26 nov 2021

1972- TARZÁN - Joe Kubert (1)


Poco después de su aparición serializada en una revista pulp en 1912, “Tarzán de los Monos” se convirtió en un éxito multimedia y una marca valiosísima. Su autor, Edgar Rice Burroughs, escribiría una veinte de novelas más, se harían películas, programas de radio y comics para la prensa. Era inevitable que cuando se popularizó el formato de comic-book, saltara también a sus páginas.

 

La editorial que se llevó el gato al agua fue Western Publishing, una importante firma basada en la Costa Oeste norteamericana que rivalizaba y, en su mejor momento, sobrepasaba a sus rivales DC y Marvel. Se especializó en personajes licenciados y las joyas de su corona eran, no puede extrañar, los comics protagonizados por los animalitos de Walt Disney y los de los cortos de animación de Warner Brothers. En 1938, se asociaron con otra editorial de comics, Dell.

 

Los títulos de Dell nunca tuvieron que capitular ante la histeria anti-comic books de mediados de los cincuenta y que culminó con el establecimiento del infausto Comics Code Authority. Dell –y sus sellos subsiguientes, Gold Key y Whitman- nunca lucieron en sus portadas ese sello. Al fin y al cabo, ¿qué daño podía hacer el Pato Donald o Bugs Bunny en las mentes infantiles? Pero Dell también aspiraba a diversificar su catálogo y busco franquicias, ya fueran originarias de los pulp, el cine o los comics sindicados de la prensa –y, más tarde, la televisión-, para lanzar nuevos personajes.

 

Y así, en 1948, tras años reimprimiendo en formato comic-book las tiras de prensa, Dell lanza la primera cabecera dedicada a Tarzán con historias nuevas a cargo de autores como Jesse Marsh o Doug Wildey. Sobre todo esto cabría hablar más extensamente, pero como el presente artículo no trata sobre ello, saltaré hasta 1972, cuando Edgar Rice Burroughs Inc, la compañía propietaria del patrimonio literario del escritor, insatisfecha con el tono soso y argumentos intercambiables de los comics de Tarzán –quien, además, estaba muy alejado del salvaje guerrero de la jungla imaginado por Burroughs- que estaba publicando Gold Key (subsidiaria de Western Publishing y que heredó de Dell varias licencias de personajes, incluyendo la de Tarzán desde 1963), decide buscar otra editorial más respetuosa con el espíritu de esos personajes. Además, el comic de Tarzán de Gold Key no sólo no se vendía bien, sino que a menudo era difícil encontrarlo en los puntos de venta a causa de una deficiente distribución.

 

Por aquel entonces, DC vivía sus últimos días de gloria –al menos, en lo que se refiere a la denominada Edad de Plata de los comics-. Desde mediados de los sesenta habían ido perdiendo terreno frente a Marvel y sus ejecutivos y editores no parecían capaces de entender las claves del éxito de su competidora directa. Una de sus estrategias, además de probar con historias de superhéroes más arriesgadas de lo que solía ser habitual en ellos, consistió en potenciar una de sus fortalezas tradicionales: la variedad y calidad de sus comics de género. Sus colecciones de misterio, terror, romance, bélicas e infantiles seguían siendo fuertes en ventas.

 

Y fue con ese ánimo diversificador que, en 1971, Carmine Infantino, a la sazón editor jefe de DC Comics, tuvo la oportunidad de reunirse con el vicepresidente de ERB, nc, Robert Hodes. Ambos se entendieron bien y llegaron a un acuerdo. DC se hizo con los derechos para publicar no sólo Tarzán y Korak –su hijo-, sino también los héroes de CF de Burroughs: John Carter de Marte, Carson de Venus o Pellucidar. DC, eso sí, no quiso despistar a los lectores fieles y mantuvo la numeración previa de Dell-Gold Key. Así, en abril de 1972, apareció el primer número de Tarzán, el 207.

 

Aunque su última etapa había estado marcada por la decadencia, Tarzán y su familia habían sido unos de los personajes más relevantes del catálogo de Dell-Gold Key durante décadas y, cuarenta y tres años después de su nacimiento, seguía siendo un fenómeno multimedia global y uno de los iconos más queridos de la cultura popular (dos años antes, Marvel había lanzado a su propia imitación, Ka-Zar). Así que es comprensible que DC, en pleno revival nostálgico, anunciara a bombo y platillo la adquisición de los derechos para su publicación, colocando al frente, además, a uno de sus creativos más afamados: Joe Kubert.

 

Kubert había nacido en 1926 en una población rural del sudeste de Polonia (hoy perteneciente a Ucrania), pero a la edad de dos años sus padres emigraron con él a Estados Unidos. Creció en Brooklyn, Nueva York, devorando los comics de prensa y, en especial, las páginas dominicales a color de Tarzán que dibujaba Hal Foster. Sus allegados le animaron a dibujar desde pequeño y su precoz talento le condujo a introducirse en la industria a una edad temprana, antes incluso de llegar a la adolescencia. Tras trabajar en diversos talleres gráficos y realizar varios encargos, empezó a colaborar con DC en 1943, pero su trabajo no se restringió a esa compañía y pudo verse en cabeceras publicadas por St Johns,  EC, Avon, Lev Gleason Publications, Atlas… hasta que en 1955, cuando el Comics Code provocó la implosión de la industria, se refugió definitivamente en DC, convirtiéndose en uno de sus principales artistas, creando y dibujando –entre otros- al Sargento Rock, diseñando portadas y, a partir de 1968, editando la línea de comics bélicos de la casa en sustitución de un entonces enfermo Robert Kanigher.

 

Y entonces, DC adquiere los derechos de Tarzán y Kubert recibe el encargo de ocuparse de él. Su primer número, el 207, apareció tan solo dos meses después de que finalizara la sosa adaptación que el dibujante Paul Norris había hecho para la colección de Gold Key de la decimoséptima novela del personaje, “Tarzán y los Hombres León”. Los seguidores del personaje debieron quedar impactados por la atrevida y dinámica aproximación gráfica que adoptó Kubert en su primera aventura, una adaptación bastante fiel de la primera novela de Burroughs, “Tarzán de los Monos”. Kubert dibujaba el comic con la intensidad, energía y dinamismo que formaban ya parte integral de su estilo.

 

Este fue un trabajo soñado para Kubert que, como he dicho, devoraba con avidez los comics de Tarzán dibujados por Hal Foster en el New York Daily Mirror. De hecho, poco después de que Infantino se reuniera con Hodes y antes de que se le asignara como guionista, dibujante, entintador, rotulista y editor de la colección, Kubert ya estaba haciendo bocetos con su versión del personaje. Uno de ellos, fechado en septiembre de 1971, incluía un texto describiendo cómo se aproximaría al personaje: “El auténtico Tarzán. El hombre-mono. ¡Una vez más, el señor de la jungla –como fue imaginado y creado por ERB- escrito y dibujado de la forma que conmovió a los primeros lectores hace casi cincuenta años!”.

 

Kubert leyó todos los libros de Burroughs, creó pequeños bocetos para cada página, luego escribió diálogos y textos a mano… Estudió tanto el dibujo que Hal Foster había hecho para Tarzán como el de su sucesor, Burne Hogarth, pero finalmente optó por una calculada simplicidad, centrándose sólo, en lo que a detalles se refiere, en los pasajes más dramáticos de cada historia. Siendo como era ya un veterano, asistió a clases de dibujo con modelos reales para asegurarse de que representaba correctamente la anatomía de Tarzán.

 

Y así, como he dicho, su primera historia fue una adaptación en cuatro entregas (nº 207-210) de la primera novela de Tarzán, en la que se relata su origen: tras un motín, sus padres, John Clayton, Lord Greystoke y la embarazada Lady Alice, son abandonados en la costa africana con todas sus posesiones de abordo, incluyendo una extensa biblioteca. Ambos se esfuerzan por establecerse allí y protegerse de los peligros de la selva, especialmente los curiosos simios. Pero al final es el mundo salvaje el que triunfa. El niño nace pero sus padres mueren y aquél es adoptado por una simia, Kala, que ha perdido recientemente a su cría. El bebé crece fuerte pero no tarda muchos años en tomar conciencia de que es diferente de sus amigos y mayores en el grupo. Tiempo después y tras encontrar la cabaña de sus padres, aprende a leer con los libros que quedaron allí y, con ese conocimiento, descubre que es un Hombre.

 

Ya en la madurez, se convertirá, merced a su ingenio, inteligencia, valor y fuerza, en el líder del grupo de simios, ganándose el respeto del resto de las bestias de la selva. Más tarde, su primer contacto con otros humanos, una tribu de violentos nativos que se establecen en sus dominios, acaba con el asesinato de Kala y, por primera vez, Tarzán experimenta el dolor de la pérdida y la sed de venganza. Conocerá y se enamorará de la rubia Jane Porter y, aunque inicialmente la secuestrará, su nobleza innata la llevará a devolverla a su prometido, William Clayton, nada menos que su propio primo y actual Lord Greystoke. Más adelante, Tarzán y un soldado francés al que salvó la vida en la selva y del que ha aprendido su idioma, viajan a Europa, donde el primero tratará de reencontrarse con su amada. Incluso hoy, estos comics constituyen la más fiel adaptación a cualquier medio de la novela seminal de Burroughs: evocadora, enérgica, expresiva y visceral.

 

La intención inicial de Kubert fue la de ir adaptando las 24 novelas de Tarzán que escribió Burroughs, intercalando entre las mismas otras historias de cosecha propia y autoconclusivas. Pero la carga de trabajo resultó excesiva. No sólo tenía que ocuparse de escribir y dibujar esta colección, sino que tenía otras responsabilidades editoriales que atender. Y ello se deja notar más de lo que debiera, tanto en los guiones como en los dibujos, ya desde el número 211, “Tierra de Gigantes”, en el que se sirvió de las viñetas escritas por Don Garden y dibujadas por Burne Hogarth para la aventura publicada en prensa “Tarzán y la Montaña Fatal”, en 1942. Como toda esta etapa, se trata de una historia netamente pulp con final moralista en la que, tras una dramática pelea con cocodrilos, Tarzán acaba en un valle perdido habitado por una tribu de gigantes cuyo secreto persigue el deforme, sádico y enano explorador Martius Kalban.

 

Le sigue “El Cautivo” (212), empezando aquí una serie de adaptaciones bastante libres de los relatos incluidos en el volumen “Cuentos de la Selva de Tarzán”, escrito por Burroughs y publicados entre 1916 y 1917. En este episodio en concreto se explora la relación entre el protagonista y los elefantes ante la amenaza que siempre supone la tribu de los M´Bonga. En “Balu de los Grandes Monos” (213), los amigos simios de la infancia de Tarzán se vuelven incomprensiblemente agresivos con él tras el nacimiento de una nueva criatura en la manada; y en “La Pesadilla” (214), un hambriento Tarzán roba comida drogada de una aldea nativa, lo que le provocará terribles alucinaciones que a punto están de costarle la vida.

 

En “La Mina” (215), Kubert vuelve a estar acosado por las fechas de entrega y toma otro atajo decepcionante: insertar material ya publicado en los años treinta en las páginas dominicales de Hal Foster y trabajar sobre esos dibujos para darles un aire propio. En esta ocasión, Tarzán es capturado por una banda de esclavistas y obligado a trabajar excavando en la mina de un sádico propietario hasta que, por supuesto, organiza y lidera una rebelión. El 216, “Los Renegados”, es otro ejemplo de las prisas con que debía trabajar Kubert. No sólo la aventura es un plagio del guion de la película “La Gran Aventura de Tarzán” (1959), sino que el dibujante de buena parte del episodio es su colega y amigo Frank Thorne, limitándose Kubert a entintar los lápices de éste. Llama la atención –como lo hizo la película mencionada en el momento de su estreno- el tono crudo y violento de la historia, en la que una banda de maleantes blancos se disfraza de nativos y masacran a todo el personal de una misión de la Cruz Roja para robar los explosivos y las herramientas que van a necesitar para profanar un antiguo templo perdido en lo más profundo de la selva y robar sus tesoros.

 

El 217, “¡La Reina Negra!” es una historia original de Kubert, en la que Tarzán salva a un hombre de morir en las fauces de los cocodrilos, aunque las privaciones que ha soportado no tardan en matarlo. Antes de que ello suceda, le suplica a Tarzán que viaje al remoto lugar del que procede, un reino multicultural tiranizado por la Reiina Kyra, que gobierna dominada por los prejuicios y la violencia derivados de un antiguo resentimiento. “El Trofeo” (218) es otra historia de arrogancia y crueldad, en esta ocasión encarnados en un millonario americano que empuja a su familia hasta África para llevar a cabo una indiscriminada matanza de animales. Esto, por supuesto, derivará en una lucha de voluntades e ideologías con Tarzán que solo puede acabar en tragedia.

 

(Finaliza en la siguiente entrada)


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