26 ene 2022

1957- GASTÓN ELGAFE – Franquin (y 2)


(Viene de la entrada anterior)

 

Inicialmente, Gastón no era más que un torpe simplón muy irritante, pero a mediados de los sesenta ya había desarrollado su propia personalidad, ingeniosa, con sentido del humor y enérgica sólo cuando se trataba de realizar algún proyecto personal. Sin embargo, el sentido común y la prudencia brillan por su ausencia en Gastón y tiene una habilidad casi sobrenatural para provocar desastres (de ahí su apellido, ElGafe). En cuanto a su edad, es un misterio y el propio Franquin confesó que ni la sabía ni quería saberla, aunque no sería superior a los veinte años. Aunque tiene un trabajo, un coche y una casa propios, a menudo actúa como un adolescente.

 

En cuanto a su aspecto, ya lo apunté, está basado en el que solía lucir el editor Yvan Delporte: un suéter de cuello alto verde y ajustado, vaqueros y zapatillas viejas. En sus primeros gags, Gastón era también un ávido fumador, pero ese vicio fue gradualmente eliminado de la serie. Alterna fases de extrema lasitud, durante las cuales es prácticamente imposible despertarlo, con otras de hiperactividad en las que inventa todo tipo de artefactos o modifica el mobiliario y utensilios de la oficina. En el curso de los años, ha experimentado con la cocina, la propulsión de cohetes, la música, la electrónica, el automovilismo, la decoración, las telecomunicaciones o la química… siempre con catastróficos resultados. 

 

Aparte de su inocencia y generosidad, otro de los rasgos que hacen de Gastón un personaje entrañable pese a sus múltiples defectos es su complejo de Peter Pan: su negativa a crecer y tomarse en serio su trabajo. Su desprecio por la autoridad e incluso la seguridad pública –por no hablar de la personal- no se limitan a la oficina porque en ocasiones los ha extendido a toda la ciudad. Por ejemplo, tapa las señales de tráfico con carteles o incluso muñecos de nieve asegurando que ése es el único uso decente que puede dárseles…e ignorando el caos y los accidentes que ello causa.

 

Gastón es también un amante de los animales y tiene varias mascotas. Las dos más destacadas e hilarantes –para el lector, porque constituyen auténticas pesadillas para el personal de “Spirou”- son una gaviota depresiva y aviesa, y un gato hiperactivo. Como fue el caso de la más famosa creación animal de Franquin, el Marsupilami, estas dos criaturas nunca reciben nombre y simplemente se les llama “gato” y “gaviota”. De vez en cuando también lleva a la oficina un ratón y un pez.

 

Los animales son tanto víctimas como cómplices de la torpeza de Gastón y, a veces, perpetradores autónomos de sus propios planes perversos. Franquin los retrataba de una forma algo más realista que los animales que aparecían en “Spirou” dado que no les atribuía pensamientos humanos. El gato y la gaviota en particular son criaturas detestables y crueles hasta el punto de obligar al personal de la redacción a llevar casco para protegerse y aunque nunca se ceban en el propio Gastón, sí lo engañan para quitarle la comida.

 

El primer personaje secundario de la serie fue Fantasio, el amigo de Spirou, un compañero estricto e irritable. Con cierto pesar, Franquin admitió que al utilizarlo aquí y otorgarle ese papel había arruinado por completo la personalidad juvenil, atolondrada y efusiva con la que se le había conocido en la serie de “Spirou”. Y es que en este contexto Fantasio es un tipo formal y profesional que representa la autoridad. Es más, en lugar de periodista de investigación, aquí pasa a ejercer un rol editorial y, como tal, debe enfrentarse a la imposible tarea de conseguir que Gastón se transforme en un miembro productivo de la oficina. Su seriedad y profesionalismo contrastan con la relajada actitud de Gastón hacia la vida y el trabajo, convirtiéndose además en víctima de sus ocurrencias.

 

Aunque la relación de Fantasio con Gastón es en general amistosa, incluso de cariño, el caótico comportamiento de éste a menudo le hace perder los nervios. De vez en cuando no puede evitar ser agresivo y cobrarse venganza gastándole jugarretas a Gastón. Cuando apareció el álbum “Bravo les Brothers” en 1965, (nominalmente una aventura de Spirou y Fantasio pero que acabó usurpada por Gastón), se decidió que había llegado el momento de que Fantasio abandonara el reparto de secundarios de “Gastón ElGafe”. Su presencia fue haciéndose más esporádica y cuando Fournier se hizo cargo de Spirou en los 70, su desaparición se hizo definitiva. 

 

El papel de figura de autoridad que desempeñaba Fantasio lo asumió entonces el editor de la revista, León Prunelle, más irascible aún que aquél y sobre el que recae no solo la coordinación del semanario y la desagradecida tarea de tratar de meter a Gastón en cintura, sino de firmar unos importantísimos contratos con un relevante hombre de negocios, el señor de Mesmaeker. Aunque inicialmente aún guardaba esperanzas de poder culminar con éxito esa firma, poco a poco Prunelle se da cuenta de que va a ser imposible: vez tras vez, Gastón se las arregla para torpedear de las formas más diversas y ocurrentes esa reunión. No obstante, Prunelle no se rinde y recurre a medidas drásticas y desesperadas, como encerrar a Gastón en el sótano o en un archivador… sin éxito, claro.

 

Prunelle está siempre al límite, corriendo de un lado a otro, atendiendo a tareas, ladrando imperiosas órdenes y ruborizándose iracundo cuando acontece uno de los desastres de Gastón, murmurando su característico exabrupto: “¡Rogntudju!”. A menudo es la víctima de las invenciones y ocurrencias de Gastón y sus esfuerzos por combatir la pereza y el desorden de éste le dejan siempre al borde del agotamiento. Su papel, por tanto, es el de figura de autoridad cómicamente ineficaz y constantemente minada por los trucos de su subordinado. Boulier, el contable, es el otro “gruñón” de la oficina, un individuo severo y controlador, obsesionado por recortar gastos y siempre escandalizado por el coste de las extravagancias de Gastón.

 

Yves Lebrac, personaje con el que Franquin dijo identificarse especialmente, es uno de los dibujantes de la editorial que trabaja en la redacción. De temperamento apacible, le gustan los juegos de palabras y las pullas y aunque suele estar en armonía con Gastón, de vez en cuando pierde los nervios cuando se aproximan las fechas de entrega y/o las interferencias de su colega se pasan de la raya. Cuando no es víctima de éstas, muchas veces se convierte en su cómplice de travesuras.

 

La señorita Jeanne es una de las secretarias de la redacción y el interés romántico de Gastón. Pelirroja, pecosa y con gafas, se retrataba al principio como poco agraciada pero progresivamente Franquin la fue haciendo más atractiva, aunque sin llegar a ser una belleza. Su figura ganó en curvas, empezó a vestir de forma más elegante y reveladora y se hizo más audaz en sus comentarios y aproximación a Gastón. Jeanne es la compañera perfecta para éste: admira su talento sin reservas tanto como su valor e inventiva y no le importa en absoluto su falta de sentido común, entre otras cosas porque ésta es una virtud que tampoco a ella la adorna. Su romance, no obstante, parece perpetuamente atascado en la primera etapa. Se dirigen el uno al otro formalmente y sólo se ven en la oficina –aunque en algunos gags se citan para hacer alguna excursión. Esta relación platónica, en cierto modo, es coherente con la incapacidad o negación de Gastón a crecer. No obstante, durante los últimos años de la serie, los sentimientos de ambos se hacen más patente. En las siestas que se echa en la oficina, Gastón fantasea con escenas cada vez más explícitas y eróticas.

 

Hay otros personajes secundarios con menor peso, como Ducran y Lapoigne, socios de una firma de arquitectura adyacente a la redacción y víctimas frecuentes de los experimentos de Gastón; la señora de la limpieza, Melanie Molaire; el conserje, Jules Soutier y varias atractivas secretarias: Sonia, Yvonne y Suzanne. Jules es uno de los amigos de Gastón y “trabaja” desempeñando las mismas tareas en una oficina ubicada en el edificio de enfrente. Ambos comparten el mismo entusiasmo infantil por los inventos y Jules ayuda en muchas ocasiones a Gastón en la fabricación o transporte de sus artefactos. Bertrand Labévue es el otro amigo íntimo de Gastón. Habitualmente aquejado por brotes depresivos (reflejando la propia enfermedad de Franquin), Gaston y Jules harán todo lo que se les ocurra para animarle, a menudo y como es esperable, con consecuencias imprevistas y nefastas.

 

La némesis de Gastón –o más bien sería al contrario- es Aimé De Mesmaeker, un rico empresario propietario incluso de un avión (hasta que Gastón lo hace explotar involuntariamente). Nunca se aclara exactamente cuál es su línea de negocio, pero continuamente es persuadido por Fantasio o Prunelle para acudir a las oficinas de “Spirou” a firmar unos lucrativos contratos. A base de sufrir desgracias en esas oficinas, De Mesmaeker desarrolla un profundo y visceral odio por Gastón y, por extensión, sus colegas. Sus frecuentes visitas a la redacción le dan ocasión a Franquin para satirizar los rituales relacionados con los negocios. Los empleados de Dupuis inundan a De Mesmaeker con atenciones serviles y obsequios, pero inevitablemente, la firma en cuestión es arruinada por alguna astracanada de Gastón y el empresario acaba abandonando el edificio iracundo y jurando no regresar jamás, inconsciente en el suelo de algún despacho o incluso en el hospital. El nombre del personaje, por cierto, es el del colaborador de Franquin, Jidéhem, que en realidad se llamaba Jean De Mesmaeker, aunque el aspecto físico, a decir de éste, era el de su propio padre, de profesión vendedor.

 

El otro gran enemigo de Gastón es Longtarin, el policía destinado al vecindario donde se localizan las oficinas de “Spirou” y cuyas responsabilidades básicas son controlar el tráfico y el aparcamiento. Hombrecillo mezquino y vengativo, es lo más cerca que la serie tiene a un villano. Gastón es su presa favorita y muchos de los gags consisten en cómo los dos se hacen jugarretas mutuamente, sobre todo en relación a los hábitos de aparcamiento de Gastón y las remodelaciones que hace a su automóvil. Gastón se venga saboteando de mil maneras los parquímetros (que Franquin también odiaba). Más simpático cae el ladrón Freddy, que insiste en robar por las noches en las oficinas de “Spirou” y acaba invariablemente topándose con objetos o animales peligrosos dejados allí imprudentemente por Gastón. Los empleados de la redacción, que a la mañana siguiente suelen encontrarse con el pobre delincuente en un estado físico o psicológico lamentable, lo ven como víctima y no como agresor, así que en lugar de entregarle a la policía lo consuelan y cuidan.

 

Los objetos juegan un papel muy importante en la vida de Gastón y algunos de ellos se han convertido en iconos tan populares que los fans los han recreado en la vida real. Es el caso, por ejemplo, del coche de Gastón, un viejo Fiat 509 decorado por él mismo con bandas laterales ajedrezadas. Es un cacharro tan vetusto que incluso a su velocidad máxima los pasajeros pueden bajarse en marcha a coger flores del arcén sin correr peligro de quedarse atrás. Muchos de los gags derivan del extremo estado de decrepitud del vehículo, como ese en el que un amigo de Gastón practica ski acuático tras él tal es la cantidad de aceite que pierde. El coche genera también un volumen masivo de humo tóxico, sobre todo cuando Gastón lo modificó para funcionar con carbón. La cantidad de “mejoras” que el protagonista incluye en el vehículo es larguísima pero, sin excepción, todas ellas terminan en ridículas desgracias, especialmente para Prunelle y el agente Longtarin.

 

El otro “gran” invento de Gastón es el Gafófono, un instrumento musical que combina la forma, mecánica y apariencia de un cuerno prehistórico con un arpa clásica. Su sonido es tan atronador y horrendo que siembra la destrucción física a su alrededor y provoca estampidas de animales e interferencias en los aviones que sobrevuelan la zona. Como le sucede al bardo Asuranceturix de “Astérix”, el sonido del gafófono espanta a todo el mundo excepto a su creador. La primera vez que aparece, la pulsación de una sola de sus cuerdas causa el derrumbe del piso. Fantasio trata infructuosamente en varias ocasiones de librarse de él. Un texto ilustrado publicado en la revista “Spirou” –e incluido en el décimo álbum-, narraba desde el punto de vista de Prunelle cómo el gafófono acababa floreciendo, generando un pequeño ecosistema a su alrededor y luego autodestruyéndose.

 

Entre las muchísimas invenciones de ElGafe que irían desfilando por la serie encontramos, por ejemplo, un anudador de corbatas que estrangula a Fantasio y rasga los pantalones de Mesmaeker; un árbol de navidad rotatorio que gira tan deprisa que sus adornos salen disparados como proyectiles letales; un cenicero neumático que succiona los preciados contratos de Mesmaeker; un espantapájaros eléctrico cuyos cables sin aislante terminan electrocutando al granjero; una bicicleta plegable en la que acaba enredado el propio Gastón cuando hace su demostración; una plancha con control remoto que siembra el caos y el terror en la oficina antes de acabar estampándose en la cara de Mesmaeker; un minicortador de césped que permite segar el jardín de su tía sin dañar las margaritas; una armadura de ratón, para cuando éste y el gato deban convivir; una linterna con batería solar (invento estúpido donde los haya); un cortador de puros en forma de guillotina que también sirve para amputar los dedos del usuario; un cinturón de seguridad hecho de goma elástica; una cafetera que destila un brebaje tan fuerte que sume a quien lo bebe en un estado de tal nerviosismo que no puede ni utilizar un bolígrafo sin destrozarlo; añadir café molido al calentador de la calefacción general del edificio para que así pueda extraerse la infusión de los radiadores (eso sí, con un saborcillo a aceite de máquina); un paraguas con lámpara ultravioleta para broncearse mientras llueve… 

 

En los años 80, los álbumes de “Gastón ElGafe” se encontraban entre los más vendidos de la editorial Dupuis”, pero para entonces, el trabajo de Franquin en la serie era mucho más esporádico. Los chistes del personaje en la revista fueron espaciándose más y más y, en 1982, otra depresión impide a Franquin encargarse tanto de “Gastón” como de “Ideas Negras” durante dos años. Aunque volvería a los tableros de dibujo, su producción ya no estuvo al mismo nivel. Gastón siguió apareciendo, cada vez con menor frecuencia, hasta su último gag, en 1991, totalizando 909 desde su nacimiento casi treinta y cinco años atrás. Seis años después, Franquin moría de un ataque al corazón a los 73 años.

 

Lo que sí se hizo patente en la última etapa de la serie fue una mayor intencionalidad contestataria y política. La línea editorial de “Spirou” siempre había sido muy estricta en lo que se refería al humor y ningún autor podía servirse de él para expresar nada que se pareciera a la política (las críticas que Franquin había conseguido colar a ciertas dictaduras sudamericanas y la incompetencia del ejército eran, por alguna razón, consideradas aceptables). Por tanto, “Gastón ElGafe” se limitaba a articular una sátira amable, inofensiva y genérica del afán por la productividad y el uso de autoridad. Sin embargo, como digo, en los últimos años de la serie y quizá como un efecto de ósmosis con “Ideas Negras”, los gags empezaron a mostrar con mayor frecuencia la base del pensamiento político de Franquin, que se apoyaba en el pacifismo y la preocupación por el medio ambiente.

 

En algunos momentos, incluso, Franquin se acercaba peligrosamente al límite, como cuando en un gag extrañamente violento, Gastón utiliza un avión Messerschmitt de juguete para bombardear la oficina en protesta por la inclusión de ese modelo en la columna que la revista “Spirou” –en el mundo real- dedicaba a las maquetas. Mientras Gastón monta su modelo, dice: “Y ahora las esvásticas. Son muy populares entre los idiotas”. Fuera de “Spirou”, sin embargo, Franquin tenía carta blanca y utilizó a Gastón para apoyar campañas de organizaciones como Greenpeace y Amnistía Internacional. En la primera, los activistas ahuyentaban a las ballenas en peligro de ser cazadas utilizando el temible gafófono. En la segunda, Franquin produjo una escalofriante página en la que Gastón es apaleado, torturado y obligado a mirar cómo violan a la señorita Jeanne antes de ser enviado a un campo de concentración. En la penúltima viñeta, está en el cadalso a punto de ser ejecutado “para servir de ejemplo” cuando, en la última, se despierta: todo ha sido una pesadilla…”pero está pasando de verdad ahora mismo” y pide al lector que se apunte a Amnistía Internacional.

 

Gastón, siempre de la mano de Franquin, también apareció en gags que se utilizaron como campañas publicitarias de una marca de pilas, una bebida y otra para promover el transporte público. Esta última es interesante porque muestra la evolución personal de Franquin, que de entusiasta del automóvil en los años 50 (recordemos su Turbotracción para Spirou y su sección sobre coches en la revista que luego traspasó a Jidéhem) pasó a ser un ciudadano desilusionado y preocupado por el problema del tráfico y la contaminación.

 

“Gastón ElGafe” es una de las obras cumbre del comic de humor, de todas las épocas y todos los países (aquí en España conocemos más su plagio directo, el “Botones Sacarino”, que Ibañez creó en 1963 vistiendo con el uniforme de botones de Spirou a un personaje que era calcado, aunque mucho menos inspirado, al de Franquin). Durante décadas fue una de las favoritas de los lectores europeos y sus álbumes se han vendido por millones.

 

Meticulosamente planificada y dibujada para crear el gag perfecto, transmite sin embargo una espontaneidad y frescura extraordinarias. Semana tras semana, año tras año y década tras década, Franquin consiguió que la serie nunca perdiera su frescura pese a que su premisa básica era siempre la misma y muchos gags equivalentes en su fondo pero nunca en su forma. Supo llevar la comedia al límite de la crueldad y el humor negro (frontera que traspasó en la mencionada “Ideas Negras”, destinada a otro público), depuró continuamente su dibujo y narrativa, experimentó con los formatos e insufló auténtica vida a todos sus personajes, especialmente a ese campeón del desorden, la pereza, la irreverencia y la anarquía existencial que es su protagonista.  

 

Hay comics de humor que hacen sonreír y otros que hacen reír. “Gastón ElGafe” es de estos últimos, de los que sesenta y cinco años después de su creación siguen arrancándote carcajadas, haciéndote detener la lectura para disfrutar del momento y volver sobre las viñetas ya leídas para admirar el genio de Franquin, uno de los más grandes e inquietos autores que ha dado el medio. Un tebeo eterno y magistral.

 

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