2 may 2021

1991- EL GUANTELETE DEL INFINITO – Jim Starlin, George Pérez, Ron Lim (y 2)


(Viene de la entrada anterior)

 

El foco de la historia, por tanto, recae sobre el gran villano, Thanos. Pero, aunque su enfermizo amor por la Muerte sea un rasgo verdaderamente interesante del personaje y una potente motivación, ni tiene mucho recorrido ni  va a parar a parte alguna. Su relación con Mefisto, convertido en una especie de palmero y perverso consejero para –y en eso no se engañará nadie que conozca al personaje- hacerse con el guantelete él mismo, la liquida Starlin en, literalmente, cuatro viñetas del quinto capítulo, para luego no volver a mostrarlo más.

 

Eso por no hablar del mal lugar en el que deja toda esa relación al propio Thanos: a pesar de tener el poder de un Dios, o bien se deja engañar por Mefisto atendiendo a alguna razón nunca explicada, o bien no lo ve venir, lo que dice poco de su inteligencia. Lo mismo puede decirse del giro final de Nébula, quien, en un desarrollo inexplicable, le arrebata a su abuelo el poder de la forma más estúpida…para perderlo igual de tontamente. Parece evidente que Starlin se metió en un callejón sin salida y no supo dar con una solución a la ascensión de Thanos a la divinidad.

 

Pero, por otra parte, el Thanos del comic me parece un villano mucho más temible y tenebroso que el que acabaríamos viendo en las películas de Los Vengadores años después. A diferencia de lo que ocurre en éstas, el titán no es un loco altruista que quiere equilibrar el universo sino un enfermizo adorador de la Muerte –algo que, sin duda, hubiera resultado en exceso traumático para una película Disney y complejo de escenificar para un público generalista-. Así, Thanos no chasquea sus dedos inmediatamente después de reunir todas las gemas y unirlas al Guantelete –un momento que ha pasado a la historia de los comics Marvel-, sino que previamente desata una cadena de desastres planetarios en la Tierra y –podemos imaginar- en todos los mundos habitados del universo: terremotos, tormentas devastadoras, hundimientos de la corteza continental en los océanos, explosiones… causando millones de víctimas solamente en nuestro mundo. Es Thanos liberando su vena más sádica. Quiere que todo el mundo sufra y que, además, no sepan por qué.

 

Aunque, como he indicado, la subtrama de Nébula no tiene demasiado sentido, sí sirve para exponer una importante revelación sobre Thanos. Adam Warlock se lo espeta a la cara sin ambages: “Observa tu vida, Thanos de Titán, ¿qué es lo que ves? ¡A un hombre en busca del poder definitivo y perdiéndolo tan pronto lo obtiene! ¿Por qué? Porque en lo más hondo de su alma sabe que no es digno. Tres veces has superado increíbles adversidades para ganar los fines que deseabas… y tres veces has proporcionado subconscientemente los medios para tu propia derrota. ¡Has dejado que Nébula te arrebatara las gemas del Infinito al igual que permitiste al Capitán Marvel destruir el Cubo Cósmico!”. Una gran escena que brinda algo de humanidad y vulnerabilidad a un villano aparentemente tan poderoso.

 

Pero tras ese descubrimiento sobre la retorcida psique de Thanos, Starlin decide darle una salida un tanto extraña: la redención. El Titán Loco acaba de matar a la mitad del Universo y, sin embargo, se hace acreedor por algún motivo no justificado de un final feliz. Dejando aparte el cariño que Starlin siente por su creación, semejante desenlace tiene poco sentido.

 

En cuanto al bando de los héroes, los más importantes son Warlock y Silver Surfer, si bien este último se limita básicamente a reaccionar a lo que dice y hace el primero, mientras que Warlock, ya lo he indicado, se comporta de una manera poco coherente con lo que de él había mostrado el propio Starlin años atrás. Es más, por razones que no están claras más allá del aprecio de Starlin por el personaje que le había dado fama en los setenta, Warlock se convierte en el líder del bando de los héroes. Mientras Thanos diezma sus filas, él se queda atrás junto a Silver Surfer, suplicando a los demás paciencia porque tiene un plan maestro que acabará con el villano. ¿Y cuál es? Pues esperar a que todo el mundo haya fenecido para lanzar a Surfer con su tabla y, con velocidad cegadora, arrebatarle el Guantelete. No se puede decir que sea un plan muy sofisticado y, para colmo, fracasa. Así que pasa al plan B: esperar a que lleguen las más poderosas entidades cósmicas del Universo Marvel y confiar en que todas juntas puedan aplastar a Thanos. Tampoco da resultado.

 

Aunque, también lo he mencionado, el resto de los superhéroes carece de desarrollo y el guionista los utiliza fundamentalmente como carne de cañón con la que demostrar el invencible poder de Thanos, merece la pena destacar la intervención del Capitán América, el último en seguir en pie cuando todos sus compañeros han caído, pero, aún así, exhibiendo un coraje extraordinario y una entereza moral perfectamente en sintonía con su trayectoria. Por supuesto, a Thanos no le cuesta nada quitarlo de en medio, pero esa escena se encuentra entre las más memorables y emotivas de la saga.

 

La historia finaliza –y no es una sorpresa- con la restauración del statu quo previo y un epílogo eficaz y hasta anticlimático (que el propio Starlin tornaría irrelevante en historias posteriores). Antes incluso de que se extendiera la costumbre de matar a algún personaje sólo para resucitarlo de nuevo meses después, cualquiera podía entender que Marvel no dejaría que Thanos asesinara a parte de la crema de sus superhéroes con un simple chasquido de dedos; y a los restantes en una descomunal batalla poco después. Era obvio que la pregunta no era si estos personajes iban o no a regresar sino cuándo iban a hacerlo. Esta predecible falta de consecuencias, por muy cósmica que fuera la aventura, le resta a ésta dramatismo y tensión, algo que podría haberse solucionado permitiendo que uno o dos personajes de peso murieran de verdad y que se quedaran así al menos durante un tiempo razonablemente largo.

 

No son pocos los fans que opinan que las aventuras épicas como “El Guantelete del Infinito” deberían tener un impacto duradero sobre la continuidad general del Universo Marvel, pero este es un argumento que igualmente puede rebatirse. Al fin y al cabo, esa política ha llevado a las editoriales a recurrir una y otra vez a este tipo de sagas no por la calidad intrínseca de la historia sino como forma de impulsar artificialmente esa continuidad. Además, acaban convirtiéndose en lecturas que carecen de sentido en sí mismas. No sólo obligan a los lectores a adquirir otros títulos para obtener la comprensión integral del evento, sino que nunca pasan de ser meros eslabones de una sucesión insensata de crossovers salidos de la necesidad editorial y no de la buena idea de un autor. Ahí está el ejemplo, en DC, de “Crisis de Identidad”, que fue sólo una introducción a “Crisis Infinita”, que, a su vez, llevó a “Un Año Después”, con la que enlazó “52 Semanas”…

 

Es cierto que Marvel trató de entrar en ese juego, exprimiendo al máximo el éxito de la miniserie. A la vista de las buenas ventas que estaban teniendo los primeros números, la editorial decidió continuar la historia más allá de la conclusión de aquella. Y así, dos meses después de finalizar “El Guantelete del Infinito”, se lanzó una nueva colección, “Warlock y la Guardia del Infinito”, que duraría 42 números y en la que el héroe titular unía fuerzas con otros  personajes cósmicos creados o utilizados antaño por Starlin (Pip, Dragón Lunar, Gamora, Drax) para impedir que el Guantelete caiga en malas manos. En 1992, aparecería “La Guerra del Infinito”, y un año después, “La Cruzada del Infinito”, todas ellas derivadas de “El Guantelete…” y guionizadas por un ya muy acomodado Starlin. Años más tarde, la sequía de ideas llevó a Marvel a regresar sobre lo mismo y aparecieron “Infinity Wars” e “Infinity Countdown”. Sin embargo, “El Guantelete del Infinito”, a pesar de todas las derivadas que bebían de sus ideas –que, como dije, tampoco eran nuevas- puede seguir leyéndose hoy, treinta años después de su publicación original, como obra independiente y autoconclusiva.

 

En el dibujo, el resultado fue también algo irregular. Los primeros tres números los realizó un George Pérez pletórico que volvía a demostrar que nadie como él era capaz de dibujar épicas superheroicas con multitud de personajes involucrados en desafíos cósmicos. Algunos meses antes, en agosto de 1990, había finalizado su contrato en exclusiva de seis años con DC. En cuanto se corrió la voz, le empezaron a proponer proyectos desde otras editoriales. Uno de ellos fue Jim Starlin y su “Guantelete del Infinito”, con el que Pérez volvió a Marvel tras una ausencia de diez años.

 

A pesar de que en DC había ascendido a la categoría de autor completo, encargándose del renacimiento de Wonder Woman tras “Crisis en Tierras Infinitas”, en esta ocasión Pérez aceptó limitarse a la narrativa y el dibujo. Lo cual le ocasionó algunos conflictos, porque no siempre estaba de acuerdo con el contenido de las historias y le frustraba no intervenir en el guion para llevar las cosas por donde a él mejor le parecía o darle más relieve a este o aquel personaje. Como profesional veterano que era, aceptó su papel y lo cumplió escrupulosamente. Sus viñetas y composiciones son magníficas, así como el grado de detalle con el que llena cada plano. Cada héroe tiene su personalidad gráfica e incluso se permite algunos montajes que recuerdan a lo que Starlin hacía en los años setenta en series como “Capitán Marvel” o “Warlock”.

 

Pero su creciente disconformidad con el material que tenía que llevar a la página no tardó en pesar más de la cuenta. Se dio cuenta de que “El Guantelete del Infinito” se sustentaba enteramente sobre la acción y la épica, no sobre los personajes. Y ese era un enfoque que no le convencía. No creía que la historia de Starlin tuviera sustancia suficiente como para extenderse los seis números previstos y que el esquema de Thanos peleando, hablando, derrotando a sus oponentes y volviendo a hablar, se hacía repetitivo. Eso le hizo perder interés y compromiso y, con ello, llegaron los retrasos en las fechas de entrega. A ello se unió que por entonces estaba realizando otro crossover para DC, “La Guerra de los Dioses”, que aprovechaba el quincuagésimo aniversario de la creación de Wonder Woman. Aunque los avatares de ese proyecto acabaron enturbiando su relación con DC, en su momento volcó en ello más energía que en “El Guantelete del Infinito”, intentando, precisamente, dar a los personajes la relevancia de la que carecían en aquél.  

 

Así que Tom DeFalco, a la sazón editor de Marvel, llamó a Ron Lim para que se hiciera cargo del dibujo de los números 4 al 6. Después de todo, él había sido el artista titular de la colección de “Silver Surfer” cuando arrancó allí todo este largo arco argumental de Thanos. Está claro que Lim se esforzó, sobre todo al principio, por remedar el estilo de Pérez, pero también que su talento no estaba a la misma altura y que su trabajo siempre iba a figurar en una liga diferente a la de su antecesor. Así que, conforme la historia de Starlin se estiraba más allá de los límites razonables, el dibujo experimentaba simultáneamente un recorte de calidad, pasando del elegante clasicismo a la exageración y torpeza anatómica que dominaría la estética del género durante buena parte de los 90 (si bien, hay que matizar, Ron Lim no fue de sus peores practicantes).

 

Así que, al final, “El Guantelete del Infinito” es una miniserie recomendable con reservas. Es una gran saga de dimensiones cósmicas, en la que intervienen muchos héroes y con un dibujo espectacular de George Pérez en sus primeras tres entregas. Es entretenido y gustará sobre todo a los amantes de los grandes eventos superheroicos, llenos de dramatismo y con participación de multitud de personajes unidos frente a una gran amenaza.

 

Ahora bien, por muy alta estima que le profesen los fans de Marvel, es una historia que hacia su mitad empieza a revelar sus costuras y que contiene no pocos problemas, incluyendo un final poco satisfactorio, un dibujo irregular y personajes que no se comportan de forma consistente. No es difícil comprender por qué Marvel decidió escoger sólo elementos puntuales de esta saga cuando decidió convertirla en la base para las dos películas de superhéroes más épicas producidas hasta la fecha: “Vengadores: Infinity War” (2018) y “Vengadores: Endgame” (2019).


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