiciones historietísticas patrias ya exhaustas para acercarse al tipo de comic que practicaban los primos europeos, encontrando con ello el éxito internacional y conservando siempre su independencia, integridad, coherencia y honestidad creativa.

 

 

6 comentarios:

  1. Coincido plenamente en tu valoración: los nueve primeros álbumes son deliciosos, fabulosos, esplendorosos, ... A pesar de haber superado los cincuenta tacos, sigo releyéndolos de vez en cuando con fruición. Enhorabuena por tus escritos!

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    1. Volví a releerlos para escribir el artículo, y volví a disfrutarlos una vez más... la enésima. No han envejecido casi nada y siguen siendo muy divertidos. Gracias por pasarte por aquí. Un saludo

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  2. Magnifico, me lo he pasado en grande leyéndolo. Mil gracias

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  3. Buen articulo , muy documentado, felicidades.
    "Aunque yo sólo recomendaría de forma incondicional los primeros nueve álbumes"

    Estoy de acuerdo, aunque el de los petisos se deja leer por ser tipo "elige tu propia aventura".
    El resto, bueno , la verdad de los que he leído no hay ninguno que realmente merezca la pena,El guión flojea siempre y el dibujo cada vez va a peor.
    Creo que la editorial debió obligar a Jan a tomar un guionista y ayudante en el dibujo para evitar la fuga de lectores.
    Pero francamente el personaje ya llevaba décadas muerto, en realidad no se terminó este año.

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  4. Es cierto, los 9 primeros están bien , pero el resto son totalmente prescindibles.
    Si acaso el de los petisos para que el lector le de un final digno al personaje.
    Es una pena que después de tantos albums , el balance sea tan pobre.
    Nada que ver con el Mortadelo de Ibáñez que cumplió 50 años de forma digna y sin ser cancelado por falta de ventas.

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