13 ene 2020

1981- KELLY GREEN – Leonard Starr y Stan Drake


Aunque el culebrón sentimental en el comic se remonta a finales de los años treinta bajo la forma de tiras diarias con “Mary Worth”, fue a finales de los cincuenta que Leonard Starr creó el mejor de todos ellos, tanto en guion como en dibujo: “Mary Perkins, On Stage”.



Starr se hizo profesional siendo todavía un adolescente. Cuando en 1942 empezó en la industria del cómic, ésta era aún muy joven y Superman sólo tenía cuatro años de edad. Nativo de Nueva York, donde se realizaban la mayor parte de los comic-books, tras cursar estudios de arte empezó a trabajar en dos talleres que suministraban material a las editoriales que por entonces no contaban con plantilla propia de creadores: el de Harry “A” Chesler, por una parte; y el de “Funnies Inc”, dirigido por Lloyd Jacquet y con Bill Everett como director artístico. Esta última compañía aportaba historietas a varios editores, entre ellos Timely, la futura Marvel. Starr ayudó a realizar las primeras aventuras de héroes como la Antorcha Humana y Sub-Mariner. Durante los años cuarenta y cincuenta, dibujó para multitud de títulos, grandes y pequeños, consolidados y efímeros. Influenciado desde siempre por Milton Caniff, su estilo tenía una vitalidad especial y sus mujeres, ya fueran fatales o damiselas en peligro, disfrutaban de una belleza espectacular.

Starr, como muchos de sus colegas, ambicionaba dar el gran salto al comic de prensa, un círculo
mucho más prestigioso y mejor pagado. Finalmente, en 1957, tras presentar diversas ideas a varios syndicates, consigue vender “Mary Perkins, On Stage” al Chicago Tribune-New York News. El título hacía referencia a dos de los culebrones radiofónicos más populares entonces (“Mary Noble, Backstage Wife” y “Ma Perkins”); y, bebiendo de su afición al teatro, la acción transcurría en el glamuroso mundo de los escenarios neoyorquinos. Influenciado por el “Rip Kirby” de Alex Raymond y el “Flash Gordon” de Dan Barry, su estilo había evolucionado hacia lo que podría llamarse “realismo fotográfico” y su elegante línea y excelente representación de la figura femenina y los ambientes sofisticados le valieron durante años un gran reconocimiento y abundantes premios.

Pero en la década de los setenta del pasado siglo, la popularidad de las tiras de prensa estaba ya
en clara decadencia y, de éstas, las que mejor funcionaban eran las cómicas. “On Stage” se mantuvo mejor que muchas de sus contemporáneas pero, con todo, iba paulatinamente perdiendo presencia en periódicos y en 1979 el syndicate decidió cancelarla. A finales de año y a raíz del éxito del musical de Broadway, Starr empezó a encargarse de “Annie”, una versión actualizada y modificada de la clásica “Little Orphan Annie” de Harold Gray (que había fallecido en 1968) y para la que simplificó su estilo derivándolo hacia la caricatura. Su buen hacer lo demuestra el que la tira siguiera publicándose durante diez años más tras su jubilación en 2000.

Lo que en Estados Unidos se ha venido en llamar Novela Gráfica y que en Europa denominamos tradicionalmente álbum, apareció en ese país a mediados de los años setenta, con títulos pioneros como “Marea Roja” (1976) de Jim Steranko o “Contrato con Dios” (1978), de
Will Eisner. Era un formato que en Europa llevaba años gozando de una enorme popularidad y que desde finales de los sesenta había servido también como soporte a un comic más sofisticado y adulto. Pues bien, a comienzos de los ochenta, Starr entró en ese terreno ejerciendo de guionista en un encargo de la división internacional de la editorial francesa Dargaud. Dada su carga de trabajo en ese momento y viendo que él no iba a poder realizar todos los aspectos del nuevo comic, le ofreció el dibujo a Stan Drake, con quien compartía estudio.

Drake, otro de los grandes del comic y de la misma generación que su compañero, comenzó también su carrera profesional en los años cuarenta dibujando para pulps como “Popular Detective” o “Popular Sports” antes de pasar a Timely Comics. En 1941, con la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, se alistó y tras finalizar el conflicto compaginó trabajos publicitarios con la que sería su obra más famosa, la tira “El Corazón de Juliet Jones” (1953-2001), cocreada e inicialmente escrita por Elliot Caplin. Sobrevivió apenas al accidente automovilístico que le costó la vida a su amigo y colega Alex Raymond en 1956, y pronto estuvo de nuevo frente a su tablero de dibujo. A finales de los setenta y simultáneamente a “Juliet Jones” (que abandonó en 1989), empezó otra serie sindicada, “Pop Idols”, que relataba biografías de músicos famosos. Dado que ésta no resultó funcionar demasiado bien, Drake aceptó la oferta de su amigo para probar suerte en el mercado europeo.

Su nuevo personaje: Kelly Green, debutó en 1981 en las páginas de la revista francesa “Pilote” (más tarde y hasta 1988, en “Charlie Mensuel”), serializada en entregas en blanco y negro (los
álbumes recopilatorios sí serían en color, aunque éste no era muy acertado y es mucho más recomendable disfrutar del dibujo de Drake en blanco y negro). Puede parecer extraño que un editor francés, con la impresionante plantilla de compatriotas dibujantes y guionistas que tenía a su disposición, recurriera a dos norteamericanos. Más aún si tenemos en cuenta que, entonces más que ahora, el lector francés era poco amigo de historietas foráneas. Pero Starr y Drake eran una excepción y su trabajo era bien conocido y muy apreciado en Europa. Greg (alias de Michel Gregnier), un grande del comic francés, fue quien contrató a los americanos mientras dirigía la sucursal de Dargaud en Nueva York. Su iniciativa quedó refrendada por el éxito que tuvo la nueva serie en el continente, realizándose ediciones en varios países europeos además de Estados Unidos.

El primer álbum de la colección, “La Intermediaria”, nos cuenta cómo el sargento de la policía Dan Green muere durante una redada antidroga y su esposa, Kelly, sospecha que alguno de los oficiales de la comisaría ha tenido algo que ver al darle deliberadamente una orden que le ponía en la diana de los criminales. El compañero de su marido, Angelo, se propone cuidar de ella y le promete tratar de averiguar si efectivamente existió una conspiración para matarlo.

Mientras tanto, Kelly recibe la visita de tres ex delincuentes rehabilitados por su marido: el estafador Spats, el ladrón Jimmy Delocke y el matón Garfio. Éstos, agradecidos con el difunto, le hacen una proposición con la que ganar algo de dinero y evitar los apuros económicos de la viudez. Se trata de hacer de intermediaria en un oscuro asunto de chantaje. Aunque Angelo se opone por considerar el trabajo peligroso y rayano en lo ilegal, Kelly está decidida a salir adelante con el asunto. Ayudada por el trío de pícaros, primero escarbará en los bajos fondos para averiguar algo más sobre el caso y no quedar expuesta, y luego viajará a Florida para realizar el canje de dinero por unas fotos comprometedoras. Ello la llevará a involucrarse más en un caso en el que se mezclan las
infidelidades conyugales, el chantaje, la homosexualidad y los asesinatos y que concluirá con la revelación de la auténtica causa de la muerte de su esposo.

En “Un, Dos, Tres…¡Muerte!”, Kelly sigue ejerciendo de intermediaria, ahora con más aplomo y experiencia. A raíz de un accidente doméstico conoce a su vecina, la sofisticada y temperamental Samantha, hija de un potentado con el que mantiene una difícil relación. En rápida sucesión, su hermana y hermano menores son asesinados y la policía piensa que se trata de la venganza de un exempleado del padre. Samantha misma está en peligro y Kelly le encarga a sus amigos Garfio y Delocke que la vigilen y protejan. Sin embargo, ni las cosas son lo que parecen ni el asesino quien aparenta serlo.

En “El Timo del Millón de Dólares”, Kelly es contratada por una empresa petrolera tejana para transportar el dinero de un chantaje que le está haciendo un antiguo ejecutivo. Lo que no sabe es que los propietarios de la corporación la están utilizando para encontrar al delincuente, al que pretenden liquidar mediante una pareja de asesinos a sueldo que siguen la pista a la
protagonista. Dada la cantidad de dinero implicada y la calaña de los jugadores en liza, Kelly, asesorada por sus amigos, toma precauciones para despistar a los matones. Todo va bien hasta que, mientras viaja por Alaska en un vuelo charter, el avión se estrella en una montaña nevada, empezando entonces para los supervivientes una ordalía de hambre, frío y agotamiento. Se trata de un álbum de tono más oscuro y desesperanzado que los anteriores, no sólo porque incluye pasajes bastante duros sino por la denuncia que hace de los abusos de las compañías petroleras sobre las comunidades indígenas, el deterioro que infligen al ecosistema, sus vínculos con el crimen organizado y la incapacidad de los políticos honestos para luchar contra la corrupción.

“Cintas de Sangre” comienza con el asesinato de un rockero en horas bajas, crimen que coincide con el robo en el estudio de grabación del master de su último disco. El ladrón exige un rescate a la discográfica y Kelly recibe el encargo de entregar el dinero. Sin embargo, el efectivo es aportado por un mafioso de Las Vegas, Ragan, al que el músico debía bastante dinero. Sus amigos recomiendan a Kelly que se aleje del asunto estando la mafia por medio, pero ella argumenta que si quiere tener reputación en su oficio, no
puede negarse. Las cosas se complican cuando ambos, Ragan y ella se sienten atraídos mutuamente y entran en juego otros elementos: una corista celosa, la novia drogadicta del rockero fallecido y una espiritista que dice recibir música de aquél desde el más allá…

El último álbum, “Crímenes entre Viñetas”, es quizá el más flojo en cuanto a la trama propiamente dicha, aunque para los amantes veteranos del comic supondrá una pequeña delicia. Una galería neoyorquina que está participando en la ComicCon de San Diego sufre el robo de unas páginas originales de clásicos del comic y contrata los servicios de Kelly para recuperarlos a cambio de un rescate. Más que la intriga, que en este punto empieza a resultar un poco repetitiva, el atractivo de la historia consiste en la recreación de ciertos aspectos y celebridades del mundo del comic. Así, Starr retrata a Will Eisner, Jack Kirby, Burne Hogarth o Milton Caniff, recrea el ambiente de ese importante salón del comic (con sus fans y aficionados a los disfraces) e incluso se permite incluir a un trasunto de Greg como atribulado director de la editorial francesa propietaria de las planchas robadas.

En puridad, las tramas de la serie no son más complejas que las de cualquier serie policiaca de los setenta (“Los Casos de Rockford”, “Baretta”, “Kojak”): chantajes, tiroteos y cadáveres cada pocas escenas, policías corruptos... Los personajes son muy arquetípicos y tampoco se puede decir que tengan una caracterización elaborada. Pero Starr, un guionista sólido y experimentado, consigue que las historias tengan un ritmo muy bueno, sucediéndose los acontecimientos con rapidez y equilibrando bien las escenas de diálogos con las de acción y suspense. Puede que los argumentos no sean tremendamente originales, pero sí se leen con enorme facilidad y agrado.

Sí es interesante que Starr optara no por una supermujer adiestrada y bregada en todo tipo de asuntos turbios, como Modesty Blaise, sino por alguien normal y corriente que un buen día -de forma no demasiado justificada, eso sí- decide ganarse la vida en algo tan peligroso como entregar dinero de rescates y chantajes. Por otra parte, Kelly olvida con excesiva facilidad su supuestamente feliz vida matrimonial y, aunque se van apuntando aquí y allá pistas sobre un pasado turbulento, tampoco se dedica demasiado tiempo a examinar su psicología más allá de mostrarnos a una mujer decidida, valiente y capaz que va cobrando mayor experiencia, frialdad y gusto por el riesgo conforme realiza más encargos. No le guarda más cariño a la
policía que traicionó a su marido que a los criminales a los que éste combatía, y se mueve en un estrecho y ambiguo espacio intermedio entre ambos bandos. Eso sí, su flirteo con el mundo del hampa no la hace dudar de sus propias convicciones morales y cuando lo estima justo, está dispuesta a forzar los acontecimientos a favor de quien cree merecerlo. El trío de pícaros ya entrados en años, tan entrañables como improbables (parecen salidos de una película de Frank Capra,) juega el papel de consejo de sabios de Kelly para los casos en los que interviene. La asesoran, la guían y la protegen, pero sus personalidades quedan esquemáticamente definidas desde el comienzo y ya no experimentan más cambios.

Aunque no haya nada verdaderamente nuevo en las historias, en su momento éstas incluyeron un grado de dureza poco usual en el mundo del tebeo americano, ya fueran las tiras de prensa o los comic-books. Y es que “Kelly Green” es un álbum claramente dirigido a un lector no solamente adulto sino, además, europeo. Aunque los álbumes llegaron a publicarse en Estados Unidos, era una obra que tenía mal encaje allí -al menos en el mundo del comic mainstream- dado su contenido violento y moderadamente erótico. En Europa, por el contrario, ya se había perdido el miedo a ver en viñetas desnudos o violencia explícita y existía un amplio sector de los
lectores que no solamente estaban dispuestos a disfrutar de historias que los incluyeran sino que además eran conocedores del talento de Drake y Starr. Éstos, libres de las cadenas políticamente correctas del sistema americano de tiras sindicadas, no sólo pudieron huir del maniqueísmo dominante en el comic policiaco de entonces sino mostrar abiertamente asesinatos brutales, palizas, agresión a mujeres…incluso una escena de canibalismo.

Dicho lo cual y siendo éste un comic ochentero pero deudor todavía de muchas corrientes de los setenta (Kelly, por ejemplo, tiene un cierto aire a lo Farrah Fawcett), realizado en Norteamérica por un par de veteranos autores formados y curtidos en los años cuarenta y cincuenta dentro de las limitaciones y censuras de los syndicates, el concepto de comic adulto a menudo se identifica, más que con la caracterización compleja, la altura intelectual o la sofisticación narrativa, con el sexo. Es cierto que la serie no evita lo escabroso y aparecen, a menudo bien justificados por el argumento (aunque no siempre), strippers, clubs gays, una actitud relajada hacia las relaciones sexuales esporádicas, prácticas sadomasoquistas … Pero en otras ocasiones, el que la protagonista aparezca con poca o ninguna ropa o posando en posturas abiertamente provocativas, es totalmente gratuito y al servicio del público masculino. Ahora bien, lo que en el
caso de otro dibujante habría resultado tosco y forzado, estando Drake a cargo del dibujo resulta elegante y sensual. Su talento para dibujar mujeres hermosas, la finura de su línea y lo armonioso de sus composiciones, evitan que esas escenas caigan en lo chabacano.

Drake trabajaba con referencias fotográficas, tanto en los fondos (para los urbanos a menudo utilizaba fotocopias retocadas de fotografías) como en las figuras. Una vez tenía claras las escenas, se fotografiaba a sí mismo o a sus conocidos con las poses que necesitaba y dibujaba a partir de ellas. Lejos de resultar un dibujo rígido y artificial, Drake era tan buen artista que el efecto conseguido es de un naturalismo fluido y dinámico. Era un maestro a la hora de captar y transmitir el lenguaje corporal y las expresiones faciales sin caer nunca en lo melodramático ni lo exagerado.

El resto de los elementos del dibujo son igualmente intachables: la alternancia de planos y la composición de las viñetas, el detalle de los fondos, la variedad de caracterizaciones, el
trabajo de sombreado e iluminación… Solamente por su sobresaliente dibujo, “Kelly Green” ya es un comic que disfrutará cualquier aficionado al comic policiaco.

Tanto Starr como Drake hicieron en “Kelly Green” uno de sus mejores trabajos, con historias no revolucionarias pero sí tremendamente entretenidas, repletas de acción, suspense y violencia, con toques de drama, erotismo y humor y una factura gráfica altamente sofisticada. Se trata de un muy estimable trabajo dentro del género negro, moderno -para los ochenta, claro- y al mismo tiempo anclado firmemente en raíces clásicas, un comic muy americano en su ambientación, grafismo y narrativa, pero europeo en su sensibilidad. Si se está interesado en conocer y disfrutar del enorme talento de dos grandes del comic clásico pero los culebrones femeninos no son del gusto de uno o da pereza abordar series tan extensas como las que les hicieron famosos en la prensa americana, “Kelly Green” es la alternativa ideal.




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