30 oct 2018

2002- GLOBAL FREQUENCY – Warren Ellis y varios



En el mundo de los comic books, la mayoría de los títulos son equiparables a largos culebrones televisivos que enganchan a su audiencia con facilidad gracias a guiones muy sencillos, tramas predecibles y un dibujo muy llamativo. Son éstos títulos que, como sus análogos televisivos de máxima audiencia, juegan a ofrecer variaciones encadenadas de clichés, una fórmula de mínimos con la que rentabilizar hasta el último dólar invertido corriendo el menor riesgo posible. El negocio, ya sea en la televisión o el comic, es lo primero por mucho que a ambos medios les guste invocar la palabra “arte”.



La otra cara de la moneda en la televisión son los programas conceptuales, como “La Dimensión Desconocida”, “Más allá del límite” o “Cuentos de la Cripta”, cuyos episodios están sólo vagamente unidos temáticamente, ya sea la ciencia ficción con final sorpresa, el terror o el suspense-. Estas obras suelen ser más duras y asumir más riesgos con las historias o los formatos (al fin y al cabo, si uno falla la semana siguiente llegará otro diferente). Pero también es cierto que esto se logra perdiendo consistencia global, con equipos de guionistas y directores ofreciendo idea tras idea, semana tras semana, esperando acertar con alguna sin que el espectador pueda fidelizarse a través de personajes recurrentes o historias de largo recorrido. Los comic books también han tenido siempre formatos similares, con títulos como, por ejemplo, “Marvel Premiere” o “Strange Adventures” en Marvel y DC respectivamente.

Y luego están los comics que consiguen combinar lo mejor de ambos formatos, trasladando de episodio a episodio ciertos elementos al tiempo que narrando historias independientes. “100 Balas”, de Brian Azzarello y Eduardo Risso podría ser un ejemplo de tal tipo de series. “Global Frequency”, aunque un par de escalones más abajo en cuanto a calidad e interés, sería otro.

“Global Frequency” es una miniserie de doce números (que tardó casi dos años en completarse) escrita por Warren Ellis y publicada por DC. Se trata de un comic que se apoya no en la caracterización ni en la narración de una historia de largo alcance, sino en el concepto de base, algo que practican a mansalva autores como Ellis y Millar, probablemente porque ello les da muchas bazas a poder vender luego los derechos para el cine o la televisión.

El futuro muy cercano que nos presenta Ellis es un mundo postsoviético en el que las corporaciones tienen un poder inmenso, la tecnología armamentística carece de los controles deseables y los grupos terroristas se mueven a sus anchas. Para hacer frente a esas amenazas y muchas otras nació Global Frequency, una organización financiada con fondos privados que opera en todo el mundo y cuya misión es básicamente la de rescate e intervención en asuntos de naturaleza peligrosa o demasiado inusual para las fuerzas del orden convencionales. Cuenta con exactamente 1.001 operativos de todas las especialidades posibles, físicas o intelectuales, de expertos en satélites, hackers o bioquímicos a francotiradores, estrellas del parkour o asesinos. Cada agente lleva siempre consigo un móvil al que pueden ser llamados en cualquier momento para que participen en una misión determinada (los móviles eran menos corrientes –e inteligentes- entonces que hoy día). Dicha participación puede ser directa –porque estén cerca
del conflicto- o indirecta, conectándose a una red desde la que aportar sus conocimientos y experiencia.

Global Frequency no es una organización del todo secreta, puesto que mucha gente ha oído hablar de ella, pero la identidad de sus agentes, la localización de su centro de control, sus métodos y las misiones que lleva a cabo sí son confidenciales. Su reputación a la hora de salvar vidas y evitar desastres, sin embargo, es tal que no tiene problemas para conseguir de los gobiernos los recursos requeridos en cada ocasión.

Cada episodio de la serie es una historia independiente con personajes diferentes. Los únicos que se repiten en todos los capítulos son dos mujeres: Miranda Zero es la directora de Global Frequency, quien recluta y coordina a los agentes; y Aleph, la joven punk que tiene un cerebro privilegiado y supervisa desde el centro de control todas las operaciones, detectando las emergencias, contactando con quien sea preciso, consiguiendo equipo, tratando con las autoridades locales….Dos mujeres, en fin, cortadas con el patrón de Ellis: independientes, duras y eficaces. Pero más allá de esas pinceladas, se puede decir que la caracterización brilla por su ausencia. Sencillamente, no hay tiempo para ello. La acción engulle toda la trama y la continua presentación de nuevos personajes impide dedicarles el
tiempo necesario como para otorgarles una mínima profundidad. En general se puede decir que los agentes que acuden a la llamada de GF son individuos asociales a los que no gusta la gente pero que están dispuestos a sacrificar sus vidas por la humanidad. Algunos de ellos están traumatizados por misiones anteriores o cumplen una autoimpuesta penitencia por las tropelías que perpetraron bajo las órdenes de algún gobierno o ejército, hallando en GF una forma de utilizar sus talentos de una forma éticamente satisfactoria.

En cuanto al apartado gráfico, este, como el reparto de personajes, cambia en cada episodio y probablemente en la elección de cada uno de los dibujantes –la mayoría de ellos ingleses, como el propio Ellis- tuvo que ver el guionista, emparejándolos con aquellas historias para los que sus respectivos estilos resultaran más adecuados.

El número 1, “Cabeza Nuclear”, con dibujos de Garry Leach es una buena presentación para la serie. Se nos dice que Global Frequency está compuesto de gente normal que es sacada casi a la fuerza y por sorpresa de sus vidas cotidianas para algún trabajo que les exige un comportamiento heroico. Aquí, un antiguo agente soviético al que le implantaron años atrás un ingenio muy sofisticado de
destrucción masiva, está a punto de causar un desastre en Norteamérica. La acción transcurre a un ritmo trepidante, algo que caracterizará a buena parte de los episodios.

El número 2, “Big Wheel”, dibujado por Glen Fabry, nos cuenta cómo un equipo de Global Frequency es llevado hasta un complejo militar donde un soldado ciborg con el que se estaba experimentado ha escapado a todo control. El estilo sucio y feísta de Fabry es ideal para retratar, en una espectacular página viñeta, el horrible resultado de la fusión entre hombre y máquina. Un segmento que recuerda bastante a una película de Alien o Terminator excepto por un final cómico que no encaja demasiado bien.

Steve Dillon dibuja el número 3, “Invasión”, donde buena parte del argumento descansa en los diálogos explicativos de la amenaza a la que se van a enfrentar los agentes de GF. Una experta en alienígenas es la única esperanza de un vecindario poseído por seres de otro mundo mediante infección. La única solución es conseguir codificar las relaciones humanas en forma de ecuación matemática…“Los Cien del Cielo”, dibujada por Roy Allan Martínez, es una historia muy sencilla donde sólo hay acción y tiroteos, protagonizada por un policía y un agente secreto que deben enfrentarse a un grupo de terroristas.

El número 5, “Gran Cielo”, es uno de los capítulos más peculiares de la serie, primero por el personal estilo del dibujante Jon J.Muth, Y en segundo lugar por el ritmo y la idea de la propia historia: una aldea noruega ha recibido la visita de lo que dicen es un ángel. Imágenes y argumento reproducen perfectamente esa atmósfera de misterio sobrenatural y ciencia ficción que caracterizaba a “Expediente X” a la hora de explorar la magia, la percepción y la religión.

David Lloyd dibuja “La Carrera”, a mi juicio el peor episodio de la colección tanto por su dibujo un tanto tosco –aunque con interesantes composiciones de página y una narrativa veloz- como por la intrascendencia de lo que no es sino una larga carrera contra el tiempo para evitar un ataque terrorista en Londres. Más terroristas son el objetivo de los agentes de Global Frequency en el número 7, “Detonación”; también en esta ocasión Ellis escribe la historia teniendo en cuenta los puntos fuertes del dibujante que le acompaña, Simon Bisley. Así que como es de esperar, encontramos personajes grotescos y mucha violencia en el estilo caricaturesco propio de Bisley que rompe con la línea naturalista de la colección. El trazo elegante pero algo frío de Chris Sprouse ilustra el 8, “Contrarreloj”, en el que Miranda Zero ha sido secuestrada y Global Frequency tiene menos de una hora para encontrarla antes de que la asesinen. Una historia de detectives de corte clásico con un buen ritmo.

“Experimento”, firmada por Lee Bermejo, es quizá el más deprimente e impactante de los
capítulos gracias a su talento para dibujar el suspense y el terror. Un agente de GF es sacado a la fuerza de su retiro para internarse en un hospital cuyos médicos han liberado una toxina que les ha vuelto locos, lanzándoles a experimentar con los pacientes. Tomm Coker dibuja “Superviolencia”, otra excusa bastante vacía para mostrar una larga y sangrienta pelea entre un agente y su viejo enemigo. Como la anterior, no apta para almas sensibles.

El número 11, “Aleph”, dibujado por Jason Pearson, nos cuenta cómo se unió esa muchacha a GF y que ocurre cuando los malos se infiltran en el complejo secreto de la organización para acabar con ella. La tendencia del artista a hipersexualizar a la protagonista desdibuja sus capacidades técnicas o intelectuales. Y, por último, el espectacular Gene Ha cierra la colección con “Arpón”, en el que vuelve a contarse una historia muy parecida a la primera incluyendo, eso sí, la aparición de personajes ya vistos en capítulos anteriores y llevando la amenaza a una escala planetaria, en este caso un viejo satélite que amenaza con reducir la raza humana a unas “proporciones manejables”.

Se trata, por tanto, de una serie que se distingue por contar historias independientes que no necesitan para su comprensión y disfrute del conocimiento previo de años de continuidad y que, de hecho, no requiere de la lectura de todos sus capítulos. El estilo narrativo de Ellis es muy ligero, impactante y preciso, consiguiendo transmitir mucha información sin necesidad de cargar de textos las páginas. Muchas de las ideas que presenta son menos novedosas de lo que pueda parecer a primera vista (como los alienígenas con mente-colmena, los ciborgs enloquecidos, los terroristas fanáticos o los satélites de la guerra fría), pero se presentan y mezclan de una forma fresca y dinámica.

A diferencia de las sociedades y agencias secretas tan comunes en los comic books, aquí no encontramos uniformes llamativos ni superpoderes sobre los que apoyar el clímax, sólo gente normal que vive sus vidas sin saber cuándo sonará su móvil de GF. Es precisamente la idea de que no necesitamos superhéroes para salvarnos de los grandes peligros que amenazan nuestro mundo sino que lo podemos hacer nosotros mismos con ayuda de nuestro talento, inteligencia y valentía, una de las ideas más interesantes de este comic. Y, tratándose de gente normal, es inevitable que bastantes de los finales se distancien del típico “happy ending” en el
que los buenos salvan el día sin una cicatriz de más ni una arruga en el uniforme. En “Global Frequency”, la gente muere o queda seriamente afectada por sus experiencias. En este sentido, Ellis retrata un mundo de ficción razonablemente parecido al nuestro. Aunque pueden detectarse conexiones temáticas con otras de sus series, como “The Authority” o “Planetary”, “Global Frequency” tiene un tono menos épico y más –si se puede decir así- documental.

El continuo baile de dibujantes tiene un doble inconveniente. Para empezar, lo irregular que resulta el apartado gráfico: frente a episodios magníficamente dibujados, hay otros del montón o incluso mediocres. Y, segundo, la obra carece de armonía gráfica dado que cada autor insufla a las historias su estilo particular, dibujando incluso algo distintas a los dos personajes recurrentes, Miranda Zero y Aleph.

“Global Frequency” es, resumen, una serie entretenida y de ágil lectura – cada número puede fácilmente leerse en cuatro o cinco minutos si uno no se detiene demasiado en el dibujo- aunque no apta, ya lo apunté, para quienes desagrade la violencia explícita. Que aquí hay buenas ideas lo demuestra la persistencia de las cadenas de televisión a la hora de intentar adaptarla a ese medio. Otra cosa es que esas ideas no se desarrollen con una mínima profundidad, que no exista una historia de fondo que enlace todos los episodios ni se trabaje en los personajes. Siendo éstos meros peones para introducir la trama y hacerla avanzar, es imposible simpatizar con ellos y todas sus peripecias se leen –y se disfrutan, por qué no- con cierto distanciamiento emocional. El comic toca temas interesantes como el militarismo, el terrorismo, la ética, la sexualidad, la experimentación científica, el nuevo orden mundial… pero sin llegar a profundizar en ninguno de ellos. Es, en resumen, uno de esos comics de consumo rápido que tan bien se le dan a Ellis y que puede servir para desengrasar entre dos lecturas más densas.

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