(Viene de la entrada anterior)
¿Fue el número 3 (enero 64) la continuación de una historia que, a su vez continuaba en otra serie? ¿O el primer crossover múltiple de la historia de los comics? Sea como sea, el enfrentamiento entre Hulk y el resto de los héroes Marvel representa el ejemplo perfecto no sólo de un elemento clave en estos años de consolidación editorial y creativa sino de las posibilidades inherentes a un universo de ficción compartido. Y aunque el tener a un solo guionista/editor y un solo dibujante al cargo de un limitado número de títulos hacía más fácil manejar y mezclar todos estos personajes, es muy probable que en esta etapa temprana del Universo Marvel, ni Stan Lee ni Jack Kirby hubieran planeado las cosas con demasiado detalle.
Y es que la historia comienza en este número 3 de “Los Vengadores”, continúa en “Journey into Mystery” nº 112, salta a “Cuatro Fantásticos” 25 y 26 y concluye en “Vengadores” nº 5. Para confundir las cosas aún más, la historia arranca en realidad al final de “Vengadores” nº 2, tras la derrota que el equipo inflige al malvado Fantasma del Espacio. Como ya he dicho, Hulk se da cuenta de que, en realidad, sus compañeros no confían en él y, sin tampoco haberse sentido integrado en el grupo, se marcha, dejando a los demás preguntándose cuándo y cómo golpeará de nuevo.
Ahora, si al lector le gustaba el tono épico y los números repletos de personajes, con este número no iba a quedar decepcionado. En “Los Vengadores se encuentran con el Sub-Mariner”, el dibujo de Kirby se impone al soso entintado de Paul Reinmann (excepto cuando ha de dibujar a Spiderman. Claramente, Ditko fue la elección apropiada) en esta historia de 25 páginas que parece mucho más larga de lo que en realidad es. Sub-Mariner ha convencido a Hulk para unirse en su campaña contra la raza humana. Los Vengadores comienzan su búsqueda de Hulk visitando a todos los superhéroes existentes entonces en el Universo Marvel (excepto el Doctor Extraño. En cuanto a Daredevil, aún no había nacido como personaje), recopilando información sobre el paradero de su temperamental socio antes de traslardarse al Oeste para pasar a la acción.
El enfrentamiento queda en tablas hasta que vuelven a encontrarse en las profundidades del peñón de Gibraltar. Allí, se encaran no sólo con Hulk sino también con su nuevo aliado, el Sub-Mariner. En la trifulca subsiguiente, la batalla arrecia cuando ambos bandos utilizan una variedad de material desechado de la Segunda Guerra Mundial. Como es lo normal en este tipo de episodios, no se llega a una conclusión definitiva: ante la imposibilidad de superar al enemigo, unos y otros detienen las hostilidades hasta mejor ocasión. Pero tampoco supuso el final de la historia, porque el grupo continuaría su persecución de Sub-mariner en el siguiente número y la de Hulk en “Cuatro Fantásticos” nº 25.
A estas alturas, parece que Lee y Kirby no tenían aún claro si inclinar a Hulk hacia el lado de los héroes o de los villanos (recordemos que por entonces no tenía serie propia). Pero en esta ocasión aprovecharon su intervención en la historia para modificar una parte integral del personaje. Hasta el último número de su cancelada colección, Bruce Banner se transformaba en Hulk utilizando un dispositivo que le bombardeaba con radiación gamma. En este episodio de “Los Vengadores” se introduce el concepto de que el cambio se produce, fuera de su control, cuando Banner se ve sometido a altos niveles de estrés –aunque sí seguirá necesitando la máquina para retornar a la identidad humana-.
Otra novedad es la de la armadura de Iron Man, presentada en “Tales of Suspense” nº 48 (dic 63), diferente a la voluminosa y poco estética que había llevado hasta ese momento y que será la base para futuras transformaciones sobre el mismo modelo. Tampoco es que funcione demasiado bien: se bloquea al ser rociada con “polvo mineral” y Namor le estropea la placa pectoral que mantiene el corazón de Stark latiendo.
En cuanto a Namor, sigue siendo un villano (en su última aparición, en el Anual nº 1 de los Cuatro Fantásticos, había liderado una invasión atlante contra el mundo de la superficie). Aún están lejos los días en los que cambiará de afiliación y volverá a aliarse con Hulk para formar Los Defensores.
El equipo sigue sin actuar como tal y el argumento es poco más que una excusa para orquestar batallas. Al menos, en esta ocasión Lee supera el eterno problema de un equipo con miembros tan poderosos como Thor e Iron Man, a sabe: encontrar villanos que supongan una auténtica amenaza. Hulk y Namor, desde luego, tienen poder más que suficiente para mantener a raya a los héroes.
Pero lo que más llama la atención –al menos con la actual sensibilidad- es la completa marginación que sufre la Avispa. Tiene mejores poderes que el Hombre Hormiga (puede volar y dispara rayos aturdidores) pero se aparta voluntariamente de la acción física y la dejan fuera de combate sin haber llegado a intervenir en el mismo. Aun peor, la escena que la presenta en el centro es aquella en la que flirtea con otro hombre (la primera vez que se introduce esta característica del personaje, si bien aquí se deja claro que es para despertar los celos de Pym). O habría que decir, dios, porque tras una de las pomposas declaraciones de Thor, la banal respuesta de la Avispa es: “¡Aún espero ver qué pinta tienes con un buen traje y el pelo corto! Con esos hombros, esos ojos… mmmm”.
La mayoría de las referencias que siempre se encuentras respecto a Vengadores nº 4 (marzo 1964) se centran, y con razón, a la primera aparición del Capitán América de la Edad de Plata. Y lo cierto es que sólo ese hecho ya serviría para destacar este episodio. Pero lo que se suele mencionar con menor frecuencia es que esta historia es también una secuela directa de la acción que se narraba en el capítulo precedente. Comienza en el Atlántico norte, cuando un frustrado Sub-Mariner, enfurecido por su derrota frente a los Vengadores, se encuentra con un grupo de esquimales venerando una borrosa figura atrapada en un bloque de hielo.
Tan violento y desconsiderado como de costumbre, Namor levanta el pedazo de hielo y lo arroja al mar. Casualmente, los Vengadores lo descubren mientras regresan del peñón de Gibraltar y lo suben a bordo de su submarino. Para su sorpresa, descubren que se trata del cuerpo del Capitán América, dado por muerto décadas atrás. Los sorprendidos héroes reaccionan con la esperada incredulidad y maravilla antes de aceptar al centinela de la libertad en sus filas (desde luego, a los Vengadores no les gustaba perder el tiempo).
Lee, que era aún un adolescente trabajando en Atlas Comics cuando Kirby y Joe Simon crearon al Capitán América para esa editorial en 1941, quería recuperar al personaje. Unos meses antes, en noviembre de 1963, había presentado en “Strange Tales” nº 114 (la colección dedicada a la Antorcha Humana de los Cuatro Fantásticos) a un Capitán América que al final resultaba ser falso. La intención de ese truco editorial era comprobar la reacción de los lectores a través de sus cartas; y ésta fue tan entusiasta, que inmediatamente se dispuso a integrarlo en las filas de los Vengadores.
Ahora bien, el Capitán América (junto a la Antorcha Humana original) había disfrutado de un breve revival como adversario de villanos comunistas en 1954 y que no tuvo demasiada repercusión. Por alguna razón, Lee decidió ignorar esa etapa para la continuidad que estaba creando y explicó que el Capitán había quedado congelado desde 1945, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, hasta 1964, cuando lo descubren los Vengadores. Esta idea convirtió a un superhéroe patriótico ya casi olvidado de la Edad de Oro en una auténtica leyenda. Mientras que Batman o Spiderman han experimentado a lo largo de su historia continuas adaptaciones a los nuevos tiempos y lectores, el Capitán América siempre ha sido un hombre fuera de su época (no obstante, el Capitán de los 50 sería reintroducido en la continuidad oficial por el guionista Steve Englehart en 1972, explicando que se había tratado en realidad de dos sustitutos reclutados por el gobierno).
De vuelta en Nueva York, mientras el Capi se pone al día tras veinte años de vida perdida, sus nuevos compañeros son convertidos en piedra por un extraño alienígena en la guarida de unos gangsters locales. La implausible situación es resuelta por el Capitán América en esta su primera aventura de la nueva etapa, y cuando los Vengadores son liberados ayudan al extraterrestre a sacar su nave del fondo del mar para que regrese a su planeta. ¿Se capta ahora la conexión? Aquí es donde Sub-Mariner vuelve a entrar en escena. Él y sus ejércitos submarinos atacan a los Vengadores y pelean hasta el esperado empate y retorno del príncipe de los mares a sus dominios. Ominosamente, las viñetas finales de la historia muestran a Rick Jones preguntándose que hará Hulk cuando averigüe que el chico al que rescató de una muerte segura lo ha abandonado a favor del Capitán América.
Y sí, resulta que el Capitán América acoge como pupilo a Rick Jones. Y lo hace atormentado por el recuerdo de su compañero juvenil de aventuras, Bucky Barnes, que murió tratando de detener una bomba voladora experimental de los nazis mientras el Capi caía al oceáno Atlántico y quedaba congelado. Ese duelo acompañará al personaje durante buena parte de su carrera inicial tras ser reanimado, sobre todo en sus aventuras individuales que se narrarían en “Tales of Suspense” una vez el personaje cobró popularidad entre los lectores.
Y es que la inclusión del Capitán América en Los Vengadores cambió por completo la colección. Al principio, era el único de sus miembros que carecía de serie propia, pero no importó. Stan Lee supo darle un arco emocional propio dentro de “Los Vengadores” y no tardó en convertirse en el núcleo emocional del grupo. Es más, su experiencia bélica y adiestramiento de combate le convirtieron –de facto al principio y oficialmente después- en el líder táctico cuando llegaba la hora de entrar en acción.
Como buen alquimista editorial que era, Stan Lee supo ver que aquél era el momento idóneo para la reintroducción de un héroe que había nacido en un momento de necesidad patriótica para su nación y que se había resucitado en plena Guerra Fría por las mismas razones, pero que a no mucho tardar y con la cada vez mayor intervención de Estados Unidos en Vietnam, iba a ver ampliamente criticados los valores que encarnaba. En tan solo tres o cuatro años, no habría sido ya posible recuperar al Capitán América en su esencia más pura, tal y como aquí lo vemos.
Como si se tratara de un epílogo a los hechos narrados en los episodios anteriores, tanto de los Vengadores como de Los Cuatro Fantásticos nº 25 y 26, “Los Vengadores” nº 5 (mayo 1964) se abría con el equipo regresando a su mansión en Nueva York para revisar el daño causado en ella por la irrupción de Hulk cuando éste secuestró a Rick Jones en el número 26 de los FF. Los Vengadores se separan para continuar cada cuál con su vida, pero pronto han de reunirse de nuevo llamados por Thor cuando llegan noticias de una misteriosa colina en el Sudoeste, un montículo no natural que parece crecer cada vez más.
Como cualquier aficionado sabía ya por entonces, el solitario desierto era el lugar preferido por Hulk y no pasa mucho tiempo antes de que el gigante verde haga su aparición y sufra el ataque de sus antiguos compañeros. En realidad, aparece sólo después de unas diez páginas de acción dibujadas por Kirby en las que nos enteramos de que la colina en cuestión no es un accidente geológico sino una enorme piedra empujada hacia la superficie por la raza de los Hombres de Lava, uno de los cuales, Molto, había luchado contra Thor en “Journey Into Mystery” nº 97. Pero ahora, es Molto el que se opone a los planes de su pueblo, manipulados por su hechicero sediento de poder, de arrasar la superficie provocando la explosión de la roca, que es en realidad un inestable meteorito.
Pronto los Vengadores se dan cuenta de que la inmensa fuerza de Hulk es lo único que puede impedir que la piedra explote “llevándose la mitad del planeta con ella”. El Hombre Gigante deberá atraer al gigante a la posición justa en la que un golpe suyo provoque la implosión en lugar de la explosión. El plan funciona, pero la onda expansiva es de tal magnitud que Hulk regresa a su identidad humana de Bruce Banner, dejando a los Vengadores incapacitados para encontrar y ayudar a su antiguo miembro.
Así terminaba el primer crossover multitítulo entre Vengadores y Cuatro Fantásticos con Hulk como hilo conductor. ¿Había sido algo planificado desde el principio por Lee y Kirby o se lo iban inventando a medida que avanzaban? Es díficil de decir tantos años después, pero una cosa está clara: contribuyó a que ambos creadores se dieran cuenta de las posibilidades de una historia de este tipo y del potencial de un mundo de ficción interconectado.
No es que sea este un número particularmente bueno, siendo lo más destacable el dibujo de un Kirby que ya se estaba haciendo a dibujar todos esos superhéroes actuando al unísono. Pero hay demasiados sinsentidos aquí como para que el argumento funcione bien; por ejemplo, la torpe forma en que se aparta a Thor de la acción (una “onda radioactiva” le transforma en Don Blake y le deja tan débil que no puede ni golpear de nuevo su bastón para recuperar su forma divina); o las coincidencias requeridas para encajar a Hulk una vez más en la historia. Y hablando de Hulk, a pesar de haber abandonado el grupo tres números atrás, seguía figurando en el banner de la portada como miembro (en el que ya se había añadido también al Capitán América), pero Stan Lee seguía sin decidirse si incluirlo como miembro de pleno derecho o dejarlo como villano. Quizá estas continuas intervenciones, que no le hacían ningún favor como personaje, tenían como propósito provocar una reacción positiva en los lectores que desembocara en la reactivación de su colección.
Basta un rápido vistazo a la portada del número 6 (julio 64) para hacerse una idea bastante aproximada de lo que esperar: los Vengadores enfrentados a un nuevo grupo de supervillanos, los Amos del Mal (aunque esa denominación sólo se menciona en el título de la historia). Liderados por otro personaje nuevo, Zemo, cada uno de sus componentes ha combatido en solitario con alguno de los Vengadores: el Hombre Radioactivo había sido adversario de Thor en “Journey into Mystery” nº 93 (junio 63); el Caballero Negro (tío de Dane Whitman, posterior superhéroe y Vengador) había medido sus fuerzas contra el Hombre Gigante y la Avispa en “Tales to Astonish” nº 52 (febrero 64); y el Fundidor había puesto en problemas a Iron Man (que aquí, por cierto, lleva una nueva armadura presentada el mes anterior en “Tales of Suspense” 54) en “Tales of Suspense” nº 47 (nov.63).
Zemo (el título de “Barón” se le añadiría más adelante), como he dicho, fue creado para este número, pero Lee y Kirby hicieron con él un ejercicio de lo que hoy llamamos “retrocontinuidad”. Y es que se nos informa de que aquél había sido un villano nazi (en la cultura popular los nazis siempre han sido una apuesta segura cuando se trata de crear adversarios perversos) que, a raíz de un encuentro con el Capitán América, fue víctima de su propia invención: el “Adhesivo X”, un superpegamento que adhirió para siempre su rostro a la máscara que solía llevar para ocultar su auténtica identidad. Zemo huyó a las selvas amazónicas, donde se estableció como tiranuelo local. Al enterarse por la prensa del regreso del Capitán América, decide satisfacer su sed de venganza y recluta el mencionado grupo de supervillanos para que siembren el caos en Nueva York con su adhesivo X, atraigan a los Vengadores a la batalla y le brinden así la oportunidad de medirse cara a cara contra su némesis.
Una de las mejores virtudes de este comic es, sin duda, el dibujo de Jack Kirby, que aquí demuestra por qué se erigió como el titán gráfico del comic de superhéroes. Sus viñetas rebosan energía y dinamismo en las escenas de acción. Basta mirar, por ejemplo, la última viñeta de la página seis, en la que se muestra a los Vengadores entrando en combate como equipo, sin fondo alguno para poner toda la atención sobre el movimiento de esas figuras. Pero es que, además, supo darle a cada personaje un estilo visual distinto, desde el poder contenido de Thor a la agilidad del Capitán América o el manejo de Iron Man de los trucos de su armadura.
Aunque llevaba en el equipo tan solo tres números, es evidente que Lee le dedica más tiempo al Capitán América que al resto de los Vengadores. Esto es algo lógico dado que los demás contaban con sus propias colecciones. Tanto por la forma en que interactúa con sus compañeros (ya sean los Vengadores o la Brigada Juvenil, a los que en el anterior número vimos adiestrar en ejercicios acrobáticos) como por el enriquecimiento de su propio pasado (toda la historia gira alrededor de un antiguo enemigo suyo), el Capitán América es el personaje que más crece en este episodio. Incluso se trata de “actualizar” su escudo incorporándole unos transistores diseñados por Stark, invención que –afortunadamente- no tuvo recorrido.
Sin embargo, hay algo que resulta llamativo en el enfoque que decide darle Stan Lee. Cuando despertó de su congelación, el Capitán América había perdido veinte años de su vida. Eso significa que casi todos los que conoció durante la guerra (si sobrevivieron a la misma, claro) tendrían entre cuarenta y cincuenta años. Pues bien, en lugar de tratar de encontrarlos y recuperar sus antiguos contactos sociales, decide centrarse en otra cosa: “¡El ansia de venganza! ¡Como Vengador, juro que dedicaré mi vida, si es preciso, a encontrar al responsable de la muerte de Bucky! ¡Sólo entonces me sentiré en paz!”. Lo cual ni es muestra de una psique demasiado sana ni refleja la de un soldado que, forzosamente, vio caer en combate a muchos de sus camaradas. Pero bueno, esto son comics…
Por otra parte, Rick Jones parece estar encontrando su lugar como líder de esa especie de grupo de apoyo de los Vengadores que es la Brigada Juvenil. Su rol es similar al que sólo había empezado a perfilarse en la colección de Hulk antes de ser cancelada. Era una idea con un potencial que nunca se llegó a explotar. Como veremos, Jones fue durante un breve tiempo el sidekick del Capitán América como una especie de Bucky Barnes renacido y luego pasaría a servir de alter-ego del Capitán Marvel en sus andanzas cósmicas.
Por primera vez, vemos a los Vengadores actuar como un equipo. Ya no bastan sus poderes individuales para conjurar la amenaza sino que deben recurrir a la estrategia, se ayudan unos a otros y actúan conjuntamente. Puede que los villanos que conforman los Amos del Mal no sean primeras espadas, pero la idea básica subyacente es sólida y demuestra, una vez más, el potencial del universo compartido con continuidad que permitía intersectar personajes y aventuras. Éste era precisamente uno de los desafíos del nº 6 de “Los Vengadores”. Rara vez se habían visto reunidos tantos personajes extraídos de la continuidad de otras colecciones y que todo discurriera de forma natural. Aunque no sin alguna discordancia, claro. Algunos de los villanos registran cambios menores para tener un mejor encaje en la historia, pero el Hombre Radioactivo había parecido morir al final de “Journey into Mystery” nº 93 y no se da ninguna explicación a su regreso. Pero dicho esto, el riesgo mereció la pena y se solventó con éxito, porque ayudó a conectar la colección de “Los Vengadores” con los títulos individuales de sus miembros y, consecuentemente, cimentar aún más el Universo Marvel.
(Continúa en la siguiente entrada)
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