18 feb 2022

1971- EL HOMBRE-COSA – Steve Gerber y varios (y 4)


(Viene de la entrada anterior)

 

Otra de las historias más celebradas de Gerber en “El Hombre-Cosa” -aunque al mismo tiempo bastante tópica-, llegó en “Giant-Size” nº 4. “¡El Chico Sale Esta Noche!” trata sobre el acoso escolar, un tema polémico pero no específicamente prohibido por el Comics Code Authority. La tragedia combina viñetas con algunos pasajes de texto extraídos del diario del joven que se ha suicidado y con cuyo funeral se abre la historia.

 

Sin saber nada aún de lo que ha sucedido, se nos presentan a sus hipócritas familiares y allegados y, conforme se va desarrollando la trama, se desvela cómo contribuyó cada cual a la muerte del chico, Edmond Winsted, un adolescente con sobrepeso, incomprendido, marginado y ridiculizado tanto por sus compañeros de instituto como por su familia. Basado en hechos reales –el acoso escolar no es ni mucho menos un problema actual-, la ira de Gerber supura por cada página de esta pesadilla escolar y utiliza al Hombre-Cosa para impartir una justicia tan merecida como despiadada contra los responsables. De nuevo, una lástima que el equipo gráfico, Ed Hannigan, Ron Wilson y Frank Springer, fracasen miserablemente a la hora de aportar los matices emocionales que forman la base de la historia.

 

El “Giant-Size” nº 5 (agosto 75), incluía, junto a la historia de Steve Gerber, otra escrita por Len Wein, que, irónicamente, había creado en DC unos años antes a “La Cosa del Pantano”, pero que por entonces era ya editor en jefe de Marvel sustituyendo a Roy Thomas. “Los Pecados de los Padres”, dibujada por John Buscema, tiene una prosa elegante y un desgarrador argumento de Romeo y Julieta: dos adolescentes enamorados que mueren víctimas del odio que se profesan sus respectivas familias. El Hombre-Cosa nada puede hacer ante una situación tan horrible.

 

Una de las razones por las que las aventuras del Hombre-Cosa, tanto en su etapa inicial en “Adventure into Fear” como en su propia colección, puedan parecer poco atractivas a un lector moderno, es que su dibujo no le hace justicia. Rara vez tuvo un artista competente que pudiera transmitir esa mezcla de claustrofobia, fantasía, terror y cotidianeidad que componen los guiones. Compárese, por ejemplo, la intensidad y atmósfera de la historia inaugural de Gray Morrow o las páginas que dibujó Neal Adams para “Astonishing Tales” 12, con el trabajo de los dibujantes primerizos que le asignaron al personaje, empezando por Howard Chaykin y siguiendo por Jim Starlin para terminar con Val Mayerik, que entonces contaba 23 años y se enfrentaba a su primera serie regular. Habida cuenta de la ambientación, el diseño del monstruo titular y el continuo cambio de personajes, no era un encargo fácil y Mayerik lo resolvió con todo el entusiasmo y fallos de un dibujante novel.

 

Por otra parte, Mayerik vivía y trabajaba en Ohio y no mantenía contacto directo con Gerber más allá de recibir sus detallados guiones. Dado que debía enviar su trabajo a Nueva York, no había tiempo para devolverle las páginas en el caso de que el director artístico, John Romita, decidiera que había escenas mal resueltas, así que hacía los cambios él mismo, lo que provocaba de vez en cuando saltos de estilo evidentes. Y para colmo, nunca le asignaron un entintador que podría haber mejorado algo o mucho el dibujo. Ninguno de los que desempañaron esa labor (Frank Bolle, Chic Stone, Frank McLaughlin y, sobre todo, Sal Trapani) entendían los lápices de Mayerik. Basta con ver la diferencia cuando éste empezó a entintar sus propios lápices en las historias de “The Living Mummy” que se publicaban en “Supernatural Thrillers”.

 

Mike Ploog fue quizá el artista más adecuado a lo que Gerber tenía en mente, si bien su estilo deriva quizá más de la cuenta hacia la caricatura y sufre del mismo problema que Mayerik: entintadores torpes o perezosos que no saben darle el volumen y el acabado que merece y drenan buena parte de su vitalidad y barroquismo. Pero ni siquiera con esas zancadillas consiguieron estropear sus primeros planos del Hombre-Cosa, con esos grandes ojos, vidriosos y sin emoción, mirando al lector.

 

John Buscema también participa en varios episodios tanto de la serie regular como de “Giant-Size” y aunque me resulta difícil decir nada malo de él, aquí su trabajo no pasa de lo profesional. Alfredo Alcalá dibujó y entintó sendos episodios para la serie mensual y la quincenal, demostrando no sólo el excelente artista que era sino el nivel al que la colección podría haber llegado de no haber tenido tan mala suerte con los dibujantes. El último artista que se encargó de forma regular de la colección mensual fue Jim Mooney, que sin estar a la altura de John Buscema, sí le adelanta a la hora de añadir una capa extra de surrealismo en las imágenes cuando la historia lo requiere y, en este sentido, está más en sintonía con Gerber.

 

En 1975, Marv Wolfman, a la sazón editor en jefe de Marvel, se encontró con que sus jefes, Cadence Industries, manifestaron su desconfianza respecto a las cifras de beneficios que arrojaba la compañía. Las ventas a través de quioscos y supermercados parecían demasiado altas para ser reales y, efectivamente, tras realizar una investigación, se confirmó el peor de los escenarios: Marvel estaba perdiendo cantidades enormes de dinero. Solamente en los primeros seis meses de 1975, las pérdidas ya ascendían a dos millones de dólares. El presidente de Marvel, Al Landau, fue despedido y sustituido por Jim Galton, antiguo presidente de Popular Library Books, una editorial de libros en rústica propiedad de la CBS. Su mandato era conseguir que Marvel fuera rentable. Si no lo conseguía en dos años, Cadence cerraría la compañía.

 

No le costó mucho a Galton darse cuenta de que Marvel producía demasiados títulos cada mes. Había llegado el momento de ajustar las cifras y la primera víctima fue la línea de comics de terror, que había dejado de gozar de la popularidad de antaño, entre otras cosas por la sobresaturación del mercado. Así que con fecha de portada diciembre de 1975, se cancelaron “Creatures on the Loose”, “Crypt of Shadows”, “Dead of Night”, “Fear”, “Frankenstein”, Giant-Size Chillers”, “Giant-Size Werewolf”, “Night Rider”, “Supernatural Thrillers”, “Uncanny Tales”, “Vault of Evil”, “Where Monsters Dwell” y los dos títulos del Hombre-Cosa, “Man-Thing” y “Giant-Size Man-Thing”. También se jubilaron “Dracula Lives”, “Haunt of Horror”, “Masters of Terror”, “Monsters Unleashed”, “Tales of the Zombie” y “Vampire Tales”. Una auténtica escabechina de la que sólo escaparon “La Tumba de Drácula”, escrita por Marv Wolfman y dibujada por Gene Colan; y “Werewolf By Night”, de Doug Moench y Don Perlin; así como tres antologías, “Chamber of Thrills”, “Tomb of Darkness” y “Weird Wonder Tales”.

 

Así, el último número de “Giant-Size Man-Thing” fue el mencionado 5, mientras que la colección se interrumpió dos meses después con el nº 22 (octubre 75). Pero Gerber, conocedor de la cancelación con cierta antelación, decidió hacer una despedida que se cuenta entre los comics más extraños y atrevidos de la Marvel de los 70. “El Cosmos hace POP” cierra el arco argumental que venía desarrollándose desde el nº 19 mezclando un superser disfrazado de luchador mexicano que vampiriza la energía vital de sus víctimas; y una conspiración de control mental para liberar un demonio extradimensional.

 

Lo original es que el propio Gerber –dibujado por Jim Mooney- se inserta como personaje de la historia, escribiendo una carta a su editor, Len Wein. Resulta que Dakimh, el mago creado por Gerber en el nº 14 de “Adventure Into Fear” le había estado contando historias que él había reconvertido en guiones de comic y ahora tiene la oportunidad de participar como testigo directo de los maravillosos eventos cósmicos que van a tener lugar. En la última viñeta y ante la mirada del Hombre-Cosa, Dakimh le estrecha la mano a Gerber: “Yo…Nosotros, deseamos expresar nuestro agradecimiento por todo lo que has hecho. Tal vez nuestros destinos volverán a cruzarse de nuevo algún día”. El último cuadro es uno de texto firmado personalmente por Gerber: “Y así fue, Len, Dakimh me estrechó la mano…El Hombre-Cosa se me quedó mirando (¡como si lo hubiera abandonado, maldición!)… Y se desvanecieron en una nube de humo. Es hora de que yo haga lo mismo. Ha sido divertido. Lo echaré de menos. Pero no puedo continuar. Eso es todo. Cuídate. Te veré pronto”.

 

Según declaró Gerber en una entrevista, aquél final surgió de la conexión que él sentía haber formado con los lectores del comic durante cuatro años y el deseo de ofrecerles algo verdaderamente especial y personal. Y así fue porque ese final fue uno de los mejores de cualquier cómic de la época y un ejercicio de metaficción que se adelantó treinta años al trabajo de los guionistas británicos en DC.  

 

A partir de aquí, el Hombre-Cosa pasó a desempeñar el rol de estrella invitada en las colecciones de otros personajes. En “Incredible Hulk” 197-198 (dic 75-enero 76), el gigantón gamma se enfrentaba con él y le llamaba “nariz de zanahoria”. “Marvel Team-Up” 68 (abril 78) narraba la extraña alianza de Spiderman y el Hombre-Cosa contra Despayre. Aparecía también en “Marvel Two-In-One” 43 (septiembre 78), mezclándolo con La Cosa, el Capitán América y el Cubo Cósmico.  En “Doctor Extraño” 41 (junio 80), el hechicero supremo absorbía las energías de la criatura para deleitar al lector con una aventura extradimensional. El propio Gerber volvería ocasionalmente a su monstruo favorito en las páginas de “Howard el Pato” y un psicodrama en blanco y negro para “Rampaging Hulk” nº 7 (febrero 78).

 

Gerber fue un guionista que creyó firmemente que los comic-books podían contar algo más relevante y sofisticado que la enésima batalla entre Spiderman y el Doctor Octopus y así lo demostró en “El Hombre Cosa”. Al entretejer en sus relatos de fantasía terrorífica temas como el poder y la violencia, la política, el medioambiente, los derechos de las minorías, el acoso, la depresión, el racismo o la intolerancia religiosa, no sólo desafió el reinado del Comics Code Authority sino que se adelantó a su tiempo, por mucho que no se le haya reconocido lo suficiente.

 

Gerber demostró que, como en el caso de The Heap, un monstruo del pantano irracional era un personaje viable y, en las manos correctas, un concepto infinitamente flexible que podía funcionar bien tanto en el ámbito superheroico como en el terror o los dramas psicológicos. Su etapa en El Hombre-Cosa demostró su versatilidad como guionista y la adaptabilidad que encontró para el personaje. Mientras que Len Wein utilizó a su Cosa del Pantano como vehículo para clichés del terror gótico y fantástico, el Hombre-Cosa saltaba sin solución de continuidad de la fantasía más desbocada al drama doméstico. De haber contado con el apoyo de un dibujante como el que tuvo Len Wein en “La Cosa del Pantano” (el gran Bernie Wrightson), éste podría haber sido uno de los comics más recordados de la década.

 

Aparte del dibujo, no todo funciona en “El Hombre-Cosa” (por ejemplo, la sobreabundancia de texto expositivo, hoy considerado innecesario, ralentiza el ritmo), pero la ambición de lo que estaba intentando Gerber ha aguantado el paso del tiempo y, aunque entonces no lo sabía, se adelantó en diez años a lo que los mucho más conocidos guionistas británicos hicieron con el comic norteamericano a partir de mediados de los ochenta, sobre todo en el sello Vértigo de DC. El episodio, por ejemplo, en el que el mundo se vuelve loco, tiene un equivalente en una historia de Caín y Abel; y el propio Gaiman, cuando Gerber falleció en 2008, reconoció haberse sentido influido por el Nexo de Realidades de “El Hombre-Cosa” a la hora de imaginar su “Sandman”. La idea de Gerber de incluirse como personaje en un episodio final completamente metalingüístico, la repitió Grant Morrison con mucha más alabanza pública en “Animal Man”.

 

Más episodios de los que podría pensarse siguen siendo hoy una lectura interesante, emotiva y en sintonía con los tiempos actuales, como todo lo relacionado con el pánico moral, la intolerancia o la angustia juvenil. Como siempre sucede en estos casos, la calidad de las historias varía, pero, en general, el nivel es aceptable incluso en sus momentos menos inspirados y sobresaliente en otros, sobre todo en aquellos episodios que se apoyan en la caracterización y la crítica social. Más que casi cualquier otro guionista de la época, Gerber hizo de sus historias para El Hombre-Cosa algo personal, volcando en ellas su visión del mundo, del hombre y de la sociedad sin caer de bruces en el didactismo o la moralina ramplona. Sí, hay héroes y villanos, pero las historias en las que intervienen no son fábulas maniqueas de blancos y negros. Puede que no sean particularmente sutiles, pero Gerber sí las hace entretenidas y no siempre predecibles.


2 comentarios:

  1. ¿Hablarás de la miniserie póstuma de Gerber con Nowlan?

    Gerbertenía mucha imaginación y eso en un género con tendencia a la endogamia como el superheroico vale oro.

    Es una pena que los cambios en la industria de los y 90 le pillaran a pie cambiado porque su trabajo de los 70 es un antecedente claro de muchos de esos cambios.

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    1. Pues por el momento no, no tocaré esa miniserie... En este artículo me he querido centrar sólo en la etapa setentera del personaje. Ya veremos en el futuro. Y sí, coincido, Gerber era uno de los guionistas más imaginativos de la industria y su pataleta con la misma lo acabó marginando en una época en la que podía haber ofrecido más...

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