12 jul 2018

1982- ELRIC: LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS – Roy Thomas y P.Craig Russell


Hablar de la importancia del británico Michael Moorcock y su personaje Elric –así como del Multiverso al que pertenece- excede con mucho la intención de este artículo. Baste decir a modo introductorio y para dar una breve pincelada a quienes desconozcan al personaje, que su primera aparición, en forma literaria, fue en la aventura “La Ciudad de los Sueños”, publicada en la revista “Science Fantasy” en 1961. (Ésta, sin embargo, no sería dentro de la continuidad interna de la saga la primera novela. Habría que esperar a “Elric de Melniboné, en 1972).



Elric es un guerrero brujo, último rey del decadente imperio de Melniboné. Sus habitantes son una raza de hechiceros crueles y arrogantes, individuos disolutos atrapados en una civilización en agudo declive tras milenios de dominio absoluto sobre el mundo conocido. Elric, 428 emperador de su linaje, es albino, tiene un físico muy frágil y un temperamento filosófico y proclive a la melancolía al que nada le interesa más que su prima Cymoril. En realidad, Elric no quiere reinar, pero es su deber y es el único de su entorno que se da cuenta de que una nueva raza de Hombres se ha alzado para amenazar el menguado imperio. Para sostener su vida depende de su espada embrujada, Portadora de Tormentas, que extrae las almas de sus víctimas traspasándole su vitalidad, que así goza de salud, fuerza y pericia marcial sin necesidad de tomar drogas especiales. Pero al mismo tiempo, la Espada le exige cada vez más vidas y en último término constituirá su ruina y la de todo su universo.

Personalmente y habiendo leído toda su saga literaria, tengo que decir que no siento demasiado aprecio por Elric. Reconozco su originalidad dentro de un género habitualmente muy encasillado en tópicos como es el de la fantasía heroica, pero me incomoda y hastía su carácter depresivo, su clara dependencia a las drogas o la magia y su asfixiante angustia existencial. Es, repito, una impresión personal que evidentemente no comparte mucha gente. Al fin y al cabo, es un icono de la Fantasía y en sus cincuenta años de vida ha cautivado a generaciones de lectores y derivado en adaptaciones al comic, juegos de rol, homenajes musicales y multitud de guiños y referencias en todo tipo de obras audiovisuales (curiosamente, nadie se ha atrevido todavía a llevarlo a la gran o pequeña pantalla, probablemente debido a lo problemático de su carácter, su violencia y el tono pesimista de todas sus aventuras).

La primera vez que se adaptó gráficamente Elric fue en 1971 y corrió a cargo del extravagante
artista francés Phillippe Druillet, que realizó un portafolio de ilustraciones con textos de Michael Demuth. En lo que se refiere al comic, el debut del guerrero albino se produjo en Estados Unidos. Por entonces, Marvel exploraba nuevos caminos temáticos ante los indicios de agotamiento que estaban dando los superhéroes. Roy Thomas había conseguido, no sin mucho esfuerzo, adaptar al comic el personaje literario de Conan el Bárbaro. Aunque costó algo que los lectores reconocieran su calidad, el magnífico trabajo que hicieron él y el joven dibujante Barry Smith no tardó en situarlo entre los comics más premiados y vendidos de Marvel.

Buscando aportar algo de variedad a los guiones, Thomas pidió a Moorcock una historia en la que Conan y Elric corrieran una aventura juntos, y éste accedió. Lo más probable es que Moorcock le pasara el encargo a su amigo y colaborador Jim Cawthorne, pero sea como fuere, los números 14 y 15 de “Conan el Bárbaro” (marzo-mayo 1972) ofrecieron un inesperado crossover de dos icónicos héroes de la Espada y
Brujería, satisfaciendo el deseo personal de Thomas de ver en comic al guerrero albino. Juntos, los dos héroes salvan Melniboné y las tierras Hibóreas de la amenaza de la terrible reina Xiombarg. El que no estuvo tan acertado como de costumbre fue Barry Smith, que dibujó a Elric tocado con un ridículo sombrero cónico basado en la cubierta de la única recopilación de relatos del personaje disponible en Estados Unidos en ese momento. A Moorcock, desde luego, nunca le gustó esa representación de su brujo-guerrero.

Y de aquí tenemos que saltar diez años, hasta 1982, cuando Marvel lanzó su línea de Novelas Gráficas, un formato álbum que en Europa ya estaba perfectamente asentado desde hacía décadas, pero al que el lector estadounidense no estaba acostumbrado. Aunque esta nueva aventura editorial acabó sumiéndose en la mediocridad y la irrelevancia, sus aspiraciones iniciales fueron las de presentar trabajos de gran calidad dignos de un formato más lujoso –y caro-. El primer número de esa nueva colección fue “La Muerte del Capitán Marvel”, una historia totalmente heterodoxa dentro del género firmada por Jim Starlin.

Pues bien, la segunda novela gráfica, “Elric: La Ciudad de los Sueños”, tiene su origen en otro
intento de Marvel de dignificar sus comics, la cabecera “Epic Illustrated”, en la que se daba cabida a historias más adultas tanto desde el punto de vista temático como gráfico, aunque siempre limitándose a la fantasía y la ciencia ficción. En sus números 3 y 4 (otoño-invierno 1980), se serializaron las dos primeras partes de “La Ciudad de los Sueños”, una aventura de Elric guionizada por Roy Thomas a partir de la novela de Moorcock “El misterio del lobo blanco” (1977) y dibujada por P.Craig Russell, quien desde sus titubeantes inicios en Marvel a comienzos de los setenta había evolucionado rápidamente, en parte gracias a su talento y en parte por haber tenido la valentía de retirarse del comic mainstream y sus limitaciones para dar rienda suelta a su ansia de experimentación. Sin embargo, la serialización quedó interrumpida a causa de la marcha de Thomas de Marvel a DC, los problemas de agenda de Russell y la retirada de la licencia por parte de Mike Friedrich, editor de la revista alternativa de comics “Star Reach” y a la sazón propietario de los derechos de adaptación al cómic. No sería hasta 1982 que todo el trabajo de Thomas y Russell para Elric, cincuenta y ocho páginas en total, pudo ver la luz recopilado como segunda Novela Gráfica de Marvel.

A sus treinta y dos años, Russell era ya un autor, si no prolífico, sí maduro. Aunque muchas de sus escenas están profusamente decoradas, el artificio nunca se sobrepone a la narración. Las primeras páginas son una buena muestra de ello, una escena en la que rápidamente se pone en situación al lector ignorante del personaje y su contexto. Un grupo de hombres se halla reunido en una taberna a punto de embarcarse y dirigir su flota a la conquista de Imrryr, capital de la Isla-Imperio de Melniboné y conocida como La Ciudad de los Sueños. Sin embargo, están inquietos: el éxito de su empresa depende de Elric y su poder hechicero para guiarles y
desactivar las defensas de la ciudad. Thomas y Russell definen rápida y certeramente a cada uno de los personajes, establecen el clima de desconfianza, intriga y desasosiego con un toque gótico y cierran con la dramática presentación de Elric.

La razón de Elric para prestarse a utilizar sus grandes poderes mágicos es muy simple: la venganza. Durante su ausencia del reino, su malvado primo Yyrkoon se apropió del trono y de la amada de Elric, su prima Cymoril. Tan profunda es su rabia que su única condición para ayudar a los Señores del Mar es que destruyan la ciudad de Imrryr. Lo que sigue es la incursión de Elric en solitario a la ciudad en un viaje de reconocimiento, su regreso al frente de la flota invasora, el transcurso y desenlace de la batalla y su traición final a sus aliados. Se trata quizá del episodio más trágico de la vida de Elric: burlado por el destino, ve desmoronarse todas sus esperanzas, desaparecer su milenario imperio y morir a su amada. Es, además, la primera vez que Elric toma conciencia de su relación de codependencia con su espada embrujada.

A estas alturas, Thomas era un veterano adaptando obras ajenas. Llevaba años haciéndolo con las novelas y relatos de Robert E.Howard sobre Conan y Kull y aquí realiza una labor excelente, extrayendo los elementos esenciales del personaje y elaborando una historia que, pese a que proviene de un relato anterior y continuará en otro posterior, tiene entidad en sí misma. Los personajes, como he dicho, se presentan perfectamente y no es necesario un conocimiento previo de los mismos y su situación para entender lo que aquí se narra.

Por su parte, Russell realiza un tratamiento brillante de la luz y el color que, combinado con su elegante y barroca línea, dan lugar a viñetas y páginas memorables como las que acompañan este artículo. Russell además de utilizar referencias fotográficas para sus figuras y rostros, recurrió a apuntes de modelos al natural. La mayoría de las expresiones de Elric las realizó mirándose al espejo y gesticulando histriónicamente. El resultado es magnífico habida cuenta de que su versión gráfica del protagonista es la que ha perdurado en el tiempo por encima de otros intentos anteriores y posteriores. Moorcock ideó a Elric como contrapunto al
típico héroe de la fantasía heroica: albino, demacrado, flaco y desmañado; y Russell lo interpreta con una energía muy particular bajo el filtro de sus influencias prerrafaelitas. Así, y aunque al dibujante le falte dinamismo y naturalidad a la hora de coreografiar los duelos a espada, Elric sí transmite sensación de peligro y poder aun cuando su físico tenga un aspecto enfermizo.

La relación de Russell con Thomas no fue muy cercana. Al fin y al cabo ambos vivían en ciudades diferentes y sus métodos de trabajo eran muy distintos. Russell leyó la obra original y utilizó la sinopsis del guionista solo como guía general para la distribución de las escenas por páginas. No obstante, ambos autores volverían a trabajar juntos sobre Elric en años posteriores y para otras editoriales. En cualquier caso, quizá sea mérito de Russell el mantener a raya la habitual verbosidad en la que incurría Thomas al escribir sus comics. Siendo un buen narrador, Russell no necesita palabras que expliquen lo que sus dibujos ya muestran y a diferencia de tantos otros comics firmados por Thomas, este es
muy visual, con secuencias en las que no hay –porque no se los necesita- ni un solo cartucho de texto. Juega con los planos y las perspectivas, con el tamaño de las viñetas y su disposición, para crear un comic de fantasía heroica que se distancia radicalmente de otros guerreros de las viñetas contemporáneos (Conan, Red Sonja, Kull, Thongorr, Arion, Warlord, Claw, Stalker…)

“Elric: La Ciudad de los Sueños” es una de las mejores adaptaciones gráficas del famoso antihéroe albino de Moorcock. Una fantasía trágica bellamente ilustrada imprescindible para los amantes de la espada y brujería y muy recomendable para quienes deseen leer simplemente un buen comic que aúne una aventura narrada de forma clásica con un dibujo vanguardista.


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